Capítulo 23

Me quedo helada a la par que asimilo las palabras pronunciadas por Clayton, el temor en los ojos del hombre es casi palpable y provoca que mi garganta se seque. Me siento en la mesa frente a él y puedo notar como su rostro empalidece incluso más de lo que ya estaba. Su labio tiembla y noto como en reiteradas ocasiones su mirada viaja al panal de cristal a sus espaldas, como si pensara que hay alguien ahí.

El hombre tiene miedo y eso es algo que no puede negarse. No tengo que hablar demasiado, es más que obvio que no obtendré la confesión que deseaba, Ned luce demasiado preocupado como para decirme algo.

—¿En verdad estás dispuesto a pasar el resto de tu vida en este sitio?

Sus labios se curvan en una sonrisa, como si mi pregunta fuese lo más ridícula del mundo.

—Mírame Amanda. —El valor parece apoderarse de él cuando sus manos se señalan a sí mismo, ya no tiemblan, sino que un brillo decidido se ha implantado en sus ojos, aunque yo más bien lo llamaría resignado, resignado a su vida y a su destino—. Ya yo estoy condenado, ya ando en el hoyo, no soy un hombre joven señorita y lo que me reste de vida estaré tras las rejas, incluso si se me ocurriese la tonta idea de retractarme cumpliría tiempo en prisión por obstrucción a la justicia; no tiene caso que yo salga, por lo menos estando aquí me aseguro de que mi bebé estará bien cuidada.

Noto el brillo cristalino en su mirada y comprendo que el hombre se está esforzando para no llorar. Estiro mi mano sobre la mesa y sostengo la suya con una sonrisa triste en mis labios.

—Vi a Rachel hace varios días—susurro las palabras dando tiempo a que Clayton se adapte a ellas, puedo notar la tristeza proveniente de él, sin embargo, se las apaña para mostrar una sonrisa—. Tienes una hija muy hermosa Ned, ¿qué pasará si un día despierta y encuentra a su padre en la cárcel?

—Pues sabrá que su padre hizo todo lo que estuvo en sus manos para protegerla, porque eso hacemos los padres, protegemos a nuestros hijos sin importar el precio, aunque a veces nuestras decisiones no sean las mejores.

Asiento con suavidad a medida que entiendo la postura de Ned, aunque confiese nada asegura que salga de la cárcel, sin embargo, manteniendo la boca cerrada asegura que su hija tenga mayores comodidades en el mundo exterior. Noto como Clayton lleva sus manos a su rostro para apartar algunas pequeñas lágrimas que caían por su mejilla para luego de ello ponerse en pie.

—Piensa bien Amanda, no vale la pena poner tu vida en riesgo, Collins será un rey tanto dentro como fuera de la cárcel, unos simples barrotes no van a detenerlo.

—¿No crees en la justicia?

El hombre mira sobre su hombro de nuevo a la ventana de cristal a sus espaldas.

—Desde hace mucho no.

Comienza a caminar por la misma puerta por la que salió al llegar a ella da pequeños toques sobre el metal provocando que alguien abra la puerta. Cuando Clayton desaparece de mi vista suspiro frustrada; no puedo creer que todo el viaje haya sido en vano, la última esperanza que tenía para que esta horrible historia llegase a su fin se ha desvanecido entre mis manos. Cuando escucho la puerta volver a abrirse alzo la cabeza con la esperanza de que Clayton haya cambiado de opinión, no obstante, al ver la alta figura masculina que se sienta frente a mí siento como mi sangre se hiela y por unos instantes me olvido incluso de respirar.

Un escalofrío de terror cruza mi columna vertebral e intento levantarme para salir de aquí, pero el hombre de pelos canosos alza su mano y niega con ella, la sonrisa de autosuficiencia que llena su rostro provoca que mis entrañas se remuevan llenas de asco.

—No tienes por qué salir corriendo pequeña Amanda, solo vine a conversar, he escuchado que has estado muy ansiosa por saber de mí y según recuerdo te pedí que dejases de hacer eso el día del juicio.

Intento ocultar la preocupación en mi rostro y vuelvo a sentarme en el asiento donde estaba segundos antes. Luego de ello me concentro en las facciones de Richard Collins sentado delante de mí, parece divertido por algún motivo, ahora recuerdo que Clayton miraba nervioso a sus espaldas hacia el cristal por donde miran los interrogatorios como si hubiese alguien escuchando al otro lado y ahora no puedo evitar pensar que era Collins quien estaba ahí.

—¿Qué haces en este sitio Collins? —Demasiada coincidencia que esté en la cárcel el mismo día que yo, y eso por no mencionar que supuestamente tenía arresto domiciliario.

—Vine a visitar a un muy buen amigo y cuál es mi sorpresa cuando descubro que la pequeña Amanda está charlando con el pobre Clayton, muy triste la vida del hombre, su hija en coma y el tras la reja.

—¿Cómo tu deseabas?

Un brillo depredador resplandece en sus ojos.

—Él ha elegido su camino Amanda, y si eres lista también elegirás el tuyo.

—¿Qué quieres decir?

Collins suspira y me examina de pies a cabeza.

—Basta ya de todo esto pequeña, te he dado tantas oportunidades y las sigues desperdiciando, mi paciencia no es eterna Amanda.

—Ambos sabemos lo que hiciste.

—Ambos sabemos lo que soy capaz de hacer.

Pequeños ruidos provienen del exterior de los pasillos y cuando vuelvo a voltearme Collins ya está en pie extendiendo una tarjeta de negocios en mi dirección.

—Cuando no tengas a los sabuesos cuidando tu trasero llámame y conversemos, tendrás respuestas y yo tendré tu palabra de que te portarás bien, basta de jugar al gato y al ratón Amanda, esto no es un dibujo animado donde el ratoncito termina vivo. —Tomo la tarjeta pasando mis dedos por los números telefónicos que en ella se marca—. Hasta entonces, cuida tu espalda.

—¿Es esto una amenaza?

—Para nada cariño, es una promesa.

Y antes de darme cuenta Collins se marcha de la habitación, solo una vez que no está me doy cuenta de lo rápido que late mi corazón debido al sobresalto, esto no fue una coincidencia, ha sido una muestra de poder, y estoy en desventaja.

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