Cuarto secreto

01 Noviembre 2019

Dormida, eso se supone que estaba antes de sentir algunas caricias que se convierten en cosquillas y finalmente en molestias, me giro y trato de cubrirme con la cobija, pero alguien tira de estas, así que paso mis manos sobre mis ojos para evitar que la luz se filtre en el espacio.

—Despierta, Toña despierta —Una voz algo ronca invade mi silencio y al hacer caso omiso de sus palabras siento como un peso se hunde a mi lado—. ¿Adivina quién se apoderó de mi cocina?

Puedo escuchar algo de reproche en medio del tono de su voz y ante aquello, con pocas fuerzas y ganas me incorporo sobre la cama hasta quedar sentada, Melissa lleva su pijama de emoticones y su mirada sigue adormilada y culposa; espera....

—¿Por qué me miras así? —reprocho y ella rueda los ojos, al parecer está algo enojada.

—Quiero sacarlo de la cocina, pero tan pronto me acerco él me ignora por completo y de forma sigilosa me termina sacando de allí —se queja y termina cayendo de espaldas sobre la cama y sobre mis piernas.

No la culpo, Mel es algo rigurosa y no permite que alguien se acerque a sus cosas o áreas personales, sí, de cierta forma le dio un visto bueno a Cristopher la primera vez que lo vio, pero... La miro y ella no deja de verme de forma incriminatoria, y algo cansada salgo de la cama.

—¿Dormiste bien? —pregunta sin mirarme—. Sé que es una pregunta tonta, miremos con quien dormiste y es casi imposible decir, estoy muy mal.

Termina exagerando, parece estar remedando mi forma de hablar; suspiro y decido responderle.

—Tuve algunas pesadillas.

Cristopher había ayudado, pero cuando estaba en el sueño más profundo volvían a aparecer las máscaras de aquellos... cuando me sobresaltaba, podía sentir al hombre que acompañó mi cama apretar un poco mi cuerpo.

Siento los brazos de mi amiga alrededor de mi cuello —Quisiera que olvidaras eso, odio saber que tan solo alguien hubiese atentado así contra ti —murmura apenada.

Sonrío por su afecto y llevo mis manos a las suyas —Ahora vamos a sacar el intruso que incursionó en tu cocina —digo en tono de burla, cambio de tema y trato de estar bien.

Ambas reímos y antes de ir a tan mencionado lugar busco el baño, me aseo un poco y salgo. Tan pronto ponemos un pie en el pasillo, el aroma de cada espacio y rincón de la casa es delicioso, regreso a la habitación y huelo, la fragancia es tenue y recuerdo que minutos antes cuando Melissa entró al cuarto, la puerta se encontraba cerrada.

Los miramos caminar hacia el comedor con dos platos de comida y detallo la ropa que lleva puesta, unos jeans negro junto con una camisa de mangas largas, de manea fugaz observo que los primeros dos botones se encuentran desabrochados; parece sentir nuestra presencia, ya que se gira al vernos y nos dedica una sonrisa pequeña.

—Pueden pasar, ya está listo su desayuno —comenta Cristopher mientras regresa a la cocina por un pocillo, parece estar caliente debido al humo que sale de este.

—No deberías haberte molestado —dice Melissa incomoda al acercarse a la mesa y sentarse.

Miro a Mel y miro a Cris quien se acerca a mi y me besa, es algo corto, pero logro saborear el café de sus labios, al estar tan cerca toma mi cabeza con su mano libre y la mira con mayor detalle.

—Tan pronto salgamos de aquí veremos a un doctor —informa, y al fondo veo como Melissa enderece su postura sobre la silla.

—Mel es doctora, confío en ella y solo ella, me vera —hablo de forma contundente, aunque no tan alto para recibir una mirada desdeñosa por parte de Cris.

Palmeo su mejilla dos veces de forma suave y camino hacia la comida servida, me acomodo sobre la silla y como un poco de lo que hay servido, algo de cereal con leche, tocino con huevo, tostadas y jugo.

