Sesenta y cuatro

Perdí la cuenta de los shot de gelatina con vodka que había ingerido, estaba un poco achispada y agradecí ver clases por la tarde o de lo contrario, me habría costado un montón levantarme temprano al día siguiente. Nat, Clau y Fer no correrían con la misma suerte. Aun así, no parecían importarles, porque seguían turnándose para pegarle a mi piñata de pandicornio. Cuando al fin cayó el contenido de esta al suelo me arrodillé a intentar tomar lo más que pudiese, pero todo se volvió caótico. Estaba rellena con condones, algunas monedas sueltas, confites, chocolates, muchos caramelos y un vale para un porro de marihuana que Ramiro había dicho que obsequiaría.

En la casa solo se encontraban algunos amigos, no me gustaban las fiestas demasiado grandes, pero aunque éramos un grupo pequeño, la pasábamos muy bien. La única excepción la había hecho por Brenda que me había pedido el favor de que invitara a Miguel, así que para que no fuese raro, también invité a Juan, que había ido con su novia, Verónica, que rato antes había organizado una competencia de twerking. Era obvio que todo era una estrategia para que mi amiga pudiese congraciarse con el chico, así que yo le cedí la excusa perfecta. Ricardo y Alfonso estaban con sus novias también, así que los estudiantes de ingeniería éramos mayoría.

María Clara se la llevó inmediatamente bien con Nat y Clau y el resto de mis amigos, pues en verdad era muy divertida.

Fer por su parte se quejó de que era una fiesta demasiado heterosexual, pues el chico que había invitado se le había presentado algo, así que solo por molestar, tomó una carta para jugar póker, la succionó con fuerza y se le pasó a Clau.

—Luego, cuando Ramiro me la pase a mí, si los astros están de mi parte, se le va a resbalar y me va a comer la boca —me dijo disimuladamente y yo me eché a reír.

Le di un jalón al porro que me ofrecía María Clara con motivo de mi cumpleaños. Quería que me hiciera efecto para luego cortar el pastel. Se lo entregué de regreso justo en el momento en que alguien me tocaba el hombro. Me giré y encontré a Ramiro con la carta en la boca para pasármela. Me puse en posición, no sería difícil, él era más alto que yo, solo tenía que dejarla caer sobre mi boca. No obstante, estaba un poco aturdida por la marihuana y no me percaté de que él la había quitado para darme un beso.

Sus labios voluptuosos entraron en contacto con los míos, al tiempo que me abrazaba contra su pecho. Escuché los gritos de mis amigos que vitoreaban la hazaña, entretanto Ramiro me besaba con profusa dulzura.

Cuando me dejó ir, solté una risa sin saber muy bien por qué.

—Eres un abusador. —Le solté un manotazo en el brazo. 

—¿Qué? Solo te estaba entregando tu regalo de cumpleaños.

—¿Ah, tus besos son un regalo? —comenté con cierto sarcasmo.

—Claro, ¿o no estuvo rico?

Me sonrió y yo rodé los ojos entre risitas. Su coqueteo rayaba entre lo adorable y lo fastidioso. Estaba ahí, separado por una brevísima línea que más le valía no transgredir o se volvería insoportable.

Me alejé de él y me acerqué a Fer que se reía con cara de decepción.

—Me dañaste mi plan malévolo. —Me reí—. Si no te lo quieres comer tú, en serio me lo como yo —me susurró al oído.

—El tema es que él quiera que te lo comas.

—No sé, Nat dirá que es hetero, pero a mí me da que no... Conmigo podría salir de dudas, tal vez es bi. —Fer se mordió el índice, gesto que me hizo reír.

Hacia el final de la noche, María Clara me rogaba para que la ayudara con el catálogo que estaba planeando. Supongo que en mi estado etílico pronunciado acepté alegremente. No obstante, cinco días después, el sábado por la mañana, me lo replanteaba todo. No quería salir por nada de la cama.

Mi teléfono vibró sobre la mesa de noche con un mensaje de la susodicha. Era una nota de voz. Me daba los buenos días. Quería que le confirmara si ya estaba despierta y no me había arrepentido. Su tono era apremiante y chillón. En efecto, me arrepentía de haber aceptado, pero no sería incumplida, así que le escribí para tranquilizarla y me levanté para darme un baño. 

