1. El título
La irreverencia es lo contrario a reverenciar todo y guardar respeto con los ojos vendados. Es una especie de rebeldía. Esa insolencia con la que no te atreves a aceptar lo que la superficialidad caracteriza. Una roca es gris… ¿quién no sabe que tiene ese color? Todos lo sabemos.
La roca era gris y lo seguiría siendo si manchas de sangre no sobresalieran de su superficie. Desde que James se volvió loco, muchas rocas dejaban de ser grises en casa de los señores Wood.
Una roca gris se topó en su camino para hacerlo tropezar. Y con esto, Tom recordaba la piedra azul marino que había dado de regalo hace tiempo.
—Maldita dopamina. En vez de brindarme felicidad, hace que me siga enamorando de alguien imposible —dijo el mejor amigo de la chica en cuestión, tomando la roca y lanzándola como si su pensamiento pudiera irse con esta.
De eso se trata la irreverencia. Juzgar todo en derredor y no conformarse con solo nuestros ojos.
Eso es lo que ama la Literatura. Muchas veces ella me traicionó por ser yo una cobarde, es que me costaba ser irreverente cuando la conocí. Hasta que me cansé de ponerme el disfraz de escritor y comencé (aunque no me gustaba que a veces me salieran frases descuidadas y con falta de la llamada "propiedad lingüística" como dicen los críticos de antaño) a escribir como me daba la gana. Descargándome con la historia, describiendo lo "bien" que me caían esos profesores explotadores ( los que lo son. Otros son espléndidos), el miedo que tenía de instaurar una relación amorosa, lo imperfecto que podía ser el humano y a veces su decisión de redimirse.
Aprendí a caer en la irreverencia. A medias. Todavía estoy en proceso.
No importa la historia que contemos, siempre vamos a tener una oportunidad de decir la cruda verdad. Si la historia es romántica, esa chica nerd que se enamora de un chico guapo demuestra que las llamadas "populares y engreídas" son más bien cáscaras vacías, o que ya ese chico se cansó de acostarse con muñecas de goma que solo servían para un objetivo.
Y esto lo hago para representar el ejemplo más usual.
Toda historia propende a la irreverencia. Lo que hay que saber distinguir entre la realidad y el mundo real. Sí, no me equivoqué con esta frase.
La realidad es lo que está oculto, la verdad detrás de todo, la poesía que hasta el ser o cosa más aburrida puede contener en su interior. Nosotros somos los encargados de descubrirla.
Si tuviera que personificar la Literatura, aunque sea un sustantivo de género femenino, sería un chico llamado Mimuso (ja,ja,ja. Por más cursi que suene).
Sería bastante peculiar y reuniría características diferentes, dándole un aspecto abigarrado.
Tendría una ceja estilizada con un corte en diagonal en el centro, o simplemente sin tanto merodeo; una ceja partida. Pero llevaría camisa, a veces cazadora. Su pelo sería con mucho gel y de aspecto despeinado, nada formal.
Tendría el cabello negro y fuera de estatura mediana (pensaban que iba a escribir "alto", ¡¿eh?!). Le gustaría ponerse de vez en cuando, unas gafas negras y cuadradas de pasta. Fuera exigente conmigo, pero en el interior dulce, porque al final esa irreverencia que posee sería por causas nobles; porque descubrió que el mundo debajo del manto de las apariencias, puede portar un significado alentador, avasallador o a veces hiriente y mordaz; si se utiliza el papel de filtro adecuado, después de arrojar los estereotipos a la basura, fuera todo pura poesía.
Sería obstinado, difícil de tratar, desafiante y a veces pesimista o demasiado feliz.
Fuera profundo en sus ideas acerca de la vida, pero una profundidad lastimera y crítica. No se andaría con romanticismo, y solo por seguir esa convicción haría que en ocasiones, fuera muy romántico.
Quizás esta descripción luce como si fuera de un hombre de manera estricta, pero como ya mencioné antes; Mimuso tiene un alma y esta le dice a gritos: soy Literatura. Así que lean de nuevo la descripción y verán como todo concuerda.
Les exhorto a que también busquen a alguien, ese alter ego de la Literatura que fuese su tipo perfecto. No me interesa si es una mujer, también quiero que esto sea leído por hombres.
Menos me importa que seas tú un hombre que escoja a otro, o una mujer que escoja otra fémina. Molestarse por esas razones es una pérdida de tiempo. Todos somos lo que somos, es nuestra identidad inmutable y cambiarla sería un sacrilegio para nuestra personalidad y para nuestro estilo literario.
Mucha gente todavía ve a las personas como sacos de papa con un aro rosa o azul que indica hacia abajo o arriba el sexo. Yo digo que eso es solo indicio de estupidez. Una roca es gris porque sí. Y ninguna explicación más.
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