Capítulo 26

Siento como mis mejillas se sonrojan a medida que le cuento a Janis mi encuentro con Maxon y Adam y como había acabado esa perfecta noche con Maxon confesándose, obviamente guardo los detalles calientes y sensuales para mi propio imaginario. No puedo evitar la sonrisa que se conforma en mis labios, el camino recorrido con Maxon ha sido difícil y complicado en más de una variante, sin embargo, valió la pena cada maldito segundo. No fue un cuento de hadas, fue la historia real que le pedí y, por primera vez, nos veo futuro a ambos.

Veo más allá que una vida solo dedicada a los reportajes y los peligros, veo una compañía al llegar a casa, una persona que me cuida, veo largas noches en el sofá mirando programas de cocina mientras que Cleo duerme o juguetea en nuestro regazo. Veo nuestras tontas discusiones por leer novelas románticas y eróticas o por quien se come la última patata de algún paquete de snacks.

Pronto toda la pesadilla de temor y sangre habría terminado y finalmente Maxon y yo tendríamos posibilidades reales de sentar las bases de una relación sin tener que poseer temor de que siguiesen nuestras espaldas. Finalmente habían dado la fecha para el juicio de Collins, sería dentro de una semana y, por lo que nos contaban, había una alta posibilidad de que el hombre terminase tras las rejas, por fin pagaría por todas las muertes en sus manos incluyendo la de Monroe quien no mereció terminar como lo hizo.

Más feliz no me puedo encontrar.

—Me siento muy feliz por ti Amanda. —Janis toma mi mano entre las suyas a la par que me regala una tierna sonrisa—. Sabía que había una enorme conexión entre ustedes desde que los vi juntos en navidad.

—Y por eso nos tendiste la trampa del beso bajo el muérdago— le acuso.

—Me declaro culpable. —Suelta una risa—. Pero deberías agradecerme, mira lo contentos que están, ese beso sentó muchas bases.

Aunque no lo digo en voz alta estoy muy de acuerdo con mi amiga.

—¿Y qué harán con Adam?

Mi sonrisa se expande al pensar en el adorable niño de cabellos negros. Aun mi corazón no deja de latir al recordar la adorable imagen de él y Maxon juntos jugando por la playa o en el restaurante de comida rápida. Maxon merecía criar a ese niño, nadie en este universo le cuidaría o le daría más amor que él, es una injusticia lo que el juzgado le estaba haciendo y yo pensaba ayudar a Maxon en todo lo que pudiera para tener al niño; no voy a mentir, yo también le tomé mucho amor a Adam.

—No quiero apresurar las cosas o poner a Maxon en una situación incómoda ahora que recién comenzamos a estar juntos de manera formal, pero quiero ayudarle en lo que pueda— suspiro—. Debiste de ver el rostro de dolor de Maxon cuando tuvo que volver a dejarlo en el orfanato. Ellos se merecen el uno al otro.

Janis bebe su café con calma, no me responde rápidamente, todo lo contrario, me observa detenidamente analizándome, pero soy capaz de notar la alegría en sus ojos.

—Es bueno que por fin seas feliz. Te lo mereces después de toda la mierda que has tenido con Collins. —Vuelve a dejar la tasa sobre la mesa—. ¿Y dónde está Maxon por cierto? Pensé que con todo el ajetreo del juicio cerca no dejaría de ser tu sombra.

Hago una mueca involuntaria.

—Puedes estar segura de que no está cerca porque le obligan. —Janis parece confundida por mis palabras así que aclaro—. Con el juicio cerca hay muchas cosas que tiene que preparar sobre papeles, pruebas y testigos; les obligaron a él y a Ben a permanecer en la oficina, sin embargo, fue difícil que se fuera.

Aun puedo recordar su enojo cuando supo que no podría estar conmigo.

—Tuvieron que prometerle muchas veces de que Collins tiene arresto domiciliario y no puede salir de su casa.

Mi sonrisa sale forzada, sé que ese arresto domiciliario no significa nada, después de todo aún tengo en mi cabeza mi breve encuentro con el mafioso en la cárcel; debo admitir que estar cara a cara al hombre es una de las experiencias más temerosas que he tenido en mi vida. Richard Collins no amenaza directamente, no alza la voz, sin embargo, cada uno de sus rasgos o movimientos te hacen pensar que estás en pie frente a una víbora dispuesta a lanzarte su veneno. Mirar sus ojos es como observar un pozo sin fondo, una persona sin alma ni remordimiento que no le importa hacer el trabajo sucio con sus propias manos.

