Capítulo 4

Siento el despertador sonar y mis ojos se abren con el ceño fruncido y los gruñidos escapando de mi garganta. Dirijo la mirada a un lado de la mesa y noto como el reloj marca las cinco y cincuenta de la mañana. La verdad es que odio madrugar, por lo que no es de extrañar el instinto asesino que en estos momentos crece en mi interior con respecto a la pobre alarma, no obstante, tengo que salir a trabajar y con suerte podré largarme antes de que James Bond llegue por lo que me obligo a mí misma a echar las sábanas a un lado y levantarme.

Arrastro los pies debido al cansancio a la par que me encamino hacia el cuarto de baño, sin embargo, los golpes en la puerta de la casa me arrancan un nuevo gruñido de los labios; nadie que llame a estas horas representa una buena noticia y si es quien yo imagino es una pésima noticia. Ni siquiera tengo los ojos del todo abiertos cuando me dirijo a abrir la puerta.

Al llegar a la entrada observo por la mirilla y exhalo un molesto suspiro al ver al otro lado del umbral a Maxon de pie; para mayor enojo luce perfectamente despierto y arreglado mientras que yo estoy consciente que parezco un topo recién salido de la tierra. Abro la puerta aún medio dormida y me hecho a un lado para dejarle pasar.

—¿Pero es que tú no duermes o qué?

—Buenos días a ti también bonita, dijiste que tenías que ir temprano al trabajo así que…—Sus palabras se detienen y me observa de arriba abajo con la comisura de los labios doblada en forma de sonrisa—. ¿Recibes a los invitados así o tengo un trato especial?

Alzo la ceja sin entender a qué se refiere hasta que observo la manera en que voy vestida y del tirón pierdo hasta el sueño, debido a la manera en que desperté había olvidado por completo que solo llevaba un fino camisón de encaje azul cielo con encajes en los bordes y un simple short del mismo color debajo, mi rostro enrojece sin poder contener la vergüenza que me corroe y cierro la puerta del tirón a la par que comienzo a caminar hacia la recamara a pasos rápidos mientras escucho las risas de Maxon a mi espalda.

—Por lo menos dime que tienes café.

Le observo antes de cerrar la puerta de la habitación y señalo hacia la cocina, si le apetece que se lo haga él mismo, ¡Dios Santo!, como pude ser tan despistada y salir en estas fachas. Entro a mi cuarto de baño y rápidamente retiro de mi cuerpo la ropa de dormir para darme una ducha matutina, será la mejor manera de despertar y evitar cometer errores como el de ahora mismo. Nota mental, dormir con un jersey de cuello de tortuga y unos pantalones siempre que sepa que Maxon vendrá a recogerme.

A medida que permito que el agua recorra mis cabellos y caiga por mi espalda reviso en mi mente todos los hechos pasados en las últimas veinticuatro horas: Monroe muerto, me han enviado amenazas directas y ahora tengo a un agente del FBI acompañándome a todas partes y, como si las cosas no pudiesen ser más difíciles no tengo claro si me odia o tan solo se burla de mi persona.

«¡Es increíble como la vida de una persona puede dar un giro de ciento ochenta grados y cambiar por completo en tan solo un corto período de tiempo!».

También debo encontrar alguna manera de ingresar al apartamento de Monroe y encontrar el motivo por el que le asesinaron. El miedo recorre cada fibra de mi cuerpo, por mucho que dije que Collins no me asustaba la verdad es que comienza a aterrarme; el hombre no es como ningún criminal al que me haya enfrentado antes y esto no es una telenovela en la que la protagonista descubre la verdad al final y se vuelve la heroína, esto es la vida real y el riesgo de terminar muerta es grande. Debo ser inteligente y calcular cada uno de mis pasos, pensar bien mis movimientos, pero, sobre todo, proteger mi espalda, aunque para ello también tengo al James Bond Neandertal acompañándome.
Y hablando del diablo, es hora de que regrese a la sala con él.

Salgo del baño con una fina toalla cubriendo mi cuerpo, lo más aprisa que puedo me pongo unos jeans negros, una camisa blanca y un saco de vestir, hoy comienzan los rodajes en vivo del programa de cocina y debo tratar de parecer una persona decente para entrevistar a los concursantes. Dejo mis cabellos rubios caer sueltos sobre mi espalda y, por último, me coloco unas pequeñas botas negras de tacón cuadrado que me llegan hasta los tobillos.

