Me estas tentando

La presión en nuestros labios aumenta con los segundos, es como si quisiéramos llevar esto a un escalón más arriba, pero una canción estridente nos separa. No quiero abrir los ojos mientras trato de regular mi respiración, Cristopher se levanta y creo se dirige hacia el móvil que se encuentra sonando

Poco a poco abro mis ojos, la sala vuelve a estar frente a mi, miro mi mano derecha y esta se encuentra roja por la presión que ejercí sobre la copa de vino.

No creo que sea prudente tomar más.

La dejo en la mesa de centro y con las pocas fuerzas me levanto del sofá ¿ahora que se supone que debo hacer? Claro, acabo de cometer una gran locura casi me acuesto con un desconocido, aunque no lo es del todo, pero ¿será que hubiese sido capaz de dejarme llevar hasta allí?

Hubo un beso muy caliente y ¿crees que no hubieses ido más allá? No te creas idiota.

Respiro con pesadez mientras paso rápidamente mis manos sobre mis piernas, camino de un lado a otro sin pensar en nada, mis pensamientos se encuentran tan dispersos como mi sensatez lejana. Proceso lo que acaba de suceder y el bochorno parece querer asfixiarme, paso mis dedos sobre mis labios aun sensibles y no necesito un espejo para saber como se encuentran, hinchados y con poco color.

¡Joder! Acabo de besar a Cristopher de una manera poco inocente, un hombre que acabo de conocer y muy amigo de mis abuelos. Soy una genia.

Los pasos de Cristopher a mi espalda se hacen presentes y tan pronto como los escucho mis piernas se congelan; logro sentirlo cada vez más cerca y cuando pone su mano a un lado de mi cintura me hace respingar.

—¿Te encuentras bien? —su voz susurrante provoca que mis terminaciones nerviosas entren en cortos colapsos.

Trato de centrarme en su pregunta y si quiero serle sincera le respondería que no, nada de lo que paso se ve bien aunque se sienta de maravilla.

—¿Para ti qué significa lo que acaba de pasar? —no sé cómo, pero logro hablar aunque mis palabras salen débiles y roncas.

Respira a mi lado, pero su mano no deja mi cuerpo, al contrario, parece aferrarse un poco más a el.

—¿Te arrepientes de lo que pasó? —pregunta y su mirada cae en mí—. Lo que te dije es verdad, pero si sientes que no puedes llevar ese sentimiento trataré de entenderte.

Evito su mirada y al notar mi silencio se aleja, escucho el leve crujir de la tela, lo miro de soslayo y él se encuentra sentado en el sofá donde hace algunos minutos nos encontrábamos los dos. Bajo la mirada y entrelazo mis dedos, me siento estúpida al comportarme de esta manera, pero todo parece sobrepasarme.

—¿No crees que es extraño que dos desconocidos se besen? —lo miro y él parece ignorarme, situación que me enoja e incomoda— Está bien, acepto que a mí también me gusto lo que paso, solo que ocurrió tan rápido que mi mente quedó en blanco y en pocos segundos la realidad vuelve golpeando fuerte.

Al terminar de hablar me siento mejor y Cristopher parece sentirlo, ya que se acerca a mí sonriendo ¿acaso me estaba provocando? Tomo mi labio y lo muerdo, pero al hacerlo él frunce el entrecejo y con su dedo abre ligeramente mi boca.

—No hagas eso —comenta con voz seca, pero su mano no se aleja de mis labios— si tan solo supieras lo provocante que es ver los gestos que haces con tu boca dejarías de hacerlo frente a mí, me estás tentando.

Sus palabras me divierten, sobre todo ver su rostro, parece enojado y algo tenso, siento que se controla y por dentro mi voz solo desea llevarle la contraria. Levanto una ceja y sonrío a lo que él arruga aún más su frente, su mano recorre la distancia entre mis labios hasta mi nuca y cuando se encuentra a pocos centímetros me alejo.

—Tengo que cumplir con otros compromisos y creo que el recorrido turístico terminó hace varios minutos —camino hacia la puerta y me detengo para mirar de nuevo a Cristopher quien sigue de pie, justo en el sitio donde por poco nos besamos—. Si quieres mañana podemos hablar y caminar un poco, creo que nos debemos una conversación.