María Clara era diseñadora de modas y en conjunto con Javiera e Irina, tenía una línea de accesorios para el cabello que al parecer se hacía cada vez más popular. Tras ver las fotografías entendí el motivo, eran preciosos. Ella quería que modelara algunos para un catálogo y sus redes sociales. La paga por supuesto decía que era insuperable. Un beso y un abrazo suyo. Reí de su ocurrencia y le expliqué que no era modelo, pero ella insistió muchísimo, pues quería mi cabellera pelirroja. Añadió a la oferta un pedazo del pastel de chocolate de su madre.

Se notaba que era amiga de Ramiro, tenían en común eso de insistir e insistir, hasta lograr su cometido. No tuve más remedio que aceptar, pero sin hacerme responsable de la calidad de mi modelaje, además de pedir alguna foto para las redes que compartía con Nat.

Al llegar a la cita acordada, noté que habían movido todo en la sala de la casa de sus padres para crear un estudio de fotografía improvisado. Reconocí a varios de los amigos y familiares de la fiesta de cumpleaños, incluyendo a Julián. Los fui saludando con un gesto de mano conforme avanzaba en dirección a la cocina que parecía el centro de mando de aquella operación.  Ahí, María Clara le explicaba a una chica que estaba maquillando a otra, como quería el look.

—¡Max! —dijo con entusiasmo al verme y me abrazó. De verdad que con demasiado entusiasmo, llevaba una lata de Red Bull en la mano y apenas eran las nueve de la mañana—. ¡No puedo con mi vida! No he dormido nada, estuve organizando todo hasta hace un rato, ya estoy ciega.

—Deberías descansar unos minutos.

—Sí, mientras las arreglan tomaré una siesta de veinte minutos. Intentar tener una empresa es demasiado difícil para mi cuerpo vago y sin fortaleza para levantarse temprano.

Tomé asiento y dejé que me peinaran y me maquillaran.  Javiera me dio una camiseta con el nombre de la marca y luego nos dirigimos a la sala, la mayoría de las fotografías eran para un catálogo, por lo que lo más importante era el cabello. 

Tocaron la puerta de la casa y vi entrar a Ramiro que se giró hacia mí entusiasmado. Se acercó y antes de que pudiera decir una sola palabra, me besó dulcemente en los labios. El gesto pareció natural, como si tuviéramos toda la vida besándonos. Mi reacción fue mirarlo perpleja y él no tardó en sonreír.

—Hola, Enfermera —susurró a mi oído mientras apostaba su mano en mi cintura—. Perdona que te robara un beso, pero fuiste tú la que le dijo a la maldita mentirosa y al maldito traidor, afuera de Bianco, que no me soltabas en toda la noche... Tuve que besarte para protegerte y que no quedes como una falsa. 

—¿Protegerme? —pregunté sarcástica—. ¿Qué te importa lo que opinen de mí? ¿O es que acaso es una vulgar excusa para besarme? ¡Aprovechado! —dije bajito para que nadie nos escuchara.

Ramiro sonrió dulce y espontáneo.

—Esto me pasa por querer ser amable —bromeó.

Se acercó a mí con expresión risueña, casi besándome de nuevo.

—¿Entonces es mi culpa?

—Básicamente. —Su tono era divertido—. Solo pretende que soy lo mejor que te ha pasado en la vida y así nadie se dará cuenta de que eres una mentirosa viciosa.

—De verdad que tu interés por ayudarme me tiene pasmada —dije con obvia ironía.

Sonrió y se alejó para seguir saludando. Ramiro era un aprovechado, guapo, pero aprovechado.

A mí el tema del modelaje se me daba fatal, así que le pedí a María Clara que me dejara posar de último para irme adecuando y prestar atención a lo que hacían las otras chicas. Miré a Ramiro, al que habían arreglado con un moño en el cabello al que le habían puesto coletas de la marca. Luego posó con un par de bandas en la cabeza. Todo esto sin camiseta o con una chaqueta abierta. Se notaba que sabía lo que hacía, era muy pro.

—¡La carne vende! —gritó María Clara y le dio más indicaciones—. ¡Enséñamelo todo, bebé! —De verdad que Ramiro tenía un cuerpo increíble.