Pronto se une Cristopher a la mesa y en silencio desayunamos, pero logro ver como Mel y él se miran de soslayo y no de tan buena forma.

Todo estaba sin ruido alguno cuando el móvil de Cristopher suena, al igual que el de Melissa y con levedad también el mío.

¿En serio esto puede pasar?

Camino hacia la habitación y encuentro el celular sobre la mesa de noche, es papá.

—Buenos días —saludo, evito ser muy enérgica, sin embargo, trato de transmitir felicidad.

Mi pequeña Antonia ¿Cómo estás? —Escucharlo hace que mi cuerpo vuelva a tener algo de chispa, pero también tristeza.

El día de dio parece estar de maravilla, estando junto a Melissa todo es más... divertido —Busco hablar sin enredarme o ser tan obvia.

De cierta forma me reconforta que te encuentres con tu amiga, pero recuerda que tenemos una conversación pendiente ¿Hay alguna noticia con respecto al robo? Desde ayer no he podido dormir bien —Al inicio habla con aparente tranquilidad, pero cuando toca el tema puedo sentir lo angustiado que se encuentra.

—Hoy, hoy me reuniré con personas del caso, tomarán de nuevo mis declaraciones —le informo y decido ir hacia la cama desordenada para sentarme.

Al menos las investigaciones en los Estados Unidos son más rápidas y eficaces —habla algo más tranquilo—, hija, me creerás un loco, pero nada de lo que está pasando me da buena espina —susurra precavido y me asusta.

—Papá ¿pasa algo en casa? —Ahora soy yo quien teme por su seguridad.

No hija no te preocupes, acá estamos bien, solo que... ¿has conocido a alguien nuevo últimamente? —pregunta con cautela.

—No es por justificar, pero cada año y en cada mes conozco a gente nueva por mi trabajo —le respondo y trato de expresarle mi aparente seguridad.

Entiendo, pero ya sabes, cuando la vida se está en riesgo se evita la confianza en todo el mundo —comenta y el tono de su voz es más fuerte que antes, más serio.

Aquellas palabras pesan en mi mente y calan muy profundo; la confianza, las nuevas personas; suspiro.

Voy a regresar con tus abuelos para comentar sobre nuestra charla, ellos están peor que nosotros, con los nervios a flor de piel... cuídate mucho hija.

—Adiós pa, te quiero —hablo finalmente para así terminar la llamada.

Suspiro, había olvidado a mi familia en Colombia, pero siento que es mejor que ellos sepan poco, no quiero que se llenen de malas ideas o miedo por mi. Camino de regreso a la mesa, tomo asiento, pero ya no tengo apetito.

—El plato se encuentra igual a como lo serví —comenta Cristopher de pie a mi lado—, quiero que comas más —al oírlo lo miro con reproche—, debes hacerlo.

Lo miro alejarse hacia la habitación donde hace poco yo había salido. Miro cada alimento y con algo de fuerza interna llevo la cuchara a mi boca, aunque siento un pequeño ardor al abrirla, el cereal pasa, a mi parecer, sin sabor por mi garganta.

—Papá desea verte pronto —Melissa sale de su cuarto para sentarse frente a mi—. Las noticias vuelan.

No me sorprende.

—Al parecer hoy fue la llamada de nuestros padres —hablo con alegría fingida.

—¿A tu novio también lo llamó su padre? —pregunta Mel curiosa mientras termina de desayunar.

Levanto mis hombros como respuesta; no he ahondado en ese tema y bueno, eso es algo personal, pero ahora que mi amiga lo dice, quisiera saber quien llamó a Cristopher.

—Todo está listo —habla el mencionado y noto que lleva en sus manos ¿mi bolsa?

—¿Por qué llevas mis cosas? —pregunto, me levanto y me acerco a él para quitarle mi bolso, pero Cris con su mano toma la mía.

