Capítulo 28| Métodos dignos de ser cuestionados

Todos los sistemas tienen una falla, es completamente normal. Están diseñados por creaturas inteligentes, pero a la vez, imperfectas. Siempre existirán detalles que se le podrían escapar incluso al más calificado, debido a lo imposible que resulta controlar todas las variables gracias a la ley del suceso imprevisto, en la cual estábamos condenados a vivir en conjunto.

Así era como solían justificarse. Cuando aún formaba parte de la División, llegó a enterarse de infinidad de historias sobre gente que desaparecía sin dejar un solo rastro.

Cada vez que los Altos Mandos se enteraban de algún faltante, enviaban a un grupo que se encargaba de eliminar cualquier registro que hubiera sobre el perpetrador del robo. A menudo, los culpables perecían en «desafortunados accidentes», de acuerdo con los encabezados de los periódicos, o se les veía por última vez entrando en las oficinas de administración de la base, no volviendo a poner un pie fuera de ella.

La misión era tan simple que hasta se volvió como un juego para ellos: eliminar el historial de nacimiento, el académico, el crediticio, el de empleo, el de salud... En fin. Cualquier documento que diera fe de su existencia en el mundo, y emprender la cacería.

Montañas de papel se vieron reducidas a cenizas en incontables ocasiones, los programas de ordenador quedaron inservibles, dejando una enorme porción de bases de datos en el olvido. Fue como si hubieran esparcido los fragmentos a lo largo del espacio virtual.

A nadie le preocupaba. Nadie hacía nada al respecto.

No conformes con aquella persecución inaudita, a veces arrastraban a los allegados. Familias completas fueron erradicadas en cuestión de un par de días. Nadie reclamaba los cadáveres, quizá por temor, quizá porque no les quedaba otra opción que resignarse a perderlos. La justicia era un bien reservado para aquellos que podían pagar por ella.

La mayoría robaba suministros para ayudar a algún familiar desahuciado, sin saber que aquello les acarrearía graves consecuencias tanto a sí mismos como a aquellos a los que pretendían salvar.

El hecho de que se enfrentaran a esta problemática era un claro indicio de que se trataba de una organización bien establecida, que contaba con los recursos y la logística suficiente para urdir un plan rebuscado y hacerse con un cargamento de cientos —o inclusive, miles— de dosis para luego venderlas.

—La vigilancia es una broma de mal gusto últimamente —rechistó Levi—. A esos inútiles solo les preocupa mantener su reputación como «cerebritos» intacta.

Se refería a los miembros encargados del estudio del cuerpo humano, débiles intentos de científicos que se jactaban de su avanzado conocimiento en medicina y tecnología, pero que no habían sido capaces de idear un método de protección adecuado para resguardar su secreto.

—En ese caso, supongo que ya te diste cuenta de lo peligrosas que son estas personas —Erwin reiteró lo evidente, buscando asegurarse de que Levi también lo comprendiera.

Le daban escalofríos de solo imaginarse hasta donde podían llegar con tal de obtener lo que deseaban. Fue ahí donde entraba la disyuntiva de que los buenos quizá no eran tan buenos como parecían, ya que podían emplear diversos métodos que se consideraban desalmados, e inclusive inmorales.

—Tch, no me asustan ni un poco. No son más que un puñado de habladores.

—Me extraña que creas eso cuando es evidente que tú sabes cómo piensan.

A Levi ya no le molestaba ninguna intromisión de Erwin en su vida pasada, reconocía que no trataba de hacerlo sentir inferior. Debido a esto, se abstuvo de debatir cuando le dio a entender que no era tan diferente a aquellos secuestradores, pues todos tenían el mismo objetivo en el radar; la diferencia era que la perseguían por diferentes razones, igual de válidas ante sus ojos.

—¿Y qué sugieres? —suspiró—. No hemos juntado ni una milésima parte de lo que pidieron por ella. En vez de estar aquí perdiendo el tiempo mientras hablo contigo, debería...

—Entrégales el frasco —lo interrumpió bruscamente—. Era el dinero o la mercancía, ¿no es verdad?

Se trataba de una sugerencia plausible, aunque había un problema que el rubio no había contemplado. Había demostrado ser capaz de leer entre líneas y de ver más allá de lo ostensible, pero después de todo, no leía la mente.

—Ya había pensado en eso, y créeme que tuve la intención de hacerlo, solo que no será posible —reconoció con voz apagada, como si se estuviera disculpando por su incapacidad de seguir las instrucciones.

—¿Por qué no?

—Ya no lo tengo. —Erwin negó con la cabeza en repetidas ocasiones—. Lo envié al laboratorio para que le hicieran pruebas—. Él permaneció inerte, demostrando que le cedía el turno para que siguiera hablando—. La dosis que me inyecté en la primera semana de clases no funcionó. Bueno, técnicamente, sí lo hizo. Aunque, unos días después, experimenté algunos efectos que se supone quedan anulados cuando te someten a la Asimilación. Creí que se trataba del remanente de la fractura, e incluso fui a que me tomaran una radiografía para descartar dicha posibilidad, por más insignificante que pareciera. En la clínica me miraron como si estuviera loco por insistir en que estaba herido y en que los resultados de la placa se habían alterado. Supongo que debí retirarme de inmediato —explicó valiéndose de un tono diplomático, que contribuyó a que recobrara la tranquilidad.

