Presentaciones

No regresé al departamento durante toda la tarde y mucho menos contestaba las llamadas de Cristopher.

¿Qué quería que le dijera?, creo que para los dos todo resultó muy obvio; poco después de hablar con mi padre logré hacer la reservación.

Esperé con ansias que la mañana y la tarde pasarán con suficiente rapidez para así poder encontrarme con mis padres, al menos ellos serían la tranquilidad de mi día. Y ahora estoy en la mesa dentro del restaurante, moviendo mis manos y mis pies como parte de mi nerviosismo y ansiedad por verlos; había ido al menos unas tres veces al baño para asegurarme que mi aspecto no fuera ligeramente sospechoso a como me sentía en realidad.

El sonido de la música clásica enmarca la escena de cada mesa y el restaurante en general, todo en aparente calma y orden. Sin embargo, no fue hasta que levanté la mirada hacia la entrada y logré ver a mis padres caminar tomados de las manos, acompañados de un camarero quien los guiaba hasta la mesa, donde sentí fuertes punzadas en mi cabeza.

-¡Por fin te veo hija!

Exclama mi padre con gran alegría tan solo al verme, deja a un lado a mi madre para dirigirse hacia mi y abrazarme; no puedo rechazar su afecto porque es algo que necesitaba, aunque traté de no llorar sobre su hombro. Al separarnos me acerco a mi madre para besar su mejilla en un gesto rápido y silencioso.

-Llevaba semanas deseando verlos -confieso en medio de mis palabras sentidas y maquilladas para que no notaran mi bajo estado de ánimo-. Aprovechemos la cena para hablar sobre sus vacaciones.

Juntos nos sentamos y tan pronto lo hacemos las cartas con los diferentes platillos nos son ofrecidas; elijo una ensalada César.

-A nosotros dos el plato del día -le informa mi madre al mesero, quien tan pronto recibe la orden se aleja para darnos mayor privacidad.

-No es bueno que sigas con dietas tan estrictas hija -comenta mi padre y en su rostro se resalta su preocupación-, te miro algo...

-Delgada y pálida -interfiere mi madre, su mirada no deja de analizarme-. Sabía que esa carrera tuya solo te perjudica.

-Por favor Victoria, este no es el momento ni el lugar para hacer esos comentarios -reprocha mi padre provocando en ella una mirada de desagrado-.¿Acaso no te alegra ver a tu hija?

No sé qué hubiera dicho mi padre sobre mi apariencia antes que fuera interrumpido, quizás sus palabras si me hubiera dolido más que haberlas escuchado por parte de ella.

-Es mi hija, por supuesto que la he extrañado -se defiende-, si he dicho eso es porque me preocupa su salud.

-Olvidemos todo -comento-, lo más importante en este momento es... aprovechar que estamos juntos.

-Claro que sí, hija mía.

Su mirada, su sonrisa y la calidez de su mano sobre la mía, me llena de vida; mi padre es uno de los motores que me impulsan con mayor fuerza para salir adelante, quizás sea el hecho que al ser su única hija me trate con un exceso de cariño desde que nací.

-Bueno, querías que te habláramos sobre nuestras vacaciones -mira con complicidad a mi madre y logro ver en ella una pequeña sonrisa- y te podemos decir que ha sido la mejor inversión en nuestras vidas, viajamos por algunas ciudades, pero lo mejor fue la sesión de spa.

Río al ver como el rostro de mi padre se contrae en auténtica diversión y pueda contagiar con aquella energía a mamá.

-Eras todo un galán frente a las chicas del spa, no puedes negarlo.

-Lo siento querida, pero sigo siendo un galán, soy el tuyo.

Este momento parecía surrealista, no recordaba la última vez en la cual el rostro de mamá tomaba un color rojizo característico de su sonrojo por la pena, la risa y la picardía, todos estos provocados por su esposo, mi padre.

-Basta, Leandro, compórtate.

Y él solo lo hace cuando sobre la mesa ubican frente a cada uno nuestros platos.

-Buen provecho para mis dos adoradas mujeres.

Mamá sigue negando la conducta de mi padre, aunque con un ánimo más cálido y rostro risueño.

Me siento en un sueño donde llorar ha quedado en el pasado, donde por fin puedo estar con mi familia sin tantas palabras hirientes.

-¿Puedes hablarnos sobre ese tal Cristopher?

Una sola pregunta y todo vuelve al estado anterior o uno que se le asemeja.

-Bueno papá, él es un hombre muy ocupado, tiene algunas empresas que atender y reuniones que organizar.

-¿No tiene algún... problema con alguien más? -Cuando mi madre pregunta lo hace con sutileza o eso creía-. No me lo tomes a mal cariño-se defiende-, pero ya sabes como son la mayoría de los hombres hoy en día.

Ahora más que nunca sentía que el refrán o aquellas palabras que dicen que la madres tiene un poco de brujería es verdad.

-Te entiendo mamá y debes saber que si algo está mal con él no podría seguir a su lado.

