Sesenta y ocho
Me lo imaginé pensando en que todo habría sido diferente si le hubiese creído a su madre, si no se hubiese ido a la capital por un tiempo, si hubiese contestado el teléfono...
—Fueron meses de hospitalización... Leo amoldó su vida en torno a estar con su madre, trabajar y estudiar, nada más. Me consta todo lo que se esforzó por ayudarla, por darle algo de alegría, pero... Gaby sin poder salir, sin poder bailar... Se abrió las venas en un descuido de la enfermera. —Inhaló con fuerza—. Esta llamó a Leonardo cuando sucedió todo... Y él la vio... En esas circunstancias —dijo el señor Roca entre lágrimas y se tomó el trago que me había servido para mí y que no había tocado.
Recordé a mi ex cuando me dijo que no deseaba hablarme del divorcio de sus padres, aquel día junto a la piscina, mientras le acariciaba el cabello. Nunca imaginé que lo que no quería contarme fuese a ser tan triste.
Le ofrecí una servilleta de papel al señor Roca para que se limpiara el rostro y yo le imité, era difícil no llorar, todo había sido muy duro.
—¿Y Romina? —pregunté varios minutos después a la vez que le rellenaba el vaso de licor al señor Roca—. ¿Qué sucede con ella? Ramiro la ha pintado como alguien muy inestable.
—Lo es... Lo es... —afirmó—. Ella es demasiado difícil. No dudo que tenga problemas mentales graves y yo no quiero sonar insensible... Pero te juro que a veces me da la sensación de que lo disfruta. Le encanta ser el centro de atención, la sufrida, la pobre. Le gusta regodearse en la tragedia y... Tal vez eso sea parte de sus problemas, no lo sé.
Aquella descripción concordaba con lo que había dicho Ramiro.
—¿Lo peor? La relación de Leo con ella es en parte mi culpa —Lo miré confundida—. Yo insistí en que él fuese a mi casa. La estaba inaugurando y como obsequio, porque él había estado trabajando mucho, decidí comprarle una a él también... Gaby no había tenido el accidente aún y yo intentaba que él volviera a hablarme...
»María era amiga del hombre con el que yo salía en ese momento. Llevó a su hija a la fiesta y en esa oportunidad me pareció encantadora... Porque eso piensas cuando la conoces o eso te hace creer, no sé... María es bisexual y su otra madre es lesbiana y me consta que ayudó a Leo a sobrellevar todo el tema de mi homosexualidad.
»Pero después, con el tiempo, para mí se fue haciendo obvio que ella no era una persona estable. Para Leonardo también, así que él comenzó a distanciarse. Después ocurrió el accidente de Gaby y Romina se quedó con él. Lo apoyó y mi hijo me confesó que no sabía cómo dejarla, no quería parecer desagradecido... Luego pasó lo del suicidio y él no estaba nada bien. Me consta que le dijo a Romina que quería terminar, porque no creía que estuviese en un buen momento para sostener una relación de pareja.
Asentí intentando asimilar todo lo que me decía.
—Esta fue una tragedia que nos golpeó muy fuerte... La familia de Gaby estaba muy molesta conmigo aún por el divorcio y esto lo hizo todo peor y algo de eso salpicó a Leo... Todos estábamos mal, deprimidos... —Se sirvió otro trago y se lo bebió de golpe—. La muerte de Gaby nos devastó a ambos...
»Él comenzó a dar clases para intentar distraerse... Y eso a Romina no le gustaba demasiado.
—¿Por qué?
—Se ponía celosa, Romina celaba a Leo hasta de sus primas... Recuerdo que me dijo: su hijo no está bien, él está muy dolido y por eso me aleja, pero yo no lo pienso dejar. No sé por qué no supe ver lo obsesionada que estaba con él, supongo que porque no podía, yo también me encontraba muy mal...
—Él intentó terminar con Romina y por supuesto que ella no reaccionó bien... Dijo que si no estaban juntos ella prefería morirse. En medio de la discusión comentó que se sentía mal... Él la llevó a emergencias y ahí descubrió que estaba embarazada.
