| EPISODIO II |

Las estrellas.

¿Qué eran exactamente las estrellas?
Rho había dicho que sólo eran pedazos de roca que flotaban en el espacio, pero Zanhia no sólo creía que eran eso, ¿tal vez y era polvo estelar?, o quizás eran los copos de nieve que venían desde muy lejos para terminar en este lugar; ella no estaba segura, y no podía quedarse más con aquellas preguntas que rondaban su cabeza desde hace tiempo. Pero al haber visto aquel domo y como la luna junto con las estrellas brillaban, no saciaba su curiosidad por completo.

No recordaba en qué momento esto había despertado dentro ella, por más que intentará pensar no daba con una respuesta en concreto, quizás lo había visto en unos de sueños, pero ella nunca los recordaba al despertar. O tal vez fue cuando salió por primera vez del palacio; lo primero que noto aquella vez fue el cielo, a pesar por haber estado en aquel entonces cubierto de la ventisca, intentaba buscar que había más allá del denso viento blanco.

Había pasado ya hace meses de aquello que sólo quedaba como su propia anectoda, pues bien sabía que salir del palacio estaba prohibido, así como salir de su cuarto en la noche, deambular por los pasillos por si sola, preguntar más allá de lo que los adultos creían que era correcto y que no. A Zanhia le parecían muchas reglas que seguir y ella solo quería saber más y más, juraba no utilizarlo para un mal, pues tal como lo había dicho Epsilon, entre más conocimiento uno obtiene más poder ¿Qué pasaría con ese poder?, por el momento, a la niña no le interesaba, sólo anseaba saciar su curiosidad ante lo que se le negaba.

Zanhia observaba el techo de su cuarto, apretó entre sus dedos las cobijas que le cubrían, a pesar de permanecer a oscuras una tenue luz se colaba por debajo de su puerta iluminando muy poco su habitación, pero era suficiente para que su vista se acostumbrara a la oscuridad.
Se levantó de su cama dispuesta a obtener sus propias respuestas, tomó su abrigo para dirigirse a la puerta. Ya no aguantaba más, quería saber más y si nadie le daba aquella respuesta, lo buscaría ella sola, aunque Epsilon le regañara después.

Asomó su cabeza hacia el pasillo, asegurándose de que no hubiera nadie a esas horas; el repentino sonido del reloj central se escuchó por todo el lugar, su grave sonar hizo eco en todo el palacio a pesar de lo lejos que estaba. Si no mal recordaba, debían ser las tres de la mañana, habiendo estado alerta del sonar del reloj horas atrás.

Salió de su cuarto para cerrar con mucho cuidado su puerta, intentando hacer el menor ruido posible, ya fuera con el chirrido de esta o el golpe al ser cerrada, pero nada de eso sucedió.

La albina suspiró, el vapor rápidamente escapando de su boca; se cubrió lo mejor que pudo con su gran abrigo para empezar a caminar hacia la librería nuevamente.

Los pasillos seguían siendo silenciosos, sólo sus pasos bajo el mármol eran apenas audibles, definitivamente nadie podía escucharla a menos que estuviera a unos metros de distancia de ella.

Después de abrir algunas otras puertas, por fin estaba parada frente a las de la inmensa biblioteca, tomó la manija para empujar la puerta, la cual solo abrió un poco al escuchar su característico chirrido de madera vieja, una vez hubo espacio suficiente para entrar, cerró tras de sí la puerta con nervios, cerrando sus ojos con fuerza esperando no haber despertado a nadie.

Dio la vuelta para observar aquel magnífico lugar, su mirada se posaba en detalles que no había visto anteriormente. Sonrió para empezar a caminar hacia los libreros; no sabía cómo empezar a buscar libros relacionados con las estrellas, pero de alguna u otra forma tenía que encontrarlos.

En dichos libreros, habían placas en diferentes lenguas, algunas las cuales no conocía; podía reconocer su idioma natal de Snezhnaya al igual que la lengua común de Teyvat, pero había otras que eran extrañas para ella.
Tomó un libro al leer el título en el idioma que entendía, pero al ver de inmediato que no era lo que buscaba, lo regresaba de nuevo a su lugar; así fue con varios libros, guardando los que no eran útiles o los que simplemente no comprendía ¿Qué era  una Megaflora después de todo? Ese nombre, no servía.

