¿Qué quieres?
El tiempo me es desconocido; después de saber que Jacobo había ingresado al departamento de Cris de forma violenta, que había estado detrás del apagón del sitio y que me había dormido para dejarme en un cuarto a oscuras, temía por mi vida y por la de Cristopher.
Trato de incorporarme, pero mis manos y piernas se encuentran atadas a lo que creo es una silla, mi cuello me duele como si sobre este estuviera cargando un gran peso. El silencio es lo más aterrador que puedo sentir.
¿Qué es lo que desean hacer?
Un ruido a mi espalda hace que mi cuerpo se enderezca de inmediato, logró sentir como el sudor sobre mi cuerpo, frío y húmedo, hace que mi camisa se pegue a mi torso y en cada área de mi rostro y cuando trato de mojar mis labios, ahora secos y cortados, saboreo la sal en ellos.
—Está despierta.
Esa voz es otra, ¿Cuántas personas hay aquí?
La intensidad de las pisadas a mi alrededor aumentan, unas manos grandes me toman la cabeza, la sacudo con fuerza, pero la presión sobre ésta es mayor, hasta que una bofetada me paraliza. Ese sonido parecía hacer eco por la habitación, mientras me vendan los ojos.
—Parece que te gusta la violencia y a mi me encanta proporcionártela.
Jacobo, ese hijo de perra se atrevía a tocarme, jugaba con mis labios y mejillas, parecía que quería apretarlas.
¡Que diablos, eso era lo que estaba haciendo! Solo que al momento de meter uno de sus dedos, pude morderlo
—¡Maldita puta, abre la boca!
El sabor de su sangre, que asquerosidad. Abro la boca y escupo, sin embargo, con mayor fuerza me pegan a la silla, el ardor en toda mi boca es inminente al sentir como, lo que creo que es un trozo de tela, ingresa a esta hasta que pueda sentirla sobre mi garganta. No quieren que hable y tampoco que mire.
Siento el palpitar de mi corazón en diversas áreas de mi cuerpo, las náuseas tocan mi garganta provocando arcadas, trato de respirar profundamente y las lágrimas se acumulan en mis ojos, no hay nada que pueda hacer, ni siquiera lamentarme por lo que está pasando.
—Sabes, así terminan las perras, amarradas y listas para irse al matadero.
¿Ella está aquí?
El sonido de los tacones al caminar, me indican que no estoy equivocada, es una mujer, una que no entiendo porque me odia tanto, lo suficiente para hacer todo esto.
Grito, la necesidad de alejarme de todos aquí me llenan de un impulso que solo provoca un ardor en mis manos y las esquinas de mi boca.
—No sabes lo deseosa que estaba por verte así, lejos de mi hombre, creí que con todas las advertencias tomarías tus maletas y te largarías de aquí, regresarías al corral del cual saliste.
Advertencias...
—¿Tanto era su asqueroso amor que no te importó el daño en tu apartamento, los contratos fallidos y la desilusión de tus padres?
¿Mis padres?
Pataleo, grito y me aferro a la idea que a mis padre no le hayan hecho nada.
—Ellos están bien —sigue hablando y por un momento le creo—. Aunque, según me han contado algunos pajaritos, tu madre en este momento se encuentra internada en el hospital, una amenaza de infarto o algo por el estilo.
El amargo sabor de la duda y la rabia incrementan. Esto no puede estar pasando, ella debe estar bien, por Dios que debe estar bien.
—¿Qué se siente ser la responsable de todo lo que está pasando? Su única hija resultó ser una puta y vividora.
Estática y no se si definir que vulnerable, ¿es verdad que todo eso lo provoque yo?
Un escalofrío recorre mi cuerpo cuando siento la presencia de alguien sobre mi, la respiración cerca a mi oído y con una mano sobre mi cuello, puedo sentir como sus uñas atraviesan mi piel.
—Terminaste por llevártelo —la rabia es tan palpable que el dolor en mi cuello y la respiración empieza a cortarse— Cristopher Ferrer es mío.
Vuelvo a moverme cuando escucho su nombre.
—Parece que lo extraña —comenta Jacobo sin interés.
—Cállate —Demanda Grace alzando la voz.
Lo que parece un bufido de cansancio, muy característico en él parece querer mostrar una cosa, aburrimiento y enojo.