—Entiendo a Maxon, —La voz de Janis me saca de mis pensamientos una vez más—. Lo bueno es que en muy pocos días ya todo terminará.

Asiento justo a tiempo para sentir mi teléfono sonar. Miro la pantalla y veo el nombre de mi madre en ella. Sonrío y le hago una seña a Janis para que sepa que mi levantaré a contestar. Camino hacia el exterior de la cafetería para que el ruido de la misma no interfiera con la conversación, no voy demasiado lejos, sino que me mantengo en la cera por el lado de la puerta del local.

Descuelgo el teléfono para sentir la voz de mi madre al otro lado de la línea.

—Mi princesa, ha pasado un tiempo, ¿cómo va todo?

Sonrío sin poder evitarlo.

—Lo siento mamá, he estado un poco liada con tanto trabajo, sé que debí llamarte antes. —Estar liado era quedarse corto, han sido demasiados problemas y uno de los motivos por los que no llamé a mi madre es que no quería enredar a mi familia en nada de esto. Ni siquiera les conté nada del juicio aun, solo pensaba hacerlo una vez todo terminara.

—¿Cómo está Maxon?

Tengo que volver a reírme, mi madre cayó encantada con Maxon desde la primera vez que lo vio y aunque fingimos ser parejas y Maxon me contó que mi madre sabía que eso era falso por lo visto ella continuaba empeñada en que nuestra mentira se volviese real.

—Está en el trabajo ahora junto con Ben, pensábamos reunirnos esta noche en casa para cenar, ahora estoy en un café con una amiga.

—¿Seguís juntos cierto? —Reviro los ojos, como si ella ya no lo supiese ya, sin embargo, como ella no me ha señalado que le mentí yo tampoco voy a sacarlo a la luz.

—Igual de juntos que siempre mamá.

—Me alegra mucho cariño, te sienta bien estar con él. —Hace una breve pausa en la que noto que habla con alguien más al otro lado del teléfono, imagino que debe ser una de mis hermanas o mi padre—. La verdad te llamaba por algo en específico.

—¿Ha pasado algo? —No puedo evitar el miedo en mis palabras, quizás Collins fue a por mi familia justo como prometió. Gracias a Dios mi madre se apresura a hablar.

—No tranquila, no ha sucedido nada malo, quiero que vengas a casa con Maxon y pasen aquí un fin de semana.

Suspiro.

—Mamá, no sé si eso sea posible ahora, te recuerdo que tanto Maxon como yo trabajamos.

—¡Patrañas! Hace siglos no visitas a tu familia, y todos aquí quieren conocer a Maxon; vamos, complace a tu madre vieja y no seas cabeza dura.

—Hablaré con él a ver si le apetece ir, —No puedo obligarlo si él no quiere, aunque en verdad tengo miedo de que toda mi familia conozca a Maxon, esa es como la prueba dorada en las parejas, conocer a las familias—. Si vamos llevaré a un invitado.

Sonrío pensando en Adam, sé que le encantaría la casa de Alaska rodeada de bosques y naturaleza.

—Bien, llámame esta noche y confirmemos.

Cuelgo con una sonrisa en el rostro dispuesta a volver a entrar a la cafetería cuando mi móvil suena por segunda vez. Imagino que a mi mamá se le ha olvidado decirme algo por lo que respondo sin ni siquiera mirar el número de la pantalla; sin embargo, en cuanto la suave y venenosa voz masculina suena en la línea desee haber prestado más atención. Mi cuerpo se tensa cuando siento la manera en que Collins pronuncia mi nombre.

—Hermosa y querida Amanda, no me has llamado y ya comenzaba a preocuparme por mi periodista preferida.

Trago en seco con dificultad para encontrar las palabras en mi interior.

—No tenemos nada de qué hablar. —Voy a colgar, pero la voz de Collins sonando por segunda vez me detiene.

—¿Eso quiere decir que rechazas mi propuesta cosita linda?

Miro de un lado a otro de la calle, pero me relajo un poco al ver que no hay nadie por la zona.

—No tengo ningún trato que aceptar Collins, voy a ir a ese juicio y voy a declarar.

Collins suspira y siento el escalofrío en mi espalda.

—Es una pena tu decisión Amanda. En verdad me agradabas, no quería llegar a un punto sin retroceso.

No tengo tiempo para preguntar a qué se refería. Una enorme mano cubre mi boca mientras que la llamada se cuelga. Quiero moverme, pelear y salir corriendo, pero la punzada de dolor en mi cuello me lo impide; siento una aguja atravesando mi piel y, solo en cuestión de segundos, todo se vuelve borroso hasta que, por fin, pierdo el conocimiento.

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