No sabía cuánto tiempo había pasado en aquel lugar, apenas y había revisado el primer gran estante de la librería, pues al ser tan inmensa dando desde el suelo al techo, no era tarea fácil; apenas lograba reconocer temas relacionados con la alquimia, la música y otros temas que no entendía para nada, siendo muy complicados ante su poco conocimiento intelectual de otras naciones.

Se tayó su ojo izquierdo, estando cansada después de esa ardua búsqueda la cual no rendía frutos, caminó hasta el otro librero que se encontraba en frente de ella, está vez dividiendo su búsqueda, empezaría desde la parte de arriba. Subió las escaleras hasta llegar al último estante, para ir descendiendo conforme no encontraba los títulos que le interesaban.

Nuevamente el sonar del reloj fue escuchado por todo el palacio, indicando que ya había pasado una hora desde que decidió salir de su cuarto, Zanhia estaba cansada y sus ojitos no daban para más, pero no quería rendirse a sí de fácil. Volvió a bajar otros escalones para quedar a la mitad del librero, buscando entre las placas. Se detuvo al leer un nombre interesante, aquella fila lleno de ese tema: Cosmologia. No sabía por qué, pero le sonaba familiar a lo que estaba buscando.

Empezando a leer cada título de aquella fila, Zanhia se encontraba con nombres tales como “La creencia de distintos universos", "Dimensiones alternas" o "El cielo de Teyvat", pero ninguno de ellos era lo que buscaba, no fue hasta dar con un título que ella consideró interesante.
Sacó el libro para leer su portada.

—El significado del viaje de las estrellas —Zanhia leyó aquello para sí misma, abriendo el libro para ver su principal contenido—. Editorial Yae, autora, Mona Megistus.

Jamás había escuchado aquellos nombres en su vida, a lo que continuó, saltando el índice estando interesada en el primer capítulo del libro. Pero cuando estaba apuntó de leer, el sonido de voces acercándose a la librería la asustaron. Rápidamente cerró el libro para bajar a prisas las escaleras, corrió hacia una de las mesas para esconderse debajo de una, asegurándose estar cerca de la puerta para poder salir en el momento oportuno.

—Esta idea es carente de sentido, Viktor —dijo el hombre quien acompañaba al nombrado— ¿Por qué demonios estas de acuerdo en lo que va a realizar?

—A nadie más le confiaría este secreto, Themaus —suspiró el rubio de forma cansina—. Sabes que toda mi vida desde que llegué aquí he estado en contra a lo que los Heraldos hacen, es mi única oportunidad para redimirme.

«¿Heraldos?», se preguntó a si misma Zanhia, siendo aquella una palabra nueva en su diccionario mental, tal vez le preguntaría después de Epsilon.
La niña no entendía nada de lo que aquellos dos Fatuis hablaban, a lo que teniendo mucho cuidado de no ser descubierta y reñida, salió lentamente de la mesa agradeciendo mentalmente a los dos hombres por haber dejado la puerta abierta y poder correr de aquel lugar sin siquiera dignarse a observar hacia atrás hasta poder llegar a su cuarto.

—Sabes que si alguien te descubre, serás ejecutado sin dudarlo —dijo Themaus, sentándose en una de las sillas—. ¿Acaso ya pensaste que harás una vez que escapes?

—No pienso regresar, gracias a él, será mi boleto de escape y podré vivir en paz, nadie jamás a visto mi cara desde que entre al orfanato —Viktor permanecía frente al otro Fatui, observando a su alrededor y asegurándose de que nadie les estuviera espiando.

Themaus negó con la cabeza, masajeando sus ojos por el estrés.

—¿Por qué me dices esto? —la voz de Themaus era cansada.

El repentino silencio simplemente puso de mal humor al Fatui.

—Necesito que me ayudes con algunas cosas —dijo Viktor.

—¡Ya tengo bastante con que me estés involucrando en esto con tan solo contarmelo! —dijo Themaus en un grito silencioso—. No quiero que me asesinen por tu culpa.

—¡Eres la única persona en la que a estado de acuerdo en la forma que pienso! —imitó de igual forma Viktor al alzar su voz pero con enojo—. Nos prometimos que al salir del orfanato haríamos todo lo posible por ser libres.

—Fueron promesas de unos niños inmaduros —bufó Themaus, cruzandose de brazos.

—Pero mira hasta donde nos a llevado esas inmaduras promesas, Themaus, era nuestro sueño en volvernos Fatui como primer acto para escapar —Viktor extendió sus brazos mostrando lo lógico de la sitiacion—. Por favor —rogó el rubio—. Valdrá la pena por lo que nos espera a cada uno en un futuro, tu bien lo sabes.