Me siento inquieta, necesito entender qué es lo que ambos quieren. Muevo mi tronco tratando de volver a llamar su atención y vaya que lo logró, una nueva cachetada hace que me quede quieta por unos segundos y ¿acaso creen que me voy a detener? Sigo tratando de hablar y aunque cada palabra sea inentendible buscaré la forma de saber.
—Está despierto.
Una nueva voz invade el espacio y está sin entender porque hace que un escalofrío pase por mi cuerpo, ¿acaso se refiere a...?
—Perfecto, creo que es momento de acabar con esto y que esta, se entere muy bien de lo que está pasando y que abra los ojos.
Un chasquido de dedos y de nuevo la actividad comienza.
—¿Quieres que te cuente una historia? —La voz de Grace hace un cambio radical, deja de ser ruda, gritona y en momentos eufórica, para ser apacible y quizás dulce—. El jefe miró una muñeca y se obsesionó con ella, la compró para su beneficio y la convirtió en su amante, dejando a un pequeño bebé y a su hermosa esposa.
Un estruendo hace que brinque en el puesto, el sonido del forcejeo y...
—¿¡Qué quieren de mí!? ¡Grace, se que eres tú! ¿Dónde está Antonia?
Cristopher.
Su nombre muere en mis labios, en los gritos y bruscos murmullos que no puedo evitar ahora que sé que él está aquí.
—¿Antonia? —Miedo, puedo sentirlo en su voz y en la quietud en la que ahora se encuentra.
—Lastima que por ahora no puedan verse, pero no se preocupen, después de todo lo que ella va a descubrir, sus miradas serán muy íntimas —Al decir aquello último la burla en cada palabra es más que evidente y las risas después solo aprisionan mi pecho.
Escucho un leve clic en alguna parte y las manos de las que me imagino son de Grace se ubican sobre mis hombros.
—Estás muy tensa, ahora estarás peor te lo aseguro.
Sus manos rodean mi cabeza, sus dedos toman algunos de mis cabellos, mi cuerpo y cada uno de mis sentidos se encuentran alertas por si ella decide hacer algo, sin embargo, lo siguiente que hace me sorprende un poco, ya que sus dedos al parecer desatan el nudo de la venda sobre mis ojos.
La luz me molesta e me irrita y me llevan varios intentos lograr enfocar y ver bien de nuevo, sin embargo, no reconozco el lugar, aunque las paredes me llenan de familiaridad, pero lo más sospechoso del sitio es la pared cubierta con una gran lona púrpura.
—Curioso, ¿no es así? La habitación prohibida, el cuarto secreto de Cristopher, en pocas palabras, lo que él —señala hacia detrás de mi espalda— quiso ocultarte.
Me giro con lentitud, con más miedo que cualquier otro sentimiento y cuando lo miro, tomado por los brazos por dos hombres que podrían doblar mi tamaño y fuerza con facilidad, pero que sin duda han impartido sobre su cuerpo varios golpes; ahogo un gemido de dolor por verlo en ese estado, indefenso. Sus ojos aún se mantienen cubiertos, pero con un solo chasquido, una aparente señal, quitan la tela.
—Es más emocionante si él puede ver lo que ha ocasionado, como su castillo de arena se derrumba frente a sus ojos.
Ruego a través de mi mirada que todo lo que esa mujer está diciendo y haciendo no tenga algo que ver con él y nada que ver con nosotros dos, pero cuando su mirada empieza a enfocarse por la claridad del lugar y después cuando lograr dar conmigo, todo en él se transforma.
—Su atención por aquí, por favor —Grace aplaude y nuestras miradas se enfocan en ella y lo que se oculta detrás de la tela—. Quiero compartirles un truco de magia, del cual, estoy muy segura, se divertirán.
Jacobo se adelanta, comparte una mirada de complicidad con Grace, ambos sonríen, pero es la sonrisa que le brinda a Cristopher lo que me desconcierta, es tan fría y a la vez de superioridad, parece que algo ha ganado.
El sonido de la tela al retirarse y caer, mi mirada a lo que tanto ocultaba...
La miro a ella para buscar una respuesta.
—No es a mi a quien tienes que mirar, después de todo esta no es mi guarida y mucho menos mis repugnantes fotos, son las tuyas.
No entendía, podía verme en cada fotografía, reconocer cada lugar y recordar las diversas fechas, unas recientes y otras que llevaban varios años. Una de ellas me recuerda a mi primer desfile y como si fuera una casualidad, Grace toma esa misma foto.