—Me parece perfecto —carraspea un poco y adopta una postura más recta, se gira para verme y sonríe de manera natural—. Sabes donde encontrarme.

Salgo de la cabaña sin dejar de sonreír, pero mi sonrisa se apaga cuando logro ver a lo lejos a la misma joven de esta mañana, en pocos segundos me incomoda su postura engreída y desafiante, en esta ocasión parece estar sola. Sigo caminando sin dejar de mirarla, sin embargo, otra silueta que emerge entre los árboles llama mi atención. Mi abuelo lleva entre sus manos un pequeño canasto de mimbre con algunas mandarinas, me acerco a él.

—¿No te importaría si me llevo dos de ellas? —me mira y se ríe, saca de la canasta las dos frutas y me las ofrece.

—Nunca te ha importado llevarte todas las que se encuentran en la nevera —se burla— de seguro sigues siendo igual de traviesa.

Me rio ante su comentario y lo acompaño a la cocina.

Ay, abuelo, si besar a tu huésped es ser traviesa no dejaré de serlo.

—No estaré en la cena —comento cuando me encuentro con mis abuelos—, iré a casa de Julia, el día de ayer me pidió que la acompañara.

—No te preocupes por eso mi niña queremos que disfrutes tu estadía, pero hoy tampoco estuviste a la hora del almuerzo ¿dónde estabas? — mi abuela cuestiona mi ausencia con total tranquilidad, miro a mi abuelo, pero él se encuentra concentrado organizando las frutas.

—Me encontraba con el señor Cristopher y él me invitó a comer —hablo mientras le quito la cáscara a la mandarina y mis mejillas se tornan algo coloradas.

—Ese muchacho es un cielo —mi abuela se expresa de Cristopher de una manera muy tierna—, además cocina como los ángeles.

Miro incrédula a mi abuela, parece fascinada por el huésped y al observar su semblante todo indica que le agrada.

—Es un buen hombre —continúa mi abuelo— es decente, organizado y muy amable.

Mi mirada pasa a las dos personas de edad sin pestañear, no hay duda en sus palabras y mucho menos en sus gestos. Rompo la extraña atmósfera al acercarme a los gabinetes superiores por un vaso para llenarlo con algo de agua y lo bebo con rapidez.

Miro la hora y me sorprendo al ver que son pasadas las cinco de la tarde, no puedo creer que estuve a solas con Cristopher por más de dos horas. Subo hacia mi habitación, busco un suéter amplio y me lo coloco sobre el top deportivo; bajo hacia la primera planta y me acerco a mis abuelos.

—Voy saliendo —informo y me dirijo a la salida— si presentan cualquier novedad o me necesitan con urgencia no duden en llamarme.

—Así será mi niña —me acerco a mi abuela y la abrazo, igual con mi abuelo— te portas bien.

—Claro —comento poco convencida, pero al parecer y para mi fortuna nadie lo nota.

Mientras camino trato de ignorar a las personas que me rodean, pero cuando estoy cerca a la salida del hotel un chico se acerca a mi corriendo.

—Excusez-moi, pourriez-vous m'aider? Avec mon amie, nous voulons aller manger de la pizza, mais nous ne savons pas où aller ni comment y arriver (disculpe, ¿me podría ayudar? Junto con mi amiga queremos ir a comer pizza, pero no sabemos a qué sitio ir o cómo llegar) —pregunta en un francés impoluto.

—Je crois savoir qu'à proximité du parc principal, ils peuvent trouver des sites (tengo entendido que cerca al parque principal pueden encontrar algunos sitios) —comento pensativa—, mais je vous recommande de parler aux administrateurs de l'hôtel, ils peuvent mieux les guider (pero les recomiendo que hablen con los administradores del hotel, ellos los pueden guiar mejor) —sonrío apenada, no creo que mis palabras hayan sido de gran ayuda.

—Merci beaucoup (muchas gracias) —comenta con tranquilidad y en su rostro se dibuja una gran sonrisa.

Observo su camino de regreso y noto que su acompañante es la chica de esta mañana, al principio no se percata del todo en mi presencia, pero antes de ingresar al hotel me mira de reojo y aleja su mirada con aire engreído. Ahora que recuerdo a esa muchacha siento que su mirada la he visto en otra parte, pero por más que intente recordar no logro obtener algún resultado, quizás se trate de un déjà vu. Me encojo de hombros y sigo mi camino a casa de Julia.