Themaus se levantó de su asiento, caminó sin rumbo fijo en aquel mismo lugar pensando a lo que estaba apuntó de hacer. Era demasiado arriesgado si ante cualquier tropiezo demás compañeros le descubrían, peor aún, si se enteraba algún Heraldo. Suspiró una última vez para mirar a Viktor, su mirada era sería a pesar de que no se notará por su máscara.

—Si esto es lo correcto, llegará el día en que te lo agradecer, pero por el momento sólo pienso que ambos moriremos —Themaus se levantó de su lugar volviendo a suspirar—. De acuerdo, ¿qué es lo que tienes en mente?

—Se que él día de mañana te embarcaras hacia Liyue, solo necesito que una vez que estés allá, me consigas cuatro lugares para algún barco que vaya a navegar hacia Sumeru —la voz de Viktor estaba llena de una ligera emoción—. Dentro de una semana llegaré con otras dos personas para poder irnos en cuanto tengamos la oportunidad.

—¡Estas loco! —Themaus se tomó del cabello—. Se darán cuenta en el momento que me deslinde de mis deberes en Liyue, me estarán vigilando todo el tiempo.

—Por favor, Themaus, solo necesito este favor, a nadie mas le pediría esto mas que a ti —Viktor junto sus manos suplicando—. Eres el único amigo que he tenido aquí en Snezhnaya, sabes muy bien lo que esta sucediendo en este lugar y no vale la pena ser parte de tales actos atroces.

El otro Fatui se quedó en silencio nuevamente, era demasiado arriesgado lo que él rubio le pedía, pero era verdad al mismo tiempo, era su única oportunidad para por fin ser libre, aparte, Sumeru seguía siendo una nación completamente segura ante su nueva Arconte de Dendro. Podría al fin vivir como una persona normal después de todo lo que tuvo que sufrir en Snezhnaya como soldado actual.

—Eres un maldito idiota Viktor. Pero haré todo lo posible por conseguirnos lugar en un barco —suspiró Themaus, colocando una mano en su cadera y agachado su cabeza a forma de derrota.

—Te lo agradezco, en verdad Themaus —el rubio sonrió aliviado.

—Parto en unas horas, así que debo premarame y descansar un poco —él Fatui empezó a caminar fuera de la biblioteca—. Te veré entonces, dentro de una semana en el Puerto de Liyue.

—Gracias —dijo Viktor, observando cómo su amigo salía de aquel lugar; suspiró, sintiendo como se quitaba un gran peso de encima al poder cumplir la orden de su superior—. Solo espero que estés seguro de los que haces, Epsilon —murmuró para salir de la biblioteca y cerrar tras de si la puerta.

🔸

Zanhia llevaba un paso apresurado, asegurándose ante cada vuelta hacia otro pasillo que fuera desapercibida.

Se detuvo de golpe al llegar a su habitación, tragó saliva para poder humedecer su garganta después de todo ese ajetreo, tomó la perilla de su puerta, estaba apuntó de entrar cuando detuvo toda acción al escuchar voces lejanas, las cuales parecían venir al otro extremo del pasillo, las cuales dirigían desde la planta alta hacia la entrada del palacio.

Corrió hacia su cama para levantar su almohada y colocar el libro debajo de esta, asegurándose de que el libro no fuera visible, se dio la vuelta para volver a salir de su cuarto, si que era una niña curiosa, pero no podía evitarlo; le ansiaba ver nuevos rostros en aquel palacio, pues no todos los días veía un rostro nuevo.

Caminó a paso rápido pero silencioso hasta llegar a los barandales para observar la primera planta, donde en el centro se encontraba una estatua de marmol de una hermosa mujer que jamás había visto en carne y hueso; a cada lado de la estatua estaban dos escaleras, una dirigía hacia donde ella estaba y la otra hacia otros pasillos que no recordaba haber explorado, quizás lo agregaría a su lista de lugares por conocer.

El reflejo de la luz que se colaba por la puerta al ser abierta rebotaba en la estatua, pero de inmediato la puerta era cerrada volviendo aquel lugar un poco oscuro y sombrío, muy poca luz natural alumbraba el lugar.

Zanhia apoyó ambas manos en el barandal y no podía ver debido a su altura, a lo que se puso de cuclillas y asomar su cabeza dentre los barandales para observar de mejor forma a los dueños de aquellas voces.