—Sabes, Cristopher tomó personalmente esta foto, él tenía la costumbre de ir a cada desfile que programa su querido amigo y colega Jose Zambrano, claro, tú más que nadie lo conoces, es tu manager, después de todo.
¿Jose y Cristopher?
—Yo también lo estaría preguntando, pero ya sabes, los hombres suelen cubrirse con las misma cobija —Grace suspira, el gesto sobre su rostro parece estar recordando algo— Cristohper tiene un extraña costumbre o sabes que, es un fetiche, buscas a las mujeres mas guapas y atractivas y que mejor sitio para encontrarlas que en el desfile, uno en donde su amigo le puede brindar toda la información que necesita para acercarse a una chica, enamorarla y bueno, ya sabes lo que sigue después.
—¡No es verdad! —Grita el señalado.
—Yo te recuerdo —Jacobo hace su entrada—. Estabas entre las mesas del fondo, queriendo pasar desapercibido y después me preguntaste sobre Antonia, la bonificación que recibí de ti por la información... —Lo que sale de su boca le divierte totalmente y me mira— Pago por ti, como se hace con las putas.
—¡Si sigues hablando así, te partiré la cara! —Miro de reojo como Cristopher se mueve con brusquedad tratando de salir de agarre de su aprehensión.
—Te busco, aprendió lo que tenía que saber de ti... —Grace se acercó hasta poder tocar mi rostro con sus manos, su tacto me asqueaba— ¿Por qué crees que llego a tu pueblito o la cercanía con tu familia?
—No solo eso —Jacobo recibe de uno de los hombres una carpeta blanca y de esta saca diversos papeles— Soborno a diversos directivos de algunos desfiles para que estuvieras en su nómina —Su mirada sólo podía indicar una cosa, estaba enfadado— ¡Este era su camino de mierda para que triunfarás, porque eres una inepta que no sirve para nada!
—Todo lo planeo tan bien, como una cocción a fuego lento, llena de mentiras y secretos. El se convirtió en tu maldito acosador y tu es tu repugnante obsesión... Me dejo por ti.
—Nuestro matrimonio ya estaba mal, Antonia no tenía nada que ver con eso, además tu sabes muy bien porque nos separamos, solo que no accediste a firmar el maldito divorcio.
Sus gritos, sus palabras, sus confesiones, estaban llegando muy lejos.
—¡Querías dejarme y olvidar a nuestro bebé!
—No lo utilices ahora, no puedes estar segura que sea mío.
—Un bebé... —Las palabras salieron de mi boca, como un débil murmullo, y por fin, con las pocas fuerzas que tenía lo mire— ¿Por qué lo hiciste?
—Cariño...
—¡No me digas así! —Grité— Eres un... —El dolor en mi garganta impedía que hablara y las lágrimas empañaron mi vista.
—Él te sigue mintiendo con esa palabra, aun no entiendo cómo puede siquiera mirarte a la cara sin sentir algo de pena... —Grace aguarda un momento— Oh, ¿sabes por que la investigación no pudo avanzar más?
—¡Basta, Grace, aquí la única responsable de todo eres tú!
—¡¿Y por qué nunca me denunciaste?! —Los observo a ambos, Cristopher parece palidecer bajo mi mirada y Grace se satisface al verlo así— Sigues sintiendo algo por mi, después de todo no podías hacerme daño.
—¿Cristopher? —La voz se quiebra al pronunciar su nombre, pero solo quiero que me mire a los ojos y niegue todo lo que esa mujer ha dicho— ¡Mírame!
No hace nada, absolutamente nada.
Quiero salir, ya no puedo más.
—¡Suéltame! —Muevo con fuerza mis manos y mis piernas, ya no hay dolor, solo busco un camino de escape, uno que me lleve muy lejos de todo. Miro a todos a mi alrededor —¡Dejen de observarme como idiotas y desátenme!
—¿Quieres la libertad? —Su sentido del humor irónico hace que mi humor sea peor que antes —Tengo una sola condición —Grace abre los ojos de una manera que me asusta, parece desubicada.
—¿Qué quieres? —murmuro y no puedo negar que al verla en ese estado, me pone más nerviosa.
—Quiero que salgas de nuestras vidas y nunca vuelvas —Más que un mensaje, era una advertencia, lo podía sentir en mis venas y todo empeoraba cuando Grace intercambio la mirada con Jacobo— Encárgate de ella y ya sabes, no quiero fallas.