Cuando estoy por llegar miro la hora, son las 5:45 p.m. El gran portón de madera se encuentra abierto y en el garaje se encuentra aparcado un carro gris, al parecer Enrique ya se encuentra en la casa; sigo hacia la puerta, pero antes de tocar una voz llama mi atención.

—Hola, Antonia —Enrique llega a mi lado, se encuentra acompañado de Blue quien no deja de mover su cola.

Me acerco a él y lo saludo en un corto abrazo, veo en su rostro un brillo especial y mi mente retrocede a aquel día donde nos conocimos, donde miró a Julia por primera vez. Me invita a pasar y tan pronto como doy un paso el aroma a tarta me hace agua la boca.

—Coco, Antonia acaba de llegar —el apelativo de Enrique hacia Julia me hace sonreír y al verlo me hace una señal de espera.

En pocos segundos mi amiga sale de la cocina muy enojada, lleva un delantal que se levanta un poco más abajo de su vientre y en sus manos unos guantes de algodón, especiales para llevar los platos al horno.

Me acerco a ella y al verme su semblante cambia de inmediato, nos abrazamos con fuerza, pero al separarnos y cuando vuelve a reparar en Enrique, su rostro deja de ser dulce.

—Te informo que estás castigado —Julia lo señala, se quita su delantal y los guantes.

Enrique se acerca y toma lo que mi amiga le ofrece, antes de ir a la cocina acaricia el vientre y besa su frente.

—Los dos sabemos que es lo que ocurre en nuestra habitación cada vez que me amenazas —comenta susurrante, pero aquellas palabras las escuche con gran claridad.

—Creo que no debo saber que ocurre entre ustedes cuando las luces se apagan —bromeo y Julia me toma del brazo para llevarme a la sala, miro su rostro y el color rojo adorna toda su cara.

Ella se sienta en un sillón rojo estilo escocés y por mi parte me siento frente a ella en un sofá individual.

—Por favor imaginemos que las palabras que escuchaste hace poco nos existieron —sonríe algo avergonzada, lo que aprovecho para burlarme de ella.

—Debes aprovechar ahora que Martín no ha llegado, después no podrán siquiera dormir —supo las cejas de manera pícara a lo que Julia toma unos cojines y me los avienta.

Nos reímos sin contenernos, Enrique llega y nos trae algunas bebidas, me calmo un poco y bebo de ella, el sabor de las mandarinas es dulce y refrescante.

—Ahora que estamos más calmadas ¿tienes algún chisme respecto a tu sexi vecino?

Escupo lo que tenía en mi boca y el rubor llega de inmediato a mi rostro. Toso fuertemente y al mirar a Julia luce entre divertida y curiosa, Enrique me ofrece una servilleta para limpiarme a lo que agradezco en silencio.

—¿Cuenta cochina que hiciste? —comenta mi amiga en voz alta sin pena alguna.

Abro mis ojos desconcertada ante Julia ¿acaso no podía ser más discreta? No, claro que no, ella tenía que gritar a los cuatro vientos, por fortuna estamos en su casa y no en un sitio público.

—Parece que la palabra prudencia desapareció de esta casa —murmuro y con la mayor de la vergüenza miro a Enrique trapear los restos de jugo en el piso.

—No debes preocuparte por eso Toña, no es como si te hubieras acostado con él —entrecierra sus ojos y me mira algo extraño— ¿acaso eso fue lo que hiciste?

—¡Julia! —grito y Enrique en su mirada regaña a su esposa por su comentario.

—Está bien, lo siento —levanta las manos en señal de paz—, pero la curiosidad me está matando.

—Ahora sirvo la cena, por favor cariño lleva a Antonia a la mesa —anuncia Enrique antes de volver a la cocina.

Ambas nos levantamos y al cerciorarme que nos encontremos solas, tomo a Julia de la mano y hablo en voz baja.

—Te confieso que... —las palabras se me atoran en la garganta, pero ahora que tengo toda la atención de Julia y su mirada deja de ser divertida puedo decírselo— ...nos besamos.

Ahora es ella la que luce totalmente sorprendida, parpadea varias veces para asimilar la información y cuando parece estar con la mente más clara me habla en el mismo tono que use.

