Cincuenta y uno, parte dos

Hey se me dejan de pendejadas y empiezan a comentar o no actualizo más. (Alex, no nos puedes amenazar. Sí, sí puedo) (Esta nota es de mi yo del pasado, pero la dejé porque tiene razón XD)

Entrada la tarde del viernes, tomamos asiento en el palco del piso superior del salón de usos múltiples del colegio de ingenieros. Tenía un escenario largo y un podio a la izquierda.

El colegio poseía una arquitectura de líneas simples y muchas áreas verdes. Además de los edificios de las oficinas administrativas, contaba con piscina, gimnasio, cancha de tenis y de béisbol, un comedor, entre otros. El colegio se mantenía abierto por el pago anual de los ingenieros y por las ganancias de las jornadas, congresos y cursos. No era un gremio especialmente social, pero hacían el intento de realizar celebraciones bonitas en fechas importantes, como el día del ingeniero o en el aniversario del colegio.

—¿Crees que conseguimos pasar por ingenieras adultas y graduadas? —preguntó Brenda, mientras se tapaba los labios pues no podía parar de reír.

Fingí reprenderla para que no hiciera ruido.

—No lo sé, mira a esos. —Señalé un par de asientos a nuestra derecha—. Deben ser recién graduados. Podemos pretender que somos como ellos.

—Ay, no, ellos son equis, nosotras somos las jefas —dijo toda comedida a la vez que adoptaba una postura elegante y cruzaba la pierna.

Presioné los labios para no reír como había hecho ella segundos antes y me acomodé en mi asiento. La falda era bonita, aunque limitaba un poco el movimiento, por lo que no podía cruzar las piernas, me obligaba a mantener las rodillas juntas. Me reacomodé el saco gris y moví la libreta que tenía en el regazo para tener un buen ángulo para tomar apuntes. Mi amiga en cambio decidió grabar. Eran dos horas y media de presentaciones, por lo que quería aprovecharlas.

Los minutos fueron pasando conforme los ponentes exponían las novedades sobre administración de la cadena de valor, agilización de las cadenas de suministro. Planeación y dirección estratégica. Temas varios de innovación, entre otros que me hicieron comprender que ya manejaba algunos de ellos porque él me los había enseñado.

—¿Te pasa algo? —preguntó Brenda bajito a mi oído.

Negué con la cabeza con una de mis sonrisas fingidas y volví a mirar a la ingeniera que estaba exponiendo, entretanto Brenda le enviaba mensajes a Filippo para que fuese por nosotras lo más pronto posible, pues moría de hambre.

Cuando al fin terminó la jornada, me pareció que la falda había sido una pésima idea. Me costó un poco ponerme de pie. Me dolía el trasero y mi elección de calzado también había sido desacertada. Me había dejado llevar por la estética de lo bonita que se veía la falda con un par de tacones negros y que pasaría mucho tiempo sentada, que no ponderé que lo estrecho de la prenda me acarrearía problemas. Mi amiga en cambio estaba muy cómoda en sus pantalones de vestir.

Bajamos las escaleras, mientras Brenda llamaba a Filippo para avisarle de que estábamos listas, pues había quedado en recogernos. Luego, al salir del salón, insistió en que los acompañara a comer y era tanta mi hambre que decidí aceptar su propuesta, pero me quedé a mitad de frase cuando lo vi. 

—¿Pasa algo? —Mi amiga giró a mirarme.

La pregunta tenía sus razones. Había cerrado mis dedos alrededor de su brazo de golpe al chocar con la imagen de mi exnovio, enfundado en un traje azul marino a unos cuantos metros de distancia. Lucía una barba que comenzaba a mutar en la versión horrorosa del pasado y el cabello notablemente más largo. No obstante, eso no me produjo una gran sorpresa. Lo que me dejó petrificada, casi en el acto, fue verlo en compañía de esa mujer.

Él seguía generando en mí una pulsión dolorosa. No estaba lista para verlo de nuevo y se me hacía por completo intolerable además que al hacerlo él estuviese en compañía de su exnovia, que se veía de lo más risueña a su lado, mientras hablaba con otras personas frente a ella.

Era la chica que lo había saludado en el lobby del hotel de la capital, la de la melena larga y lentes de pasta gruesa, esa que me había parecido que ni siquiera me tenía que generar algún tipo de preocupación. La que supuestamente su otra exnovia había insultado y acosado.

—¿Max? —insistió mi amiga ante mi pronunciado mutismo.

