❄ 2 ❄

Clara se sonrojó un momento, porque adoraba ser reconocida por esa capacidad para elegir historias, así que acomodó las hojas de registro frente a ella y después se aclaró la garganta.

—El cuento que estoy leyendo es sobre una princesa atrapada en unos divinos fiordos, en donde el sol se siente como cristales sobre la nieve...

—Quisiera un poco de sol ahora —interrumpió Gino suspirando por el frío.

—Calla, no me dejas concentrar. —Brandon volvió a cerrar los ojos.

—Antes de emprender su viaje, había hallado un cofre lleno de monedas de oro. Quizá esa era la maldición que la perseguía, porque una vez que huyó con él, los caminos por entre los fiordos se volvieron indescifrables. Estaba tan hambrienta y perdida que se creyó en la más profunda desgracia. Para colmo, y como si hubiera sido parte de una profecía, el cofre repentinamente se convirtió en una serpiente venenosa. ¡Era una trampa! No se angustien, porque ante tal peligro, ocurrió un segundo milagro: un príncipe desconocido saltó del agua helada y atravesó a la serpiente de un solo movimiento con el sable. No se sabía qué tierra poseía o qué hacía por ahí, pero libró a la temerosa de un final terrible. Ella estaba a punto de agradecer, cuando una idea llegó a su mente: ¿cómo supo lo que pasaría? Con suspicacia lo miró y señaló hacia el corazón del desconocido antes de proclamar...

—¡Ya están llegando, están llegando! —gritó Klaus, otro de los porteros, que llegaba corriendo con Jeffrey detrás.

—¡Para de correr! ¡Todavía no seca el piso antes de poner el tapete grande!

Los gritos de Jeffrey se vieron apagados por el motor de camiones. Como bien lo había anunciado Klaus, los enormes vehículos estaban entrando a la rotonda que se encontraba frente al Villa. Lucían sus grises armaduras resaltando levemente por el blanco del paisaje, con los ojos amarillos entornados hacia los rostros de cada uno de los empleados.

Gino salió disparado hacia la cocina, Clara se volvió a acomodar el gorro y Brandon corrió hacia la zona de los botones con la velocidad de un gato espantado.

—Aquí vienen —se dijo Clara en voz baja.

Las puertas de los camiones sonaron como penitencia y el espíritu de cada uno de los presentes tembló por lo que les esperaba.

Como olas de mar, la algarabía de los visitantes empezaba a llenar todo. No se alcanzaba a distinguir ninguna conversación, pero sí se pudo ver el gesto de Jeffrey sufriendo un leve tic al notar que los primeros diez niños entraban con sus zapatos lodosos por el piso recién trapeado. Detrás de ellos, un grupo grande de turistas sumergió la paz del hotel en el olvido, gritando de la emoción por lo perfecto que lucía todo.

"¡Trae la maleta!" "¡Mira, mamá, un caballo de madera!" "¡Este árbol es enorme!". Las frases iban y venían tan rápido como en una carrera de NASCAR. Algunos de los grupos que entraban, se diferenciaban por una banderita roja que portaba su guía de turistas. Había tantos, al mismo tiempo, que podías escuchar los discursos entremezclarse.

"... El Little Villa, fundado en..."

"... Uno de los hoteles más vistosos de..."

"... Conocido también por su delicioso buffet navideño..."

Clara sintió un nudo en el estómago al ver a ese montón de personas acercándose a la recepción. Sabía que necesitaba atender a una porción de clientes que buscaban informes, a otra que requería una habitación y a aquellos que sí contaban con reservación. Todos tan desordenados, como aquel largo escritorio les permitía.

"... Una habitación, señorita. Señorita, le estoy hablando. Yo iba primero..."

"... A nombre de Betty Carrera, le deletreo el nombre..."

"... Lo tengo aquí al teléfono, señorita. Espere... Mario, rebota la tarjeta..."

"... ¡Señorita! Llevo veinte minutos esperando que me den mi llave..."

"... ¡Señorita, señorita! ¿Tiene cupo? ¡Señorita!"

"... Dos cuartos, solo pido dos cuartos..."

El caos no se detuvo cuando el primer grupo de turistas se fue. Una parte de ellos reservó habitación para esa noche, terminando su tour, pero los que no volverían fueron reemplazados por el siguiente grupo que arribó unos minutos después. Y ese fue reemplazado por otro y otro y otro más.

Tantas personas entraron por la puerta del Villa, que el final del día dejaron cupo lleno y a los nervios de cada empleado deseando con todas sus fuerzas que ya fuera enero.

—Creo que se me van a caer los brazos —dijo Brandon que llegaba nuevamente al escritorio de Clara.

Ya eran las once de la noche, el turno casi acababa y era el momento más calmo del hotel, cuando los huéspedes se habían cansado de pedir tanto y dormitaban cómodos en esas suaves y calientitas camas que conservaba el Villa.

