❄ 25 ❄

Terminó el turno con la dulce sensación de que todo había salido como debía ser. Ahora le quedaba una duda, ¿quién era en realidad el chico de las notas? Había descartado a todos los sospechosos y no tenía más personas en la lista. Miró la caja de quejas, pero cuando la volteó, estaba completamente vacía.

Quería contarle a sus amigos cómo es que todo había terminado. Ya no había tiempo, al siguiente día era Navidad y los huéspedes irían abandonando uno a uno el hotel.

La cena Navideña comenzaba a desarrollarse, Gino se quedaría horas extras a trabajar, al igual que todo el equipo de meseros del Villa. Clara sí que podía retirarse para que tomaran el turno de la noche, pero sabía que aún tendría oportunidad de platicar con sus dos amigos antes de que empezara la cena de los huéspedes.

Gino le dijo que se vieran afuera del salón en donde había sido la fiesta, en la escalinata de la última vez, y así lo hizo la chica en cuanto se hubo cambiado para volver a casa. No quería pensar demasiado en que la historia había acabado, porque muy en el fondo, eso la ponía muy triste.

—Llegué —anunció Gino que portaba una bolsita en las manos—. Creí que no lo lograba. ¡Allá es una locura!

—¡Gino! ¿Y Brandon? ¡Tengo que contarles!

El chico extendió la bolsa hacia ella, mientras rascaba su cabeza con gorro de duende y suspiraba.

—Dejó esto para ti. Se fue temprano, dijo que estaba enfermo y que necesitaba fuerzas para mañana.

La rubia abrió la bolsita. Miró los dos bastones de caramelo que le había dado a su amigo, así como el collar de su abuela. Devolvió el rostro hacia Gino confundida y él se colocó de puntillas con las manos en los bolsillos.

—Me dijo que era su trato.

—Pero, yo no lo encontré —soltó la chica sacando uno de los bastones—. No lo encontré, no era Ramiro.

—¿A qué te refieres con eso?

—Es lo que venía a contarles, un misterio sin resolver. No era Ramiro y tampoco saldré con él ni nada, es... No sé, no sé quién pudo haber sido.

Clara soltó una exhalación de estrés y se regargó en la pared que estaba a un lado. De pronto, algo llegó a su mente, al tiempo que sentía que el frío comenzaba a resultarle molesto.

—Un momento, ¿por qué me citaste aquí? Pudimos haber hablado dentro del hotel.

Gino volvió a ponerse de puntillas y miró a Clara como si fuera un niño pequeño que hubiera hecho una travesura.

—Es que creí que aquí podrías reaccionar mejor. ¿Sabes? No tendrías que guardar la compostura.

—¿Qué? ¿De qué estás hablando?

—Clara... yo era el de las notas.

Por un instante el mundo se detuvo para la rubia. ¿Cómo era posible que hubiera sido así? ¿Gino? ¿Gino el gran romántico con el que había estado fantaseando?

—Es que... Te aprecio mucho como mi amiga y sabía que tenías la ilusión de vivir una gran aventura... como en tus libros.

Clara seguía escuchándolo, pero era como si estuviera lejos de sí, en una burbuja, mientras ella procesaba todo.

—Creí que sería emocionante, al inicio, tan solo una. Pero hicimos tan buen equipo y todo fue tomando forma, pensé... No sé, que quizá sí podrías encontrar a alguien en el camino.

—Gino... —comenzó a decir con la voz enfurecida—. ¡Gino! ¿Cómo pudiste? Tú sabes la gran ilusión que tenía... tú sabías lo mucho que creía... ¡Oh, Gino! He quedado como una verdadera crédula... Aunque eso soy, la crédula de Clara. La de las historias, ¿no?

La rubia empezó a derramar un par de lágrimas, mientras recibía el abrazo de su amigo a regañadientes.

—Perdóname, Clara. Yo no quise lastimarte. Se salió de mis manos.

Las lágrimas continuaron por un buen rato más, sabiendo que esa ilusión en realidad nunca existió. La chica suspiró por unos instantes, procurando retomar la compostura, y finalmente miró a Gino con una muy ligera sonrisa forzada.

—Te perdono... Es solo que... Dios, no lo sé.

—Creí que te había ido bien con Ramiro.

—Todo terminó bien, pero sabes que nada cambió con esta historia. Ahora solo tengo mi trabajo, que no sé qué tan bien salga, porque con Brandon enfermo...

—Clara, Brandon no está enfermo —soltó Gino mirándola fijamente—. ¿No creerás que sí lo está?

—Pero es que tú...

—Eso dijo él. —Gino miró alrededor, como si el mismísimo Brandon fuera a aparecérsele, para darle una lección por andar de boca floja—. Pero, él no está enfermo, él los vio abrazándose. A Ramiro y a ti.

La chica tuvo que volver a tomar un momento para procesarlo, pero esta vez, Gino miró su reloj y le sonrió antes de acomodar su gorro de duende.

—Lo siento de nuevo, Clara, pero tengo que irme. Y, si quieres mi opinión, creo que ya no importa lo de las notas, sino la persona que te acompañó todo ese tiempo en esta aventura, ¿no es eso mágico?

Clara sabía que aquella elección de palabras había sido pura coincidencia, pero también guardaba mucha verdad. Observó la pequeña bolsa que tenía frente a sí y los bastones de caramelo. Se colocó el collar de inmediato y miró hacia los pinos del hotel.

—Una suscripción de por vida, por la mitad del precio —recitaba un vendedor en la puerta de Brandon.