Tomo mi bolso con mis artículos personajes, mi agenda de trabajo y la grabadora portátil que siempre llevo conmigo a todas las entrevistas; sé que la tecnología avanza y que sería muchísimo más cómodo utilizar la grabadora de un móvil, pero prefiero ir a la antigua y guardar las cintas en caso de que algo le suceda al teléfono.

Al llegar al salón puedo ver que Maxon está sentado en la meseta de la cocina con una taza de café caliente en una de sus manos a la par que leía las cartas amenazadoras que han llegado esta semana por correo, dejo el bolso a un lado y me dirijo también a tomar café.

—Pensé que los correos eran personales y privados.

—No para ti bonita. —Deja uno de los sobres sobre la mesa y toma otro con sumo desinterés.

—Me llamo Amanda, no bonita.

—Sí, creo que dijiste eso ayer.

«Paciencia Dios, paciencia».

—¿Cuántos de estos te llegan al día? —pregunta señalando las cartas.

—Unas dos docenas, a veces más a veces menos.

Maxon asiente y bebe de su taza de café.

—Sí que eres dura de roer.

—Hago mi trabajo, o me dirás que tú nunca te has enfrentado a uno de los chicos malos.

—La diferencia es que yo soy policía y tú periodista, mi trabajo depende de que vaya detrás de los chicos malos, lo tuyo continúa siendo una opción.

Le observo molesta dejando la taza de café sobre la mesa para evitar terminar haciendo algo de lo que después pueda arrepentirme.

—Mira Maxon, me da igual si Ed te mandó, si eres un gran agente del FBI o el mismísimo presidente de los Estados Unidos. —Permito que toda mi frustración se evidencie en mi voz—. Que mi jefe te haya mandado no significa que puedas decirme lo que debo hacer o no en mi trabajo; no nací ayer, llevo años siendo periodista y escribiendo sobre criminales. —Se puede decir que es mi especialidad dentro del campo—. ¿Abandonarías tú tu trabajo solo por el hecho de salir herido?

La mirada de Maxon se ensombrece por unos instantes y aparta su rostro en la dirección opuesta a la que me hallo, puedo notar como sus manos se aprietan más alrededor de la taza de café y me doy cuenta que quizás haya metido la pata en algo. Sin embargo, antes de que logre decir alguna palabra más el de ojos verdes se pone en pie y lleva su taza vacía al fregadero para luego girarse en mi dirección, su rostro pasa de sombrío a no mostrar ningún tipo de expresión, ni malhumorado ni divertido, tan solo como si no le interesara.

—Mira Amanda, no tengo intenciones de decirte que has de hacer con tu trabajo, solo plantéate una cosa: ¿Atrapar a Collins vale tu vida o el sufrimiento de las personas que se preocupan por ti?; si quieres escribir de criminales hazlo, si quieres continuar detrás de este cabrón adelante, pero sé inteligente y valórate, hay personas que temen por tu bien, de otra manera yo no estaría aquí. —Finalmente su cuerpo se relaja—. No soy tu enemigo bonita, tan solo tu compañía; y ahora muévete, se nos hace tarde para llegar a tu trabajo.

Maxon comienza a caminar hacia la salida dándome solo tiempo a dejar la taza vacía en el lavaplatos y a tomar mi bolso y mi abrigo para salir detrás de él. Le doy la dirección del estudio de grabación y durante todo el camino no logro dejar de pensar en las palabras del hombre junto a mí. La verdad es que entiendo a qué se refiere, no dejo de tener miedo de que mi familia corra algún tipo de peligro por mi culpa, es por ello que no fui a Alaska estas navidades; tampoco deseo molestar a Ed, ha sido casi un padre desde que inicié mi trabajo en Chicago, pero tampoco deseo renunciar, no ahora que falta tan poco, no tengo garantías de que Collins deje de seguirme si me alejo, ya los dados están lanzados y ahora solo puedo jugar.

Pero Maxon tiene razón, para enfrentarme al mafioso no es necesario que me lance directo a la tumba; debo pensar detenidamente cada uno de mis movimientos. Por ahora solo me centraré en las entrevistas del reality show de cocina.

Llegamos al plató de Sugary Chocolate y noto como Maxon se mantiene varios pasos alejado de mí sin dejar de mantenerse en la cercanía, observándome a lo lejos y dando espacio para que haga lo que tengo que hacer. Enseñé mi identificación periodística para que me dejasen pasar y no me sorprendí de que Maxon también entrase con solo mostrar su placa.