—Cuando terminemos de cenar me cuentas todo.

No era una opción, era mi deber, ya había picado a Julia con mi extraña experiencia, sin embargo, hablar me servirá para aclarar las dudas en mi cabeza.

Ya en la mesa la cena fue muy tranquila, Enrique comentó que planeaba expandir la empresa a Sídney, ya que un amigo suyo -que vive allí- quiere establecer una alianza entre la sociedad que está manejando, dedicada a la seguridad privada y desea fortalecerla con la estructura personalizada de sistemas que brinda la empresa de él. Al parecer está muy entusiasmado con la idea, pero tiene claro que no puede y no quiere alejarse de Julia durante estos últimos meses de embarazo y los primeros de Martín cuando nazca.

—¿Qué ha sido lo más fácil de llevar en estos siete meses? —le pregunto a la pareja y la cara de ambos es muy diferente, mientras Julia parece agotada, Enrique sonríe de oreja a oreja.

—Los síntomas de embarazo fueron muy claros durante los primeros meses, el mareo y el vómito han disminuido, pero siguen por ahí —Julia mira a nuestro alrededor, como si estuviera viendo a sus enemigos.

—Ha sido difícil de manejar —Enrique toma la mano de Julia—, pero estamos descubriendo nuevas facetas juntos.

Sonrío ante las dulces palabras de Enrique, estoy segura que Martín llegó a un hogar hermoso y cálido.

>>Y tú Antonia ¿planeas ser mamá? —la pregunta de Enrique me deja me blanco por unos segundos, tomo un poco de jugo y respondo.

—Estoy muy bien como me ves, los niños no se encuentran en mis planes por ahora —o quizás nunca—, sé que ser la tía consentidora es mi papel en la vida.

Julia me mira de manera condescendiente, sabe el porqué de mis palabras con respecto al tema de los hijos. Decidimos que ya era momento de pasar a la sala y reposar la cena, sabía que era el momento para hablar sobre Cristopher.

Enrique decide colocar algo de música, boleros para ser más exactos, su música favorita.

—No quiero que te sientas presionada a hablar —el tono de voz de Julia es muy serena, al igual que su mirada—. Sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites.

—Lo sé y quiero hacerlo, de esa manera me sentiré más tranquila —tomo algo de aire e inicio con mi corta historia—. Cuando nos encontramos juntos creo sentir una extraña energía a nuestro alrededor, me gusta que él vea en mí esa chispa de deseo que nos provoca estar juntos; cuando nos vimos por primera vez la atracción fue inmediata, pero...

—Tienes miedo a estar llevando ese tipo de relación de manera rápida —comenta Julia de manera comprensiva—. Cuando conocí a Enrique sentí lo mismo que estás diciendo y sabes que no fue fácil que mi familia aceptara la rapidez de la relación, a solo dos meses de conocernos formalizamos nuestro noviazgo y así de rápido nos casamos o eso dice mi madre, para nosotros un año fue suficiente para dar el siguiente paso —levanta su mano izquierda— y en dos para saber que ser papás no era algo malo. Cada quien maneja su tiempo como mejor le parezca, no debemos de ser prisioneros ante diferentes estereotipos o ideas, si se es feliz no debería ser malo.

—A no ser que seas una asesina serial donde matar sea una satisfacción tan grande para ser feliz —el comentario de Enrique nos sorprende, Julia lo regaña con su mirada y yo solo rio por la escena.

—Los quiero mucho a los dos —miro y señalo al esposo de mi amiga—, pero debes de dejar de ver series de asesinatos, puede asustar a cualquiera.

Los tres nos reímos y al ver a la pareja frente a mí, pienso que ellos merecen más de la felicidad que se brindan, son un matrimonio ejemplar y trabajador, siento que Julia se ha ganado la lotería con ese hombre y él es un afortunado por tener a mi amiga como esposa, tiene la suficiente paciencia para soportarla; mis pensamientos son interrumpidos por una llamada, miro mi pantalla y es una videollamada organizada por Claudia, miro a Julia y está igual de sorprendida. Ambas contestamos y al ver a Claudia notamos que aún se encuentra en la empresa.

Buenas noches y disculpen la hora de la llamada, espero no incomodarlas —Claudia se escucha seria e imperturbable, como en la mayoría de veces.

