Café oscuro
24 Octubre 2019
Cuando me levanté, pensé que estaría más centrada, pero los recuerdos de la noche eran imposibles de borrar. Después de escuchar a mis abuelos y saber que habían pasado toda la tarde en la Capilla de Jesús, la favorita de mi tía, orando y en la noche decidieron asistir a una terapia de yoga que brindaba una amiga de mi abuela sentí que quería un tiempo a solas..
Cuando me encontré libre decidí caminar un poco y para mi mala suerte mis pasos se dirigen a la cabaña dos, a simple vista noto que no hay nadie allí, camino hacia la puerta trasera y esta se encuentra cerrada con llave.
Regreso a mi habitación, busco mi computador y me siento en la sala común del hotel, reviso los documentos de la empresa y realizo anotaciones respecto a algunos puntos en los cuales aun me encuentro inconforme, me lleva gran parte de la mañana. Busco entres mis contactos a Javier Olmos, mi agente contable, le envío un mensaje y en el le comento sobre los cambios dentro de la producción textil en El Dorado y pido su opinión al respecto. Por fortuna su mensaje no tarda en llegar, me informa que se comunicara directamente con los diversos departamentos de la empresa, en especial con el Director General, es decir, con Claudia.
Termino de mirar mis correos, miro uno en especial, se encuentra en mi bandeja de entrada y no he tenido fuerzas para borrarlo, quizás me guste sufrir un poco por la palabras allí escritas y aunque la revista ya se retractó de su publicación esta sigue, no podemos cambiar el hecho que varias personas la leyeron y me señalan por ello, como mi madre.
Reviso mi celular y observo que tengo un mensaje sin leer, el número lo he aprendido casi de memoria y no he tenido que esforzarme para que eso pase.
Cristopher:
¿Podemos tomar un café?
Una sonrisa se me escapa de los labios.
¿No estabas enojada con ese hombre?
Detengo mi mano, la cual se encontraba lista para contestar el mensaje. Mi conciencia decide ser clara en los momentos donde quisiera olvidar todo, pero cuando entro en modo "calor" parece olvidar la lógica y me lanza a cosas estúpidas.
Recuerdo las palabras de mi madre en mi cumpleaños: "ya estás lo suficientemente grande para esperar regalos, para hacer cosas estúpidas y olvidarte de tus responsabilidades, esto último es imperdonable"
Victoria Leite, mi madre, sabe como motivarme y hacerme sentir poca cosa en innumerables ocasiones y que estas dos vayan en un solo mensaje. ¿Qué estarán haciendo ahora? De seguro se encuentra en un spa, olvidando todos los problemas que pueda tener, mi padre quizás se encuentra a su lado y Mauricio... pegado a ellos como lapa.
Envidio a Mauricio por su facilidad de estar cerca de mi madre; recuerdo que ellos siempre han estado unidos y después de la muerte de mi tía Abigail lo están aún más.
Muevo mi cabeza, olvido todo lo que pasa por mi cabeza, dejo atrás las advertencias de mi madre y finalmente tomó el celular. Otro mensaje ha llegado, lo abro y esta vez se trata de la ubicación de Bruna Café.
¿Ir o no ir? El ambiente en ese lugar es muy cálido, familiar y algo concurrido, nada extraño puede pasar allí.
No lo pienso más, guardo mis cosas en mi cuarto y decido caminar. Si me quiere ver y hablar tendrá que esperarme unos veinte minutos.
La mañana está soleada y por fortuna el sol no pica como en otros días, mientras camino observo las casa blancas con algunas enredaderas sobre sus paredes, algunas llenas de flores y otras únicamente verdes; si recuerdo mis últimos años en el pueblo siento que todo sigue igual, las casas, las tiendas e inclusive las personas, si antes no hablaba con ellas no lo haré ahora, para ellos soy una desconocida más, una pueblerina que salió de este lugar con solo 12 años para lograr seguir sus sueños en la capital.
Sonrío con nostalgia al recordar que, después de todo, vivir aquí no fue tan malo.