Lo miré atónita.
—Mi hijo no estaba contento con la noticia... Había estado bebiendo mucho por esa época así que no llevaba un récord de lo que sucedía entre ellos, pero cuando Leo la enfrentó, ella le explicó que había olvidado tomar algunas píldoras y que luego dejó de tomarlas en totalidad porque pensó que un bebé sería buena idea para alegrarlo.
—¿En serio le dijo eso? —pregunté atónita y el señor Roca asintió—. Pero eso es una locura...
—Exacto —contestó con una especie de risa sarcástica—. La idea de ser padre a Leo no le terminaba de convencer, pero de todas formas lo asumió, porque él es así, demasiado fiel a los compromisos que adquiere. Siempre toma decisiones pensando en complacer a los demás y si alguien se tiene que joder, se sacrifica... Él se sintió en la obligación de continuar a su lado.
Abrí la boca, perpleja.
—Luego ella se mudó con él y... Yo me daba cuenta de que mi hijo no quería nada de eso, pero no le quedó de otra, porque ella tenía un embarazo delicado y mil problemas más...
—¿Entonces no tuvieron un romance idílico? —pregunté en un intento de asimilar lo que me había contado.
—No, no, nada de eso. —Se apresuró a contestar—. Ella viene de una familia muy problemática. Supongo que como con Leo no vivía eso... Ella quiso amarrarlo, sé que suena mal, pero así me parece. Aunque en realidad no sé... Es la verdad, no sabemos, capaz y si creía que lo del bebé era buena idea.
—Y Copo de nieve. ¿Por qué mató a la gata?
—¡Porque está mal de la cabeza! —Soltó otra risa irónica.
»Es que Romina le dijo a Leo que no la quería en la casa por un tema de enfermedades en el embarazo y no sé qué más cuentos... Creo que simplemente no le gustaba la gata. Él no quería darla en adopción, porque era la gata de su mamá, así que la llevó a mi casa, pero las cacatúas no estaban acostumbradas... Ni la gata a ellas. Copo tenía un instinto cazador muy afilado, así que, si las cacatúas estaban sueltas, ella tenía que estar en la jaula y viceversa. El incidente ocurrió después de que perdieron a la bebé...
—Entonces era una niña...
Asintió.
—Yo creo que todo esto tiene que contártelo mi hijo, no yo, Máxima.
—No me lo va a contar y yo necesito saber —dije tajante—. ¡Cuénteme!
Puso mala cara, no obstante, se sirvió otro trago. Entre más bebía, más hablaba.
—En un futuro si te cuenta esto tendrás que fingir que lo desconoces todo. No tengo problema de que sepa que hablamos de Gaby, sin embargo, con esto sí deberás tener discreción. —Asentí—. Bueno, Romina debía guardar reposo porque ella tenía un problema... No sé de qué, solo sé que era un embarazo de alto riesgo, pero cuando llegó su cumpleaños, decidió hacer una fiesta muy bonita y grande en la casa...
»Sabes, hay una tónica de interés en esa muchacha. Leonardo vivía en su apartamento, pero ella insistió en que se mudaran ahí para que estuvieran juntos... Decoró la casa, se adueñó de todo... En fin, espera, confundo las fechas. Antes de esa fiesta tuvieron una pelea. Como ya dije, Romina es bastante celosa, le hizo un escándalo a Valentina, la exnovia de la universidad de Leo.
—De eso sí sé algo.
—Bueno, Valentina y Leo habían estado hablando por motivos laborales, así que sus celos eran injustificados. Y no era la primera vez que Romina le hacía una escena de ese tipo. Durante la fiesta, Marco estaba conversando con Leo y le dijo que tenía que hablar con Romina, para que dejara de actuar así... Ellos no sabían que ella los estaba escuchando y... Marco no es conocido por ser particularmente amable.
—Sí, yo sé cómo es él —le comenté.
—Pues él dijo, sin pelos en la lengua, que Romina se comportaba como una loca y le preguntó a Leo que si no estaba cansado de pasar vergüenzas por sus espectáculos.