Luego le trenzaron algunos mechones para darle más textura al cabello suelto y le colocaron tocados femeninos que hacían contraste con su rostro serio y miradas estudiadas, seductoras, masculinas.

—Saca tu divinidad femenina —comentó, María Clara.

Cuando llegó mi turno estaba demasiado nerviosa y más de una persona me pidió que me relajara. Yo no era modelo y la fotógrafa lo dejaba en claro cuando me decía que me veía muy rígida y eso me hizo recordar que Antonio había dicho lo mismo.

Ramiro me ayudó al darme indicaciones entre los cambios de accesorios que debía lucir y me enseñó a posar. Realmente la mayoría eran fotos de mi perfil, pero mi rostro debía verse relajado.

Después me hicieron un semi recogido y me cambié. Me vestí con una blusa hermosa de cuello alto que María Clara había diseñado y cosido para la ocasión. Me colocaron una diadema preciosa y posé con Ramiro que tenía varios accesorios. 

—¡Muéstrenme el romance! —Nos apremiaba María Clara y él con mucha dulzura me indicaba qué hacer para mostrar mejor la pieza que llevaba en el cabello. 

Ramiro me tomó por la barbilla y me miró como si fuese a besarme y María Clara se mostró encantada. Me quedó la duda de si aquello había sido solo para la cámara, o estaba más allá de nuestra relación falsa. Cuando al fin terminamos, respiré aliviada. Me resultaba muy incómodo sentir la mirada de todos sobre mí, sobre nosotros.  

Luego me hicieron una corona de trenzas y me colocaron una diadema de novia que lucí con los hombros descubiertos. El último cambio era una diadema negra bastante gótica para la que me retocaron el maquillaje con sombras oscuras y me vestí con una chaqueta de cuero llena de estoperoles de Irina. 

—Máxima, por Dios, eres demasiado guapa para no verte sexy, créetelo mi linda —se quejó María Clara.

—Es que no soy modelo —le recordé.

—Soy pobre como ratón de iglesia, no puedo pagarles a modelos, por favor, Máxima.

—¡Piensa en algo sexy! —dijo Irina.

—En cuando ves a Ramiro desnudo —agregó Javiera y soltó una risita que yo secunde. Estaba segura de que me encontraba patéticamente sonrojada.

Escuché el obturador de la cámara, la fotógrafa me hizo un par de tomas justo en ese momento. Miré al aludido que me dedicó una mirada sugerente y me guiñó el ojo.

—Ahora con Julián —dijo María Clara.

Él venía entrando a la sala, sin camiseta, solo con una chaqueta y con una diadema igual a la mía. Llevaba los ojos maquillados de negro.

En el rostro de Ramiro se notó la incomodidad, pero este no dijo nada. María Clara nos indicó como quería la pose exacta, solo que yo por error pisé a Julián. Su reacción fue de hastío total y ni siquiera me contestó cuando le pedí disculpas, asintió sin más.

Retomé la posición e hice un esfuerzo por no verme incómoda. Estábamos frente a frente con los rostros ladeados hacia la cámara. Yo con el codo apoyado en su hombro y él tomándome por la cintura. Era iluso no admitir que Julián era un tipo bastante atractivo, con toda la pinta de chico malo, piel trigueña y cabello oscuro, pero su rasgo más importante, era los ojos de un color marrón ambarino que hasta ese momento no había conseguido detallar.

Él no parecía muy cómodo conmigo, al punto de que la fotógrafa le dijo que se relajara. Al igual que Ramiro, él tampoco era de usar perfumes intoxicantes. Olía a jabón.

—Dios, que bellos se ven —dijo Irina con aprobación.

—Julían, mírala, por favor y mírala bonito —indicó María Clara autoritaria.

Él clavó la vista en mis labios y luego me miró a los ojos, cuestión que me incomodó. Intenté una vez más no verme perturbada. Javiera me pidió que bajara un poco la barbilla así que seguí sus indicaciones.

Noté que los dedos del chico se afianzaban más en mi cintura y que su mirada se volvía intensa, ¿seductora? No entendía aquel cambio tan súbito, aunque sospechaba que probablemente lo hacía para poner celoso a Ramiro. Era toda una joyita el muy idiota. 

Respiré en paz cuando terminó todo y pude alejarme de él.