Reviso el lugar, al estar tan adentro de mis pensamientos por poco y me paso del sitio en el cual Cristopher me ha invitado, retrocedo unos pasos y lo diviso, Bruna Café, espacio inaugurado hace unos tres años por un catador experto en esa área, no había tenido el gusto de entrar al sitio y mucho menos de conocerlo, quizás hoy sería el día.
Entro con cautela, el lugar en sí es una casa normal, pero con pequeñas mesas para disfrutar de la bebida y mientras doy una mirada los encuentro. Cristopher se encuentra hablando un señor ya entrado en años, o eso es lo que logro deducir según su apariencia, cabello corto y blanco, delgado y alto. Es él quien me ve, le dice algo a Cristopher y él voltea a verme. Observo su ropa y a comparación con la mía, son dos polos opuestos, camisa blanca, chaqueta y pantalón negros, y cada prenda a medida de su cuerpo; yo, un short corto algo gastado y una camiseta manga corta blanca con un estado floral en el centro.
—Te estaba esperando —comenta con tranquilidad, se acerca a mí y toma mi mano—. Sabía que demorarías, así que hablé con Leonardo mientras llegabas.
Caminamos hacia la parte trasera de la casa, parecía que conocía el sitio muy bien y que estaba en completa confianza con el señor de la casa. Nos sentamos y pedimos nuestra orden, un café americano para él y un capuchino para mi.
—No estabas esta mañana en la cabaña —comento mientras observo el lugar, trato de disimular, de evitar mostrar algún tipo de sentimiento hacia él, solo es una pregunta curiosa.
—Salí muy temprano, no estabas despierta cuando me marché —Su voz es suave, pero su mirada es fuerte, la siento.
Asiento varias veces al escucharlo, muerdo mis labios ante mi nerviosismo e incomodidad.
>>Lo que pasó anoche en el restaurante no debió pasar —escuchar aquellas palabras me tenso, lo miro de reojo—, no debí salir de allí de esa manera, siento que pude haberte lastimado y eso me molesta.
El ceño en su frente se profundiza, parece enojado, pero solo es un gesto que dura algunos segundos, toma mi mano y la acaricia, suspiro ante su atención.
—Pensé que estabas molesto por... —Las palabras se enredan en mi boca, evito a toda costa mirarlo directamente a los ojos.
—¿Lo que ocurrió en el baño o en el auto? —pregunta divertido, su boca dibuja una sonrisa socarrona y al ver sus ojos, observo ese brillo especial lleno de calor, una mirada nada inocente—. Ahora que lo mencionas me gustaría repetirlo, solos, tú y yo.
Abro los ojos de sorpresa por sus palabras, me enderezo sobre la silla, mi espalda tocando el respaldo de la silla, con mi mano libre me abanico el rostro que de seguro se encuentra algo rojo. Al escucharlo reír le lanzo una mirada de advertencia, por fortuna los cafés llegan a la mesa, retiro mi mano de las suyas y las acerco a mi bebida. Le agradezco al hombre por ella, me encanta ver una gran cantidad de crema chantilly sobre la espuma del café y los chips de chocolate sobre esta.
Con tan solo ver la dulzura ante mis ojos mi estómago se hace notar, lo siento exigir y sin meditarlo más llevo el vaso a mis labios, saboreo la crema y mastico el chocolate.
—Creo que tomaré nota de tus gustos —escucho a Cristopher y al mirarlo se encuentra tomado de su café totalmente negro.
Disfruto el momento, la bebida, pero sobre todo la compañía. No oculto los pensamientos que rondan mi cabeza sobre lo que él y yo somos, aun unos desconocidos, unos locos desconocidos que desean dejar de serlo al descubrir nuestros cuerpos antes que nuestras verdades. De golpe recuerdo la información que me brindó Melissa en la noche, es Cristopher un hombre lleno de reconocimiento y dinero, no me importa, pero me sorprende saberlo.
—¿En qué piensas? —pregunta, veo su pocillo vacío y el mío, bueno casi llegando a la mitad.