—No te preocupes por la llamada, sabemos que la empresa requiere de tiempo, además esta llamada ya estaba programada —Julia mira el reloj, pronto serán las ocho de la noche—, aunque la has adelantado ¿pasa algo?

—Disculpen un momento —interrumpo a Claudia antes que hable—. ¿Por qué yo no sabía nada del asunto? Estuve contigo Claudia y no me comentaste sobre esto.

Miro el celular y a Julia, ella también parece algo confundida y las dos esperamos que Claudia diga algo.

Pensé que si te había comentado sobre la reunión —se excusa—, discúlpame —ahora ironiza—, pero recuerda que debes estar más al pendiente de los asuntos que ocurren en la empresa, la agenda con las reuniones y las fechas de mayor interés es compartida, entiendo a Julia si ella se ausenta, pero tú —enfatiza al mirarme y el tono de voz ha aumentado— no tienes que tomar siempre de pretexto tus viajes de modelaje.

Busco en las aplicaciones la que me lleva directamente al sistema de la empresa, pero un mensaje emergente me informa que mi enlace y usuario de conexión está roto.

Genial.

—Hace dos meses te comenté de mi problema con el servidor y mi usuario, pero parece que no se ha solucionado —informo algo enojada— según recuerdo me dijiste que la falla se podría solucionar directamente en la base madre que manejas ¿o estoy mintiendo?

La expresión de Claudia cambia de inmediato, mira lo que parece es su computador y se escucha teclear rápidamente, vuelvo a mirar la aplicación y esta vez no presento problemas al ingresar a la plataforma. Me dirijo a la sección de calendario y efectivamente, para la noche de hoy a las nueve se había programado una reunión exprés.

Ahora que estamos en línea y sin mayores contratiempos —me mira— podemos iniciar con la reunión. Al dirigirnos a la pestaña de crecimiento podemos observar que las ventas físicas han aumentado en un 22% con respecto al mes anterior, es un valor bajo si lo comparamos con las ventas online donde la demanda es del 51%; la diversidad en prendas no se encuentran por completo en este medio y es algo que se debe modificar, brindar mayores beneficios para nuestros clientes virtuales...

—Con mayores beneficios te refieres ¿a qué exactamente? —la interrumpo y siento saber a que punto se dirige.

—Diseñar prendas exclusivas y únicas que solo puedan ser adquiridas en la página —responde con obviedad.

—Pero eso también implicaría que nuestros diseñadores deban trabajar el doble en nuevas prendas —comento.

—Entiendo ambos puntos —interviene Julia—, como empresa textil debemos reconocer cuáles son los puntos fuertes en nuestro plan comercial, en este caso son las ventas por medio de nuestro canal digital, sería un error gran de nuestra parte no tomarlo y mejorarlo —puntualiza—, pero el realizar una diferencia marcada con respecto a nuestros productos sería manejar dos colecciones en cada temporada, nuestro personal tendría que esforzarse aún más debido a la demanda y recordemos que si manejamos un mercado exclusivo los costos en venta deben aumentar.

Por supuesto que eso se está manejando, si decidiéramos crear las prendas su valor comercial debe subir —confirma con total seguridad— eso beneficiaria el capital de la empresa y de manera inmediata los ingresos a cada trabajador.

No podía negar que los resultados económicos serían de gran beneficio, pero no podíamos aventurarnos a una nueva idea sin antes crear un plan piloto.

—Entiendo lo que desean implementar, pero no podemos arriesgar otra capital más grande en un experimento —expongo mis ideas y trato de ser muy clara en ellas— si ustedes lo consideran apropiado podemos iniciar un plan piloto después de la colección próxima a salir de esa manera nos centramos en un único punto.

El rostro de Claudia indica negación, pero al observar a Julia noto que lo está considerando; me temo que Claudia desea aventurarse de lleno y sin medidas preventivas en una idea que puede ser prometedora, pero no quiero que se repita la mala inversión anterior.

—Acepto la idea de Antonia, de esa manera nos da tiempo de estudiar el tipo de producto, el mercado y el target objetivo; en pocas palabras sería realizar un Income-Sensitive Marketing y un Insight efectivo —al parecer Julia ya deseaba cumplir esa idea, se miraba completamente entregada, enfocada y segura de sus palabras.

