Capítulo 25

Pasar tiempo con Adam y Maxon es una de las mejores experiencias que, debo admitir, he pasado en mi vida. Debido a mi trabajo nunca fui de pasar demasiado tiempo con niños que no fueses mis sobrinos y esto solo ocurría mientras vivía en Alaska o cuando regreso de vacaciones para ver a toda la familia; sin embargo, Adam tiene un encanto único que obliga a todas las personas que se hallan a su alrededor a enamorarse de él. Aunque apenas nos conocemos el niño no dudo ni por un instante en sostener mis manos mientras esperábamos nuestras hamburguesas en el restaurante de comida rápida.

Fue demasiado tierno ver cómo le contaba a Maxon sobre lo último que estudiaba en clases o la forma en que ambos intercambiaban sus opiniones sobre baloncesto u otros deportes. Es más que obvio cuanto Adam admira a Maxon, por lo visto quiere pertenecer al FBI cuando sea grande al igual que el hombre junto a mí.

Luego de las hamburguesas pasamos casi todo el resto del día paseando por Fullerton Beach; el mar se mostraba en calma y el sonido de las olas al chocar a la orilla de la playa era en extremo relajante; me senté en alguna zona en la que el sol no quemase demasiado mi piel y saqué mi teléfono móvil para tirar algunas fotos a Maxon y Adam mientras que jugaban en la orilla. Daban patadas al agua provocando que esta saltara y mojase sus ropas por completo, cualquier persona que los observara desde lejos pensaría que se trataban de padre e hijo, no solo por su parecido físico sino además por la enorme compenetración entre ellos.
No me cabe la menor duda de que Maxon sería un excelente padre para Adam si la ley le permitiese tener al niño.

Me distraigo tanto pensando en este hecho que no me percato en que Adam está parado a mi lado hasta que el pequeño sostiene mi mano entre las suyas. Su sonrisa se ensancha a medida que me jala para ponerme en pie y llevarme con él.

—Vamos.

Intento negarme debido a que llevo puesto pantalones y voy a terminar empapada en el agua del mar, sin embargo, no tengo tiempo a ello. Antes de darme cuenta Maxon también está parado a nuestro lado, una de sus manos rodeando mis piernas y la otra mi cintura aplicando la fuerza necesaria para cargarme sobre su hombro y llevarme como si fuese un saco de papas hasta la orilla del mar y colocarme donde el agua me llega a los tobillos. Los quejidos son en vano y al final rompemos en risa mientras que Adam nos tira agua a ambos con sus pequeñas manitas provocando que incluso mis cabellos terminen húmedos.

Es relajante pasar este tipo de momentos en medio de todas las tormentas de preocupaciones por las que transcurre mi vida ahora; instantes así son los que dan esperanza de que todo mejore y que, quizás, nadie deba acabar mal herido. Puede ser rara, pero pasar el día con Maxon y Adam me ayudan a comprender que deseo más de la vida que solo exponer y perseguir criminales, que es momento para más.

Pasamos el día en la playa hasta altas horas de la tarde, al regresar al orfanato el pequeño Adam iba dormido en el asiento trasero del coche, su piel un poco colorada por el sol, sin embargo, aún continuaba poseyendo una ternura inigualable. Maxon le cargó al entrarle al edificio para evitar que se despertara y, a pesar de la sonrisa del Neandertal, casi puedo jurar que sus ojos mostraban un brillo triste debido a la separación con el niño. Es irónico que Maxon pensara que no era capaz de sentir amor hacia otras personas cuando es más que evidente el enorme cariño que le profesa a Adam.

—Quizás, podríamos volver a visitarlo el próximo fin de semana—sugiero con suavidad una vez que salimos de la habitación del niño y regresamos al coche, esperando a que Maxon no tome a mal mis palabras—. La he pasado bien hoy y Adam es adorable.

—¿En serio? —Hay una pequeña gota de esperanza en su tono y por algún motivo eso impulsa a mi corazón a latir como un motor de un auto de carreras.

—Sí, es liberador estar con Adam.

Maxon no responde, sin embargo, la tristeza se aparta de sus ojos y puedo ver una pequeña sonrisa formarse en la comisura de sus labios. Una de sus manos abandona el volante y, mientras conduce, sus dedos se entrelazan con los míos. Ahora hay algo distinto en la mirada de Maxon, algo que no estaba ahí hace unos segundos.

—Vayamos a casa Bonita, me gustaría darte una sorpresa que tenía preparada para ti hoy.

Sus palabras provocan mi curiosidad y no puedo evitar inspeccionarle con la mirada unos instantes, hay una mueca picara en sus ojos y no puedo evitar que los nervios de mi cuerpo aumenten.

—¿Me dirás de que se trata?

—Mejor te lo mostraré cuando lleguemos. —Guiña su ojo y continúa manejando.

