Capítulo 5+
Olivia +
Había llegado la hora de mi clase con el profesor Styles. «Sin agobios, Olivia», me dije a mí misma.
Al entrar en el aula, lo vi hablando con una chica. Ella flirteaba con él mientras éste le seguía la corriente.
Sentí cómo los celos me comían por dentro, destrozándome. Él le miró los pechos y se mordió el labio, encantado con lo que estaba viendo. Retuve las lágrimas llenas de ira y de dolor antes de que rompiese a llorar.
Me apresuré a llegar a mi asiento con la cabeza gacha para que nadie pudiera verme. Daba lástima y me sentía hecha una mierda. Mi madre me odiaría si se enterase de lo que había pasado. Me deshice rápidamente de aquellos pensamientos y volví a clavar mi mirada en él y en la chica, hasta que al fin empezó la clase.
—Hemingway —dijo, escribiendo el nombre en la pizarra—. Un amado escritor. Pero, sintiéndolo mucho, no son como él. Son mis jóvenes jedis. Todos tienen su propio estilo. Puede que algunos tengan estilos de mierda, pero...
—¡Já! ¿Deberíamos llamarte a ti igual? ¿Styles? —gritó un chico del final. Puse los ojos en blanco ante su estúpida pregunta. Aunque al parecer al resto de la clase le divirtió.
—No. De ahora en adelante usted me va a llamar «Papá», porque es así como tendré que actuar si usted no se calla de una puta vez. —La clase entera dejó de reír al instante—. ¿Lo has pillado, mamón?
—Sí.
—¿Sí, qué?
—Sí... papá —musitó el chaval.
La clase rió a carcajadas mientras el profesor Styles sonreía orgulloso.
—Como iba diciendo, todos somos diferentes, pero intentamos copiar a Hemingway. El trabajo consistirá en crear una historia basándose en una de las suyas, pero utilicen su propio estilo. Eso no significar copiar la historia y cambiar un par de palabras, y se lo estoy diciendo a usted, mamón.
Unas chicas se rieron sin poder contenerse, y el profesor Styles aprovechó para guiñarles un ojo. Volví a poner los ojos en blanco e intenté reprimir las ganas que tenía de que también me lo hiciera a mí.
—Invéntense una historia nueva, corta, con vuestro propio estilo. Pero que sea del mismo género y que tenga los mismos nombres de los personajes. Si eso les ha confundido, entonces perfecto. Pueden comenzar.
El profesor Styles tomó asiento y yo saqué el portátil. Abrí un nuevo documento de Word. Levanté la vista y vi que me estaba mirando fijamente. Su mirada verdosa era tan intensa que me temblaba hasta el corazón. ¿Acaso era eso saludable? Debía de serlo.
Aparté mi mirada de la suya, pero aún podía seguir sintiéndola mientras escribía en el documento. Durante el resto de la clase estuve tan concentrada en las palabras que abarcarían mi historia que ni siquiera escuché el timbre.
Tecleé rápidamente la última frase y me di la vuelta para coger mis cosas, hasta que escuché un golpe seco. El corazón me empezó a palpitar descontroladamente y alcé la mirada lentamente. El profesor Styles tenía la mano sobre mi portátil —ahora cerrado— y me miraba fijamente.
—No necesitas esto —dijo sin más.
Respiré con fuerza al conectar mi mirada con sus ojos, ensombrecidos por el deseo.
—¿Por qué? —susurré con dificultad.
—¿Acaso te has olvidado de lo que pasó ayer? —cuestionó con las cejas fruncidas.
—En verdad, tengo que hablar de eso. No debería de haber pasado. Fue un error por parte de ambos y...
—¿Quieres sacar un sobresaliente en esta asignatura? —me interrumpió.
—Sí, pero quiero ganármelo —contesté en voz baja.
Su ceño fruncido se acentuó aún más mientras me analizaba.