Siento que ella me mira con algo de orgullo a mi respuesta, sin embargo, eran palabras que aun me costaba asimilar y que habían salido de mi boca sin pensarlas demasiado.

Quizás, después de todo lo sentía ¿no?

-No se si pueda tolerarlo, de nuevo.

El rostro compungido de mi padre genera en mí algo de dulzura y extraña pena; creo que la ruptura de mis anteriores anteriores también tuvieron un impacto en él.

-Buenas noches a todos, espero no incomodarlos.

¡Por Dios, no de nuevo!

Trago grueso mientras siento como la rigidez se apodera de todo mi cuerpo; miro de reojo a mis padres quienes no dejan de verlo con asombro, ya me lo imagino a unos centímetros de la mesa, portando su traje de ejecutivo y una carismática sonrisa.

-Espero que tú no seas Cristopher -dice mi padre, empleado un tono a la defensiva y clara curiosidad.

Su respuesta, su estúpida respuesta es una ronca risa que provoca la sonrojes inmediata de mi cara y unos tenues temblores en mis manos, pero lo peor es ver como mi madre también sufre ese efecto.

Y antes mis ojos ocurre lo, posiblemente evidente y extraño en igual medida, Cristopher deja de estar a mi espalda para ubicarse a mi lado y saludar a mi padre, quien ya se ha levantado, para estrechar su mano. Por fortuna a mi madre solo le basta el saludo verbal, las muestras de afecto y socialización le son algo innecesario.

-Antonia, espero no te moleste esta sorpresa.

Me giro para verlo a los ojos, no puedo creer que luzca como si no pasara nada, como si creyera que lo anterior en su oficina y sus evidentes secretos solo fueran humo que se encuentra extinto.

-Me gustaría que no lo hicieras más adelante -Trato de sonreír de la forma más natural posible en un momento que no lo es.

Besa mi frente y acaricia mi rostro, solo que me alejo con cierta prudencia.

-Ya que estás aquí, come con nosotros.

Mi padre no desperdicia el tiempo para poder conocerlo, jum, ya conozco sus tácticas.

-Gracias por su invitación, pero no deseo molestar a las damas, además ustedes ya se encuentran comiendo.

-Es verdad papá -intervengo con algo de efusividad provocando que mis padres me miren algo extraño-, creo que debemos aprovechar esta cena para estar los tres y apenas terminemos podemos tomar algo los cuatro.

-Creo que en esta ocasión Antonia tiene razón, debes recordar que la personas más entusiasmada para compartir tiempo con ella, eras tú.

Mi padre está algo encaprichado, lo noto en su forma de mirar a cada persona que nos rodea, sobre todo a Cris; deja escapar un suspiro y acepta.

-Espero que no le moleste, pero mi esposa tiene razón, es nuestro tiempo para estar con ella; sin embargo, tan pronto terminemos con la comida hablaremos.

-No tengo ningún inconveniente con ello -Cristopher arregla su chaqueta y me mira-. Ahora nos vemos y podremos hablar -regresa la mirada a mis padres- de lo que gusten.

Los tres lo vemos alejarse de nuestra mesa, pero a mi pesar no se hace muy lejos, la mesa que él ocupa sólo está a unos metros.

-Se ve algo mayor para ti, ¿no crees Antonia?

Mi madre pregunta con su mirada casi fija a Cristopher y mi padre en un movimiento veloz regresa a verlo, esta vez con un poco más de detenimiento.

-Creo que le están tomando mucha importancia a eso -comento tratando de quitar un poco de atención al hecho y a todos los que se le relacionen-. Saben debemos de hablar de otra cosa, por ejemplo de los abuelos y de... Mauricio, tu niño -a mi pesar.

El brillo en los ojos de mi madre es evidente, ese hombre se ha convertido en parte de sus debilidades y aunque me duela aceptarlo ese nombre derrite su corazón como pocos.

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No podía retrasar lo inevitable, sabía que a pesar de intentar poner más que una distracción mis padres, sobre todo papá, no dejaría pasar la noche sin saber más de Cristopher.

-Y ¿Dónde se conocieron?

Después de terminar de comer, mi padre sabía que era el momento para hablar con Cristopher. Ahora nos encontrábamos los cuatro en una mesa especial, el espacio tiene una ambientación más natural, alejados de la mayoría de las mesas, en la parte trasera del restaurante, un área VIP.

-Fue en un restaurante, ambos estamos en mesas distintas, pero en la posición perfecta para poderla ver, sin embargo, la sorpresa de encontrarla en La Matilda fue...

No termina de hablar y me mira, yo no podía alejar la mirada de los dos hombres y sentirlo tan cerca hace que me desequilibre un poco; se supone que esto no debería estar pasando, yo debería estar buscando una razón para encararlo y preguntarle sobre Grace, no compartiendo un espacio con mi familia.

-¿Cuántos años tiene? Creo que es un poco mayor para Antonia.

Una parte de mi se alegra por la intervención tan secante de mi madre, pero por otra me asusta.

