Mirada fría
Antes de reunirme con la señora Luz McAdams pasamos por un tienda de lenceria, Melissa no entendía porque, solo le comente que tenia algo que hablar con la vendedora del lugar sobre las últimas prendas que estaban en su tienda, con el propósito de saber que tendencia se estaba manejando, era un excusa algo tonta, pero fue lo único que se me había ocurrido en ese momento; pensar que había sido por un tema de la empresa sonaba muy creíble.
Cuando llegábamos al suntuoso edificio mis manos empezaron a sudar; Melissa parquea frente al edificio de siete pisos, miro la hora y son cerca de las dos de la tarde, tomo aire y salgo de auto.
—Si necesitas algo, no importa lo pequeño que sea me llamas, estaré cerca, voy a buscar un parking —Melissa está tranquila, pero en su rostro se refleja lo que creo expreso en el mio, ansiedad y nervios.
Sonrío apenada y camino hacia la entrada, me acerco al mostrador donde se encuentra una mujer joven, al verme sonríe cordialmente.
—Buenas tardes, busco a la señora McAdams, soy...
No termino de hablar cuando ella le hace una señal a un hombre que no había visto, él me guía por los pasillos hasta llegar a un gran salón, esta algo ajetreado, varias personas caminan de un lado a otro, unas caminan rápido y otras corren tratando de chocar con las demás.
Son muy pocas las veces en las cuales he visto a la señora McAdams, así que trato de buscarlas entre la pequeña multitud, tan pronto como doy con ella noto que a sido ella quien camina hacia mí, su aspecto es delgado, cabello corto con pequeños bucles, color grisáseo y es algunos centímetros más baja que yo; lleva unas tacones stilettos con diseño en animal print; un vestido largo amarillo junto con una bufanda verde, que cubre su cuello y el largo de esta llega a su cintura.
Su mirada es fría, sus irises son tan claros como el hielo; me inspecciona de pies a cabeza, rodea mi cuerpo hasta quedar de nuevo frente a mi.
—Eres una mujer muy hermosa Antonia —sonríe de manera arrogante, se cruza de brazos frente a su pecho—. Sabía que vendrías ¿Cómo fue tu viaje?
—Fue cómodo, gracias por preguntar —me extraña la forma en la cual me trata, en momento parece ser amable, pero esa actitud no dura mucho, no hasta que llega una mujer joven a su lado.
Con solo el tronar de sus dedos las personas se detienen, las miradas varían entre el miedo y el estrés.
—Ya hemos hecho esto antes, no puedo creer la ineptitud de muchos de ustedes —su mirada se dirige a la mujer de antes—. No toleraré este tipo de trabajo, solo tenemos cuatro días y siete pisos que adecuar para el evento; un fallo más y pueden ir buscando un nuevo empleo.
Deja al grupo de trabajo y me toma del brazo, caminamos hasta cruzar una puerta que lleva a un despacho, me suelta, se sienta en la silla de enfrente y me invita a hacer lo mismo.
—He seguido tu trabajo, y no dejo de sorprenderme al ver algunos de tus diseños —toma una tablet de su escritorio y no deja de ver en ella—; te ves muy joven para llevar tal idea en Colombia y a su vez estar desfilando con grandes marcas, me agrada.
¿Debería decir un gracias en este momento? Espero un poco más, siento que aún no termina de hablar.
Me tiende la tableta y la tomo, en ella salgo yo mientras desfilo en la semana de la moda hecha en el mes de septiembre; recuerdo que había trabajado para Lupita Estebez, una nueva diseñadora de calzado femenino que se codeaba con grandes exponentes de esa área; deslice mi dedo hacia el lado y de nuevo aparecía mi rostro, en esa ocasión en el desfile realizado en Milán; un nuevo movimiento y podía ver algunas imágenes sacadas de mi pagina de Instagram donde vestía las prendas de la última colección, prendas hechas por Joaquín y por mi.
—Eres una mujer joven con gran talento, detrás de ti hay personas con gran habilidad —le entrego la tableta y ella la deja sobre su escritorio—. Me encantaría verte sobre mi pasarela la otra semana, pero no solo como diseñadora, quiero verte modelar.
Mientras habla no sonríe, ni un poco, luce un rostro muy neutral.
—Si me niego ante su petición, las prendas...