—Te lo has ganado. ¿Entiendes lo que te estoy diciendo? —Negué con la cabeza porque la verdad es que no lo sabía—. Estás buenísima y quiero hacerte un par de cosas. Es sencillo: jugamos un poquito y a cambio consigues tu sobresaliente.
Abrí la boca, impactada. Eso no era ganárselo, eso era hacer trampas.
—¡No! ¡No soy ninguna prostituta! Puedo conseguirlo por mí misma —dije furiosamente. ¿De verdad creía él que estaba tan desesperada? ¿Acaso lo creía yo?
—Ambos nos beneficiaríamos con el trato. Si no lo aceptas, ese sobresaliente que te ganaste ayer se convertirá en un suspenso —advirtió, y dio media vuelta.
No tenía ni la más remota idea de lo que debía hacer. Quería ganármelo, y aún podía hacerlo si me esforzaba más. Aunque esto también podría servir como créditos extra. Por ejemplo, si hacía algo mal... podía tocarle. Dios. Estoy desesperada.
—¡Vale! —dije, levantándome—. Lo haré.
Harry se giró, sonriéndome con superioridad. Sus ojos recorrieron mi cuerpo de arriba abajo mientras se mordía el labio.
—Acércate —gruñó. Agaché la cabeza, avergonzada, y caminé lentamente hasta que sus botas aparecieron en mi campo de visión. Me sentía como si estuviese haciendo algo bastante vergonzoso.
Con sus dedos agarró mi barbilla y tuve que alzar la cabeza hasta que me besó. Sentí un escalofrío ante el contacto con sus cálidos labios.
—Yo no... Es mi... —tartamudeé nerviosa.
—Lo sé, nena —dijo, y se dirigió a su gran silla de escritorio. Se sentó y dio unas cuantas palmaditas en su regazo. No estaba segura de sentirme a gusto con la idea de sentarme sobre él.
Al ver que tardaba tanto en decidirme, me agarró del brazo y me colocó en su regazo. Su erección estaba pegada a mi trasero mientras sus manos me agarraban de las caderas.
—Has hecho bien en ponerte el vestido —murmuró, y comenzó a descender sus besos por mi cuello. Sus grandes manos recorrían lentamente mis muslos. A medida que ascendían, el calor que sentía iba en aumento. Sus manos desaparecieron por debajo del dobladillo y jadeé.
—¿Q-qué haces? —pregunté, intentando detenerlo.
—Voy a hacer que disfrutes. Voy a hacer que te corras —contestó con voz ronca y comenzó a mordisquearme la oreja. La respiración se me volvió superficial a medida que las yemas de sus dedos jugueteaban con mi clítoris.
Su suave roce era capaz de derretirme. Con su otra mano me ayudaba a permanecer en mi sitio. Pronto se deshizo de mis bragas mientras yo me preparaba mentalmente para lo que se avecinaba.
De entre mis labios escapó una mezcla de suspiro y gemido al sentir sus dedos en mi palpitante humedad.
El pecho me subía y bajaba descontroladamente mientras agarraba con fuerza la silla.
—¿Te gusta, muñeca? —Gimió, chupándome el lóbulo de la oreja—. No hemos hecho más que empezar.
Pegué un brinco cuando separó mis piernas e introdujo un dedo en mi interior. Al principio fue algo incómodo, pero después cambió por completo.
—Estás tan húmeda —ronroneó en mi oreja.
Gemí, mientras él continuaba moviendo su dedo. El fuego recorría mi organismo vertiginosamente concentrándose en la parte baja de mi abdomen.
Era una sensación abrumadora. El placer se asimilaba a lo inverosímil, y la agilidad de sus movimientos estaba a punto de llevarme a la cima. Me estremecí cuando metió otro más.
Acompasó sus movimientos a mis temblores mientras me iba deleitando por dentro. El profesor Styles continuaba chupándome y besándome el cuello.
—Grita mi nombre, muñeca —susurró con voz ronca en mi oído. Cerré los ojos con fuerza y abrí la boca por inercia.
—Prof...
—Llámame Harry —me interrumpió, alzando el tono de voz.