—En lo que has hecho —Mis palabras lo toman por sorpresa, alza las cejas y ubica sus codos sobre la mesa entrelazando sus dedos bajo su mentón—, enviarme un mensaje para tomar un café sin algún pretexto o motivo.
—El pretexto es muy sencillo, quería verte —Su semblante es totalmente serio, es como si al decir aquello fuera lo más natural del mundo, no duda en lo que dice.
Nos miramos mientras bebo y en esta ocasión evito bajarla, recuerdo la primera vez que nos besamos y recuerdo sus palabras.
Lo había pensado en las noches de insomnio, recuerdo los consejos de mis amigas y lo más importante, los dos estamos solos y no debemos darles explicaciones a nadie.
—Quiero conocerte, descubrir la tensión que sentimos —murmuro, pero sé que él lo ha oído con claridad.
Dejo el vaso sobre la mesa y me levanto, camino hacia la salida y allí me encuentro con el que al parecer es el señor de la casa.
—El café ha estado delicioso, me reprocho no haber venido aquí antes —hablo con sinceridad, con alegría.
—Es para mi un placer recibirlos y que disfruten de un café hecho en casa —Su sonrisa me recuerda a papá, el calor de hogar que transmite al llegar es magnífico; desvía su mirada a alguien detrás de mí—. Espero que nos podamos reunir en otra ocasión —estrechen sus manos—, gracias por venir Cristopher.
—De seguro regresare para las próximas fechas de catación y barismo —Con tan solo escuchar aquello el rostro del hombre se ilumina, al parecer esa noticia le llega al corazón.
Al despedirnos salimos de la casa y nos dirigimos a la calle.
—¿Qué piensas hacer ahora? —pregunto mientras caminábamos, llevo mis manos a los bolsillos traseros de mi short.
Me toma por la cintura, hace que mi cuerpo choque con el suyo, frente a frente. Sus manos se posan sobre las mías.
—Iniciemos nuestro descubrimiento —Estábamos tan cerca que podía sentir su cálido aliento sobre el mío, rozó su nariz con la mía y unió nuestras frentes.
—Iniciemos —respondí y tan pronto como las palabras salieron sentí su boca sobre la mía, era un beso lento el que compartimos, representaba el inicio de lo que sentí, como una promesa.
No quería separarme de él, saque las manos de mis bolsillos y las lleve a su nuca, al mismo instante en que la presión de las suyas sobre mis glúteos aumentaba, un leve y ronco gemido salió se ahogó en mi garganta. Su mano derecha hizo un lento y tortuoso recorrido, llegó a mi cara y acarició mi mejilla.
—Tengo que irme —La profundidad de su voz me congelo y de esa manera el beso se terminó—, el trabajo en la empresa necesita de mi presencia.
Miro a todos lados y por fortuna eran pocas las personas que caminaban por el lugar, aunque no me importaba mucho si nos hubieran visto, después de todo yo me marcharía del pueblo, también. Tome el camino que me llevaría al parque, desde que llegué no había ido y ahora sentía que necesitaba ir.
Es normal que algún día tenga que irse, lo sabía y entendía, pero una extraña sensación tomo mi pecho y las conexiones en mi cabeza parecieron entrar en estado de pausa, no saber qué decir o qué hacer. me siento tonta y ridícula.
Miro a Cristopher de reojo, él camina a unos pasos detrás de mí, su mirada es muy neutral, lleva las manos en sus bolsillos y la espalda recta, parece observar cada detalle de su alrededor. Ralentizo mis pasos hasta quedar a su lado.
—Siento que me estoy comportando de una manera estúpida —comento mirando al frente, llevo de nuevo las manos a los bolsillos traseros de mi short corto—. Para mi me resulta extraño algunas cosas que hago, sobre todo si estoy contigo, disculpa si las cosas que hago te resultan molestas.
Dejo escapar un ligero suspiro, no niego que decir aquello en voz alta me ha ayudado un poco, pero el no obtener alguna respuesta de su parte me deja algo avergonzada.