Por suerte ella no había visto a mi exprofesor, pues con mi apretón centró toda su atención en mí. Me miró preocupada, entretanto permanecíamos ahí a la salida del salón, rodeada de un montón de personas. Solo conseguí negar con la cabeza, justo en el momento en que él pareció percatarse de mi presencia.

Noté como se me comprimían los pulmones y sentí una tenue asfixia. Sus ojos se desplazaron por todo mi cuerpo para hacer un rápido barrido de pies a cabeza y luego me sostuvo la mirada. La chica posó la mano en su brazo con aquella típica familiaridad de las personas que comparten tacto para instarlo a prestarle atención. Él bajó la vista hacia ella y mi cuerpo reaccionó, como una docena de galgos que al escuchar un pistoletazo salen corriendo. Eso hice, eché a andar mientras arrastraba conmigo a Brenda.

—¿Pasa algo? —preguntó mi amiga, supuse que confundida ante mi repentina huida.

Giré a mirarlo y me fijé en cómo la chica le había rodeado la cintura con el brazo mientras se reía. Él en cambio estaba de espaldas por lo que no pude hacerme con su expresión, así que continué caminando. Me costaba respirar. Solo quería llegar a un lugar seguro para no tener que disimular lo que me pasaba. Para no tener que pretender entereza cuando me estaba desmoronando.

La verdad era que no me había detenido a pensar en cómo sería verlo con otra mujer. Ya lo había hecho una vez y me había destrozado, no sé por qué fui tan ilusa como para no haber previsto un escenario en donde aquella trágica imagen se repetiría.

¿Acaso había vuelto a salir con ella?

—¿Max?

La voz de mi amiga sonaba lejana, como un eco difuso al que no conseguía prestarle atención. Solo caminé y caminé en dirección a la salida del colegio de ingenieros. Necesitaba colocar la mayor distancia entre nosotros. No solíamos movernos en las mismas esferas sociales. Vivíamos en mundos diferentes, se suponía que no tendríamos por qué cruzar nuestros caminos.

Ni siquiera podía acusar a la casualidad por aquel encuentro fortuito, él era ingeniero, yo lo sería. Tal vez debía hacerme a la idea de que precisamente tendría que verle en eventos de ese tipo. Se me revolvió el estómago, por lo que me apoyé contra la pared de la fachada en busca de equilibrio.

—¿Se puede saber que mierda te pasa? Me has hecho prácticamente trotar hasta aquí, ¿pero tú no ves las sandalias que traigo puestas?

—Nada, nada —conseguí decir, pues aún estaba procesando el hecho de que a unos cuantos metros de distancia estaba él con otra.

Mi amiga abrió la boca para hablar de nuevo, pero la interrumpió su teléfono y yo respiré aliviada cuando ella se giró en dirección a la calle, mientras le daba indicaciones a Filippo acerca de donde nos encontrábamos.

Los ojos me escocían por intentar evitar que las lágrimas salieran. ¿Por qué coño tenía que sentir ganas de llorar?  Tras reprocharme, inhalé aire para instarme a mantener la compostura, mientras pensaba en una excusa creíble.

Brenda no tardó en insistir en querer saber qué me había sucedido en tono preocupado, me inventé un fuerte calambre y que para que se me pasara había echado a andar. 

—¿Y caminabas tan rápido con un calambre?

Me encogí de hombros y agradecí cuando vi la camioneta de Filippo orillarse en la calle frente a nosotras, pues aquello pareció distraer a mi amiga.

De la puerta del copiloto salió Antonio para que Brenda tomara asiento y se apresuró a abrir la puerta trasera para mí. Me saludó con un beso en la mejilla que yo a duras penas registré y le devolví un escueto saludo de regreso a la vez que depositaba mi bolso con mi libreta en el asiento, para tratar de subir a la camioneta que era bastante alta.

—Lo que me faltaba. —Traté de subirme la falda sin éxito, era demasiado estrecha—. Yo qué estaba pensando cuando te compré, falda del demonio.

Un auto tocó el claxon, pues la camioneta obstaculizaba el tráfico, porque aquello no era un lugar para estacionar y Antonio le hizo una seña de que aguardase. Sin embargo, yo no conseguía ingeniármelas para subir. Estaba pensando en tirarme en el asiento boca abajo y arrastrarme como una oruga cuando una mano me detuvo. 

—Espera, espera yo te ayudo.