—Ya veo. —Se acarició el puente de la nariz y, acto seguido, tomó asiento junto a Levi, imitando la pose de aquella famosa estatua de Auguste Rodin—. Esto es más delicado de lo que pensé.

—¿Recuerdas lo que sucedió el día en que no pude participar en la carrera que teníamos planeada?

—Cómo olvidar que ella logró derribarte en el suelo —respondió en son de broma.

—Ya te dije que me agarró desprevenido. —Lo fulminó con la mirada, sin embargo, no pudo evitar avergonzarse—. No debí subestimarla. Seguro pensó que me estaba haciendo el gracioso, y ni siquiera me dio la oportunidad de defender mi postura. Como si alguna vez hubiera pretendido hacerle una broma a alguien en toda la faz de la tierra, en especial a ella —comentó con ironía—. No es más tonta porque no es más grande.

Erwin reprimió una risita ante la burda comparación que le quedaba como anillo al dedo a aquel que se sentía orgulloso de mencionarla.

Bajó la vista mientras se esmeraba en ordenar sus ideas, que estaban aún más revueltas que las de su amigo.

Ambas problemáticas se conectaban de una forma que aún no comprendía en su totalidad, y que sin duda se les estaba saliendo de las manos.

—¿Sufriste algo así como una especie de «efecto rebote»? —agregó, aún meditando en las implicaciones de lo que Levi le contaba.

El hecho de que le hubiesen negado la ocasión de experimentar los efectos de aquella sustancia no representaba un impedimento para su curiosidad, que se veía tentada.

—En resumen, así es. Cuando me encontré por casualidad con ese imbécil, decidí llevarme una pequeña muestra para después enviárselas. Creí que era lo correcto, que ellos debían saber a lo que se enfrentaban.

—Si de algo sirve, fue lo mejor que pudiste hacer con la información que tenías a tu alcance. No obstante —arrugó el entrecejo—, tus buenas intenciones desencadenaron una serie de eventos desafortunados que nos han traído hasta aquí. Espero que estés consciente de que si perciben que estamos tardando más de la cuenta, comenzarán a ejercer presión y, ojalá me equivoque, pero...

—No te atrevas a terminar la frase. —Estaba al tanto de las consecuencias, indispuesto a aceptarlas.

—Tienes razón. Ella no merece pagar por tus estupideces ni por las de él. —Aunque se esmeraba por mantener un tono severo, nunca pretendió causarle ningún conflicto—. Tal vez uno de los dos debería entregarse en su lugar.

—Todo esto provoca que digas muchas tonterías. —Levi le dedicó una mirada de hastío, motivada por la inviabilidad de las soluciones que le había presentado.

—Por lo menos se quedan como palabras que nunca llegan a concretarse —replicó. Levi no tuvo más remedio que resignarse a perder.

No fue un espíritu de cobardía lo que le impidió responder afirmativamente. Para los captores, él no tenía nada qué ver en el asunto; podrían considerarla como una oferta agraviante. Necesitaban mantenerlos de buen humor a fin de evitar que se desquitaran con la menos culpable del asunto.

—Me pregunto si él pensará lo mismo que tú, porque en ese caso, Kiomy está perdida.

—No. No es verdad... Podría haber una tercera opción. —Se apresuró a sacar su teléfono del bolsillo y tecleó un número mientras le indicaba a Erwin que guardara silencio mediante una seña, a lo cual accedió a regañadientes. El brillo en sus ojos indicaba que se le había ocurrido una idea—. ¿Hange? Pon el altavoz, necesito que ambos escuchen esto.

2:27 p.m.

Aunque el sol estaba en su punto máximo, la calidez que irradiaba no era como la de la estación de las hojas doradas.

Hange le había pedido a Colt que la acompañase, no porque se sintiera desprotegida, sino porque necesitaba hablarle con franqueza, y la actitud de Levi no ayudaba a apaciguar las olas. Sí, todos estaban angustiados, pero requerían calmarse para ser capaces de tomar decisiones acertadas.

Se encontraban atascados en medio del tráfico. Sabían que utilizar el claxon no iba a servir más que como contaminación auditiva que aumentaba el estrés de los conductores. Aquella atmósfera se prestaba para esclarecer un par de asuntos que no había podido concretar por falta de tiempo.

—Colt, ayúdame a entender algo. —Lo miró de reojo.

—¿Sí?

Ella solo necesitaba el visto bueno para comenzar.

—¿En qué términos andan ustedes dos? —le cuestionó con relativa prudencia. Detrás de su amabilidad se escondía una insinuación que había comenzado desde esa mañana. No era así como se imaginó que llegaría a enterarse, por supuesto.

—¿Te refieres a que quieres saber qué tipo de relación tenemos? —respondió con voz trémula.