El señor Roca hizo una expresión de «te podrás imaginar», pero no, no podía, yo quería que me contara.
—¿Y qué pasó? ¿Pelearon por eso?
—Claro. Romina discutió con Leo y formó un escándalo e hizo que todos los invitados se marcharan, incluyendo a María porque no quería hablar con nadie y se encerró en su habitación. Leonardo fue a intentar calmarla por el tema del bebé, pero ella estaba fuera de sí, le arrojó cosas, destrozó media habitación. Le reclamó que él no la había defendido delante de Marco y que no la quería, ni quería a la bebé y que se iba de la casa... Cuando él quiso evitarlo porque obvio, no podía dejarla irse en ese estado, ella lo empujó y bajó las escaleras muy rápido...
—¿Se cayó?
Me dio un asentimiento dubitativo.
—No me joda, señor Roca —dije mortificada y me llevé la mano a la cara—. Esto es muy de ficción...
—Así pasó... O eso creemos. Recuerdo que cuando le conté todo esto a Enrique me dijo ¿y se tiró a propósito para hacer sentir mal a Leo? —Hizo una mueca de no sé—. Y por supuesto, Leo no habla de eso porque se siente culpable.
—Mierda... —solté estupefacta—. Pero, sigo sin entender por qué mató a la gata.
—Él no quería seguir con ella, pero no podía dejarla, ¿cómo dejas a una mujer que perdió un bebé? ¿Cómo le dices que se marche de tu casa? De todas formas intentó empezar a alejarse, se mudó a otra habitación y las peleas reaparecieron porque Romina quería que estuviesen juntos, mientras que él intentaba explicarle que lo mejor era que lo dejasen... Que podía vivir ahí mientras lo necesitase.
»Y ella que ya había tenido problemas con drogas antes, un buen día se bebió un montón de pastillas y hubo que hacerle un lavado estomacal... Estuvo hospitalizada un tiempo en el que Leo buscó a la gata y se la llevó de vuelta a la casa, para que mis cacatúas hicieran vida en paz.
»Romina le rogó a María para que no la internaran... A raíz de esto, el psiquiatra recomendó que nunca estuviese sola y Leo entre el trabajo y las clases pasaba mucho tiempo fuera de casa, así que no podía quedarse con él. Romina se fue a casa de María... Fue un momento muy estresante para Leo, no quería seguir con ella, pero tampoco quería que se intentase matar de nuevo...
—Tiempo después cuando él insinuó que lo dejasen, ella comenzó a acosarlo y decirle que se iba a matar igual que su mamá, pues a ella tampoco le había prestado atención.
Lo miré anonadada y recordé que mi exnovio me había dado una versión resumida de lo mismo, pero había omitido lo del bebé.
—Romina se escapó en un descuido de María y entró a la casa mientras Leo se encontraba en el trabajo. Encontró a la gata y la mató. Iba drogada... Le dijo a Leo que a él le importaba más la gata que ella o su hija muerta y eso no era así... Pero esa fue la excusa que dio cuando la mató...
Yo miré horrorizada al señor Roca, mientras me invadía la rabia. Copo de nieve era un ser inocente, no se merecía morir así.
—Esa muchacha no está bien, arrastra problemas desde trastornos alimenticios, consumo de pastillas, depresión... Debe tener algo, pero no sé qué es...
»Luego de eso, obvio él la dejó definitivamente, le dijo que ella necesitaba ayuda y se mudó de vuelta a su apartamento. Romina en su afán de que volvieran, lo amenazaba y un buen día, lo hizo, intentó abrirse las venas... A raíz de eso él la internó en una clínica especializada en salud mental en la capital con ayuda de María, porque la madre biológica de Romina también es todo un personaje.
—Dios...
Enterré la cara entre las manos. Ya entendía porque no le gustaba hablar de eso.
—No voy a justificar que mi hijo te mintiera, solo quiero hacerte ver que sus errores han sido por sentir que le debe algo a esa muchacha desequilibrada.