Antonio me instó a colocar una mano en su hombro como apoyo y me levantó del suelo tras situar su brazo bajo mis rodillas, para ayudarme a tomar asiento. Me miró a los ojos después de depositarme ahí y yo me eché a un lado para darle espacio. Antonio entró a la camioneta y Filippo se reincorporó en el tráfico, mientras despotricaba que el apuro del conductor de atrás era para tomar nuestro lugar y recoger pasajeros. Después subió el volumen de la música en lo que pareció un intento de no estresarse.

—Gracias —dije aún distraída por la sensación de su tacto en mi cuerpo, pues aquel hombre como mínimo siempre me resultaba inquietante.

—No hay de qué —respondió con una sonrisa amable.

Tomé mi bolso, mi libreta de apuntes y me deslicé más sobre el asiento hasta la puerta. Sentía el pecho apretado.

¿Había vuelto con ella? Habían pasado más de dos meses desde que habíamos terminado, pero ¿cómo era eso posible? Yo ni siquiera había conseguido dejar de pensarle y él, en cambio, al parecer estaba saliendo con otra, posiblemente tirándosela. Obvio se la estaba tirando... Habían sido novios y ella parecía demasiado feliz a su lado.

«Bueno, Max ¿y qué esperabas? ¿Que no saliera nunca más con otra mujer?», pensé notando, una vez más, como me escocían los ojos por evitar llorar. Se suponía que yo estaba siguiendo con mi vida y eventualmente lo superaría del todo, por lo que verlo con otra persona no me causaría ese irrefrenable dolor que, en ese momento, se me alojaba en las entrañas. 

Inhalé una absurda cantidad de aire para tranquilizarme. Saqué mi teléfono del bolso, abrí su chat, él no se conectaba desde hacía horas. En definitiva, no me estaba escribiendo un mensaje. Ni siquiera me había saludado con un gesto de mano, nada. ¿Qué se suponía que se hacía en esas situaciones? ¿Debí haberlo saludado yo? En todo caso, la sorpresa de verlo no me había dejado hacerlo, él en cambio hasta se había tomado unos segundos para mirarme. Recordé a Brenda, días atrás, diciendo que eso era lo que se hacía... Entonces, ¿él me había ignorado? Eso parecía. Era obvio que tampoco me escribiría, ¿para decirme qué? Ya no éramos nada.

Comprendí que podía lidiar con su ausencia, pero no con que me ignorara, era demasiado duro. Supuse que también tendría que acostumbrarme al dolor que eso me causaba.

Noté que Antonio me tomaba del codo y eso me sacó del ensimismamiento.

—¿Estás bien? —susurró a mi oído y yo agradecí que me lo hubiese preguntado así, para que los demás no escuchasen.

—¡Máxima! —Brenda se giró hacia mí—. Te he hablado como tres veces, ¿por qué no me contestas?

—Yo... He... —Me lamí los labios nerviosa.

—Estaba hablando conmigo, deja de interrumpir —dijo Antonio en tono de juego, para después dirigirme una mirada cómplice. 

Lo miré y esperé que pudiera interpretar mi silencioso agradecimiento.

—Ayúdanos a decidir dónde comer, yo quiero ir por alguna ensalada con pollo, Filippo tiene ganas de comida china. ¿Tú?

—Mmm, disculpen la molestia, pero ¿podrían llevarme a mi casa? No tengo hambre.

—¿Cómo que no? Si habíamos quedado en que comerías juntas.

—Si, pero, ya no tengo ganas, no me siento muy bien...

—Bueno, dejo a Antonio y te llevo —dijo Filippo con tranquilidad.

—No, llévala a ella primero, yo puedo esperar —respondió Antonio amable.

—¿Te sientes muy mal? —preguntó Filippo mirándome por el retrovisor—. Es que estoy más cerca de la casa de él. 

—Llévala a ella primero —insistió, Antonio.

—No, llévalo a él. Solo me duele la cabeza un poco. No hace falta que te desvíes por mí.

—Si, es que Antonio está apuradísimo, porque lo están esperando desde hace rato —explicó Filippo con cierto tonito insinuante al que no le di importancia.

Mi teléfono vibró y mis ojos viajaron con rapidez a la pantalla. Era Brenda. Suspiré, pensando en lo idiota que era al creer que él me escribiría.

«¿Qué pasa, Max? ¿Por qué este cambio súbito? Hace minutos atrás no te sentías mal, me tienes preocupada».