Está bien, si no desea decir nada que no lo haga, yo trataré de estar bien o disimularé estarlo.
Camino hacia el centro del parque, el sol de mediodía brilla en lo alto y agradezco la frondosidad de algunos árboles que impiden los rayos directos y me siento en una banca, con Cristopher a mi lado. Noto que no soy la única que decide descansar en este lugar, varios adultos se reúnen en una pequeña mesa para jugar a lo que creo es dominó; una mujer juega con su hija pequeña mientras esta trata de brincar en su solo pie sobre las divisiones marcadas en el suelo; logro ver a un grupo de niñas, reunidas a unos cuanto metros, reírse y murmurar entre ellas, sus miradas van dirigidas al lugar donde me encuentro y estoy muy segura que no es por mi.
—Me gustaría que me acompañaras en mi viaje de regreso a New York —escuchar su voz me alivia, pero son sus palabras las que me hacen girar hacia él de una forma brusca.
>>Soy consciente de lo precipitado y extraño que puede sonar —Continúa hablando, su pose es muy relajada, parece que él lo que acaba de decir es muy normal y no es nada precipitado—, pero lo único que quiero es cumplir cada una de nuestras palabras.
Parpadeo varias veces, me encuentro saliendo de una noticia un poco extraña y sin duda excitante. Recuerdo mis palabras, fui yo quien acepto esta extraña relación que estamos creando, pero no dejo de sentirme rara.
—¿Cuándo sale tu viaje? —pregunto con cautela.
—Mañana temprano —Me mira y toma un mechón de mi cabello para llevarlo hacia la parte detrás de mi oreja—. Si necesitas pensarlo tienes hasta la noche, aceptaré tu respuesta.
Mañana.
Mis vacaciones aún no terminan, tengo una semana más, una semana donde podré compartir con mis abuelos, hablar con Julia y quizás logre acompañarla a una de sus ecografías; me parece muy rápida su proposición y por fortuna tenga una respuesta que darle.
—Me quedaré con mis abuelos, tengo unos días más para disfrutar con ellos —Cuando hablo mi voz sale tan natural que de cierta forma me sorprende, sonrío por ello—. Si tenemos suerte nos encontraremos en New York dentro de una semana.
Asiente, no dice nada. Me toma de la mano y caminamos hacia un costado del parque. Escucho el sonar de un auto, al parecer Cristopher ha estacionado en este lugar, noto que el carro es muy diferente al del día anterior, esta vez es una camioneta blanca.
—¿Pensé que el coche de anoche era tuyo? —cuestiono una vez dentro.
—No tengo autos propios aquí, usualmente alquilo algunos para poder transportarse con tranquilidad —resuelve mi duda y sin nada más que agregar prende el coche y nos dirigimos hacia La Matilda.
Llegar a la casa de mis abuelos acompañada de Cristopher había sido en los primeros segundos algo extraño, pero cuando ellos ignoraron eso me sentí más tranquila, entendí que la única persona que podía imaginar cosas donde no las había era yo.
—Hija, queremos hablar contigo —La voz de mi abuela era algo triste e incomoda, sin duda algo estaba pasando.
Me llevó hacia la parte trasera de la casa, un sitio vacío, segundos después llegó mi abuelo, su aspecto era el mismo que el de mi abuela, si no querían preocuparme estaban fallando de sobremanera. Las miradas entre los dos eran como mensajes secretos, pero lograba entender algo, estaban decidiendo cual de los dos hablaría conmigo. Al final fue mi abuelo, quien después de un sonoro suspiro tomó la palabra.
—Hace una hora llamó tu madre, nos dijo que su descanso le había sentado de maravilla —sonreía de manera forzosa, se que no me llamaron para decirme eso—; estarán de regreso mañana y...
Y algo en mi cabeza empezaba a hacer clic, camino un poco, me paso las manos por mi cabeza y miro al cielo, cierro los ojos, siento a la brisa pasar por mi cabello y rostro, es algo fría; inhalo y exhalo varias veces.