—No tendrás un desfile, eso ya lo habíamos hablado o dejado en claro —sonríe—. Puedes ser reemplazada en cualquier momento, todo depende de tu colaboración.
Trataba de medir sus palabras, pero siempre llegaba al mismo punto y era, nada.
Saco de entre una de sus carpetas un sobre, me lo tendió, dudé un poco en tomarlo, pero al final lo hice.
Dentro de este habían varias hojas escritas, pero al leerlo de fondo se trataba de un tipo de contrato de confidencialidad, repase cada línea, todo se trataba sobre el desfile de la otra semana, un cronograma, la distribución sobre los diversos eventos llevados durante tres días.
—Las prendas que lleguen a ser vendidas ¿tendrán un porcentaje para usted? —esta era una de las partes que habían llamado mi atención, no pude quedarme callada ante el requisito.
—No te preocupes por eso, es un porcentaje del cinco por ciento sobre el precio de la prenda, ya te había dicho que no todo es gratis en esta vida.
Claro, nada es gratis y menos las ayudas, aunque en realidad esta mujer está lejos de hacer este tipos de obras.
La puerta a mi espalda es abierta, como un impulso me giro para saber de quién se trata; es una mujer muy guapa, su mirada es igual a la de la señora McAdams, es alta, cabello rubio cenizo sujeto en una cola alta, lleva un vestido blanco que se aferra a cada parte de su anatomía y en sus manos algunas carpetas.
—Así que ella es la chica de la que tanto hablan —el tono de su voz es indiferente y serio.
La miro de reojo, ella en ningún momento se fija en mí, aunque siento su tensión; termino de leer el documento, con algunos datos claros, después de firmar no hay vuelta atrás, algo muy racional. Recuerdo la felicidad de Joaquin, estoy muy segura que esto es algo que él tanto desea. Suspiro, tomo un lapicero de la mesa y firmo.
—Al parecer no son motivos personales los que te traen aquí, hice muy bien en hablar con tu compañero —toma las hojas y su dedo toca levemente mi firma.
Busco mi celular cuando siento que este vibra, es un mensaje.
Cristopher:
Te espero.
Junto al mensaje adjuntó una dirección.
—No importa —me levanto—. A partir de la fecha tenemos un acuerdo, no soy una mujer sin palabra y mucho menos las personas de la empresa, cuente con nosotros.
—Eso espero querida —levanta su mano y señala algo a mi espalda, es el mismo hombre de la entrada—. La acompañara a la salida.
Doy una última mirada a las dos mujeres del lugar, y mis ojos dan con los azules más jóvenes, luce tan estoica, sin reflejar algún sentimiento que de alguna forma me incomoda. Asimilo lo que acaba de pasar y camino hacia la salida.
—No creo que sea la gran cosa.
Me detengo por unos segundos, pero sigo mi camino. Su voz sigue siendo despectiva hacia mi, solo nos vimos unos minutos y al parecer le parecieron los suficientes para juzgarme. Camino tan aprisa que no me doy cuenta de Melissa en la entrada y termino chocando con ella.
—¡Oye! ¿estás bien? —me mira confundida y de reojo observa al hombre que me ha acompañado hasta que se devuelve.
—Bien —la calmo—. El contrato sobre el desfile para dentro de cuatro días está listo, solo necesito hablar con Claudia y Julia, acordar los temas sobre el viaje del personal calificado junto con las prendas.
—Me encanta todo lo que dices, pero tu cara luce un poco —no la había visto bien, pero cuando lo hago noto que ella no me ha quitado la mirada de encima—. Saliste como un huracán de adentro ¿pasó algo?
Algo que tiene Melissa es la capacidad de observación y más si se trata de mi, somos como hermanas y lo agradezco mucho, ambas somos hijas únicas y nos apoyamos, pero hoy no quiero molestarla con mis suposiciones.
—No debes preocuparte por nada —Trato de tranquilizarla al momento de sonreír y hablar con algo de gracia—, solo son los nervios.
—Muy bien —comenta poco convencida, pero al final desiste—. ¿Vamos a comer? Estoy segura que no has probado bocado desde que bajaste del avión.
Tan solo escuchar la palabra avión recuerdo el mensaje de Cristopher y dentro de mí, nace la imperiosa necesidad de querer verlo.
