Capítulo 5

El resto del día lo paso intentando evitar a Maxon, han sido demasiadas vergüenzas y no llevo ni veinticuatro horas trabajando con él; sin embargo, a donde sea que camino puedo sentir la mirada del hombre sobre mi espalda, incluso cuando estoy entrevistando a los concursantes del programa soy capaz de notar sus ojos en mí y eso me pone nerviosa. Nunca he sido blanco de atención de las personas, me gusta pasar desapercibida siempre que pueda, solo saliendo a la luz cuando es importante para el trabajo, pero con Maxon a mis espaldas es como si no hubiese lugar en la tierra en el que pudiera ocultarme.

Tener a Janis a mi lado parloteando de lo mono que es no ayuda a mi situación, aunque debo admitir que prefiero este hecho antes de que mi amiga comience a preguntar porque necesito un guardaespaldas, Janis es bastante inteligente y estoy segura que puede sacar sus propias conclusiones, no obstante, como dijo Maxon esta mañana, mientras menos personas hayan involucradas en el asunto Collins es mejor. No quiero a mis familiares y amigos angustiados por lo que pueda sucederme, pero, sobre todo, no me apetece verlos en peligro.

«Ninguno de ellos debe pagar por mis decisiones». Los caminos que elegimos en la vida son aquellos que crean las circunstancias que nos rodean, somos el fruto de lo que decidimos hacer o ser, nuestras decisiones son las que nos llevan a las situaciones actuales y futuras. Yo sellé mi vida, pero no permitiré que nadie que me importe salga lastimado por ello; el James Bond Neandertal tiene razón, ni siquiera ver a Collins entre rejas vale la pena que mis seres queridos sufran, por otra parte, mis elecciones han provocado que yo solo pueda seguir una vía; si no hago algo contra Collins corro el riesgo de que quede en libertad y ataque a mí y a los que me importan, prefiero correr el peligro ahora y que después todos podamos disfrutar de nuestras vidas en paz.

Regreso a casa en el coche de Maxon mientras realizo estas reflexiones en mi mente cuando la voz de Maxon llama mi atención.

—¿Qué harás esta noche?

Un sobresalto invade mi cuerpo al escuchar la pregunta.

—Pensé que la noche era mi tiempo libre.

—Y lo es bonita, siempre y cuando permanezcas tranquila en tu casa. —Me observa con una sonrisa—. No me apetece hacer horas extras vigilándote si decides salir de paseo.

Suelto un suspiro de frustración, obvio que se refería a eso, ¿qué otra cosa puede ser sino?

—Tengo que comenzar a redactar las entrevistas, por ende, pasaré toda la noche en el sofá de casa, ¿feliz?

—Muchísimo.

Niego con la cabeza ante el tono alegre en la voz de Maxon y vuelvo a observar por la ventanilla del coche hasta llegar a casa. Una vez que estamos en mi apartamento el hombre repite las mismas acciones de la noche anterior revisando hasta el último rincón de la casa mientras yo dejo mi bolso sobre el sofá. Revisa los teléfonos y si hay alguna nueva nota de amenaza, parece relajado de no encontrar nada más que cuentas el día de hoy.

—Mañana es noche buena, ¿sueles hacer algo particular en el día? —pregunta el hombre a la par que se dirige hacia la salida para marcharse.

Lo pienso por unos instantes y luego de ello niego quitándole peso al asunto, generalmente en esta temporada estaría en Alaska con mi familia, pasaría el día entero preparando la cena con mi madre y en la noche vería como mis sobrinos adornan el árbol de navidad con nuevos adornos mientras el resto bebemos un poco de vino y disfrutamos de nuestra compañía; no obstante, siempre que paso estas temporadas aquí en Chicago el panorama cambia mucho, no veo la necesidad de preparar una gran cena o hermosos regalos cuando estaré yo sola en el sofá de mi casa viendo programas de T.V, ¡joder!, ni siquiera tengo una mascota que me haga compañía. Fingir preparar una Navidad solo me hará extrañar más a los míos.

—Me quedaré aquí en casa, comeré un poco de pizza y luego dormiré.

Maxon no contesta nada por unos segundos y eso me hace preguntarme que haría él mañana o la noche de Navidad, quizás tenga planes y solo desea saber para ver a qué hora puede largarse.

—Si tienes algo que hacer puedes ir con tu familia y tus amigos—sonrío un poco—. No creo que vaya a sucederme nada por estar sola por un día.

Maxon curva sus labios en una sonrisa, pero se encoge de hombros, no hay ningún tipo de diversión en su rostro, tan solo puro desinterés y no puedo evitar pensar lo lamentable que es que una persona se sienta así en esta época.

—Recuerda que de no estar cuidándote me hubiese ido a una playa en Florida a disfrutar mis vacaciones, no es como si tuviese algo mejor que hacer. —Carraspea un poco su garganta como para quitar la tensión del momento y luego vuelve a hablarme—. Recuerda llamarme su necesitas algo, que tengas buenas noches Amy.

—Igualmente.

