❄ 14 ❄
—Me pisó —soltó Jeffrey con el gesto serio—. Llenó mis zapatos de lodo —relató en cuanto Klaus le explicó quién era.
—Pero, ¿a dónde iba?
—Salieron temprano a una excursión corta al bosque de pinos. Ya sabes... por los pinos —explicó Klaus agitando su revista—. Salieron temprano, aún no llegabas. Pero me imagino que tuvieron problemas por la nevada.
—La nevada empezó apenas ahora. —Clara lucía muy preocupada.
—La nevada, o que al chofer siempre se le olvida llenar el tanque. Cualquiera de las dos. No te preocupes, el hotel tiene alianzas con otras estancias pequeñas. El año antepasado les regalaron dos noches por este mismo inconveniente y al final todo salió bien. —Klaus se le quedó mirando y después rio—. ¿Iban a salir?
—Eeeh... no. No, ya me iba, solo preguntaba por él —respondió Clara recomponiéndose.
Klaus asintió dándole el gusto de sentir que lo había convencido y después se giró hacia su compañero para mostrarle el reloj.
—Vámonos, a menos que también quieras quedarte toda la noche.
Jeffrey soltó un poco su pose rígida y se dirigió hacia los cambiadores.
Clara se quedó mirando al horizonte esperanzada. Quizá pronto vendrían. El autobús daría vuelta cuando ella menos se lo esperaran, estaba segura. Tal vez incluso tendrían todavía un poco de tiempo al menos de charlar en la parte del lobby.
No podía quedarse a la vista, porque Jeffrey y Klaus la verían, así que caminó por la entrada del hotel hasta encontrar unas pequeñas escaleras. Eran las que servían como entrada a los proveedores que pasaban directo a la cocina.
Limpió un poco la nieve que se estaba acumulando y abrazó la mochila que tenía, antes de sentarse.
Por más que ajustaba la bufanda, el frío siempre resultaba ser mucho más fuerte. Se puso a temblar, intentando no estar demasiado consciente de que eso era lo que estaba haciendo. Si lo aceptaba, probablemente su lado sensato le diría que no era correcto estar ahí, esperando un autobús que quizá (lo más seguro) nunca llegaría.
Klaus y Jeffrey salieron y subieron al auto del primero. Clara envidió un poco el gesto desenfadado de Jeffrey, porque sabía que era así, real. Una vez soltado el uniforme, se volvía un hombre relajado y tranquilo... orgulloso. Le hubiera encantado estar orgullosa. Así no hubiera sentido tanta culpa cuando unos faros le iluminaron la cara desde el estacionamiento.
Intentó visualizar quién era, pero los faros eran tan fuertes que no podía ver ni qué auto era ni quién lo conducía. Parecía que tan solo había encendido los faros para llamar su atención, hasta que el motor se encendió. Reconoció el sonido de inmediato. El auto empezó a acercarse hasta quedar a la altura de la chica y el vidrio bajó para dejar mostrar un rostro de desaprobación.
—Te dije que esperaras adentro —reclamó Brandon haciéndole un gesto para que subiera.
La rubia no dudo ni un momento y levantó su entumido cuerpo hasta la puerta de copiloto de Luis.
Apenas entró al vehículo y la calefacción, que estaba al tope, la rodeó. Finalmente volvía a recuperar el significado de la palabra "bienestar". Tomó una gran bocanada de aire antes de dejar ir la pequeña mochilita que aún abrazaba como si su vida dependiera de ello, y fue hasta ese momento, que reparó nuevamente en la presencia de Brandon.
—¿Qué haces aquí? —preguntó la rubia frotando las manos.
—No, ¿tú qué hacías ahí, Clara? ¿Querías congelarte viva? —cuestionó ayudándola a frotar los brazos para recuperar el calor—. Nada de este cuento que te está pasando justifica quedar como hielo. ¿Si conoces el concepto de ponerte por encima de los demás? ¿Lo conoces?
—Lo conozco —respondió ella acomodando la mochila que había tirado—. Lo conozco bien.
Brandon ajustó el vidrio retrovisor y después señaló el cinturón de seguridad.
—Clara, es en serio. Necesito saber que podrás ponerte en primer lugar en esto —comentó al tiempo que empezaba a integrarse hacia la calle principal desde el hotel.
—¿Por qué trajiste a Luis? —cuestionó la chica—. Odias conducir. Solo lo sacas en ocasiones especiales.
—Sí, pero con esta helada, ¿tú crees que voy a estar congelándome junto a un montón de extraños? ¡Ah! Ahí está, pensar en uno primero. Pensé en mí, traje a Luis y ahora ninguno de los dos está sufriendo de hipotermia.
Clara volvió a suspirar y acomodó su cabello.
—Me hizo falta el gorro —le dijo para romper la tensión—. Tenías razón.
Brandon intentó mantener el gesto serio, pero después mostró una sonrisa discreta.
—Prometo ponerme primero —aseguró la chica. Sabía que su amigo tenía razón. No podía entregarse de esa manera a ninguna historia de amor—. Es solo que...
—No digas más. Me vas a lanzar una bomba de romanticismo. Y no, aquí voy a detenerte, el romance no es tan tóxico y podrido.
—¿Podrido?
—Sí, es algo podrido quedarte debajo de una nevada esperando a tu "gran amor". No, no tiene nada de lindo. Si tanto amas el amor y las cosas mágicas, busca cosas mágicas. ¿Ves magia en eso? La magia es cálida, es cómoda, es linda. En esa basura solo hay caos y sufrimiento... entonces no es romántico.
—Ya no me regañes. —Clara encendió la radio para que la música navideña acompañara su camino—. Pero... admito que tiene sentido lo que dijiste.
—Ah, es un don siempre tener razón.
El trayecto se sintió como estar dentro de una esfera de nieve. De esas que parecen contener su propio espíritu, su propio mundo. Clara apreció el camino a casa como nunca y, por supuesto, deseó que fuera mucho más largo, porque la comodidad que se respiraba en ese momento era indescriptible. Era como si el alma también tuviera calefacción propia.
Se despidió de Brandon demasiado pronto y cuando salió de su auto sintió el mundo exterior rompiendo la burbuja.
Metió llave a su casa, mientras observaba esa maravillosa esfera de nieve alejándose por el camino.
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