—Nos vamos después que te arregles un poco, si gustas —Dicho eso me mira por completo, se detiene unos segundos sobre mis piernas y luego sube para sonreír.

A mi espalda escucho como los platos son levantados, Melissa se ha encargado de eso y por fortuna se ha llevado los míos. Ignoro al hombre que se encuentra a escasos centímetros y camino hacia el cuarto para encerrarme en el baño, gradúo la temperatura del agua y cuando me encuentro lista me ubico bajo la ducha y siento como el agua relaja mis músculos, quizás me demore un poco aquí.

Cuando salgo me encuentro con las prendas de ropa sobre una cama arreglada, las sábanas y las cobijas pulcramente tendidas, no puedo negar que me encuentro sorprendida por ello. Me visto y arreglo el cabello, noto a través del espejo que las coloraciones de los golpes son fuertes, aunque por fortuna algo indoloras, no se que pastillas y cremas utilizó Mel, pero han resultado maravillosas.

—Toc, toc —comenta Melissa con risa en la puerta, me enseña su botiquín.

Nos sentamos y dejo que ella proceda sobre mi rostro.

—Los golpes y marcas se encuentran más rojos que anoche y tu labio un poco más inflamado —reclama mi amiga mientras me revisa y aplica un fría crema—. No quiero saber el motivo de eso, aunque ya me lo imagino.

Me siento algo abochornada, el calor comienza a instalarse en mi cara, por fortuna no veo reacción en Melissa a mi notorio estado, la miro concentrada en lo que hace.

—Así que te vas —habla y deja mi boca para mirar el lado de mi cara y tan pronto aplica un tónico, arde y me quejo—. Lo siento.

—Mientras estaba despierta en la madrugada lo pensé mucho, sabes —le digo tratando de no moverme o hacer algún movimiento extraño—. No quiero que te pase algo, por mi.

—No entiendo porque dices eso —comenta algo extrañada—, además...

—Escucha, no se quien esta detrás de esto, detrás de mí, solo sé que es peligroso y es mejor alejarme un poco para evitar algún incidente —le informo, trato de ser clara, porque todo esto se está saliendo de control.

Cuando Melissa termina deja a un lado sus materiales y me mira —Si algo mas te pasa, buscaré a tu novio y lo colgare de donde mas le duela por no cuidarte bien —menciona y por la forma en la cual me habla y me mira, se que no está bromeando.

Me río por su notoria amenaza y la abrazo —Espero que no sea necesario, pero si deseo volver a verte, a ti y a tu familia.

Después de una rápida despedida y ver a mi amiga verme partir, subo al auto donde me espera Cristopher y tan pronto aseguro el cinturón arranca.

—Cuando lleguemos nos estará esperando un agente de confianza que te escuchará, no omitas nada —me mira— ¿quieres?

Asiento.

Dudo por unos segundos sobre comentar acerca de los anónimos, sin embargo, estos fueron amenazas, a excepción de los primeros... Cristopher se enojaría si los omitiera y si estuviera mi padre aquí para darme algún consejo, me diría que los contara.

Para sentirme algo tranquila detallo el interior del auto, desde el salpicadero, la palanca de cambios y el volante, uno bajo las manos de Cris.

—Me gustaría conducir tu auto —digo sin más, incluso me sorprendo por lo que acabo de decir.

—Espero que tengas licencia —habla y me mira antes de observar las calles.

—La licencia de Dios —me burlo y al observarlo de reojo logro ver una sonrisa.

—Creo que ves muchos memes —comenta conservando la sonrisa en su rostro y al verme me guiña un ojo—. Lo único que te pido es que cuides mucho este coche —me informa al momento de dar luz a la direccionales y detenerse a un lado de la acera.