Ok, me estoy debatiendo en algo que debería tener tanto debate, en muy pocas semanas siento que me vuelvo algo dependiente de su presencia; miro a mi amiga, muerdo el interior de mi mejilla y al final decido.
—Está bien, solo déjame hacer una cosa.
Busco mi teléfono y escribo un mensaje para ser enviado rápidamente.
Estaré con Mel, si deseas nos podemos ver en la noche.
Espero la respuesta del mensaje, pero no llega. Suspiro tomo de la mano a Melissa y caminamos de regreso al auto.
—Me gustaría que comiéramos en mi departamento —comento—, podemos ordenar algo desde allí.
—Muy bien —responde y puedo notar su singular energía y felicidad.
Mi departamento está a unos quince minutos, aprovecho para enviar algunos correos, entre ellos a Claudia y Julia, pero me sorprende que un correo llegue a mi bandeja tan pronto envió los otros.
Joaquin Montoya
Desfile
Hace algunos minutos me llegó un correo por parte de la señora McAdams confirmando nuestra participación en el evento, tenemos cupo para cinco personas y todos los gastos del viaje están cubiertos.
Te amo.
Al parecer la señora Luz Adams tenía todo previsto, solo que el mensaje del cual comentó Joaquin no está en mi bandeja, por más que lo busco no encuentro nada, perfecto. Paso las manos por mi rostro, no puedo negar que me encuentro algo cansada debido a los nervios por la reunión, sin embargo, debo recordarme que todo salió bien.
Después de ingresar al parqueadero del edificio, recibir palabras de bienvenida por parte de las personas de recepción y tomar los recibos subimos a mi departamento cargando con las maletas del viaje.
—Voy a pedir arroz chino, si no te molesta —sugiere Melissa con el teléfono en la mano.
Le hago una señal afirmativa, mientras llevo las maletas a mi cuarto; no puedo evitar ruborizarme cuando saco mi ropa interior de una pequeña bolsa, la misma utilizada durante el viaje; no lo pienso y la llevo a la lavadora.
—Me debes una grande, señor Ferrer —susurro.
Un golpe proveniente de la sala llama mi atención, corro hacia allí y lo único que encuentro es a Melissa levantándose del suelo y la silla caída.
—¿Es en serio? —comento burlona.
Aunque trata de mostrar seriedad no puede y terminamos riéndonos, me acerco para ayudarla a levantarse.
—Estaba revisando los recibos y algunas cartas tuyas —señala el pequeño montón sobre la encimera.
Por fortuna no hay pagos pendientes, todos habían sido pagados antes de mi viaje y si hubiese uno sin pagar José se encargaría de ellos. Miro los sobres y hay uno que llama por completo mi atención, al tomarlo noto que no viene marcado, está totalmente en blanco. Melissa y yo intercambiamos una mirada, decido abrirlo, pero el teléfono suena y cuando Mel contesta nos informan que se trata de la comida que ha pedido.
Quiero abrir el sobre con Melissa, pero primero esperamos a recibir la comida y cuando ya la tenemos en nuestra mesa y se realiza el pago, arreglamos la mesa de la sala y nos servimos en algunos platos.
—Estas algo inquieta por el sobre, dale, ábrelo de una —comenta mi amiga mientras prueba un bocado, yo por la iniciada ansiedad no he comido.
No entiendo porque el sentir esa extraña sensación en mi pecho, pero de todas formas, con el sobre entre mis dedos lo abro.
Dentro de este se encuentra una foto mía, en uno de mis desfiles, siendo más específica mi primero. La confusión en mi rostro es muy notoria, tanto que Melissa me quita la foto de las manos y la observa, su rostro refleja lo mismo, aunque no de la misma intensidad.
—Las dos sabemos que esto es extraño —Mel habla después de pasar la comida—. No se que pensar a eso.
Un detalle en particular me llama la atención, me acerco a Melissa, sobre la mesa y observo una pequeña inscripción escrita al reverso de la foto.
—Septiembre, 2016 —hablo en voz alta y esa fecha me lleva a gratos recuerdos, pero creo que eso sale sobrando ahora.
—El 2016 fue la fecha de tu primer desfile a nivel internacional ¿no es así? —cuando ella pregunta muevo la cabeza de arriba a abajo para responder.
Mientras sigo abstraída en mis pensamientos, Melissa me acerca mi celular y la miro confundida, ella sonríe con picardía para dejar a un lado el tema de la foto. Con un poco de duda tomo el móvil y al ver la razón de su mirada me sonrojo.