—A mí, el cerebro —expresó la chica masajeando sus sienes—. Ni una llave. —Señaló el mueble detrás de ella que custodiaba cada llave del hotel—. Todo está lleno, esto será una locura. No sé cómo sobrevivir este año.

—Oye, no es tan malo, piensa que es como en tus libros. Una aventura de Clara. —Brandon clavó su mirada en ella. Realmente se veía desconsolada.

La rubia lo miró con mala cara y después alejó su atención de él para dirigirla a Gino que salía despavorido del área de cocina.

Jeffrey soltó un grito ahogado, porque el mesero pisó sin querer la entrada que volvía a limpiar después de la estampida de gente.

—¿Quieren dejar de una vez que seque para poner el tapete? —se quejó por lo bajo para no alterar a los pocos huéspedes en el lobby.

—Gino, si sigues armando escándalo, la gerente nos matará —comentó Clara entre dientes al tiempo que sonreía a una huésped que avanzaba hacia el restaurante.

—Lo siento, quería huir antes de que ella me atrapara... Alhelí, está loca. Casi me avienta una olla hoy. Los proveedores trajeron las papas tan tarde que me puso a mí y a casi todos los meseros a pelarlas. Yo dejé una papa tan pequeña que me la lanzó a la cabeza. ¡A la...! Cabeza —dijo corrigiendo su tono al final—. Acaba mi turno en cinco minutos. Me voy antes de volverme loco.

—Suertudo, yo tengo quince. Michelle me dijo que pasara a su oficina por el último cheque que me quedó debiendo.

Clara buscó con la mirada a Brandon, pero había desaparecido. No era extraño, porque lo llamaban continuamente de las habitaciones, así que simplemente tomó un caramelo de su tarro en el escritorio y le dirigió otra sonrisa a Gino.

—No terminaste de contar la historia, Clara.

—Será para otro momento, estoy muy cansada. —La joven contempló un segundo la chimenea del fondo—. ¿Sabes qué he pensado mucho estos días? Que quiero vivir una aventura.

—¿Como en tu libro?

—Justo como en mi libro —respondió la rubia decidida—. Quiero... que eso salga del papel, esa magia. ¿Es mucho pedir un poco de emoción, misterio... romance en tu vida?

—No lo sé. —Gino hizo una mueca que mostraba jamás haberlo reflexionado—. Yo soy feliz así. A veces las aventuras también traen estrés y drama. ¿Te gustaría casi ser matada por una serpiente como en la historia?

Clara soltó una pequeña risa antes de negar con la cabeza. Los que la conocían sabían que esto no era nada nuevo. Cada que acababa una historia, se lamentaba por no haberla vivido ella misma. Quizá era demasiada rutina o su tendencia a romantizar todo, pero no podía evitar desearlo, desear su propia gran aventura.

Cuando faltaban unos breves minutos para que el turno terminara, Clara llamó a la puerta de la gerente para tomar su cheque. Mientras aquella lo llenaba, pudo ver la hermosa vista que se mostraba del hotel. Perfectos anocheceres, la profundidad de los pinos que pintaban el horizonte, una emoción particular iniciaba en la punta de su estómago. ¡Algo vendría! La chispa de la magia no podía evadirla por tanto tiempo.

—Puedes irte, Clara. Gracias por tu buen trabajo —expresó Michelle sin levantar la vista de sus papeles.

—Con gusto, nos vemos mañana.

—Oh, antes de irte... revisa el buzón de quejas. Queremos hacer mejoras al hotel, hoy que hubo tanta afluencia, debe haber un montón. Sepáralas, por favor en categorías. —La impecable mujer le dirigió una sonrisa blanca antes de volver a sus documentos.

Las piernas de Clara gritaban que ya no podía quedarse un minuto más en el hotel, pero no sabía negarse a esas peticiones. Sin más, volvió a su escritorio, tomó el buzón de quejas y lo abrió para dejar un montonal de papeles doblados cubriendo su espacio de trabajo.

Pasó rápidamente las manos por encima para separarlos, cuando uno llamó su atención. Era de color rojo, estaba doblado demasiado bien y tenía un pequeño sticker dorado en la punta.

Como si estuviera por cometer un crimen, verificó a sus alrededores. No había nadie en el lobby, los turnos de todos habían terminado y los siguientes empleados apenas estaban cambiándose en los vestidores.

Desdobló con cuidado el papel para encontrar una bonita letra en plumón dorado:

"Una queja formal: La recepcionista es demasiado encantadora para poder concentrarme en mi registro. Oh, pero seguro estás leyendo esto, qué digo. Qué linda sonrisa, vi el libro que tenías en el escritorio y quiero decirte que estoy con el mismo. ¿Qué te parece el príncipe gandalla?. Atentamente: ..."

Clara dobló y desdobló el papel como si fuera una broma. ¿Había sido Brandon? Lo notó preocupado por ella, pero esa no era su letra, además él nunca leía y no alcanzó a revelarles que el príncipe había puesto la trampa para la chica en el cuento.

El corazón empezó a latirle, ¿era esta su chispa de magia?


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top