Me limpié una lágrima silenciosa que se deslizaba por mi mejilla con el afán de que no me vieran llorar.

«Es que fue algo de repente, te lo juro. Salimos luego, en serio».

Mi amiga pareció conformarse con mi escueta explicación y siguió conversando con Filippo, entretanto yo me hundía en la penumbra de unos pensamientos inquietantes.

Él me había dicho que su otra ex le había gritado a la chica de lentes. ¿Y si había tenido sus razones para hacerlo? ¿Y si era como decía Claudia y el que hacía todo mal era él? ¿Y si le había sido infiel a la que fue su novia con esa chica? Me costaba imaginarlo como un hombre infiel, pero ¿acaso no había besado a otra estando conmigo? Una parte de mí quería escribirle, interrogarlo sobre esa chica como lo había hecho él conmigo en el bar Magenta, cuando Marco le había ido con el chisme de que me había visto bailar con un chico. La otra, me instaba a recordar las obviedades de mi vida. Él era libre de salir con quien le diera la gana.

Filippo disminuyó la velocidad y entró a un conjunto residencial, transitó por las calles despacio hasta dirigirse a la última.

—¿Quién es esa? —preguntó Brenda.

—No preguntes —respondió Antonio que parecía impaciente porque el auto se detuviera para bajar.

Había una mujer preciosa, muy elegante, recostada en un auto de lujo, llevaba un vestido color crema que le sentaba muy bien. Antonio se despidió de todos y abandonó la camioneta segundos después.

Giré a mirarlo y noté como la mujer le hablaba, por su postura me dio la impresión de que estaba molesta. Filippo avanzó por la calle que era ciega, por lo que cruzó hacia un garaje y tras colocar la reversa, consiguió cambiar de dirección justo para el momento en que Antonio posaba las manos en la cintura de la mujer.

—¿Quién es ella? —insistió Brenda en preguntar.

La camioneta avanzó y tras dejarlos atrás, no sé por qué, pero giré a mirarlos y me percaté de la manera en que él la besaba sensualmente rodeándola con sus brazos.

—Yo qué sé. Una de las tantas amiguitas de mi primo.

—¿Oye y por qué llevaba esa ropa? Olvidé preguntarle —dijo mi amiga. 

Antonio vestía esa noche de forma atípica, me percaté de eso cuando me ayudó a entrar a la camioneta, solo que aquella nimiedad no consiguió apartarme de la línea de pensamientos que había ocupado mi mente en ese instante. Llevaba una gorra con la visera hacia atrás, pantalones cortos, una camiseta y unos zapatos deportivos. Todo el conjunto se notaba viejo, manchado de múltiples tonalidades de colores.

—Estaba trabajando. Está dirigiendo un mural para una fundación para niños con cáncer.

—Awww que bonito —comentó Brenda.

—Si, la verdad le está quedando muy bien.  

Filippo apoyó la mano al descuido sobre el muslo de mi amiga, la cual le devolvió el gesto y se la acarició con la punta de los dedos. Al ver aquello pensé en que mi vida estaba volviendo a la normalidad, una en donde siempre era espectadora del romance de otros y nunca protagonista.

Agradecí inmensamente cuando vi mi edificio a lo lejos. Me encontraba impaciente por llegar. Cuando Filippo se orilló en la acera sentí alivio, al fin había llegado a casa. Conseguí deslizarme por el asiento hacia afuera de la camioneta y posicioné mis pies en el asfalto. Aquella falda se había ganado mi odio. Me despedí con celeridad y les agradecí por traerme. 

Apenas entré al ascensor un llanto incontenible mojó mis mejillas. Me apoyé en el barandal en busca de aire, mientras me reprochaba a mí misma por llorar de esa manera desaforada por un hombre que ya estaba con otra, pero sin importar la insistencia de mi discurso lo hice y odié cada segundo.

Cuando entré al apartamento me encontraba un poco más repuesta. Caminé en dirección a mi habitación con las intenciones de desvestirme y poder estar al fin a solas y en paz. No obstante, cuando miré hacia la puerta de Nat, noté la maleta abierta sobre su cama. Eso solo podía significar que sus padres habían insistido en que fuera a verlos al pueblo.

—Max, ven —le escuché decir a mi amiga y obedecí a su llamado de mal humor—. ¿Y a ti qué te pasó? —Supuse que quiso saber al ver mi rostro desencajado.

Negué con la cabeza e ignoré su pregunta.