El dueño de una de esas voces se dejó ver ante la perspectiva de Zanhia, una sonrisa se formó en sus labios al ver de quien se trataba, aunque estos cambiaron a uno de confusión al ver alguien extraño acompañandole.

—Jamás había entrado a este lugar —preguntó el niño peli naranja, quien se había quedado unos pasos atrás del Heraldo, observando aquel lugar con temor—. Ajax siempre me advertía que el palacio era un lugar peligroso para merodear —tragó saliva apretando su peluche contra su pecho.

—Este palacio es el lugar donde tu hermano ha llegado a vivir y trabajar, la mayoría del tiempo realiza actividades importantes de un Heral-... Vendedor de juguetes —él mayor llevo ambas manos a su espalda, entrelazando sus dedos.

Pulcinella detuvo su caminar para quedar aún lado de la estatua de la mujer.
Teucer alzó la mirada para seguir inspeccionando aquel lugar, pero se quedó extrañado al ver a una niña desde la segunda planta que le observaba.

Zanhia se sobresalto al ser descubierta, a lo que retrocedió de inmediato, quedando fuera de la vista de ambas personas.

Pulcinella notó hacia donde observaba Teucer, llevando su mirada hacia aquel lugar, pero no vio nada.

—¿Y en donde está mi hermano? —preguntó Teucer—. Aparte me habías dicho que Anton y Tonia se habían adelanto, pero no los veo-

La oración de Teucer fue cortada cuando dos puertas se abrieron al fondo. Una mujer de gran porte salió de aquel lugar, vestía ropa elegante casi asimilandose a un traje solo que femenino, sus tacones resonaban ante cada paso que daba, mostrando lo intimidante que era. Sus ojos tenían una extraña forma, una pupila en forma de equis roja.

—¿Es este el niño del que me habías hablado, Pulcinella? —preguntó la mujer de forma seca.

—No seas tan dura con el niño, Arlecchino, llevaba dos años sin poder ver a su hermano —el quinto miró de reojo a Teucer—. Pero estas en lo correcto, es él.

Arlecchino caminó hasta quedar frente al niño, Teucer se quedó estupefacto ante el repentino miedo que le causó aquella mujer, pero debía ser valiente si quería ver a su hermano.
La cuarta Heraldo extendió su mano a forma de seña hacia las puertas por donde había entrado, una extraña seña de respeto ante inoportuno momento, una luz azul provenía del interior de aquel lugar.

Teucer dudó por un segundo, pero al ver que no hubo respuesta de la mujer, avanzó, dando una última mirada Pulcinella al ver que él no se movía de su lugar. «Yo confío en él», pensó Teucer para no preocupar aún más a su mente.

—¿Me llevaras con mi hermano? —preguntó Teucer hacia la mujer sin detenerse.

—Claro —la única respuesta que obtuvo el niño de la mujer, había sido fría.

Arlecchino caminó detrás de Teucer con paso firme, y una vez dentro de aquel lugar, la mujer cerró tras de sí las puertas en un solo golpe, ni siquiera se había dignado a ver al quinto Heraldo.
El silencio volvió al palacio.

Zanhia observaba con temor, pues aquella mujer jamás había sido de su agrado, prefería mil veces a Columbina que ha Arlecchino o Sandrone ante sus formas de comportarse, le daban miedo; alzó su mirada observando a Pulcinella, quien se quedó observando unos segundos la puerta, para acto seguido, caminar hacia otra parte del palacio.

La albina no entendía nada de lo que había pasado. Sabía que Arlecchino llevaba a niños hacia alguna parte del palacio, pero nunca sabía el porqué o a dónde, sólo desaparecían y no les volvía a ver. Era extraño.

Se levantó del suelo para sacudir su abrigo y regresar a su cuarto, está vez dudando si fue buena idea haber visto todo aquello. Tal vez y Epsilon tenía razon, la curiosidad mató al gato.

Una vez dentro y cerrada su puerta, se metió a su cama para cubrirse con sus calentitas cobijas y llevar su mano debajo de su almohada para a tocar aquel libro, estaba demasiada cansada como para leer y debía despertarse dentro de unas horas para empezar con su rutina matutina, mañana encontraría el momento adecuado para empezar a leer.

Su menta divagaba en los apuros que se había metido y como logró escapar de ellos sin ser atrapada, serían anectodas por contarle a Rho en sus descansos.

