❄ 18 ❄

https://youtu.be/tgVYh94QH8k

La música comenzó a sonar. Era una canción que ella conocía, así que Clara agrandó su sonrisa y extendió la mano hacia Brandon.

Todos aplaudieron, en cuanto él le correspondió. Todos, incluyendo el corazón del chico, que para ese entonces escondía sus labios mientras miraba hacia el pequeño árbol de Navidad que habían montado en la esquina del salón. Sus manos se colocaron en la cintura de la chica, mientras que los de ella lo envolvieron, como olas de mar, alrededor de los hombros.

—En serio, Brandon, ¿qué tienes? ¿Te hice algo? ¿No estaban buenos los chocolates del kit? —preguntó la chica buscando su mirada.

—Quizá, quizá es eso... No me hagas caso, creo que me estoy sintiendo raro. Ahora que lo pienso, sí, quizá sean los chocolates, ¿verdad? Me los comí todos de una.

La rubia soltó una risa mientras seguían bailando.

—Eres un caso, ¿te acuerdas de la Navidad en la que comiste tanto chocolate que tuvimos que llevarte al hospital?

Ambos comenzaron a reír al recordar esa historia, perdidos en su complicidad de siempre. Gino bajó de la tarima con la cámara en mano, mientras evadía a las parejas que empezaban a unirse al baile. Se colocó a un lado de sus amigos para grabarlos.

Después de un rato, bajó un poco la cámara para ver si no estaba mirando mal a través de ella. No, ese brillo en los ojos de su amigo no era una alucinación. Parecía ser más fuerte que las luces decorativas; enfocaba a Clara como si fuera lo más importante, lo más único en todo el mundo. Volvió a colocarse la cámara en la vista para poner más atención a sus risas. Era tan obvio que no supo cómo es que nunca se dio cuenta.

—Terminando la fiesta, Gino me va a ayudar a irme a los trineos —contó la rubia a su amigo, al tiempo que él la giraba.

Brandon asintió, dirigiendo los ojos ahora hacia la nieve falsa.

—Espero que todo te vaya excelente —comentó alejándose un poco de la chica—. Tienes que contarnos todo... como en tus historias.

La rubia entendió que él quería detenerse, así que también se separó. Le dijo que iría por un poco de comida. Brandon no dudó ni un segundo para aprovechar ese momento y salir del salón por la puerta de emergencia. 

Necesitaba aire fresco, aire fresco y que fuera cualquier otra fecha que no fuera precisamente la Navidad. Tal vez si fuera un día tranquilo de marzo él no estuviera sintiéndose así y vería a Clara como siempre la veía.

El frío del ambiente exterior le dio justo en la cara, pero le gustó, porque fue como si pudiera despertar un segundo de ese extraño trance.

—Brandon —llamó la voz de Gino detrás de él, mientras cerraba la puerta de emergencias—. Sé qué tienes.

—Déjalo, son los chocolates. Me volví a sobrepasar...

—Te gusta Clara —afirmó Gino llevándose una mano a la boca al haberlo dicho en voz alta—. Brandon, te gusta Clara.

—Shhh, no, no, no. Eso no —dijo nervioso mientras miraba alrededor—. No es eso... es que he estado muy estresado, los chocolates y esa sidra barata... No es eso, en serio.

Gino miró hacia su cámara y volvió a reproducir, en la pequeña pantalla, el momento en el que bailaba con Clara.

—Tienes razón, no te gusta Clara... Estás enamorado de Clara.

Brandon ahora se llevó una mano al rostro, observando los trineos que empezaban a ser alineados a los costados del hotel.

—No le digas nada. Estoy enloqueciendo, es como si, de pronto, mi cabeza pensara en hacerme una mala jugada. —El chico se sentó en las escaleras de la puerta y colocó sus manos en la cabeza—. No puedo hacerle esto. Está emocionada con eso de las notas... No vayas a creer que yo soy el de las notas.

—No dije eso. —Gino se sentó a su lado y pasó una mano alrededor de él para darle un abrazo reconfortante.

—Da igual, es uno de ellos y ella... Solo, no hay que decir nada, porque sé que mañana que no esté vestida así, ni suene esa música, ni las luces se vean así; entonces la veré como siempre la veo. Como mi amiga Clara, y nada más. ¿Bien?

El chico asintió comprensivo, mientras Brandon volvía a levantarse.

—Me ayudará una caminata por ahí. Gino... es en serio, no le digas nada. ¿Lo juras?

—Lo juro... pero Brandon —interrumpió la caminata que su amigo empezaba a iniciar—. Quizá mañana todo eso siga ahí, el vestido, las luces y la música. Tal vez siempre estén bailando, aunque no haya ninguna fiesta.

Estuvo a punto de responder, después de haberlo mirado suplicante, pero la puerta de emergencia se abrió.

—Ustedes dos están tramando algo, no pueden ocultármelo. ¿Es un regalo navideño? —preguntaba Clara intentando animar el ambiente.

Gino sostuvo la cámara con la grabación que acababa de ver y miró por un instante a Brandon, como preguntándole si estaba seguro de lo que acababa de pedirle.

—Todo bien... es que, no queríamos decirte, pero discutí con Brandon en la mañana. ¡Tiró su enorme carrito de botones en frente de la Nochebuena dorada del piso dos!

La rubia respiró aliviada por la historia y bajó las escaleras para alcanzar a ambos y tomarlos de las manos.

—No sé ni por qué sigues yendo a pisos, cuando sabes que lo tienes prohibido, Gino —comentó sonriéndoles a ambos—. Pero dejen a un lado sus diferencias, aunque sea por esta fiesta, ¡es...!

—... La primera en la que estás —dijeron a coro los chicos, provocándose la risa entre todos.

—Así está mucho mejor. Son muy importantes en mi vida, ¿lo saben?

Brandon la observó una vez más. ¿Sería que Gino tenía razón? ¿Las luces siempre estarían ahí, aunque no hubiera ni un solo foco encendido?

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