—No me quiere aquí ¿es eso? —Sigo en mi posición cuando hablo, siento a mi voz quebrarse al final, pero esta vez no llorare por ella.
Una leve caricia hace que abandone mi rígida postura, la mirada llorosa de mi abuela pesa en mi pecho, le regalo una sonrisa de consuelo, pero no puedo hacer mas, dejar que me abrace sería romper en llanto y no quiero, ya no quiero.
—No queremos que te vayas, tu madre debe razonar ante sus acciones —Mi querido viejo se acerca a su esposa y pasa una mano por sus hombros—. No puedo permitir que te siga haciendo daño y mucho menos frente a nosotros.
Trago grueso, mi visión se empaña, pero aprieto con fuerza mis dientes para evitar que una lágrima salga.
—Estaré bien —Tomo las manos de mis abuelos, a pesar de los años las siento suaves, a pesar de sus largos años de trabajo las siento suaves; sonrío ante sus rostros preocupados—. No deben molestarse por mi, ya mucho han hecho estos días por mi —Logro ver a mi querida abuela querer reprocharme así que me adelanto— y no quiero ser un dolor para ustedes, si hablo con mi madre, por favor no intervengan.
La derrota se pinta en sus caras, pero por fortuna entienden. Mi abuelo extiende su brazo para abrazarme, ahora somos un pequeño círculo de tres dándonos un tipo de apoyo, es una terapia que funciona.
—Será mejor que nos dirijamos dentro y comamos un poco, ya es tarde y no podemos estar con el estómago vacío.
Caminamos dentro, por fortuna el tema de mamá quedó cerrado o eso esperaba, nada estaba asegurado hasta que ella llegara y hasta que eso pasara debía aprovechar mi tiempo, quizás lograra engañar a los abuelos, pero sentía que la tensión que viviría con mi madre sería tan desastrosa que nadie estaría salvo.
Al finalizar la hora del almuerzo salí a caminar un poco por los alrededores, mi mente estaba dividida en dos, el regreso de mamá y la salida de Cristopher, sobre todo su invitación. Me he concentrado tanto en eso que por poco caigo al tropezar con algunas rocas e incluso con mis propias piernas.
—Y yo que pensaba que estas serían unas vacaciones tranquilas —hablo bajo, consigo misma.
Escucho la voz de Michael Jackson, busco mi celular y al ver el nombre en la pantalla se extiende una sonrisa en mi rostro, contesto la llamada.
—Eres el azúcar que le faltaba a mi día cariño —la voz de Joaquín es muy dulce y ante sus palabras no puedo evitar reír—. Como ya no me llamas tuve que hacerlo yo.
—Discúlpame, soy una mala amiga, lo sé —llevo una mano a mi pecho.
—Querida eso ya no importa, quiero darte una gran noticia y de seguro quedarás muda de la impresión —su voz es algo cantarina, pero siento que es muy serio en lo que dice—. ¿Recuerdas a la señora Luz McAdams? Esa mujer rica y algo excéntrica —Joa hace una pausa y recuerdo a la mujer de la cual habla, sería algo difícil de olvidar—, decidió realizar su propio desfile de modas para la otra semana en el 4W43 Building, en Manhattan ya que no había podido asistir a la semana de la moda en septiembre; el caso es que nos invitó al evento y quiere ver nuestros diseños.
Un escalofrío pasa por todo mi cuerpo, miro mi brazo y cada vello está levantado. Busco un lugar donde sentarme, pero me encuentro en medio de un sendero de caminata, así que decido sentarme en el suelo.
—Por fortuna estamos trabajando en la colección, pero con la noticia hemos aumentado la velocidad —lo escucho suspirar, me empiezo a sentir mal, yo descansando y él trabajando—. Pero lo más importante es que la señora McAdams quiere hablar contigo.
—¿Ella quiere hablar conmigo? ¿de qué?—pregunto extrañada por lo que dice, según he escuchado esa mujer es algo... difícil de tratar.