Un momento después, mi lugar lo tomó una rubia en compañía de Ramiro que antes de colocarse en posición se acercó y me dio un beso corto en los labios. No era necesario ser muy inteligente para entender que aquel había sido un movimiento territorial y no me gustó verme envuelta en los problemas que tenía con Julián de esa manera.

Me quitaron la diadema y me cambié para colocarme mi ropa. Quería largarme, estaba cansada, sin embargo, comprendí que no podía hacerlo. Debía esperar a mi supuesto novio.

Decidí salir al patio para tomar aire y ahí coincidí con Julián que se estaba fumando un cigarro. Mi respuesta instintiva fue darme la vuelta y alejarme de él.

—Espera... No te vayas. —Me giré y le encaré al mismo tiempo que él soltaba una bocanada de humo—. Lo siento si fui un poco grosero...

—No te preocupes, no lo tomé a mal, te pisé —mentí, para darle a entender que no me había percatado demasiado de su actitud cretina, pues no me dio la gana de darle el gusto de que supiera que podía incomodarme.

—¿En serio? —preguntó con obvia incredulidad y se acercó a mí con una mirada escrutadora. 

—En serio —reiteré con una fingida actitud despreocupada.

—Está bien...  ¿También te tengo que creer que eres la novia de Ramiro? —Su tono además de interrogativo estaba cargado de algo más que no supe identificar. ¿Sarcasmo? ¿Ironía?

—Sabes —Me crucé de brazos—. Me parece muy curioso que después de que fueses una rata traidora y te acostaras con su novia, lo persigas para que te hable y que además, lo hagas con un tono de reclamo. En serio eres bien cínico.

Se rio desvergonzado.

—¿Novia? —suspiró sonoramente como si llamarla así no fuese correcto—. No me la estoy cogiendo, se lo puedes contar y veras como se va a alegrar. —Se llevó el cigarro a los labios—. Pero no te desvíes. —Exhaló el humo—. Ustedes tampoco están cogiendo.

—Aaaaah, lo sabía. ¡Estás enamorado de él! —solté muy segura y Julián pareció sorprendido de que se lo dijese. Si bien era algo que podría descartar, al pensar que resultaba incongruente, pues él se había acostado con la novia de Ramiro, verlo enmudecido me hizo ganar confianza en mi hipótesis—. A ver, si no quieres pasar por enamorado psicópata y celoso disimula mejor —dije con sorna y chasqueé los dedos—. ¿No debería haberte quedado claro ya que no le gustan los arrastrados? Date tu puesto, príncipe. 

—¡Aquí estás! —dijo Ramiro, interrumpiendo mi análisis. Avanzó hacia mí y al salir de la cocina entró en su línea de visión Julián. Con solo notarlo se le tensó el cuerpo—. Vámonos. —Me tomó de la mano y tiró de mí hacia él.

Me despedí de Julián con un movimiento de dedos y un gesto arrogante. Ahí había gato encerrado, pero si creía que podría simplemente manipularme estaba equivocado.

Pretendí que no había sucedido nada y anunciamos que nos marchábamos.  María Clara se desvivió en agradecimientos y me entregó un contenedor con un sustancioso pedazo de pastel en compañía de una bolsita con algunas coletas y accesorios de la marca.

—Un placer hacer negocios contigo —dije juguetona al recibirlo todo.

Ramiro me guio hasta la entrada, luego hasta su auto en donde me abrió la puerta y me preguntó si quería ir por algo de comer. Habíamos estado picando aperitivos durante la sesión, pero nada demasiado sustancioso. Eran pasadas las cuatro de la tarde, moría de hambre, así que acepté. Ambos acordamos en que queríamos algo sano. Por lo que él manejó hasta una rosticería para comprar pollo y ensalada.

Tenía claro que el tema de Julián era delicado, así que decidí insuflarle oxígeno a la conversación, llevarla por otros caminos y hablar solo de lo relacionado con las fotos hasta que Ramiro estuviese más tranquilo, pues se notaba a todas luces algo incómodo.

—¿Lo pedimos para llevar? —Asentí—. ¿Comemos en mi casa o en la tuya?

—En la mía —dije al pensar en que de seguro Nat estaría ahí y así nada se prestaba para malentendidos.