—¡Ah, Harry! —grité. No pude resistirme. La forma en la que movía sus dedos era impresionante.
—Eso es, muñeca. Estás tan estrecha y húmeda. Quiero meterte la pòlla hasta el fondo —gruñó, mientras me mordía la oreja y metía más los dedos. Con la ayuda de su pulgar acariciaba desesperadamente mi clítoris, aumentando la sensación de placer.
Harry (ahora que sabía cómo se llamaba) continuó susurrándome cosas guarras al oído, mientras aumentaba el placer. Arqueé la espalda mientras mis paredes se contraían ante la presión de sus dedos. Me sentía abrumada y desesperada. Chillé ante tal sensación.
—Córrete para mí, muñeca —susurró. Volví a gritar su nombre, y alcancé el clímax. El éxtasis nubló mis sentidos, apoderándose de cada temblor que mi cuerpo padecía. Él continuó moviendo sus dedos en mi humedad mientras poco a poco iba relajándome.
Sofoqué un jadeo cuando Harry retiró sus dedos. En esta ocasión los llevó a la altura de mi boca, lo que hizo que echase la cabeza hacia atrás.
—Chúpalos, nena. Entérate de lo que eres capaz de hacer, de cómo sabes. —Con los nervios a flor de piel, me metí dos de sus dedos en la boca y los chupé. Cerré los ojos, gimiendo suavemente.
Harry maldijo alto entre dientes y apartó sus dedos de mi boca. Permanecí recostada sobre su pecho, intentando recuperar la compostura.
—Hoy no me harás nada. Podrás hacerme una paja cuando esté puntuando tu trabajo —habló con soberbia. Giré la cabeza para enfrentarme a su bello rostro. Nunca había prestado atención en lo apuesto que era.
—Uh... No nos oirá nadie, ¿verdad? —pregunté cautelosamente. Si alguien me pillara, mi vida se iría a la mierda.
—No. Pero tú eres la gritona aquí. Ha sido tan sexy.
Me puse roja como un tomate e intenté esconderme con la ayuda de mis manos. Harry soltó una risita. Me gustaba llamarle Harry. Ahora tenía que acordarme de no llamarle así en clase.
—Bueno, siento mucho tener que echarte pero me parece que tienes un trabajo pendiente.
Me bajé de su regazo y corrí hacia mi pupitre. Sentía las piernas como gelatina y una sensación extraña ahí abajo.
Mientras recogía mis cosas, continuaba sintiendo sus ojos fijos en mí. Alcé la mirada y lo vi mirándome, sonriendo. Le devolví la sonrisa y caminé en su dirección, pensando en lo que estaba a punto de hacer: algo que no podía controlar. Me incliné y besé suavemente sus labios. Cuando me retiré, vi su rostro fruncido y aquello se sintió como una patada en el estómago.
—Recuerda que solamente estamos jugando. No te encariñes. Todo esto... tú no significas nada —sentenció sin emoción.
Fruncí los labios al sentirme herida. Era como si me hubiese apuñalado en el corazón. Me tragué el nudo que se me había formado en la garganta. Sabía que no éramos nada, pero eso no me quitaba el dolor que sentía. Era como si mi cuerpo estuviese envuelto en llamas. Retuve las lágrimas y fingí una sonrisa.
Asentí y salí de la clase lo más rápido posible. Las lágrimas se concentraban en mis ojos, abriéndose paso por mis rosáceas mejillas mientras corría hacia la salida del edificio con mis botas resonando por todo el piso. Lloré cuando iba hacia mi dormitorio y continué haciéndolo una vez en mi cama.
Me abrumaban las emociones: dolor, ira, tristeza, lujuria, traición, confusión y odio. Aunque la que predominaba era el odio.
Me había encaprichado muy rápido de él, y me sentía como una puta. Era la primera vez que usaba esa palabra para describirme.
Estaba hecha un lío y lo único en lo que era capaz de concentrarme era en Harry. Por una vez en la vida sabía que no acabaría ese trabajo.
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