—¿A qué hora nos vamos mañana?

—Te quería hablar precisamente de eso. Clau me ha pedido que la acompañe a la capital para no tener que viajar sola. Yo me quedaré en casa de mi tía paterna para visitarla un rato y estar con mi prima —dijo muy animada—. Así que te iba a decir que llamaras a tus padres para que te vinieran a ver.

—Ah... Ok —respondí adusta.

—¿Qué pasó? ¿Estabas llorando?

—Sí... Pero es algo a lo que tengo que hacerme a la idea... No te preocupes.

—¿Idea de qué?

—Él... En el colegio de ingenieros con otra.

No me jodas... —soltó con los párpados muy abiertos.

Me encogí de hombros en respuesta.

—Estoy agotada, Nat, me daré una ducha y me iré a dormir, no quiero hablar de eso.

—Pero... Espera... Max, lo siento tanto. —Me abrazó y yo cerré los ojos recibiendo su... ¿Gesto de confort que en realidad era lástima por mi situación?—. No puedo quedarle mal a Clau, está contando conmigo. Y no puedo invitarte a que vengas conmigo, porque no sé si mi tía tenga suficiente espacio para recibirte, déjame la llamo.

—No, Nat, no te preocupes. Anda, como te digo, esto es algo a lo que me tengo que acostumbrar.

—Que cagada... Bueno, llama a tus padres para que vengan.

Asentí, no quería inquietarla. Mis padres también tenían planeado un viaje, pero ella no necesitaba saber eso, así que me marché a mi habitación mientras asimilaba la idea de que tendría que pasar el fin de semana largo a solas.

Tras darme una ducha, me metí a la cama con la misión de dormirme para poder olvidarme de todo. No quería ni cenar, solo deseaba apagarme un rato e ignorar el insondable dolor que me embargaba y me obligaba a enterrar la cara en la almohada para ahogar mis sollozos. No obstante, mis planes se vieron interrumpidos hacia la medianoche.

El sonido de mi teléfono me despertó. Mi estómago se contrajo, mi ansiedad había hecho acto de presencia. Lo tomé con dedos trémulos ante la posibilidad de que fuera él...

Era Brenda.

—Max, me falta la parte de abajo de uno de mis trajes de baño, ¿puedes revisar a ver si está con el tuyo en tu bolsa?

«¡Qué tonta eres!», pensé al reprocharme por creer, una vez más, que él me explicaría alguna de las mierdas que hacía. No me había explicado nada siendo novios, mucho menos lo haría tras nuestra ruptura. Esa era su maldita especialidad, dejarme en la oscuridad.

—Déjame revisar —dije mientras encendía la luz de la lámpara de noche.

—¿Te desperté? Pero si siempre te acuestas tarde.

—No pasa nada.

Nos habían empacado todo en una sola bolsa en la tienda por equivocación y luego mi amiga había sacado sus trajes de baños de ahí, por lo que existía la posibilidad que hubiese dejado una de las piezas. Revisé y en efecto, su suposición era correcta.

—Sí, aquí está —respondí con voz adormilada.

—¿A qué hora te vas mañana al pueblo? ¿Me da chance de irlo a buscar?

—Ven, me avisas que te lo doy, no voy a viajar.

—Ok, pero será temprano.

—Dale —dije cansada, quería colgar para volver a dormirme.

—Hey... Última oportunidad... Playa, arena, sol. Mira, si quieres, hasta dejo que te recrees con la visión de Filippo sin camiseta —Se rio—. Bueno ya, que me vas a decir que soy una pesada.

—Eso, Bye... Me voy a dormir.

—Dale, mañana te llamo.

Volví a la cama y tras dar un par de vueltas, sin poder conciliar el sueño de nuevo, caí en el morboso masoquismo de recordarle con esa mujer y asimilé que sí, parecía que él había seguido con su vida... Entonces ¿por qué no hacía yo lo mismo? Tras pensarlo un poco decidí lanzarme. Tomé el teléfono y aguardé los tonos correspondientes.

—¿Sí?

—Brenda... Cambié de opinión, iré contigo a la playa.

—Sííí —gritó emocionada.

Irme de viaje con una de mis amigas para despejar la mente y pasarla bien, en vez de quedarme sola el fin de semana mientras pensaba en el idiota de mi ex, parecía un buen plan.





Opiniones sobre Diego.

Opiniones sobre Máxima.

*Para las nuevas lectoras* ¿Qué creen que va a suceder ahora?

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