Minutos después la reunión terminó, dejando como base principal para la próxima junta la idea que hoy se manejó. Enrique nos ofrece un postre de frutos rojos para compensar las energías gastadas en la videollamada.

—Gracias por todo, la comida estuvo deliciosa, pero debo irme —verifico que mi celular se encuentre en mi pantalón y me despido de Julia—. Ahora debes ir a visitarme —bajo la voz— quizás puedas conocer a mi vecino.

—Nada me impedirá estar mañana contigo —me guiña un ojo—. Y no te irás sola a esta hora, Enrique te llevará.

De nuevo les agradezco las atenciones recibidas, abrazo a Julia y ya de camino Enrique me comenta que revisará personalmente la conexión de mi usuario en la aplicación de la empresa, al parecer a él también le extraña que ese error sea algo constante, de igual manera creo quiere decirme algo, pero prefiere dejarlo pasar y yo decido no forzar nada.

En la entrada del hotel nos despedimos y camino la casa de mis abuelos, pero a la distancia observo dos luces provenientes de la cabaña dos, donde se hospeda Cristopher, reviso la hora en mi celular en veinte minutos serán las once de la noche, quizás se encuentre en algún trabajo.

No me vendría mal ir y desearle buenas noches. Sin oponerme a mi idea camino hacia la cabaña, pero estando a pocos metros de tocar me faltan las fuerzas, ¿cuál sería una excusa creíble para explicarle el por qué me encuentro frente a su puerta a altas horas de la noche?

En el último minuto desisto de tocar, pero al dar media vuelta choco con algo, reculo mis pasos y frente a mí se encuentra Cristopher.

¿Acaso siempre debemos encontrarnos de esta manera?

Me mira sorprendido y observa la hora en su reloj, solo puedo sonreír apenada mientras miro a todos lados para desear perderme rápidamente.

—¿No crees que es un poco tarde para estar merodeando por los alrededores? No me puedes decir que te encanta caminar a esta hora, me costaría creerlo —comenta entre divertido y curioso.

—Hay muchas cosas que mi que desconoces —sin querer mi tono de voz sale lleno de coquetería a lo que Cristopher levanta una ceja y me mira de forma atenta y profunda.

—Durante las noches salen los lobos en búsqueda de inocentes corderos ¿sabes que pasa con esos corderos? —pregunta de manera grave y susurrante, muevo la cabeza de forma negativa y logro ver que el color de sus pupilas es más oscuro— son devorados.

Trago grueso ante su explicación, muerdo mi labio a lo que él pasa lentamente la lengua sobre los suyos, mi mirada se pierde en su movimiento y sin darme cuenta choco contra la puerta cerrada.

—¿No tienes miedo de la noche corderito?

Sonrío ante su apodo, finjo buscar a nuestro alrededor y mi mirada se devuelve a la suya, sonrío levemente mientras me apoyo por completo sobre la puerta.

—Pero en esta noche no logro ver a ningún lobo —contesto de manera inocente.

Recorre con su mirada todo mi cuerpo, acto que provoca un escalofrío que recorre toda mi espalda; se acerca hasta que nuestros cuerpos entran en contacto, todo mi ser reacciona ante la corta distancia y mi entrepierna palpita con leve dolor, pero amplia necesidad.

—¿Quieres entrar a la boca del lobo esta noche? —inquiere en baja voz, se acerca a mi cuello y antes de depositar un leve beso en esa parte, muerde el lóbulo de mi oreja provocando que un gemido ronco salga de mi boca.

Parece divertirle mi reacción, ya que logro sentir su sonrisa contra mi piel, y antes que lo procese abre con rapidez la puerta, me toma por la cintura y besa con fuerza mis labios, su lengua busca la mía sin espera y yo lo recibo con las mismas ansias. Sus manos bajan a mis glúteos y me impulsan hacia arriba, mis piernas rodean su cintura y sin dejar de besarme sube las escaleras hacia la alcoba.

Me tumba sobre la cama, su cuerpo sobre el mío y nos separamos levemente, toma mi rostro entre sus manos y susurra.

>>Bienvenida a mi guarida.


*Income-Sensitive Marketing: estudio que permite dirigirse a los consumidores según sus ingresos económicos y de esta manera establecer los precios a diversos productos.

*Insight: Perspectiva empresarial que permite encontrar y satisfacer las necesidades de los clientes.

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