Al llegar a mi edificio pulsé el botón del ascensor. Mientras esperaba estudié a Ramiro, llevaba el cabello muy bien recogido, pero se veía algo cansado, como si no hubiese dormido las horas necesarias. Al entrar a mi apartamento fui a saludar a Nat que estaba en su habitación.

—Máximo llegó hace rato —me informó—. Tiene una entrevista el lunes... En cierta empresa. —Me miró circunspecta. 

—Whow, eso fue rápido, ni siquiera ha pasado una semana desde que lo llamé para pedirle el favor.

Le había dicho a mi hermano que me enviara su currículo con la excusa de enviarlo a un par de empresas. Mi exnovio me había dicho que se lo entregaría a recursos humanos y si el departamento consideraba que Constantino encajaba en el perfil de uno de los puestos de trabajo lo llamarían.

—¿Crees que tenga oportunidad de conseguir el trabajo?

—Quién sabe... —respondí encogiéndome de hombros y cerré la puerta de su habitación. 

Me dirigí a la cocina en donde me esperaba Ramiro que se estaba llevando una alita de pollo a la boca. Comimos frente a la televisión viendo BoJack Horseman.

—Voy a comer pastel —anuncié cuando terminó el segundo episodio.

—¿Quieres fumar primero? —Sacó de la cajetilla un porro—. Esta es más suave que la que fumamos la otra vez. 

—Mmm, sí y también quiero conversar.

Salimos al balcón y encendimos el cigarro de marihuana. Él le dio un par de caladas hondas antes de pasármelo. Me lamí los labios e inhalé con fuerza y sentí como el humo me descendía por la garganta a la vez que su mano se posaba en mi espalda baja. Estábamos muy cerca el uno del otro.

—¿Qué pasa con Julián? —Le interrogué antes de que la hierba me diera el golpe. Él me miró como si no entendiera, como si le estuviese preguntando alguna sandez sin importancia y se llevó el cigarro a los labios—. Admitió que está enamorado de ti. —Ramiro tosió ahogado apenas lo dije. Aquella declaración pareció tomarlo desprevenido—. Y por si no lo sabías, no está con tu exnovia.

Se giró hacia mí, viéndose incrédulo. Era una especie de bluff, Julián no lo había verbalizado, pero tampoco lo había negado y si algo había aprendido era que a veces los silencios dicen más que las palabras. Le quité el porro ante el temor de que se le deslizara de los dedos y cayera por el borde del balcón. Mi farol parecía haber resultado. Si me había equivocado todo explotaría, si estaba en lo correcto, Ramiro tendría que aclarar.

Me miró cómo si no diese crédito a lo que le había comentado. Se irguió y me encaró.

—Él no te dijo eso... —Se me cayó el farol, pero de todas formas se le veía nervioso y eso decía mucho—. Con él no pasa nada... ¿Por qué inventas todo esto?

Me reí un poco.

—No inventé nada... Lo de la chica me lo dijo y también resulta muy obvio que tú le gustas —insistí con cierta sorna.

Ramiro dejó de mirarme y tras quitarme el porro ladeó el cuerpo hacia el balcón.

—Julián... —Cerró los párpados e hizo una mueca con la boca—. Esto solo se lo he contado a Clariberta y ahora a ti, así que no se lo cuentes a nadie. —Asentí ávida de saber—. Hace tiempo atrás habíamos fumado. —Movió el porro entre los dedos y le dio una calada—. También habíamos bebido, pero él, a diferencia de mí, mucho más.

»Julián desde siempre ha tenido unos juegos de manos muy pesados, típico que te empuja, te da un golpe, algo así... Así que ese día me hizo un gancho y me tomó por el cuello, pero fue demasiado fuerte. Yo me zafé y le di un puñetazo en el abdomen que le sacó el aire. Él se me echó encima y entre el forcejeo... Me besó. —Abrí la boca de par en par y Ramiro negó con la cabeza—. Yo me quité y él se rio. Al día siguiente se levantó y dijo que tenía mucha resaca y me preguntó qué habíamos hecho la noche anterior, porque no recordaba nada.

—Que conveniente, se le borró la memoria.

