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—Bien, tenemos un bastón de caramelo y un chico que sí te gusta. Me pregunto cuál será la opción indicada —expresó Brandon girando los ojos.

Gino, Clara y él estaban reunidos en el escritorio, con los codos bien marcados en el sitio para poder pensar en el siguiente paso.

—Sí, yo sé... es solo que... los bastones... las notas —soltó Clara confundida—. Supongo que ese era el punto de todo esto, ¿no? Si no me dejo guiar por las notas...

—Entonces serás una persona normal. Una chica a la que le gusta un chico y habla con él. Nada complicado como todo este cuento.

Gino tan solo los miraba de un lado a otro, como en una cancha de tenis, y después de un pequeño intervalo de silencio, decidió intervenir.

—Yo entiendo a Clara —dispuso, provocando que Brandon se llevara una mano al rostro—. Sí, es que... es como una de sus historias. Las de los libros, es algo que tiene ese toque especial. Si tan solo descarta al chico de los bastones, entonces todo perderá la magia.

—Bueno, si la vida real no se parece a uno de sus libros, es porque... tengo noticias, este no es un libro. Las cosas no pasan de esa forma. Los libros los planean, los escriben con cuidado y si algo no es lo suficientemente emocionante, entonces lo borran y lo cambian por otra cosa. La vida no es así, Clara.

Por un momento (uno muy breve), se sintió satisfecho con aquellas palabras, pero pronto percibió que aquello había roto la ilusión de su amiga, así que simplemente llevó una mano hacia su brazo y le dirigió una sonrisa algo forzada.

—Que sea tan solo una aventura navideña, si es que así le dicen ustedes —soltó el chico—. No lo tomes demasiado en serio.

—¿Cómo no quieres que lo haga? —finalmente opinó Clara, que empezaba a percibir que las lágrimas estaban acumulándose en su mirada—. Vengo aquí todos los días y trabajo muy duro. Estoy sola, ya no tengo familia. Mi abuela murió. Los tengo a ustedes —agregó limpiándose la primera lágrima—, pero fuera de ello, mi vida no es más que cotidiana y eso... a veces me deprime.

Brandon sintió aún más culpa por el discurso que acababa de dar y, finalmente, se acercó a Clara para darle un abrazo. Gino dio la vuelta al escritorio, para unirse al mismo. Después de un rato en esa promesa de amistad silenciosa, la chica recuperó el mismo brillo que mostraba siempre.

—Gracias, lamento esto. Sé que es raro...

—No, no digas más —interrumpió Brandon tomando entre sus manos la caja de quejas—. Ve qué te escribió hoy, tal vez haya alguna señal. Y habla con Lorenzo, también habla con Ramiro, creo que podrías descubrir quién es el de las notas. Yo me encargo de acortar la lista más tarde.

Los amigos se dedicaron una sonrisa comprensiva y finalmente la rubia abrió la caja con emoción.

Sacó los papeles uno a uno, esperando encontrarse con el bonito papel color rojo que siempre envolvía las palabras de su admirador secreto; pero al final, esta nunca apareció.

Todos se miraron desilusionados, aunque Clara tomó un respiro para terminar de recuperarse antes de hablar.

—Bueno, hoy quiso ser misterioso —expresó moviendo las notas—. Pero estamos muy cerca... tengo que hablar con ellos y lo sabré.

—Clara —la voz de Michelle rompió toda la atmósfera festiva.

Gino tomó su gorro de duende y caminó lo más rápido posible hacia la cocina, al igual que Brandon, que estaba harto de colaborar con la fiesta navideña.

—Hola, ¿qué pasa?

Los brazos cruzados de la mujer ya le indicaban que aquello tendría que ver con la tarde que había pasado Clara observando esa clase de danza, sabía que, eventualmente, la prima de Claudine iba a reportarla, así que ya había pensado en una coartada para la gerente.

—No es bueno que la recepción quede sola, en especial para que asistas a los talleres que fueron hechos para los huéspedes —comenzó a regañar mientras Clara colocaba su mejor actitud.

—Lo sé, lo siento... de verdad. Dejé a Gino a cargo, la recepción jamás quedó desprotegida. Es solo que... ya sabes, a veces también quisiera disfrutar de esas actividades.

La carita de tristeza que estaba pintando funcionaba. Michelle conocía a Clara desde que había sido una adolescente pidiendo su primer trabajo. Conocía la historia, el padre se fue en cuanto supo que la estaban esperando, la madre falleció por una enfermedad y la abuela, finalmente, también la dejó.

Suspiró observando los alrededores, como si hubiera una persona que la pudiera regañar, y después regresó la mirada hacia la chica, que ya subía sus ojos hacia la gerente.

—Comprendo, sé que han hecho un gran trabajo durante este año. El hotel también quiere compensarles, pero para ello es que hemos organizado la fiesta —explicó mientras colocaba una mano sobre el brazo de la joven. Tenía su suéter navideño debajo del chaleco, así que se sentía cálida y suave—. Mira, no puedo permitirte que andes por ahí en los talleres, porque necesito que siempre haya alguien al frente del hotel, pero puedes quedarte un tiempo extra y tomar las pequeñas clases que damos en la noche. Son talleres sencillos, de lectura, de escritura, creo que te gustarán.

Clara mostró una amplia sonrisa, apartando el gesto que había seleccionado para lograr su objetivo logrado.

—Prometo no dejar mi puesto de nuevo.

Michelle asintió satisfecha y después se retiró hacia la zona en donde estaba su oficina.

¡Sí! Ella necesitaba una excusa, aunque fuera una para salir de su espacio de trabajo. Si lo lograba, estaba del otro lado, porque ahora tendría la oportunidad de coordinar encuentros con los sospechosos. Ahora solo quedaba revisar la lista de los que atenderían sus talleres nocturnos. Tal vez, porque muchas veces así sucede, el destino ya se había encargado de acomodar todo para que las cosas fluyeran solas.

Las pupilas de Clara desfilaron por la hoja de registros hasta que, finalmente, abrazó la perfección del destino.

—Lorenzo Priano —susurró mientras leía su nombre. Continuó un poco más abajo y leyó—... Ramiro, también, vaya. —Y cuando sintió que la vida le había elegido como su favorita, entonces el destino dio un movimiento de varita más.

Otro nombre saltó, ella sabía por qué, y es que estaba guardado en su inconsciente junto con esa lista. Uno más, otro sospechoso en los talleres de la noche: Ryan Kelsey.

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