—De eso no se nada cariño, la persona que llamó era su asistente y no me dio alguna explicación clara sobre el asunto, en lo que sí fue enfática es en que te reúnas con ella —Estoy segura que Joa se encuentra igual de sorprendido como me encuentro ahora.
Todo es muy sorpresivo, sé que es el sueño de todo diseñador, ser reconocido y poder llevar su trabajo a las altas élites, sin embargo, ¿qué tengo que ver yo es todo eso? Una extraña sensación se instala en mi mente, pero decido mantenerla en silencio.
—¿Estás bien? —El tono en su voz es de preocupación, creo que no ha sido bueno quedarme callada.
—Claro —digo algo incómoda—. Todo lo que me dices es sorprendente y me dejaste en blanco.
—Si esa señora se comunicó conmigo es muy probable que también lo haga contigo, haces parte del Departamento de Marketing y Comercio de la empresa.
Me doy una palmada en la frente, a veces olvido mi papel dentro de la empresa, creo que me enfoco más en diseñar las prendas que en realizar las ventas de estas. Joaquin es nuestro relacionista público, pero también ayuda en el área de marketing, por fortuna.
—¿Crees que no hago bien mi trabajo?
—¿Pero de qué hablas? —pregunta y rechista a la vez— Gracias a ti hemos logrado avanzar dentro de la empresa, muestras nuestras prendas, las haces visible; quizás has estado algo ausente este año, pero todos acá sabemos que se debe a tu carrera de modelaje, ha sido un buen año para ti, nunca pienses lo contrario.
Miro hacia la nada esperando alguna respuesta, pero como esta no llegara me levanto del suelo. Joaquin siempre ha sido muy amante de la sinceridad, pero no quiero que solo porque sea mi amigo me esté consolando con dulces palabras y me evite ver la verdad.
¿Acaso no eres una mujer madura que sabe lo que hace?
Así es, querida voz de la conciencia, pero la edad no te hace una persona madura de inmediato.
—Estaré esperando la llamada —si llaman—. Gracias por tus palabras... creo que debes alistar maletas para el viaje.
—Debemos —puntualiza—. Si llegas a saber algo más sobre el evento no dudes en llamar, cuídate.
—Tú igual.
Terminamos la llamada, me siento en una de las bancas que se encuentran fuera del hotel, la misma donde Cristopher me había esperando para nuestra primera salida.
Nuestra...
Creo que no debes enfocarte en idealizar todo en plural.
Si hay una persona que me puede ayudar es Melissa, busco su número y la llamo de inmediato.
—Hola, ¿sigues con tu lio del corazón? —Su voz es muy tranquila y con solo escucharla también me calmo.
—Él quiere que salga de viaje a su lado —Trato de ser breve y dar los solo los detalles necesarios—. Joaquín me acaba de llamar para anunciarme que tenemos la posibilidad de desfilar nuestra colección en Manhattan.
—¿Y cómo te sientes ante esas dos opciones? —pregunta y no es muy claro para mi obtener alguna respuesta.
—Con mi mente y corazón dividido... —No quería meter a mi corazón en esto, pero resulta que es tan necio como yo, haciendo que las decisiones sean aún más difíciles de tomar.
Me quedo en silencio, observo la escena a mi alrededor, el sol es cálido y la sombras generada por los árboles más grandes brindan un lugar ideal para descansar; algunas aves dan cortos saltos sobre el césped mientras buscan su comida; un joven pareja se acerca caminando, una chica lleva una cámara fotográfica y su acompañante, otra chica, lleva una mochila tejida que al parecer está más que llena.
—Si decides viajar sabes que me puedes buscar —Al parecer para Melissa el viaje está más que claro.
Estoy por responder, pero una nueva llamada entrante me sorprende. No hay un número o nombre, es un contacto privado, dudo en contestar, pero la voz de Joa se cuela en mi mente.
"Si esa señora se comunicó conmigo es muy probable que también lo haga contigo"
—Melissa, espérame un momento que tengo que contestar otra llamada.