Sonrío con incredulidad, pero al verlo ajustar la dirección en la pantalla táctil para mostrar el trayecto y salir del auto para dar la vuelta, abrir mi puerta y tomar mi mano para que salga de allí me demuestra que se ha tomado en serio mis palabras. Con inseguridad intercambiamos de lugar, ya frente al volante recuerdo su comentario.

—De seguro debes tener más coches y te preocupas por este, es algo... —No logro dar con la palabra correcta y él, al ver que estoy sin palabras vuelve a mirarme, con una ceja levantada y creo que su imagen me gusta.

—Asi es, tengo tres más de estos, pero este auto tiene algo especial —al decir lo último su voz provocó que mi cuerpo se erizara lentamente y mirara con alternancia su rostro y la calle.

—¿Y qué es? —mi pregunta sale con cautela y nervios, logrando que él luzca una sonrisa socarrona, picara.

—Cuando esté en este auto recordaré la fuerza con la cual te aferraste al volante —su mano va directo a la mía y hace un lento recorrido por mi brazo—; tus largas piernas delante del freno y tu mano al mover la palanca de cambios.

Todo mi cuerpo tiembla ante sus palabras y Cristopher lo nota, lo percibo en su risa burlona, pero a la vez sensual; si antes estaba concentrada en la carretera ahora estoy hecha una idiota y espero que la licencia de Dios me ayude e impida que nos accidentemos de camino.

Me encontraba más nerviosa que en mi primera vez como conductora, había sido en Bogotá, como regalo de cumpleaños y por poco me accidento contra una pared al tratar de parquear, me había equivocado de pedal y en lugar de frenar, aceleré.

Cuando llegamos al departamento me empezaba a sentir algo segura, pero tan pronto observamos a un hombre con traje negro, esperando en recepción me angustie.

—Agente Reynolds —lo saluda Cristopher con un ligero y rápido apretón de manos.

—Señor Ferrer —responde este.

Por encima de su traje aparentaba ser un hombre menudo, con cabello muy corto y negro, quizás de unos treinta o cuarenta años y su mirada no reflejaba nada.

—Acompañemos, necesitamos hablar en un lugar más seguro —habla Cristopher a lo que me toma con más fuerza la mano para dirigirnos hacia el ascensor.

Tan pronto como nos acercamos al pasillo logro ver a dos hombres de negro caminar por los alrededores, cuando nos ven hablan a través de lo que imagino son su comunicadores y hacen un seña con sus cabezas hacia Cristopher. Tomo con fuerza la bolsa en mi mano y al entrar camino de inmediato hacia el cuarto que había utilizado la última vez que estuve aquí, me enjuago el rostro y cuando siento algo de fuerza regreso.

—Toma asiento —me invita Cristopher al verme.

Al sentarme quedo al frente del hombre desconocido para mi.

—Fui contratado para ayudarla, así que me debe decir todo, evita omitir algún detalle que pueda comprometer en esta búsqueda —comenta el agente, quien se acomoda sobre el sofá y me mira con gran atención.

Inicio con mi historia, aunque decido empezar desde el desfile, creo que los acontecimientos en Barichara no son del todo importantes como lo es la chica de las indirectas, la joven francesa, desde ese día no la he vuelto a ver o saber de ella.

—Me imagino que ya tiene conocimiento sobre lo ocurrido en el edificio de exposiciones, bueno, antes y después del evento habían llegado a mi apartamento algunos sobres con fotos mías, de hecho cuando salí de este lugar alguien me envió un mensaje a mi teléfono —hablo y trato de ser clara en mis palabras.

—¿Podría usted permitirme el celular? —pregunta y parece que lo que ahora escucha le llama por completo la atención—. Y hábleme un poco sobre lo ocurrido la noche del día de ayer.

Busco el aparato entre los bolsillos de mi pantalón y cuando lo encuentro me cuesta un poco entregárselo.

—Salí por unos dulces y de regreso unos hombres me acorralaron...

—¿Logró verles el rostro en algún momento? —me interrumpe y se escapa de mi una mala mirada hacia él.