El reloj volvió a sonar, las cinco de la mañana.

—Eres un maldito idiota —Epsilon entró al laboratorio dando grandes zancadas y cerrando tras de sí la puerta de golpe—. A este paso vas a matarla si sigues induciendo todo tipo de píldoras a su cuerpo —caminó hasta quedar frente al otro hombre.

Aquel hombre vestía una camisa azul junto con un arnés, era el mismo cabello azul al de Epsilon Y Rho, lo único que le distinguía era aquella máscara que terminaba en pico.

—Si sólo vienes a quejarte de cosas absurdas, largate de una vez, no tengo tiempo para escucharte parlotear —aquel hombre no volteó a mirar a Epsilon, pues permanecía ocupado leyendo algunos documentos exparcidos en su escritorio.

—Me vale una mierda si estas ocupado o no —Epsilon avanzó hasta quedar al lado de aquel hombre—. ¿Por qué seguir con esto si al final acabarás con ella? Es demasiado lo que estas haciendo.

—Mis experimentos tienen un orden desde principio a fin, si cambio aunque sea mínimo la alineación de un perfecto plan estructurado, todo habrá sido en vano —aquel hombre habló con frustración, su voz siendo un poco más gruesa que la de Epsilon—. Y tu mas que nadie sabe que odio que alimañas interrumpan lo que he estado perfeccionando desde un inicio —siguió leyendo aquellos documentos.

—Entonces por qué no experimentar en algo sin sentimientos —Epsilon no quitaba su mirada llena de enojo del hombre—. Después de todo es sólo una niña, Dottore.

—El segmento hubiera sido en vano —dijo cortante permaneciendo en la misma posición, pero estrujando aquellos papeles en mano.

—¡Basta con eso! —volvió a gritar Epsilon harto de la forma que tomaba las cosas el otro hombre, a la ligera—. Ella no es uno de tus estúpidos segmentos con los cuales puedes jugar. Es una niña. Un ser huma-

Pero antes de que Epsilon pudiera articular palabra alguna, Dottore en un movimiento rápido, tomó a su clon del rostro para llevar su cabeza contra la mesa en un golpe fuerte que hasta sacudió los objetos sobre ella, creando bajo la cabeza de Espilon varias grietas.

—¡Ya, cierra la puta boca de una vez! —exclamó Dottore con fastidio, su mueca lo mostraba todo—. Si no fuera por tu preciada inteligencia, te hubiera matado en cuanto te creé. Eres un maldito débil, preocupandote de más y sobre poniendo tus asquerosos sentimientos en mis planes —apretó su mandíbula con fuerza—. Pará mí los seres humanos son simple basura que puede ser pisoteada ante el antojo de alguien superior.

Epsilon observó con horror ante el acto de Dottore, su cabeza dolía demasiado donde su sangre empezaba a acumularse por debajo. Sostuvo con ambas manos el brazo de Dottore, intentando alejarlo de él.

—Eres un hijo de perra- ¡AagH! —Epsilon gritó de dolor cuando Dottore apretó con más fuerzas sus mejillas, juraría que si seguía con esa presión le dislocaría la mandíbula, así como zafaría algunos dientes.

—Fuiste uno de los sobrevivientes de ese día —murmuró Dottore, formando una sonrisa maliciosa mostrando aquellos dientes afilados—. De mis veinticuatro clones, solo tres vivieron gracias a mi —acercó su rostro hasta tocar con la punta de su máscara la nariz de Epsilon—. Deberías estar agradecido en que no te haya matado por caprichos de la Arconte de Dendro; tú, Rho y Beta son suficientes para seguir con esto, así que no lo estropees —y con aquello último dicho, Dottore soltó a Epsilon para seguir con lo suyo, su mano manchando algunos papeles con sangre, era de todas formas su propia sangre.

Epsilon intentó apoyarse como pudo, agradecía que su cuerpo era resistente a este tipo de lesiones, pues un humano cualquier hubiera muerto de inmediato ante descomunal fuerza. Limpió la sangre de su boca con el dorso de su mano para fulminar con la mirada a Dottore, en ese momento no le importó lo frío que sentía en la nuca al mancharse de sangre, la herida empezaba a cicatrizar con lentitud.

—Eres un enfermo —dijo Epsilon con cansancio.

—No eres el único que me lo ha dicho, querido —la voz de Dottore era burlesca y sarcástica—. Toda mi vida he escuchado comentarios como esos, ahora solo me parecen sutiles halagos. Y aún así, ante todo este mediocre espectáculo que hiciste al llegar, ¿a que se debe tu visita?