Cristopher:
No me importa compartirte con tu amiga esta tarde, te tendré toda la noche.
La vergüenza que siento ahora no se compara con nada que he hecho antes frente a mi amiga, de todas maneras ella ya tenía un leve conocimiento sobre la rara relación que llevo con Cristopher.
—No me importa que hacen ustedes todas las noches —comenta con seriedad, aunque la sonrisa burlona se mantiene en su rostro—, pero lo único que quiero en todo el mundo es no verte sufrir y que veas arrepentida por eso —es enfática en la última palabra mientras señala mi teléfono.
Me levanto y camino un poco por la sala, el hambre se ha evaporado, tanto por la extraña foto y el nada disimulado mensaje.
—Debes tranquilizarte —la manos de Mel se posa sobre mi hombro deteniéndome— no eres la primera mujer en iniciar una relación; disfruta y evita el dolor —su mirada es cariñosa, la abrazo con fuerza y ella con gusto me devuelve el gesto—. Eres una mujer adulta, además eres una luchadora y nada te queda grande.
A veces.
No puedo batallar con mi conciencia; no logro entender a mi yo de pequeña queriendo ser grande para salir de casa y demostrar mi valía frente a mamá; siento que lo estoy logrando, a paso lento, pero en mis veinticuatro años algunas cosas de adultos me han cacheteado.
Sonrío y de regreso a la mesa, pico un poco. Hablamos sobre el viaje que Melissa ha realizado a la India, sobre los magníficos lugares que visito y desea que algún día recorramos juntas; me comenta que su padre, el gran doctor Mark Fleming neurocirujano destacado en el estado, ha decidido dejar a su hija a cargo de su futuro proyecto, que aún es un secreto, él cree que es mejor comentarlo en voz alta cuando este sea una realidad.
—Me encanta todo lo que dices, pero... —la miro con los ojos entrecerrados— ¿no tienes algo más que decirme?
Se acerca a mí, entrecierra los ojos, de la misma manera en la cual los tengo yo y sonríe.
—Nada —susurra divertida.
Se burla de mí, lo sé. Tomamos los platos utilizados y los llevamos a la cocina, mientras yo enjuago ella seca y los acomoda en la encimera.
—La primera impresión que vi de él es que quiere estar contigo, no hay duda —inquiere y al saber de quien habla la miro—, pero el aura que lo rodea es de poder y misterio, ahora más que nunca quiero que te cuides.
No se si asustarme por lo que Melissa dice o dejarlo pasar, ella cree mucho en la energía de las personas y el destino; suspiro.
—Haré lo que me pides, pero antes que nada, debes conocerlo mejor —razono un poco—, me ha demostrado ser un hombre atento, seguro y decidido; si algo extraño pasa te prometo que serás la primera en saberlo.
Recuerdo el día que termine con Jacobo, los rumores sobre su infidelidad crecían con los días, solo me quedaba ver aquello con mis propios ojos y cuando así paso, decidí terminar con aquello de una vez, al inicio no lo acepto, se sentía muy lastimado porque dudaba de él, pero al notar mi clara decisión terminó aceptándolo y me gritó en la cara que todo había sido por mi culpa, lo había olvidado al preferir mi trabajo y mis sueños, para él, algo imposibles. Melissa fue mi hombro en el cual llorar, su voz fue mi consejo y su compañía mi fuerza para seguir. Prometimos no volver a tocar esos temas y así ha sido.
—Quiero verme alguna película contigo... —cuando habla hace pucheros, nada más gracioso para mi que ella haciendo eso y acepto su propuesta al saber lo que desea ver y para cambiar la tensión que se tejía entre nosotras.
Busca la película animada del Rey León en el televisor, su favorita, toma algunos cojines para acomodarlos sobre sus piernas y sonríe cuando la reconocida música de entrada nos ofrece los paisajes en intensos colores naranjas que asemejan a las sabanas de, lo que creo, es África.
Gracias a ella la tarde transcurre con risas y mucha tranquilidad, hasta que llega la hora de su partida.
—Bueno, tengo que tomar un viaje a casa —comenta en la puerta y antes de salir nos abrazamos—. Llámame si necesitas algo.