Intento no volver a preguntar en todo el camino, aun así, la curiosidad y la ansiedad de mi cuerpo solo van en aumento. No dejo de preguntarme de que puede tratarse y por las propias palabras de Maxon es obvio que es algo que tenía listo de antemano. Por mi mente cursan un sin número de posibilidades, pero ninguna de ellas termina de conformarse en una idea coherente. Algo si es seguro, Maxon se está divirtiendo de lo lindo con su plan puesto que no ha parado de sonreír ni un instante desde que informó sobre sus planes.

Llegamos a mi apartamento y Cleo viene a recibirnos a la entrada justo como hace cada vez que retornamos de la calle. Suelto mi bolso sobre el sofá y me dispongo a encarar a Maxon, no obstante, al darme la vuelta el hombre está de pie junto a mí. Sosteniendo mis mejillas con delicadeza entre sus manos y descendiendo sus labios hacia los míos; el beso está cargado de deseo y lujuria, mis manos se apoyan sobre el musculoso cuerpo de Maxon, pero cuando quiero acercarme más para profundizar el beso Maxon se retira con suavidad y una sonrisa en su rostro.

Siento la confusión envolver mi cuerpo, lo cual solo va en aumento cuando de uno de sus bolsillos saca una fina tira de seda roja y la alza en su mano para que la vea.

—¿Qué se supone que es eso?

—Una venda para tus lindos ojos. —Sus palabras provocan que mi garganta se reseque casi al instante, no puedo evitar mirar la cinta carmesí con más curiosidad y quizás una naciente lujuria y deseo; la pieza es bastante fina, pero del tamaño suficiente para ocultar mi visión detrás de ella.

—¿Esa es mi sorpresa?

—No, tu sorpresa la verás cuando te pida que te quites la cinta. —Continúo observando la tela y cualquier rastro de duda se disipa de mi cuerpo cuando escucho a Maxon preguntar— ¿Confías en mí?

—Sí, lo hago.

Maxon sonríe antes de volver a posar sus labios sobre los míos con suavidad y de forma efímera; ni siquiera me da tiempo a adaptarme al beso, antes de siquiera parpadear me da la vuelta para que quede de espaldas a él y de ese modo colocar la cinta alrededor de mis ojos atándola detrás de mi cabeza. Mi visión pasa de ser carmesí a volverse toda una oscura sombra. Las manos de Maxon me guían con suavidad hasta sentarme en el sofá, no hay que ser un genio para darse cuenta de que estoy ahí dado que reconozco los suaves cojines del mismo.

—No demoraré cariño— anuncia a la par que besa mi mejilla y siento como su cuerpo se aparta del mío.

Escucho sus pasos alejarse en la distancia, una puerta abriéndose y más pasos de Maxon por todo el apartamento, así durante unos diez o quince minutos. La ansiedad solo aumenta y la tentación de apartar la cinta de mis ojos y ver lo que hace el rudo agente del FBI es demasiado grande, sin embargo, no quiero arruinar la sorpresa. Es un raro choque de intereses: el querer saber ya y al mismo tiempo desear que el Neandertal me sorprenda.

Los segundos continúan pasando y, finalmente, vuelvo a sentir los pasos de Maxon caminando en mi dirección hasta pararse delante de mí, estoy segura de que si estiro las manos puedo tocar su duro cuerpo, no obstante, antes de que tenga la oportunidad de comprobar mi teoría Maxon toma mis manos y me ayuda a ponerme en pie.

—¿Puedo quitarme ya la venda? —pregunto con una pizca de desesperación, intentando contener el morbo que sube por mi cuerpo.

—Todavía no Bonita, no arruines la sorpresa. —Su mano sostiene la mía y me guía con suavidad por el apartamento—. Ven conmigo…

Incluso con los ojos vendados son demasiados años viviendo en esta casa como para saber que la ruta que estamos tomando conduce directamente a mi habitación. Cuando nos detenemos, e imagino que estamos en la recamara, Maxon vuelve a abrazarme desde la espalda dejando suaves besos a lo largo de mi cuello, sus manos agarrando mi cintura con fortaleza y su voz susurrando en mi oído.

—Quítate la venda.

Obedientemente alzo las manos hasta la parte posterior de mi cabeza y desato con cuidado el fino nudo que sostiene la fina cinta carmesí. Demoro unos instantes en que las oscuras sombras de mi alrededor vuelvan a tomar forma a medida que mis ojos se adaptan a la luz de la habitación; un gemido escapa de mis labios cuando por fin me percato de lo que se encuentra delante de mí. Hay varias velas pequeñas colocadas en puntos estratégicos para iluminar la habitación que poseen un exquisito aroma a jazmín y, sobre la cama, pétalos de rosas de color rojo se esparcen conformando un edredón por ellos mismos. Sobre una de las mesitas laterales de mi cama hay una botella de vino con dos copas.