-Tengo cuarenta años, señora Victoria.

Claro, quitarse dos años es irrelevante, en realidad, su edad nunca me ha importado, pero ahora, cuando ese número es algo cercano a la edad de mi padres...

-Por supuesto -responde de forma tajante, los tres lo sentimos. Miro a papá en busca de ayuda, pero él sigue procesando lo que acaba de escuchar-. Sabe, usted tiene la edad de un tío de Antonia, hace un tiempo que no lo vemos, pero me imagino que debe tener un aspecto similar al suyo.

No entiendo lo que ella quiere decir, sí, tengo un tío que no conozco, el medio hermano menor de mi padre, solo que la comparación está fuera de lugar.

-¿Cuál es su trabajo? -cuestiona mi padre para tratar de aligerar el ambiente, en el fondo se lo agradezco.

-Soy empresario y chef -responde sin dejarse intimidar, no cabe duda que él se siente muy seguro con todo.

-¡Claro! -comenta mi padre como si hubiese descubierto algo de gran relevancia-, es por eso que conoció a mi hija en el restaurante.

Su sonrisa es grande, creo que para mi papá todo se está convirtiendo en algo más claro y normal o entendible.

-A su edad la familia es un factor de gran importancia ¿no? -La nueva intervención de mamá hace que todo el cálido ambiente decaiga y ahora, yo temo por la respuesta a esa pregunta. El rostro de Cristopher cambia un poco, pero no lo suficiente.

-Conocía a alguien, solo que se encuentra en el pasado; las relaciones entre mi familia se basa en la inversión y fortalecimiento económico, sin embargo, con Antonia es diferente.

-Entonces, hay alguien detrás de Antonia por intervención de su familia, es eso lo que nos está tratando de decir ¿o me equivoco?

-Su hija es la única mujer que me interesa, señora Victoria, no me importa en donde se encuentra mi pasado, no me interesa.

Suspiro, una parte de mi quisiera reírse frente a todos, hacerle saber a todas las personas que por más que deseamos que el pasado se vaya, este puede golpear con fuerza o sencillamente, esta persona no ha estado en el pasado, solo que se camufla en el mismo presente para confundirnos.

-Si usted le hace daño a mi hija, me olvidaré de quien es familia, de los múltiples títulos que pueda llevar y le recordaré que ella no está sola, ya ha sufrido lo suficiente...

-Papá, por favor, no es necesario -lo detengo, sé que quiere demostrar su fuerza de padre, pero no quiero que siga, no frente a él.

-Señor Leandro, puede hacer de mí lo que desee si hago sufrir a su hija.

Y él lo tuvo que decir.

Solo bastaron esas palabras para que mi madre y mi padre lo miraran con cierto asombro, por favor, incluso yo lo hacía; no era la primera vez que Cristopher decía algo que me sorprendía, que me hacía creer en él de forma ciega, pero ya tenía algunas pruebas que me demostraron que incluso él estaba equivocado.

-Ya regreso.

Cuando mi madre se levantó, mi padre seguía sus pasos, deje que algunos segundos transcurrieran para así poder encararlo.

-¿Qué se supone que haces aquí?

No dice nada, decide beber algo de su copa y parece centrarse en lo que toma, con sus gestos parece indicar que la bebida es de su agrado.

-Un buen vino -lo miro con insistencia y enojo-. Está bien -alza sus manos en señal de rendición-, Antonia, necesitaba hablar contigo después de tu salida de la empresa, quiero aclararte algunas cosas.

-No crees que eso debió pasar hace varios días atrás.

-Quizás estas armando algunas ideas erróneas en tu cabeza.

-¿Erróneas? -comento irritada-. ¿Qué tan erróneo es saber que estás casado? -Y lo dije, por fin lo dije en voz alta y en su cara. Sonreí como si estuviera bien, pero nada lo está y eso lo demuestra el rostro de Cristopher-. El que calla otorga, ¿no es así?

Había logrado dar en su talón de Aquiles, solo que aun faltaba una cosa y esperaba por todos los cielos que fuera él mismo quien lo dijera.

-Estás equivocada -Mi cara se transforma en clara confusión, no había mayor persona en el mundo que fuera tan hipócrita con él-. Crees que no sé que estuviste mirando entre mis cosas, que viste una foto vieja y te dejaste llevar por lo que veías.

-Me vas a decir que es un montaje ¿o qué?

-Antonia.

-¿Qué?

Estaba enojado, los dos lo estábamos, lo sentíamos en nuestras venas, nuestras miradas eran intensas y con algo de necesidad entre los dos; quizás estábamos siendo muy tercos, yo tengo pruebas y ahora ¿Cómo será su defensa?

-Buenas noches.

No de nuevo.

Junto a Cristopher intercambiamos una mirada de sorpresa, hasta de incredulidad, ya que en medio de nuestras casualidades ella no podía estar aquí.

-¿Quién está siguiendo a quien? -murmuro y juntos recibimos a la intrusa e inoportuna Grace Samuells.

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