—Yo puedo entender eso... No quiero parecer insensible... Pero explíqueme cómo se supone que debo sentirme al darme cuenta de la forma en que su hijo se compromete con el bienestar de ella, pero no con el mío.
—No es eso... Él dice que lo que más le gusta de ti, es tu mente. Tú estás bien. —Se tocó la cabeza—. A ti no te tiene que salvar de ti misma. No hay que ser muy inteligente para darse cuenta de que intenta hacer por Romina, lo que no pudo hacer por su mamá. Aunque ya no la quiera... Ni sean pareja.
El señor Roca se sirvió un trago y yo caminé por la cocina dando vueltas de un lado a otro inquieta.
—Leonardo no es como tú... No tuvo esta vida que tienes. —Lo miré sin entender a qué se refería—. Recuerdo que cuando Marco le aconsejó dar clases para distraerse por lo ocurrido con su madre yo pensé: mi hijo está en la mitad de los veinte y se comporta como un hombre de cuarenta... No sabe ni siquiera cómo divertirse...
»En parte es porque tiene pocos amigos. Lo adelantaron muchos años en la primaria, pues se aburría en clases, porque era muy inteligente. Después entró en la universidad cuando estaba por cumplir quince años y eso no lo dejó congeniar con otros estudiantes. Cuando empezó a salir con Valentina ya en los últimos semestres fue que comenzó a tener vida social. Pero ella se fue luego a estudiar al extranjero y él se quedó solo.
»Después pasó todo lo que te conté y nuestra comunicación no era la mejor, él es muy cerrado y yo no sabía cómo ayudarlo. Cuando finalmente, Romina aceptó que necesitaba terapia y entró al centro que te comenté, él comenzó a estar más tranquilo. Y un buen día empezó a tener mejor humor... Se cortó el cabello, se quitó la barba, comenzó a ejercitarse, perdió peso... Y meses después, de la nada, apareciste tú...
Abrí los párpados de golpe, pues lo que contaba el señor Roca no era del todo preciso. Yo no había aparecido de la nada.
—¡Máxima, mi hijo no se reía hasta que llegaste tú! —dijo visiblemente emocionado—. Y cuando me contó que tenía una nueva novia yo me quedé... Sorprendidísimo y sumamente preocupado. Hasta que te conocí y me di cuenta de que no eras nada parecida a ella.
—Yo... Yo... Nunca imaginé que... —Negué con la cabeza, incapaz de terminar la frase.
Caminé hacia el balcón, necesitaba aire, necesitaba pensar. Me apoyé en el barandal intentando procesar todo lo que había escuchado.
El señor Roca se acercó a mí unos minutos después.
—Yo sé que su hijo tiene muchas cualidades buenas y ahora entiendo tantas otras. Ha sufrido demasiado. Pero eso no elimina el hecho de que su primer instinto hacia mí es mentirme, ocultarme lo que le pasa y subestimarme. Yo puedo entender que le cueste expresarse y ni siquiera tenía que decírmelo todo. «Mi exnovia no está mentalmente bien, está en mi casa, déjame llamo a su familia para que interceda». Ya, no era tan difícil. ¿Pero sabe qué duele? Ver a la persona que quieres besando a otra que no eres tú...
—¿Lo viste besándose con quién?
—¡Con Romina!
Me miró confundido, conmocionado.
—Él alega que fue para calmarla y no sé qué más. El detalle es que su hijo se antojó de buscarme justamente cuando me vio con otro hombre. Una persona que me trata con respeto.
»Usted mismo lo ha dicho, su hijo no se reía y si le soy sincera, a veces siento que soy algo que él usa para pasar la depresión. Quiero ser más que eso. Me merezco que me quieran y mucho. Han pasado siete meses y él no me ha demostrado que su actitud cambiase. Yo puedo entender por todo lo que pasó e incluso, que necesitaba tiempo para hablar al respecto. Pero no puedo aceptar que por eso me vea la cara de estúpida. Dígale a su hijo que vaya a terapia, porque es lo que necesita desde hace mucho. Yo no soy centro de rehabilitación emocional.
Me miró un momento, se veía perplejo.