Mi aliento aun sale entrecortado y debo humedecer mis resecos labios con mi lengua; nunca nadie ha preparado algo así para mí y no puedo evitar la emoción que florece en mi pecho.

—¿Sabes Amanda? Aun quiero negociar contigo la posibilidad de leerme el libro de Pídeme lo que Quieras.

No puedo evitar la carcajada que sale de mis labios.

—Creo que ya habíamos acordado algunas condiciones para ello —bromeo.

—Entonces no me queda más remedio que pagar el precio.

Siento como el cuerpo de Maxon se aleja de mi espalda e impulsada por la curiosidad provocada por sus palabras no puedo evitar dar media vuelta para verle. Mis ojos se abren de par en par y no puedo contener la nueva risa nerviosa que explota de mi boca a medida que llevo mis manos a mi rostro y mis mejillas arden más que el fuego puro.

—¡Dios bendito!

«¡Santa Virgen de los tíos buenorros y macizos, debí portarme muy bien en una vida pasada su me concedes este enorme premio!».

Frente a mí, Maxon está de pie con una sonrisa pícara en sus labios luciendo nada más y nada menos que un bañador de nadador olímpico, vaya que está vistiendo un tanga en todo el sentido de la palabra. La muy pequeña pieza es de color negro y resalta a la perfección el bronceado de su piel, puedo notar cada uno de los músculos que conforman sus abdominales y sus piernas…y eso por no mencionar la perfecta y marcada V que dirige la mirada directamente a… al tanga, al tanga.

—Vas a darme un baile sensual y hacerme un show solo con eso.

—Pues la verdad es que soy un asco bailando, pero si te apetece puedo intentarlo.

Me dejo caer boca arriba sobre la cama llena de pétalos solo recostada sobre mis brazos para quedar un poco alzada mientras contemplo el show.

—Muero por verlo. —Ahora soy yo quien guiña un ojo y Maxon no puede parar de sonreír.

Finge mover sus caderas de manera sensual a medida que se acerca a mí en la cama como si estuviese haciendo un baile en un club de boys y, debo admitir, aunque los movimientos sean un poco patosos es lo más caliente que he contemplado en mi vida. Maxon se gira de espaldas para que pueda ver su trasero moviéndose y no puedo evitar reír, cuando vuelve a mirarme casi puedo jurar ver llamas de fuego encendidas en sus pupilas y, por unos momentos, ya no me interesa el baile.

Maxon se deja caer sobre mi cuerpo sin aplastarme, con sus manos a cada lado de mis brazos sobre el colchón a manera de sostén, su rostro muy cercano al mío, juro que puedo sentir su cálido aliento recorrer mi piel.

—¿Quieres un secreto? Aunque no pueda bailar hay otras cosas que se me dan mucho mejor.

Dejo que mis manos vaguen sobre su desnudo abdomen trazando con mis dedos cada uno de sus músculos.

—¿Y me mostrarías?

—¿Me enseñarás el libro?

—Depende de que tan bien te portes.

Ambos sonreímos e instantes después su boca está posada sobre la mía. Esta vez el beso se compone por un hambre voraz y llena de deseo. Damos media vuelta en la cama provocando que Maxon quede contra el colchón y yo encima de él, dándome la movilidad justa para deshacerme de mi blusa y el sujetador. Maxon se alza como una fiera con hambre, sus manos sujetando mi espalda y su boca devorando mis pezones con necesidad provocando que un sin número de gemidos escapen de mis labios. Su naciente barba roza contra mi sensible piel y juro que es mejor que cualquier afrodisiaco del mundo, sin embargo, continúa pensando que sigue existiendo demasiada tela entre nosotros.

Maxon parece sentir lo mismo dado que vuelve a girarnos y a dejarme sobre el colchón, se retira lo suficiente como para comenzar a quitar mis zapatos y retirar mis pantalones por completo. Sus dedos juegan dentro de mis bragas sintiendo la humedad que comienza a acumular mi cuerpo y en pocos instantes mis gemidos se convierten en fuertes jadeos.

—Eres tan hermosa. —Le siento susurrar, sin embargo, ahora mismo no soy capaz de responder a ello, solo siento que le necesito y esto se hace más fuerte cuando las bragas abandonan mi cuerpo y siento los dedos de Maxon preparar mi interior. Mis uñas se posan en sus caderas arañando la piel a medida que intento quitar su tanga de en medio.