—Clariberta dice que tal vez lo hizo por vergüenza. Yo sabía que era una estupidez de borrachera.  Pero ella dice que tal vez... —Lo miré animándolo para que continuara hablando—. Que tal vez se acostó con mi exnovia por eso... —Lo miré confundida—. Julián le comentó a Clariberta que le parecía que yo estaba evitándolo y... No era por eso, o sea, si era por eso, pero también porque había estado viajando mucho, así que cuando volvía, pues pasaba más tiempo con mis padres y esta chica...

»Clariberta dice que él le contó que mi exnovia siempre se le insinuaba y que él no me decía nada para no amargarme. Clariberta tiene la impresión de que tal vez se acostó con ella por rabia o celos, porque le prestaba atención a esta chica y a él no. Julián es muy posesivo, incluso para sus amistades. A mí me da igual...

—Yo creo que le gustas...

Me ofreció el porro y yo lo tomé.

—No creo... No sé... —contestó.

Le di una calada.

—Le gustas, créeme. ¿Te gustó el beso?

Ramiro me miró perplejo, obviamente no se esperaba esa pregunta.

—He tenido peores —Puso los labios de lado y luego rio.

—¿Te gusta Julián? —Hizo una mueca que pareció explicar que aquello le resultaba irrisorio—. Tu silencio dice mucho. 

—No me gusta —contestó serio y se irguió por completo, para encararme—. A mí me gustas tú.

Me tomó por los hombros y me atrajo hacia él en un arrebato inesperado. Juntó sus labios con los míos con una violencia innecesaria y me empotró contra la pared del balcón. Lo dejé hacer y no tardó en abrirme la boca. Me acarició la lengua con la suya con vehemencia, con ahínco, como si con ese beso pretendiese aclarar la situación.

Ramiro tenía labios túrgidos, ricos, eran labios soñados para besar y besar. Pero a ese beso le faltaba pasión. Percepción que se acrecentó cuando bajó el ritmo para volverse delicado. Ramiro era tan dulce que podría fácilmente dejarme llevar y prolongar los movimientos de su lengua con la mía. Era una sensación agradable, era placer difuminado, tibio.

Se separó de mí y noté que estaba un poco mareada. El beso me había golpeado en conjunto con la maría. Volvió a besarme y yo le dejé, porque aunque su boca no me ensimismaba, era agradable sentir cómo se movía contra la mía.

Sus labios arropaban los míos con apacible ternura y me reí cuando me besó el cuello. Luego me dejé caer en el suelo y él acomodó la cabeza sobre mi regazo. Le deshice el moño que llevaba en el cabello para acariciárselo y fumamos un poco más hasta abstraernos de todo.

Rato después, nos chupábamos los dedos llenos de pastel de chocolate. Reíamos insaciables, sobre todo yo, pues él por ser fumador frecuente ya había desarrollado cierta resistencia.

—Ya veo que te gusta mucho el dulce de leche —comentó tras ver cómo me chupaba un dedo embadurnado en este.

—Me encanta... —admití e intenté bloquear el más obvio de mis pensamientos. Ese que me instaba a recordar que ese sabor era intrínseco a cierto hombre de ojos grises. 

Nat se acercó a buscar algo en el refrigerador y me miró de reojo y nos preguntó lo obvio.

—¿Están drogados?

Lo admitimos, lastimosamente Ramiro no tenía más hierba, así que solo le dimos pastel. No podía parar de reír ni de aceptar los besos ocasionales de Ramiro. Cuando finalmente se me pasó el efecto de la marihuana me dio la sensación de que algo se me escapaba.

—Me voy —dijo Ramiro—. Tengo unos pendientes por hacer —Asentí y lo acompañé a la puerta—. ¿Cuándo nos vemos de nuevo?

Me abrazó y me besó en la mejilla.

—Tienes que dejar de hacer esto. No deberías coquetear conmigo, ni besarme... 

—¿Por qué?

—No te convengo.

Soltó una carcajada.  

—¿No me convienes? —Su tono de incredulidad me fastidió un poco—. ¿En serio, Enfermera? —Asentí—. Yo creo que tampoco te convengo. Así que podríamos no convenirnos juntos.

—Créeme, estuve viéndome con un hombre hace poco y lo desilusioné por no poder corresponderle.