—Sé que tienes razón... Mi hijo te hizo daño y tienes todo el derecho de cuidarte a ti misma, pero... Él te ama, adora todo de ti.
—¿Se lo ha dicho? ¿Le ha dicho que me quiere?
—No, pero lo conozco y sé que es así. Solo tienes que darle otra oportunidad para que estén juntos de nuevo.
Negué con la cabeza y lo encaré.
—Pues a mí nunca me lo ha dicho y las veces que creí que me lo había demostrado, se quedaron pequeñas en comparación con todo lo que se desvive por esa mujer...
»Ni siquiera cuando terminamos me dijo que me quería. Su hijo tiene una manera muy extraña de querer y aunque yo lo ame con desesperación eso no implica que voy a aceptar sus migajas de afecto.
Me encogí de hombros y él me miró con severidad, arrugando el ceño.
—Él me arrancó demasiadas partes... Mi felicidad, mi tranquilidad... Si vuelvo con él, ¿qué diría eso de mí? La chica que regresa con la persona que le miente reiteradas veces, que la lastima, que le hace daño. ¿Qué dice eso del amor, de la estima que siento por mí misma? ¿Se supone que debo perdonarlo porque presuntamente me ama? ¿Porque se supone que el amor lo debe poder todo? La vida no funciona así, él necesita terapia y...
Negué con la cabeza.
—Yo lo amé, lo amé más que a nada... Lo sigo amando... La diferencia es que mi amor no lo lastimó ni una sola vez, el suyo en cambio me desgarró entera —dije molesta con unas ganas de llorar terribles—. Francamente, señor Roca, ¿cómo puedo estar con alguien en quien no confío? Alguien que siempre me miente.
—¿Siempre? ¿No crees que exageras?
No había sido siempre, pero sí lo suficiente como para que dudara de él.
—Señor Roca, esta no es la primera vez que descubro a su hijo mintiéndome... Lo hizo antes.
—¿Cuándo?
—Pregúntele cómo nos conocimos en realidad...
Miré el suelo entristecida, incapaz de seguir hablando. El señor Roca suspiró y giró el rostro hacia mí viéndose perplejo.
—Por esto no te buscó más... —Alcé la cabeza para encararlo—. Él sabe lo mucho que te lastimó y te decepcionó. Sabe que tienes toda la razón de dejarlo y cree fervientemente que te mereces algo mejor que él. Pero cuando te vio con Ramiro se dio cuenta de que no podía continuar intentándolo.
»De verdad no puedo pensar en que Leo te usase como piensas, no puede ser, él te adora. Máxima, créeme, el mundo está lleno de malos hombres que te usan, que te engañan, que te mienten, que son una basura de personas. Hombres que hieren. ¿Crees que no he sufrido por hombres de ese tipo? Porque he conocido a algunos así es que estoy tan seguro de que mi hijo no es uno de ellos. No porque sea su padre, es porque también he estado en tu lugar.
»Leo cometió un error porque no tuvo malicia, tiene muy buen corazón y las circunstancias le jugaron en contra. Aunque tengas toda la razón, no dejes que lo que sucedió los separe. Solo me bastó verlos juntos unas pocas veces para saber que lo de ustedes es bueno.
—Supongo que para usted yo soy la mala, la que hace sufrir a su hijo porque no lo perdono. —El señor Roca estaba del otro lado de la cerca, parcializado, yo podía explicarle que su hijo me había hecho sufrir mucho, pero su prioridad siempre iba a ser él—. Me pregunto si pensaría lo mismo si yo fuese su hija y él un tipo que me lastimó.
El señor Roca me miró con cara de circunstancias como si no tuviera ni idea de qué contestarme y yo me apoyé en el barandal del balcón y miré a un punto incierto de la calle en la que comenzaba a caer la noche. No podía reprocharle la expresión dubitativa.
—No, no pensaría lo mismo —admitió y yo permanecí en silencio.
Me sentía embotada, en mi mente se entremezclaban tantos pensamientos que me costaba enfocarme en uno solo. Intenté analizar el cúmulo de información, sin embargo, fui incapaz de hacerlo, era como si me hubiese quedado sin energía para eso.