Los labios de Maxon vuelven a juntarse con los míos y rápidamente ambos estamos desnudos, con la necesidad recorriendo cada célula de nuestro ser. Veo como Maxon se aleja y suelto un quejido hasta que me percato que tan solo se dirige a coger el preservativo que se encontraba junto a la botella de vino. Es todo un show erótico ver como el hombre se coloca la fina goma de látex en toda su longitud. Siento como Maxon intenta ir lento, pero no puedo evitarlo, le quiero ahora mismo, así que cuando siento su miembro en mi entrada empujo mis caderas hacia abajo intentando satisfacernos a ambos.

Maxon entre en mi mientras que deja un reguero de besos entre mi cuello y mis senos. Mordiendo y chupando a medida que sus caderas implantan un ritmo que envía corrientes eléctricas por toda mi espina dorsal. Siento los jadeos escapar de su boca y me siento complacida de verle tan deseoso por mí. Maxon sube una de mis piernas sobre su hombro alcanzando de esa manera embistes más profundos y salvajes; calor y lujuria invaden todo nuestro alrededor. Solo puedo pensar en él, en el ahora y el sensaciones y emociones que está despertando en mí.

—Di que eres mía Bonita. —su petición me lleva casi al borde del colapso, no puedo evitar la onda de calor que me recorre a pesar de que nunca he sido fan de la posesividad, se siente demasiado bien ahora como para negarme.

—Soy tuya.

La confirmación provoca algún tipo de reacción en ambos que nos lleva al clímax, siento la calidez de Maxon llenar mi interior a medida que disfruto la sensación de mi propio orgasmo en mi cuerpo. Maxon se deja caer a mi lado a medida que nuestras respiraciones vuelven a regularizarse. El hombre se pone de pie para botar el condón y acto seguido vuelve a mi lado donde me acurruca contra su cuerpo y crea un camino de besos y caricias en toda mi piel. Acaricia mis cabellos y nos mantenemos en silencio unos instantes, solo observándonos; no es un silencio incómodo, todo lo contrario, está lleno de disfrute y placer.

—Creo que te amo —susurra Maxon contra mis cabellos a la par que sus manos rodean mi cuerpo y me apegan más al suyo de modo que ambos terminamos abrazados. Por unos instantes me siento pequeña contra su figura, mi corazón latiendo desbocado ante el significado de esas palabras.
El hecho de que sea Maxon quien las diga es como el punto detonante de mis emociones. Este hombre, que hasta el momento se ha cerrado la puerta a todo tipo de emociones, aquí está; confesando sus pensamientos y temblando a mi lado como si se tratase de un niño pequeño asustado.

—¿Lo haces? —interrogo, alzando la mirada para perderme en la inmensidad de sus ojos aguamarina.

—Las personas muchas veces en su vida expresan amor guiándose por los conceptos que han aprendidos en películas de romance o libros cuando la verdad es que pueden existir tantas definiciones de amor como estrellas en el universo. —No le interrumpo, solo le miro curiosa y asombrada, deseando conocer el final de este discurso—. Cada persona lo siente a su manera y eso no significa que valga menos que los juramentos de amor de otras personas puesto que nadie se enamora igual, todos estamos condicionados por distintas experiencias de vida y tan solo creo que debemos de tener el valor y la suerte de identificar el sentimiento cuando lo tenemos frente a nuestras narices. Yo, por ejemplo, pensé que las emociones siempre serían una debilidad cuando en verdad me he dado cuenta que si no estás conmigo es como si tuviese una presión constante en mi pecho que no me deja respirar. Me he enfrentado a una bala por ti y no me arrepiento, ¡joder!, incluso volvería a hacerlo sin pensar en las consecuencias ni dos segundos. Cuando estás triste juro que le vendería mi alma al diablo para verte reír. Amo el tiempo que pasamos con Adam, me encanta cuando nos acurrucamos en el sofá para ver programas de cocina porque me recuerdan al día en que te besé por primera vez bajo el muérdago. Incluso me encanta cuando te enojas y tus mejillas se vuelven rojas; adoro ver todas tus facetas. Para mí, así debe de ser el amor, así que mi respuesta a su pregunta es sí, me he enamorado de ti Amanda.

Le miro por unos instantes sin ser capaz de pronunciar palabra alguna, estoy segura que de hacerlo no aguantaría la emoción y me echaría a llorar ante una declaración tan hermosa. Solo soy capaz de sonreír y, cuando creo que ha pasado una eternidad, finalmente me alzo hacia sus labios besándole.

—Creo que yo también te amo.

Maxon sonríe y me devuelve el beso lanzándose sobre mí y acariciando mi rostro.

—Entonces, por lo visto te has ganado ese libro.

Ante mi afirmación Maxon niega suavemente con la cabeza.

—Me he ganado algo mejor bonita, a ti…

Sus palabras son todo lo que necesito mientras vuelvo a besarle y a dejar que me posea, lo tengo decidido. No dejaré que nada ni nadie me quite a la persona que quiero ni la oportunidad de ser feliz con él.

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