Asiento a aquella frase más de una vez, me siento un niña que debe ser cuidada en cada minuto y me molesta un poco, pero no se lo digo, ella al igual que Julia solo hacen porque me quieren mucho ya pasos lentos me estoy acostumbrando a sus consejos repetitivos.
Cuando sale del pasillo para llegar al ascensor y la pierdo de vista regreso a la sala, tan solo doy unos pasos cuando un nombre llega a mi cabeza.
La invitación de Cristopher a cenar.
Me dirijo a la ventana y la tarde está por terminar, doy un pequeño respingo cuando mi teléfono comienza a sonar y al acercarme a la mesa para tomarlo es su nombre el que aparece en la pantalla. Tomo varias respiraciones, no quiero sonar nerviosa, eso seria muy tonto; muerdo el interior de mi mejilla y tomo la llamada.
—Hola —mi voz sale algo temblorosa; no puede ser soné muy tonta.
—¿Estas lista? —su voz gruesa y fuerte al otro lado de la línea provoca es mi los mismos escalofríos que al tenerlo de frente.
—Dame quince minutos —comento sin nada de seguridad, tengo que correr a la velocidad de la luz para estar presentable.
—Esta bien, te esperare en la entrada de tu departamento —junto a su voz logro oír otras voces, están algo lejanas ya que se escuchan con debilidad, de seguro se trata de las personas en su empresa—. Me encantaría ver tus largas piernas en alguno de tus lindos vestidos; ponte guapa.
Sin más termina la llamada, dejándome con la boca abierta y el rostro rojo. Cuando mis sentidos hacen clic corro hacia mi cuarto y voy directo a la ducha, procuro ser muy rápida mientras me enjabono y limpio mi cabello, cuando siento el agua correr se que esos quince minutos serán muy pocos.
Al salir de la ducha abro mi armario y tomo el primer vestido que llama mi atención, de un tono rojo y terciopelo, busco una tanga a juego y tan pronto me siento vestida busco unas zapatillas de un tono similar al vestido; me siento demasiado nerviosa cuando mi celular vibra de nuevo anunciándome que Cristopher acaba de llegar y me espera en la entrada del edificio.
—No puede ser —comento algo desilusionada mirando mi reflejo frente al espejo—, aun me falta arreglar mi cabello y maquillarme.
Peino con rapidez mi cabello, decido que se seque al natural y de esta misma forma seria mi maquillaje, por fortuna el tiempo en el modelaje me ha ayudado a ser ágil con algunos productos, como el delineador, el lápiz labial y las sombras. Me tomo unos siete minutos o diez, busco mi cartera y un abrigo, corro por el pasillo y en el ascensor oprimo los botones con premura, me repito mentalmente el número de respiraciones para poder calmarme y aunque al inicio me funcionan tan pronto llego a la calle me quedo helada.
La visión del hombre recostado sobre su vehículo es fantástica, mira hacia su costado, su mandíbula se aprieta por momentos, luce su traje impecablemente y por supuesto hecho a la medida, sin duda se aferra a cada parte de su cuerpo de la manera correcta; en su rostro se dibuja una sonrisa, me ha pillado. Cuando se endereza y camina hacia mi se siento pequeña; toma mi mano y besa el dorso, camino casi sin darme cuenta, me lleva hasta el auto y abre la puerta para mi, tan solo escuchar su risa burlona vuelvo en si.
Miro el interior del vehículo, pantalla táctil en medio, frente a la palanca de los cambios; el volante lleva algunos botones e ignoro la función de cada uno; se muy poco sobre los vehículos y sus marcas, lo único que se es que me gusta mi mini cooper de color café y que debo llevarlo a revisión cada mes. Mis pensamientos quedan en el olvido cuando la mano de Cristopher toma mi rostro para unir nuestras bocas, disfruto del beso y de su cercanía.
—Estás un poco ida esta noche —susurra sobre mis labios al momento de separarnos.
—Buenas noches —hablo en voz baja, como él y sonrío.
—Buenas noches cariño —me besa de nuevo y de mi garganta se me escapa un leve, pero ronco gemido—. Está usted muy hermosa.
—Gracias, usted se encuentra muy atractivo —trato de imitar su coqueteo y por fortuna ha salido muy bien, levanta su ceja y sonríe—. ¿Qué haremos esta noche? —pregunto cuando los dos nos acomodamos en nuestros asientos.