Tengo que reír por lo bajo de como el guardia le examinaba como si no creyese que era un agente del FBI y no es para menos. Maxon lleva puestos unos pantalones negros ajustados, un pullover negro y una chaqueta de cuero, más que policía luce como un motero criminal con el pelo castaño largo cayéndole hasta el mentón y su rostro con la sombra de la barba que comienza a aparecer; por si fuese poco la pistola que resalta a un costado de sus pantalones no ayuda mucho a su porte que digamos.

El hombre llama la atención de todos los que nos rodean y, obviamente, mi amiga no es inmune a ello. Me acerco a Janis con una sonrisa en los labios al notar que no ha apartado la mirada de mi James Bond personal ni un solo segundo, aprovechando que Maxon se mantiene varios metros alejado de mi la chica de cabellos marrones me arrastra hasta la mesa buffet y me zarandea un poco de la mano.

—¡Madre Santa!, ¿qué diablos ha sucedido entre ayer y hoy para que vengas con semejante hombre vigilando cada uno de tus movimientos?

Su vista va más allá de mí y no puedo evitar notar que observa a Maxon desde la cabeza a los pies y viceversa provocando que yo suelte una gran carcajada.

—Solo es mi niñera.

—¿Niñera?

Asiento.

—Mi jefe le ha pedido ayuda para asegurarse que no me meta en problemas con el juicio Collins tan cerca.

Janis conoce el caso, hemos hablado muchas veces de el por lo que no le es raro que yo lo mencione.

Noto como saca su móvil y rápidamente me mira.

—¿Me puedes decir el número de la agencia de niñeras? Creo que deseo encargar una para mí, ya sabes lo peligrosos que son estos cocineros con cuchillos en mano cuando pierden—bromea y no puedo evitar reír por ello.

—¡¿Pero que le ves!?

—No es obvio cariño, hasta ahora yo pensaba que los tíos así solo aparecían en las películas o eran mutados genéticamente para ser modelos de revista, este es de carne y hueso; obvio que quiero uno, me gastaría el chocolate del programa en él.

—¡Ok! Eso es demasiada información para mí. —Algo me dice que ese chocolate no es para comer solamente.

—¿En serio me dices que no lo ves sexy?

Me lo pienso y al final suspiro.

—Vale, es condenadamente sexy y caliente y seguro que bajo esa ropa hay un cuerpo para morirse, tiene un culo exquisito y unos músculos que no tienen nada que envidiarle a ningún modelo, sus ojos también son lindos, pero quitando todos esos rasgos es solamente un James Bond de las cavernas antipático, engreído y narcisista que estoy segura que no le importaría salir con él mismo, que esté caliente no significa que no sea medio bipolar y…—Detengo mi monologo de cualidades cuando noto que Janis enrojece y comienza a hacer varios gestos con la mano para que me calle, no entiendo lo que pasa hasta que siento una respiración muy cerca de mi nuca enviando pequeñas corrientes eléctricas por mi piel—. Y estoy segura que es una genial persona. —Comienzo a parlotear por los nervios—. Su corazón es de oro y seguro rescata perritos y gatitos en su tiempo libre, tiene el mejor estado de ánimos que he visto en mi vida. —Cuando escucho el carraspeo de garganta de Maxon me giro para encontrarle a muy pocos pasos de mí—. Hombre, pero si estás aquí, con nosotras, ¿quieres algo del buffet?

De reojo noto como Janis lucha por contener la risa.

—Creo que me llaman, Amanda te aviso cuando tengas que iniciar las entrevistas—Noto como mi amiga sale corriendo y maldigo para mis adentros.

Me han dejado sola con la bestia.

—No estoy seguro de si sentirme enojado porque una mocosa acaba de llamarme engreído y narcisista o alagado porque también acaba de decir que soy condenadamente caliente.

Sonríe y yo me pongo nerviosa. «¡Joder que bochorno!».

—La verdad no recuerdo haber dicho la frase: condenadamente caliente.

—Pero si has dicho caliente—Afirma— ¿Te parezco caliente Amy?

—Me pareces cavernícola.

—Uno sexy según tú. ¿Quién sabe? Quizás sí debí acurrucarme a un lado de tu cama anoche.

El sonrojo invade mi rostro por completo, sin embargo, cuando noto que comienza a reírse sin parar me doy cuenta que se está burlando de mí.

—¡Vete al cuerno! —respondo molesta y luego comienzo a caminar hacia los concursantes sin dejar de escuchar las carcajadas de Maxon a mis espaldas.

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