Al parecer, Antonio había sido muy discreto con lo nuestro, porque Ramiro no había dado señales de saber nada y si él lo había decido así, yo no sería quién lo hiciese público.

—¿Uno solo? —bromeó—. Eres menos peligrosa de lo que pensaba...

Me reí un poco.

—Prefiero que seamos amigos y ya.

—¿Pero amigos de los que se dan besitos y se quitan la ropa? A mí es que me encantan ese tipo de amistades.

Me reí sardónica.

—No... No sirvo para las relaciones casuales. Soy un desastre.

Después de lo de Antonio no me animaba a tener de nuevo una. 

—Ya entendí, está bien, a mí no me va mucho eso de ser exclusivos, pero haré una excepción y seremos novios. —Me plantó un beso húmedo en los labios—. Solo tenías que pedirlo. —Me miró con ojos brillosos—. Me quieres todito para ti. 

Me reí porque su tono era juguetón.

—Ramiro, mira, yo...

—Yo sí te voy a tratar bien —me interrumpió con seriedad—. No te voy a mentir, no te voy a decepcionar, siempre y cuando tú me brindes lo mismo. —Lo miré demudada—. Y podemos tomarnos todo con calma. No estoy apurado. Conmigo te la vas a pasar de puta madre, sin peleas, sin problemas.

—No creo que sea lo más prudente. En serio. Yo tuve una relación muy complicada...

Ay, Enfermera... —me interrumpió de nuevo—. Yo no sé quién te metió eso en la cabeza de que hay que entrarle a la meditación, para reparar el corazón roto.

Lo miré confundida.

—¿Cómo sabías que te iba a decir eso?

—Porque soy adivino. —Se echó a reír—. Tú me lo dijiste una vez cuando te conté lo de Julián con esta chica con la que salí... —Hizo un gesto de fatiga—. Estábamos en el boliche, ¿recuerdas? —Miré hacia arriba intentando hacer memoria, si sonaba como algo que habría dicho yo—. Dijiste todo eso de que no debía invitarte a salir porque tenía que sentarme a reflexionar sobre lo ocurrido para reparar mi alma. Enfermera, eso de quedarse ahí como menso a que te pase la vida cuando podrías divertirte, es una idiotez. ¿De verdad prefieres comulgar contigo misma, volviéndote loca con la depresión y la soledad? Yo lo he intentado y es una puta mierda. Ya no hago eso. Además, tu ex ya se lo debe estar enterrando a otra desde hace rato.

Abrí los párpados de golpe al escucharlo decir eso.

—Sí, es lo más probable, pero... Es que esto no tiene que ver con él, soy yo...

—Piénsatelo. —Me interrumpió—. Igual no mucho tiempo, mira que estoy buenísimo y más de una me quiere para manosearme.

Solté una carcajada y él me calló con un beso dulcísimo.

—Te escribo luego.

Abrió la puerta de mi apartamento para irse.

—No me dejas hablar —me quejé cuando él salió al pasillo.

—Te dije que soy adivino, ya sé todo lo que me quieres decir. Sufrir solo es una mierda, mejor hacerlo acompañado.

Ramiro entró al ascensor y luego de que se fue yo me dejé caer contra la puerta del apartamento y me llevé la mano a la frente lanzando un bufido. Decidí no darme oportunidad de pensar y pensar hasta aburrirme con mis dudas y mis crisis existenciales.

Había dejado que me besara. ¿Y? No todo beso tenía que ser escrutado para descubrir si las razones de su origen eran válidas. Ramiro era guapo, ¿se necesitaba otro motivo para dejar que me metiera la lengua en la boca?

Me pensé tanto para aceptar los besos de mi ex, para acostarme con él y realmente no había hecho ninguna diferencia. Ir con precaución no me había salvado porque de todas formas todo se había ido a la mierda y había sufrido como nunca. Con Antonio había seguido sus reglas y también todo se había ido a la mierda y había sufrido. Ramiro en cambio solo ofrecía diversión.

Negué con la cabeza, no tenía ganas de rebanarme los sesos, quería seguir relajada y no pensar, aunque fuese por un rato.


Opiniones sobre Fer que se quiere comer a Ramiro 😏

Opiniones sobre Julián que quiere con Ramiro 👀

Opiniones sobre Ramiro que quiere con Max 🙈

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top