—Iremos a cenar en un restaurante que aprecio mucho, después iremos a mi departamento y serás mía toda la noche —En cada palabra que sale de su boca la seguridad es evidente, así como la arrogancia, la siento, él es un hombre con un ego muy alto que indudablemente me atrae.
Mientras conduce escuchamos algunos boleros argentinos, me comenta que eran los favoritos de su abuelo paterno y que gracias a él le han gustado. Nuestra conversación es muy escasa, sin embargo, la canción llena ese silencio volviéndolo casi perfecto.
Cuando llegamos al restaurante que asombra la estructura del edificio, las paredes están hechas a base de piedra pulida, con colores grisáceos que hacen resaltar los detalles florales; este tipo de construcción me recuerda a la iglesia de mi pueblo. Caminamos tomados de la mano y al entrar recuerdo ya haber visto este sitio, fue en una revista, hace dos o tres meses fue inaugurado por un empresario francés y otro socio. En la entrada entrego mi chaqueta, un mesero nos lleva hacia una de las mesas, sobre esta se encuentran cuatro copas, dos de ellas llevan agua y las otras dos un vino tinto; por fortuna, en este restaurante hay varios comensales.
—Así que este es un restaurante que aprecias mucho —comento mientras miro cada espacio y rincón, noto que las personas aquí reunidas carecen de necesidades, Carolina Herrera y Louis Vuitton parecen ser los favoritos—. Es encantador.
—Hace tres meses fue inaugurado —sonríe grandemente, tomo una copa de agua mientras lo miro y bebo un poco—. Soy uno de los socios del lugar.
Bebo de manera abrupta, toso unas cuatro veces para tratar que el dolor en mi garganta disminuya, agradezco no haber escupido, estaría pasando una gran vergüenza.
Al llegar la carta dejo que sea Cristopher quien elija el plato, aun no logro sopesar la información y me doy golpes mentales por ser una mujer muy despistada.
—La especialidad del lugar recae en los platos marinos, a pesar de encontrarnos lejos de las costas se logra apreciar el sabor del mar en cada preparación —su voz es seria y logro sentir cada una de sus palabras, sin duda ama la cocina.
—¿Cuál es tu especialidad? —pregunto queriendo saber cuales son sus mejores preparaciones, imagino que hay una área en la gastronomía en la cual mejor se desenvuelva.
Antes de responder mira hacia los lados con discreción, sonríe con picardía para acercarse a mí, yo me inclino un poco más.
—Hacerte gemir —susurra, su voz es totalmente ronca y varonil.
Ambos nos enderezamos en nuestras sillas, él sonriendo divertido y yo sonrojada, cuando llega el mesero con nuestros platos me tenso, me siento muy nerviosa, nos explica la preparación de cada plato, en mi caso, salmón ahumado acompañado con ajonjolí y una salsa agridulce, como acompañante arroz blanco y una ligera ensalada.
Cuando el joven se ha marchado suelo un ligero suspiro y miro a Cristopher, entre disgustada y nerviosa.
—No debiste decir eso —cuando hablo mi voz sale algo dura y él me mira fingiendo sorpresa—, estamos en un lugar público, alguien nos puede oír.
—Las personas no deberían estar pendientes de las conversaciones ajenas —habla lleva el tenedor a la boca, mastica y pasa—. Nadie puede decirme que puedo o no decir; debes dejar de ser tan precavida en ese sentido.
No puedo negar que cada palabra me cae como un baldado de agua fría; tomo el cubierto y como un poco, el sabor es muy agradable, me gusta mucho, no dudo que el paladar de Cristopher es muy exigente.
—Oye —me toma de la mano y acaricia el dorso con sus dedos—, no quiero que te sientas mal por lo que dije, solo no quiero que te preocupes por los demás —su voz es suave, me gusta mucho su tono de voz que el anterior—. Aquí la única persona que me importa eres tu y me es inevitable no desearte ahora.
Cuando nos miramos puedo notar la veracidad de sus palabras y mi cuerpo no las haces inadvertidas, muerdo mi labio y sus ojos bajan a mi boca, deja mi mano y con sus dedos delinea mis labios, pasa su lengua por su boca y ahora soy yo quien hace lo mismo mordiendo levemente su dedo.