Epsilon suspiró, alzó la mirada hacia el original de ellos; recargó su cuerpo en la mesa para no caerse, aún se sentía algo débil.

—Las estrellas... —por un momento dudó en seguir hablando, pero de alguna u otra forma Dottore lo descubriría, así que mejor se arriesgaría él que a la niña, de todas formas, sabía lo que estaba haciendo—. Quiere saber más sobre las estrellas —escupió un poco de sangre.

—¿Acaso no se le está dando el médicamento qué es? —preguntó Dottore, está vez alejando su mirada de aquellos documentos.

—Sabes que lo hago, cada noche antes de que duerma. Pero no podrás contenerla por siempre en la ignorancia —Epsilon cerró sus ojos al sentir una punzada en su cabeza—. Solo seguirá leyendo y aprenderá, pero sí sigue así, en cualquier momento tu preciado plan se irá a la mierda.

Dottore dejó los papeles en la mesa para caminar a uno de los múltiples cajones que tenía en un mueble, abrió un cajón para buscar en su interior. Regresó con un frsaco de vidrio en el cual dentro venían píldoras de color blanco con morado.

—Estas forzaran a que no recuerde nada, seguirá actuando como siempre, pero seguirá siendo una niña sin más allá de la curiosidad por dichas estrellas —Dottore le entregó el frasco a Epsilon, quien lo tomó con temor—. De igual forma, una cada noche, si vez algún extraño comportamiento secundario, la traes ante mi en cuanto antes.

Epsilon no la haría, no volvería a dejar que Zanhia se acercara a este hombre desquiciado, sabía que era él mismo, pero su forma de comportarse era muy diferente a la propia. No hecharía a perder su plan por introducir un nuevo medicamento al sistema de la niña, sustituirá las píldoras con placebos que el mismo creaba en sus ratos libres, encontraría la forma de desechar o esconder las que Dottore le dio.

—Será mejor que funcionen —dijo Epsilon, aquellas palabras eran mentira—. Detesto hacer el trabajo doble.

—Cómo si eso te preocupara cuando se trata de esa niña —rió Dottore para seguir con lo suyo—. Haz las cosas como se te ordenan, o acabarás preocupandote por ti mismo —sus palabras estaban retorcidas de otra forma, Epsilon lo había entendido de inmediato, sólo seguiría jugando al inocente durante unos días más.

Epsilon caminó hacia la salida de aquel laboratorio, lugar donde alguna vez había sido creado. Necesitaba despejar su mente en alguna otra parte del palacio.

Haría todo lo posible por salvar a Zanhia, ella no debía crecer aquí, mucho menos morir encerrada bajo cuatro paredes frías y solitarias. No sabía en qué momento Epsilon se había encariñado con ella; Dottore le había creado para ser igual a él, carente de sentimientos. Se preguntaba a veces ¿por qué no era como Beta?, frío y sin dudar las cosas, ¿que significaba que su creador le permitiera seguir actuando de esta forma? Quizás era más fácil de conseguir lo que quería sin necesidad de recurrir a la violencia o el derramar sangre.

Epsilon sabía cómo convencer, nunca había matado a alguien, pero él ya estaba harto de obedecer, por fin después de tanto tiempo tenía un propósito, aquella niña sería su escapa así como podría brindarle una vida fuera de los peligros de este lugar. Pues bien sabía, él porque Dottore trataba de dicha forma a Zanhia.

🔸

Dottore dejó los documentos en la mesa nuevamente, su mirada fija a ellos pero su mente perdida.
Su retorcido inconsciente jugaba con el cómo si se tratase de sutiles cosquilleo, ya era involuntario.

El reloj volvió a sonar, las cinco de la madrugada.

Dottore sacudió su ropa al igual que sus guantes, la sangre estando semi fresca; caminó hacia otra parte de su laboratorio para tirarlo en un bote de basura.
Sin dudar un segundo más, caminó hacia la puerta de su laboratorio para dirigirse ha alguna otra parte del palacio.

Era hora de revisar y dar diagnostico sobre un caso en especifico y delicado a Pierro.

Odiaba esto.

Y ya volví uwu

¿Qué les pareció el capítulo de hoy?

¿Ya sabían que Rho y Epsilon eran clones de Dottore?

Espero y el capitulo de hoy les haya gustado, nos leemos en el siguiente.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top