Segundos después, me dejé caer en el suelo, apoyé la espalda en la pared y la frente en las rodillas olvidándome por un momento del señor Roca y los modales sobre atender visitas. Lo escuché conversando por teléfono con alguien.
—Estoy en casa de Máxima. Bebí unos cuantos tragos, no puedo conducir, ven por mí en taxi para que te lleves mi camioneta. —Supuse que hablaba con su hijo porque no explicó dirección, ni nada por el estilo—. De eso hablamos luego —le dijo en tono cortante y acabó con la llamada.
Unos pocos minutos después oí la puerta del apartamento abrirse y a Nat hablando con el señor Roca. Luego se acercó a mí para preguntarme qué sucedía y yo me vi en la obligación de explicarle un poco sobre el motivo de su visita para no preocuparla.
—Leonardo viene por mí —Alcé el rostro para encarar al señor Roca—. No era mi intención entristecerte con nuestra conversación.
—Lo sé...
Me puse de pie y él se acercó a mí.
—Lo siento. —Se situó junto a mi costado y me abrazó con un solo brazo—. Ven a trabajar conmigo después de que te gradúes, sin importar lo que pase entre ustedes. —Le di una breve sonrisa—. Si necesitas algo, una referencia de trabajo o lo que sea, tienes mi número.
—Gracias.
—Te debo una botella de vodka.
—No se preocupe.
Se quedó junto a mí en el balcón sin hablar y se lo agradecí. Por suerte, no tardaron en venir por él y Natalia me hizo el favor de acompañarlo abajo, por lo que me fui a dar una ducha.
Al salir del baño me metí en la cama y mi mejor amiga se sentó a mi lado. No estaba lista para contarle sobre lo sucedido, pero de nuevo me vi en la obligación de hacerlo, porque ella estaba muy angustiada por lo triste que me veía y porque no todos los días se encontraba al padre de mi exnovio en nuestro apartamento.
Natalia me escuchó con atención y me hizo muchas preguntas a las que yo intenté responder lo mejor que podía. Al igual que yo creía que la visita había sido muy rara.
—No, no te vas a quedar el viernes en la noche aquí sufriendo después de todo esto... No más tristeza, Max. ¡Nos vamos de fiesta! Terminaste otro semestre más sin que te quedaran materias, hay que celebrar. —Tomó su teléfono y comenzó a teclear—. Déjame le aviso a los demás para que nos veamos en Bianco.
—¿En serio?
—Sí, no te vas a quedar encerrada pensando y pensando en él. ¿Hasta cuándo? No, no, que pereza. ¡Vamos! —dijo para animarme.
Abrió mi armario, escogió un vestido, unos zapatos y luego me ayudó a maquillarme y a peinarme. Me dejó para ir a arreglarse así que me quedé ahí, sola, con tanto silencio alrededor que me hacía mal. Después de un rato decidí abrir la ventana de mi habitación y encendí aquel porro que me había ganado en la piñata de mi cumpleaños.
Fumé despacio, quería olvidarme de todo, abstraerme de la realidad que me circundaba, de mi novio, de mi exnovio, de su padre, de lo que debería o no hacer. De lo correcto o lo incorrecto. Deseaba apagarme un rato.
Cuando Nat llegó a mi habitación me había fumado apenas un tercio, extendí la mano para ofrecerle y ella me dijo que no, porque tenía que conducir, que lo guardara para más tarde cuando volviéramos. Me vi en la penosa obligación de apagarlo y nos fuimos a Bianco.
Cuando llegamos, Christopher ya nos estaba esperando afuera. Comentó que Clau vendría con Fer, pues aún no se había arreglado.
Entramos al local que por ser aún temprano, no se había llenado tanto y la música que sonaba no era tan movida. Fuimos a la cabina del dj, Nat ya lo trataba un poco así que le pidió que colocara algo más a tono. Luego nos fuimos a bailar.
—¿Quieren unos tragos? —preguntó Christopher.