Una nueva señal y el aire se me escapa de mis pulmones cuando una tela gruesa es puesta sobre mi cabeza, siento como desatan mis manos y mis piernas, pero la presión sobre mis muñecas sigue, solo que esta vez, es una gran mano la que imposibilita algún movimiento.
—¿Qué le vas a hacer? ¡Déjala en paz, no permitiré que le hagas daño!
—Acaso no te das cuenta que la única persona que la lastimado, has sido tú.
Me muerdo el interior de mi mejilla, porque por mas que no quisiera aceptar lo que Grace acaba de decir, es verdad.
—Nos vamos.
Una gruesa voz a mi espalda parece indicarme que debemos caminar, pero ¿cómo se supone que pueda hacerlo bien si estoy vendada? No importa eso, ya que un empujo me obliga a dar pasos, lo hago, de forma cautelosa, solo que algo nuevo en mi cabeza me paraliza.
—¡Antonia!
Su grito.
Un golpe hace que pierda el equilibrio, el dolor en la parte inferior de mi cabeza es intenso y la oscuridad se vuelve peor cuando mis lágrimas bajan con rapidez sobre mis pómulos.
———
Trato de abrir mis ojos, todo se siente pesado y nada de lo que logro ver mes es reconocido. Estirar mi cabeza para poder ver algo desde la pequeña ventana hace que un dolor se profundice en mi cabeza, lo toco, está húmedo.
Así que la pesadilla era real.
Me levanto del suelo hasta lograr sentarme, paredes cafés, algunas llenas de moho, de seguro por alguna filtración; no hay nada más en el cuarto o lo que creo es un cuarto, salvo por la ventana que deja ingresar un pequeño hilo de luz, al parecer la suciedad ha impedido el ingreso de algo más y por último una puerta de madera que parece en algún momento puede caerse.
¿Qué horas son?
No sabia que lo peor era poder estar de pie sin que el mareo por el fuerte dolor de sangre me sorprendiera; tambaleante llego hasta el sitio de mí interés y logro ver algunas calles que por mi mente llegan a ser familiares ¿acaso las vi en el blog de los lugares que nunca debes visitar?
Es de noche o de madrugada, ya no quedan más opciones, sin embargo, de lo que sí estoy segura es que quiero salir de aquí. Trago grueso al llegar hasta la posible salida ¿y si hay alguien esperándome afuera? Aunque no creo que haya algún ser vivo que pueda establecerse aquí por mucho tiempo. Empujo la puerta y esta se mueve con el sonido del hierro oxidado y para mi alivio nadie parece querer saltar sobre mi.
Paso a paso me aseguro de ir por el camino correcto y mis pulmones respiran con profundidad cuando logro salir...
Vaya, se aseguraron de dejarme en el peor sitio posible de la ciudad, junto con algunas personas de calle de dudosa actividad.
El frío es peor de lo que me imaginaba; no sé a donde debo ir, pero deseo llegar con alguna persona que me pueda ayudar, si es que la puedo encontrar en los próximos metros a la redonda. Trato de pasar desapercibida, sin embargo, es imposible no llamar la atención, así que solo me queda una opción, correr.
Me arden los pulmones, siento la boca mas seca que antes y mi corazón, ni siquiera se como no se me ha salido del pecho. Esquivo algunos botes de basura, postes de lo alguna vez fue una señal de tránsito y...
—Mierda.
El impacto es fuerte, caigo al suelo y siento que de nuevo la herida de mi cabeza se abre.
—¿Estás bien?
Busco al responsable de la voz, al hombre que por poco me hace reconfigurar la memoria.
No se que es lo que puede ver en mi cara, el rostro de hombre con una barba de quizás dos meses me observa con cautela, lo entiendo, sobre todo por lo que le voy a pedir, por la idea que tengo en mente desde que...
—¿Tiene un teléfono? —pregunto, trato de ocultar mi desesperación, pero me es imposible, incluso las lágrimas que había tratado de retener se escapan.
Lo duda, sin embargo, algo lo conmueve y empieza a buscar el aparato entre sus bolsillos. Me inquieto con el pasar de los segundos, parece que no lo lleva o sencillamente me ha mentido.
—Lo siento, casi no lo encuentro.
Me ofrece un pequeño celular, se nota lo gastado y... olvido todo y marco uno de los números más importantes para mi. El timbre suena más veces de la que quisiera, pero se que ella es así, no es normal estar recibiendo una llamada de un remitente desconocido; sigo intentándolo y al final...
—¿Quién llama?
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