Carraspea y es la primera vez que lo noto algo incómodo; se acomoda sobre su silla y bebe un poco de vino, río, y él me mira con reproche, de cierta forma se que he generado y no puedo negar que me divierte un poco.
—Parece que estás de mejor humor —Cristopher habla divertido, su sonrisa es muy linda.
Mientras comemos recuerdo la escena en el restaurante de Barichara, hago un mueca al traer a mi mente la conversación telefónica con mi madre. Aún no hablo con ella, ni con papá, creo que no es el momento adecuado pensando en la reacción de mamá, me gritará por no pensar en ella al momento de la salida, algo irónico ya que no quería que estuviera cuando llegaran de sus vacaciones, pero ella no desperdiciará el momento para reprocharme algo en la cara.
Ahuyento esos pensamientos, pero se que debo llamar a papá para saber cómo fue su llegada a la casa.
—Tu amiga y tú son muy unidas —afirma después de unos segundos— ¿Hace mucho que se conocen?
—Fue por una amiga en común, Melissa se encontraba pasando vacaciones en el país, en Bogotá; en ese momento nacía nuestra empresa textil y ella fue nuestra primer cliente, siento que la amistad fue inmediata, Mel es gentil, risueña y divertida; desde ese momento somos inseparables.
Cuando hablo de Melissa y de nuestra amistad sonrío, no nos importa la distancia o la diferencia de nuestras carreras, estamos unidas y confiamos la una en la otra; junto a Julia, hacen parte de las hermanas que siempre quise tener.
—Y tú ¿tienes amigos? —mi pregunta al principio lo toma desprevenido, lo piensa un poco antes de responderme.
—Muy pocos, quizás los tuve en mi niñez, ahora cuento con socios y compañeros de trabajo —El tono de su voz es muy neutral, pero al terminar de hablar se encuentra muy pensativo.
Tomo la copa de vino y bebo un poco, espero que Cristopher diga algo más, sin embargo, lo único que recibo de su parte es silencio.
Un leve sonido llama nuestra atención, al parecer es alguna notificación en el celular de Cristopher y cuando él lo lee, su rostro se endurece, solo pasan unos segundos y vuelve a ser el mismo de siempre.
—Hora de irnos —Se levanta y me invita a hacer lo mismo, me extraña un poco, aún así me levanto y lo sigo.
Caminamos y llegamos a lo imagino es el parqueadero, entre múltiples autos logró divisar el de Cristopher, pero antes de entrar mi cuerpo es aprisionado contra este y su boca toma la mía con fuerza, con dominancia y necesidad, su mano recorre mi pierna desnuda hasta llevarla a la altura de su cintura, se acomoda entre esta, siento la dureza de su excitación sobre mi vientre y ante ello gimo de placer.
—He soportado más de una hora para poder tocar tus piernas, para besarte —susurra entre nuestros labios— para que seas mía.
Me aferro a su pecho y mi espalda se arquea para recibir sus caricias; besa cada centímetro de piel expuesta, mi cuello y escote; mordisquea levemente la tela sobre mis senos provocando que mis pezones se endurezcan casi de inmediato; sus manos juegan con mi cuerpo, una de ellas se aferra a mi cabello, mientras con la otra se aferra a mi pierna sobre su cintura, la recorre hasta llegar a mis glúteos y apretarlos, al principio el dolor es mínimo, pero se transforma y ahora deseo que me tome con fuerza.
Me encantan sus besos, me siento embriagada de placer y cuando Cristopher roza mi intimidad nota lo húmeda que estoy, de su garganta sale un sonido ronco y excitante, pero nos helamos al escuchar algunas voces que se acercan a nuestra posición, por algunos segundos nos miramos y sin pronunciar palabra nos adentramos al auto; respiro con agitación y con mis manos temblorosas tomo el cinturón de seguridad. Miro a Cristopher, su pecho sube y baja con rapidez, pero en su rostro se dibuja una sonrisa de picardía; me gustaría ser como él, estar tranquilo en esta situación que ahora comienza a parecerme incomoda.
—No hubiese soportado que alguien más lograra ver tu rostro excitado —me mira, acaricia mi mejilla y me besa, pero esta vez con gran calma—. Es un maldito privilegio que solo yo quiero tener y ahora haré cumplir mi promesa.
—¿Promesa? —pregunto en voz susurrante, realmente no entiendo qué quiere decir.
—Hacerte gemir mi nombre toda la noche.
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