Tomo un largo suspiro, aclaro mi garganta y le doy al botón verde.
—Había pensado que si no me contestaba ahora no te volvería a llamar —Su voz es algo ronca, pero firme, cuando terminó de hablar soltó un risilla, una que me erizo la piel.
—¿Señora McAdams? —pregunto con cautela y lo único que recibo es otra risa de su parte.
—Por supuesto cariño, no creo que te encuentres esperando otra llamada de gran importancia el día de hoy, de seguro solo la mía —comenta con arrogancia, solo me imagino en sus rostro una sonrisa prepotente.
Me trago mi nacido disgusto y finjo una sonrisa, se que no puede verme, pero al menos hago lo posible por evitar un mal tono de voz.
—Mi compañero de trabajo me informó sobre su proposición, estamos muy agra...
—No es necesario que me informes sobre algo que yo misma dije —Me interrumpe mientras suspira—. ¿Estás dispuesta a viajar y así poder vernos?
—Eso es lo que me sorprende —confieso—, no entiendo ¿por qué es tan necesaria mi presencia?
—Para que pueda responder a su pregunta debe viajar y si desea que sus diseños sean expuestos en mis desfile tiene que viajar ¿está claro?
—¿Es una exigencia? —pregunto sobresaltada por lo que acaba de decir.
—Cariño ¿crees que todo lo que tengo lo he obtenido por hacer favores u obras de caridad? Me sorprende tu ingenuidad —Siento algo de hostilidad aunque el tono de voz sigue siendo el mismo, no respondo a su pregunta, a lo que ella toma la palabra—. Creo que mi noticia alegró mucho a aquel chico encantador y si no te decides bien, la oportunidad que tienes de avanzar en la industria de la moda caería estrepitosamente ¿estás preparada para el golpe?
No hay palabras más claras para decir que esto es un chantaje, no entiendo que es lo que quiere conmigo e incluso que es lo que quiere con la empresa; pero ha tocado un punto sensible, ha metido a los chicos de la empresa en el asunto.
—Lamento decir que el tiempo corre... —Se divierte de mi situación—. Si no estás para mañana antes que se acabe el día, buscaré a alguien más, a alguien que no le importe realizar un viaje para verme.
Su última frase, lo que siento como un ultimátum me deja con la boca abierta. Un pitido me anuncia que la llamada ha terminado. Reviso las llamadas activas, no tengo ninguna en línea, por fortuna Melissa había colgado, de lo contrario no tendría palabras para hablar con ella en este momento.
¿Qué debería hacer?
Joaquin estaba muy emocionado por la noticia, estoy segura que todos los trabajadores en la empresa ya lo saben.
Me llegan varios mensajes de texto, y cada uno de destinatarios diferentes.
Julia:
Joaquin me ha comentado sobre el posible desfile en Manhattan, por favor haz todo lo posible para que eso sea realidad.
Melissa:
No sabes lo feliz e intrigada que estoy por la noticia, apenas tengas una respuesta me informas.
Joaquin:
Es la primera vez que veo a Claudia tan contenta, es muy notorio en su rostro que desea ese desfile... no lo niego, yo también me siento así.
Solo uno había llamado por completo mi atención, por impulso muerdo mis labios nerviosa.
¿Necesitas compañía?
Miro hacia los lados, me levanto y giro sobre mis pies buscándolo, cuando lo encuentro parece burlarse de mí. Una luz aparece en mi mente, todo indica que es mi única solución. No espero más y camino hacia él, al verme se detiene y me mira curioso, con sus manos en los bolsillos, lleva ropa más deportiva, de ese estilo que se lleva para estar en casa tranquilo.
¿Puedes dejar la revisión para más tarde?
Claro, claro.
Me paro frente a él, tomo aire y disparo.
—Acepto tu propuesta, viajaré contigo mañana a primera hora.
Os comento Bruna Café es un sitio de Barichara, con apariencia sencilla, pero gran reconocimiento en las bebidas, así como el dueño del sitio. Pueden buscarlo el sitio en su portal web y conocer un poco más.
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