—Sí, ya le dije que no me interesa. Compré esa suscripción el año pasado y resultó ser horrenda. Así que no. Además es casi media noche, ¿qué hace aquí en mi puerta?

—Podemos ofrecerle un paquete al doble, por más meses y más capacidad de internet.

—Buenas noches y feliz Navidad —concluyó el chico cerrando la puerta con hartazgo—. ¿Feliz Navidad? Solo yo digo eso.

El sonido del timbre volvió a interrumpirlo, y dio un golpe en el piso con su pie antes de abrir.

—¡No quiero su paquete de internet! —gritó de una y se colocó la mano sobre la boca al notar que era Clara con un regalo en las manos—. ¿Clara? ¿Es Acción de Gracias? Solo me visitas en Acción de Gracias.

—¿Puedo pasar? Aquí está helando —preguntó la chica con una enrome sonrisa en el rostro.

El chico le permitió la entrada, después la invitó a acomodarse en la sala y luego fue a la cocina por un par de chocolates que había preparado.

—Pensé que podríamos pasar Nochebuena juntos, ya que ninguno tiene otro plan —explicó la chica recibiendo una pequeña cobija de parte de Brandon.

—Razonable, pero, ¿qué hay de tu enamorado?

—Un pajarito me dijo...

—El pajarito es Gino, ¿no es cierto?

Clara soltó una risa antes de continuar.

—...que nos viste abrazándonos, pero, solo nos estábamos despidiendo.

Brandon asintió a esa afirmación, mientras tomaba un poco de su chocolate.

—Rara forma de despedirte de la gente, Clara.

Nuevamente la rubia se rio, pero esta vez dejándose sentir. Era cierto, la vida con Brandon era así, dorada, hermosa. Era mágica, era romántica.

—Te traje un regalo —dijo ella señalando con la cabeza el paquete—. Creí que un kit te serviría ahora, me dijeron que saliste temprano hoy para tener fuerzas mañana.

El chico asintió un poco desganado y tomó el paquete entre las manos. Comenzó a abrirlo despegando el papel de regalo que había colocado en la cajita. Era el kit más elaborado que hubiera recibido de su amiga, pero siempre los apreciaba, y pesar de que ella no supiera (aparentemente) que era la causa de que ese preciso día ocupara uno, realmente agradecía que se lo hubiera preparado

—Veamos... presentación, un diez. Creo que debe estar en el salón de oro de los kits —dijo el chico, quitando la tapa del regalo para dejar ver su contenido—. Mis chocolates preferidos, unos calcetines, ¡ah esos los necesitaba, en verdad! Un muñeco duende feo, me hacen reír, y lo sabes... ¿Qué más tenemos por aquí?

Había otras chucherías que le encantaban al muchacho, pero una bolsita de papel llamó su atención. La abrió y notó los dos bastones, con una nota en papel rojo.

—Esto se está poniendo raro.

—¡Ya! ¡Léela! Creí que la necesitarías, en especial porque mañana tendrás que cargar las maletas de medio universo —dijo la chica acomodándose en su asiento para mirar su reacción.

La lista portaba el ya conocido: "Razones para no renunciar".


1. El bono navideño.

2. Podrás reírte conmigo en el futuro de que Gino era el de las notas.

3. Nos dejan comer lo que sobró de la cena Navideña.

4. Tendremos dos días de vacaciones después de esto.

5. Nos pagarán al doble ese día.

6. Podremos reír juntos todo el día.

7. Podremos usar gorros de Santa Claus (dan calor, pero es gracioso).

8. Podemos estar juntos.

9. Podrás escucharme decir que al final no necesitaba descubrir quién era el chico de las notas.

10. Quizá si te quedas lo suficiente, te confiese algo.

11. Quizá si te quedes, ambos podremos pasar una primera Navidad inolvidable, porque...

12. Creo que estoy enamorada de ti.

P. D. Los bastones son para ambos, porque en mi corazón tú eres el chico de las notas.


El chico miró hacia otro lado apenas terminó de leer la nota y después se levantó del sillón para quedarse un segundo en silencio.

Cuando volteó, Clara pudo ver que tenía los ojos rojos, humedecidos, y el gesto francamente conmovido.

—Es mi alergia al frío —soltó intentando romper la tensión.

—Sí, suele haber alergias en esta temporada —respondió Clara mientras se quitaba la cobija para colocarse a un lado de su amigo.

Con las calcetas navideñas y los chocolates calientes, lo miró a los ojos y limpió las breves lágrimas que se habían acumulado en su mirada.

—No te creí tan cursi —bromeó la chica mientras su amigo respondía con una risa.

—Clara...

—Ya no digas nada. Creo que me tardé demasiado en darme cuenta —anunció rodeando al chico con sus brazos—. Todo el tiempo estuviste ahí frente a mí, y no digo solo ahora en Navidad... hablo de siempre. Todas las cosas que hemos vivido juntos. Creo que estaba obsesionada por encontrar una aventura de otro mundo, algo que me sacara de la rutina; no me di cuenta de que mi rutina era esa gran aventura que tanto anhelaba.

Brandon la miró a los ojos fijamente, rendido porque sabía que él también había capturado ese sentimiento, y al sonido de las doce campanadas, se dieron el beso más mágico que ninguno de los dos pudo haber vivido antes. Dorado, calmo, especial, justo como los besos mágicos deben ser.

—Feliz Navidad, Brandon.

—Feliz Navidad, chica de las historias.

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