Yo negué con la cabeza, pues pensé en que cuando se me pasara el efecto de la marihuana quería tomarme una jarra entera de piñas coladas, porque seguramente me iban a saber a gloria. Nat le dijo que sí, así que él se fue a la barra por unos y nosotras continuamos bailando.
No sabía si la variedad de la marihuana tenía que ver, pero en esa ocasión notaba cierta vibración en el cuerpo, tal vez era la música que lo acentuaba todo, no tenía ni idea, pero se sentía muy bien, me gustaba.
Media hora después, decidí abrir mi clutch para sacar la cadenita que me permitía colocarlo en mi hombro, pues ya estaba harta de sostenerlo y noté que la pantalla de mi teléfono se encontraba encendida para mostrarme una llamada entrante. Era él.
Nat estaba bailando con Christopher, así que la tomé del brazo para que me prestara atención y le mostré mi teléfono. Ella negó de inmediato.
—No le contestes... —Me dijo al oído y luego me miró—. ¿Le quieres contestar? —preguntó dubitativa y me encogí de hombros—. ¿Quieres que le conteste yo? —Negué con la cabeza y la llamada finalizó.
—Una parte de mí quiere saber qué me va a decir. La parte tonta, obviamente.
Nat se echó a reír y yo también, porque ante la tragedia nada mejor que una risita. Mi teléfono vibró de nuevo, justo cuando un grupo de chicas pasaba a nuestro lado, se veían de lo más alegres, así como se suponía debía estar yo después de haber terminado otro semestre.
—¿Quieres que te acompañe al baño para que le respondas? —Negué con la cabeza—. Ve, te espero aquí con Chris —dijo Nat resignada.
Yo presioné el botón para contestar antes de que se cortara la llamada y me llevé un dedo al oído para oír mejor, mientras me alejaba del ruido.
—Espera, no te escucho por la música. —Abrí la puerta del baño en el que solo estaban dos chicas arreglándose frente al espejo—. Dime —continué y entré en un cubículo.
—¿En dónde estás?
—Por ahí.
—Quiero verte —dijo sin rodeos.
—¿Para qué?
El silencio se hizo en la línea unos segundos.
—Dime que no piensas en mí, dime que lo quieres a él y te dejo en paz. —«Me gustaría poder decirlo», pensé enmudecida, mirando las baldosas—. Dime que ya no sientes nada por mí, dímelo o te busco en donde sea que estés y te beso toda la noche hasta que recuerdes lo mucho que te gusta que lo haga.
Abrí los párpados de golpe y reprimí la alteración que me generaban sus palabras para ser capaz de responderle.
—Te estás pasando... ¿A ti no te importa que yo tenga novio?
—¿A tu supuesto novio no le importa que no lo quieras?
—Cretino —dije y colgué la llamada—. Será cabrón.
No quería pensar en lo que me había dicho con ese tono de voz tan ronca y lleno de celos, así que volví a bailar con mis amigos para animarme. Christopher tenía serias habilidades como bailarín. Comenzaba a entender porque a mi mejor amiga le había costado tanto resistirse. No solo era guapo, sino que además era muy atento y dulce con ella.
Los minutos transcurrieron y el local se fue llenando poco a poco y la música empezó a estar cada vez mejor.
—Me están llamando —dijo Nat a mi oído—. Es mi papá, voy al baño un momento.
Asentí y después de que le avisó a Chris se marchó. Él y yo continuamos bailando hasta que terminó la canción.
—Me muero de sed. ¿Me puedes comprar una botella de agua? —le dije a Christopher al oído y él asintió.
—Ya vengo —respondió a mi oído y lo vi alejarse entre los cuerpos hacia la barra.
No quise acompañarlo, preferí seguir bailando para dejarme envolver en el ritmo de la música y olvidarlo todo. Olvidarlo a él un buen rato, bailar y bailar hasta hartarme e irme a dormir exhausta.
Opiniones sobre la conversación entre Máxima y el señor Roca.
¿Qué les parece lo que le dijo Diego a Máxima al teléfono?
#ComentenCoño
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