—No —respondo de forma cortante.

—Me imagino que algo le dijeron... —dice y lo deja allí, esperando que continúe.

—Solo insultos —Lo pienso muy bien y eso es lo único que llega a mi mente ¿realmente seria a mi a quien buscaban?

En medio del forcejeo de esa noche no oí razones para que me trataran de esa manera.

—Una amenaza o advertencia... —habla para sí—. Tengo conocimiento de una entrevista realizada al aire por medio de la emisora radial Stars in the Game, donde fue enviado un comentario, algo ofensivo haciendo alusión a usted ¿o me equivoco? —habla el hombre mientras revisa mi celular, aunque de cierta forma no pasa desapercibido algún gesto proveniente de mi.

—Al parecer está bien informado —murmuro mientras entrelazo mis dedos y busco con la mirada a Cristopher, pero él no se encuentra cerca.

—Imagino que las pruebas de las cuales usted menciona, fueron extraviadas durante el robo en su lugar de domicilio... lamento comentarle que se encontrara incomunicada por unos días, me llevaré su teléfono celular —dice el hombre al levantarse y llevar mi móvil a su bolsillo—, por lo que acabo de notar algunas de sus cuentas ya que se encuentran bloqueadas, así que no corre el riesgo de algún robo cibernético.

No sabía por qué, pero aquello no me dejaba del todo aliviada.

Sigo en sentada al tiempo que observo como Cristopher se acerca al hombre y hablan mientras caminan hacia la salida, al notar que se pueden demorar en su conversación decido levantarme y caminar, esta vez detallo un poco más el lugar, desde una pequeña oficina al lado del cuarto principal y las demás recamaras; entro a un cuarto al final de pasillo, parece estar desocupado a excepción de algunos pequeños muebles y cajas de mudanza, noto al lado opuesto de la entrada una puerta, pero al tratar de abrirla no logro nada, se encuentra con llave.

—¿Por qué no me dijiste nada sobre el mensaje o los mensajes? —Cuando Cristopher habla me asusta un poco y al voltear lo encuentro a un lado de la puerta, mirándome con seriedad.

—Debes dejar de hacer eso —le señalo y él parece ignorar mi reclamo.

—También me omitiste el tema de la entrevista —Sigue señalando.

—No es algo que oculte de manera deliberada, aquella transmisión fue escuchada por varias personas, créeme —comento y recuerdo que minutos después de finalizar la entrevista, en mis redes sociales era etiquetada en múltiples preguntas sobre el mensaje que levantaba todo tipo de suposiciones— ¿Qué hay dentro de este cuarto? —Decido preguntar, primero para saciar mi curiosidad y segundo para evitar su mirada acusadora.

—No hay nada especial allí...

—¿Entonces por qué está con llave? —lo interrumpo a lo que me mira extrañado— ¿Un cuarto rojo acaso?

Sin dejar de observarlo, espero una respuesta y me asombra verlo reir con gran soltura.

—¿Crees que necesito de aquellos medios para satisfacer a una mujer? —pregunta y yo solo levanto los hombros sin saber qué contestar. Cuando se acerca a donde me encuentro me toma de la mano haciendo que con un movimiento quede sobre su pecho—. Si deseas puedo atarte y procurar tus gritos y gemidos durante toda la noche —murmura—, incluirá música relajante, no te preocupes.

En esta posición lo único que logro observar es la tela sobre mis ojos y sentir a la vez el palpitar de mi corazón y entrepierna.

—Sin embargo me has ocultado algunas cosas importantes, no puede haber tal recompensa para ti —susurra y me suelta—. Te espero en la sala, comerás algo y hablaremos, sin pausa.

Así como Cristopher entró al cuarto salió, pero dejó en mi mente imágenes altamente adictivas y necesarias para mi cuerpo.

—Si tu juegas, yo también —comento frente a las cuatro paredes.

Esta noche alguien dormirá, solo.

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