Sin embargo, cuando termino de pronunciar las palabras ya Maxon está atravesando el umbral de la puerta y poniendo rumbo a la calle. Cierro una vez que se ha marchado y me aseguro de pasar el cerrojo antes de adentrarme en la casa. No es mentira cuando esta noche le comenté que estaría trabajando en mis entrevistas, pero antes que nada necesito un baño para alejar las tensiones del día.
Luego de unos treinta minutos en la ducha me visto con un pijama, esta vez compuesto de blusa y pantalón, no queremos que se repita el mismo incidente de esta mañana. Por último, regrese a la cocina, si planeo ponerme a trabajar necesito primero una buena taza de café; no obstante, todas estas ideas se van de mi cabeza cuando noto las tazas de esta mañana en el fregadero, comienzo a lavarlas mientras a mi mente llega la conversación que tuve con Maxon y su repentino cambio de humor en ese instante.

No es que el Neandertal sea risueño o pura alegría conmigo, pero cuando conversamos siempre soy capaz de ver, al menos, una sonrisa cínica dibujando su rostro; aun así, esta mañana no había en sus facciones nada más allá que pura penumbra y no puedo evitar la gran curiosidad naciendo en mi interior.

Recuerdo que tomó esa actitud cuando comenzamos a hablar de la seguridad, la vida y las personas que nos cuidan y se preocupan por nosotros; ¿qué tiene ese tema que pudo haberlo afectado tanto?
Ahora que me lo había planteado no logro sacar esa interrogante de mi cabeza; imagino que al ser un agente de policía del FBI Maxon tenga mucho respeto por las vidas y la justicia, aun así, no encuentro o imagino algún punto particular que haya ocasionado esa reacción, aunque, la verdad, no conozco nada de ese hombre que me permita sacar conclusiones.

Maxon tiene razón, no tenemos por qué ser íntimos amigos, pero el simple hecho de no saber nada sobre la persona que vigila mis espaldas las veinticuatro horas del día me está poniendo de los nervios, es como si caminase con una sombra, un fantasma; la única diferencia entre Maxon y el tipo que me seguía ayer en la noche es que Maxon no ha intentado ponerme un cuchillo en el cuello, por el resto puedo decir que conozco a ambos hombres por igual, o sea, nada.
Con estas ideas en mi cabeza agarro una taza de café y me encamino directo al sofá donde tomo mi ordenador y rápidamente busco el navegador de Google, quizás esto que estoy haciendo pueda considerarse como acoso, pero, ¡eh!, ¿qué periodista no ha sido acosador alguna vez en su vida? Además, ¿quién puede culparme por buscar un poco de información cotidiana en internet? Google lo sabe todo.

Lo más rápido que puedo y sin perder el impulso escribo en el buscador: «Maxon Moreno». Una larga lista de viñetas se expande ante mis ojos y comienzo a leer cada una de ellas… ¡Nada! Hay muchos Maxon y muchos Moreno, pero ninguno de ellos es el cavernícola que busco.
Intento una vez más: «Maxon Moreno, agente del FBI». Vuelvo a leer los posibles enlaces y suspiro con frustración al ver que no encuentro nada, aunque ahora que lo pienso tiene sentido. Es un maldito agente del FBI, obviamente su información y datos personales no van a estar publicados a la espera de que cualquiera pueda conseguirlos.

Cierro mi ordenador molesta por la pérdida de tiempo cuando otra idea surca por mi cabeza; aunque no sé si esta vaya a dar muchos frutos no tengo nada que perder. Tomo mi móvil y reviso los contactos hasta hallar el número de mi jefe entre ellos, él fue quien buscó al cavernícola, él tiene que saber algo; marco el número y espero pacientemente hasta que conteste.

Varios segundos pasan y cuando me planteo colgar la llamada Ed responde, por fin.

—Amy, ¿te has dado cuenta de que hora es?

Miro mi reloj, diez de la noche. Hago una mueca divertida por haber olvidado que mi jefe dormía temprano.

—Hola a ti también, pensaba darte algún rodeo y prometerte algunos sobornos, pero ya que estamos yendo directo a los puntos importantes aquí voy, ¿qué sabes de Maxon?, ¿de dónde le conoces?, ¿es cierto que le ayudaste en un caso?, ¿por qué diablos es él quién está vigilándome el culo?

—¡Eh!, ¡eh!, para el carro Amy, ¿a qué diablos viene este interrogatorio?, te dije que confiaba en él.

—Pero tú le conoces, yo no, ¡joder Ed!, ando con un hombre del que no sé nada durante todo el día pegado a mis talones, necesito saber algo, lo que sea.

—¿Qué te ha dicho él?

—Nada, solo sabe reír y burlarse de mí.

—¿Se burla de ti?, pues entonces no debes caerle mal cariño, Maxon no sonríe con la gente que no le agrada.

Pues vaya suelte la mía que he tenido que escuchar su sonrisa durante horas el día de hoy debido al incidente con Janis esta mañana, ¡Dios!, en verdad fue todo un bochorno, no bastaba con que el piense que vigila a una niña malcriada, ahora para colmo debo parecerle idiota.

—No cambies de tema Ed.

Mi jefe suspira y es en este instante que comprendo que no me dirá nada.

—Sabes que te contaría lo que fuera, pero su historia no me pertenece, es su vida, son sus secretos. Solo debes entender una cosa Amanda, ese hombre se meterá frente a una bala por ti, entiende el valor de la vida, no va a dejarte sola, creo en él porque logró ese carácter pasando por malas jugadas, dale una oportunidad cariño, creo que no puedes juzgarle por ocultar secretos.

Siento su risa al otro lado de la línea y luego de eso cuelga dejándome con más dudas de las que ya tenía.

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