—Sí, supongo. —Su mirada se iluminó y le dedicó una sonrisa traviesa que alcanzó a perturbarlo.

Se preguntaba por qué el repentino interés, aunque lo más probable era que tuviera el deseo de recordar a su amiga en medio de un escenario que le infundiera esperanza, no que se la robara. Podía considerarlo como un ejercicio de relajación mental, en eso estaban de acuerdo.

Lo que él no se imaginaba era que Hange había comenzado a sacar conjeturas incluso antes de que enfrentaran aquel siniestro. Mientras Levi se dedicó a explorar todas las opciones dentro de su mente con el fin de limitar los sitios en los que podría encontrarse, ella ya tenía una historia bien cimentada que justificaba la tardanza de su amiga.

Razonaba que, si bien Kiomy gustaba de Levi, y la atracción era más o menos mutua —por lo que tenía entendido—, su amiga aún gozaba de la libertad de salir con quien quisiera. Su mayor interés radicaba en verla feliz, sin importar hacia qué lado de la balanza terminara inclinándose, mas no podía dejar de pensar en lo cuestionables que eran sus decisiones en el ámbito amoroso.

—Ella es mi mejor amiga —sentenció, a costa de un nerviosismo latente que se instaló en la boca de su estómago.

La alegría de la castaña se transformó en una mueca de resignación. No entendió en sí a qué se debía, pero no era lo que tenía en mente. Aun así, mantuvo el tono conversacional.

No quería que Colt interpretara aquello como un interrogatorio, sino como una charla común entre dos personas unidas por el mismo desastre.

—Es que me estaba preguntando por qué fueron detrás de ella. No dejo de pensar en que debieron haber visto algún indicador de que ustedes eran... —hizo una pausa, insegura de continuar—, más que amigos, si es que me entiendes. Me atrevo a afirmar con toda certeza que los estuvieron vigilando durante algún tiempo razonable. No me malinterpretes —le sonrió con calidez cuando lo notó tenso—, me da gusto que hayan dejado a tu familia fuera de este infortunio.

—Sí, entiendo a qué te refieres. Es complicado, ya dejé de verla de esa forma. —Agachó la cabeza—. ¿Puedo ser franco contigo? No sé por qué, me inspiras confianza.

No se le hacía honor al título de «mejor amigo» hasta que no te confundían con la pareja de la otra persona. Fuese verdad o no, en este caso no dejaba lugar a dudas, y terminó convirtiéndose en una desventaja.

—Claro que puedes. A este paso, llegaremos mañana. —Recargó la frente en el volante, a modo de resignación.

—Hace un rato omití contar algunas cosas porque no quería que ese sujeto aterrador me escuchara. —Hange se levantó como un zombi reanimado que abrió los ojos de par en par, señal de que había captado su atención y de que logró deducir que no se refería a Erwin. Su curiosidad estaba siendo tentada más allá de los límites que se había establecido—. La verdad es que ella sí se comportó de manera poco convencional, al menos conmigo. No sé si nada más fue impresión mía, pero hubo un instante en el que estábamos hablando de nosotros, y el ambiente se volvió pesado, ¿sabes? C-como si...

—¿Se puso rara en qué sentido? —lo interrumpió, evidenciando su incapacidad por contener una nueva ráfaga de felicidad.

Esto hizo que Colt se cohibiera y terminara apretujándose contra la puerta del copiloto.

—N-no es eso... No vayas a pensar que ocurrieron esas cosas que de seguro estás imaginándote —comenzó a mover las manos en señal de negación—. Es que ella... jamás me había mirado de la forma en que lo hizo.

—¿Cómo con ternura? —Colt no hallaba donde esconder su rostro enrojecido, confirmando así sus sospechas—. Vaya, eso sí que es novedad.

—Creo que quería decirme algo importante, solo que se contuvo... Fue como si le estuviera pidiendo permiso a algo, o a alguien para poder pronunciar la siguiente oración. —Se quedó callado, arrepintiéndose de compartirle su teoría, porque sonaba más estúpido que en su cabeza—. Nah. No me hagas mucho caso. A veces ni siquiera yo sé lo que estoy diciendo.

—Y te quedaste con la espinita de saber qué era, ¿no es así?

—Puede ser... ¡Demonios! ¡Tuve que haber sido yo! —En ese momento, un estruendoso golpe lo hizo volver en sí.

Hange no hizo ningún gesto para darle la razón, aunque en el fondo estaba de acuerdo con él.

—¡Ay, no! Eso es lo que pasa cuando no estás atento. —Apuntó con la cabeza hacia adelante—. Supongo que hoy no era nuestro día de suerte. Ya tendrás tiempo de decirle todo lo que quieras cuando la rescatemos de las manos de esos malditos —le recordó con amargura.

Se quedaron en silencio durante algunos minutos, en los que observaron a un par de conductores bajar de sus autos. Ambos examinaban minuciosamente sus vehículos en búsqueda de algún rasguño que fuera el detonante para comenzar a gritarse en la vía pública. En definitiva, no llegarían pronto.

—Colt, tienes que prometerme algo —dijo de repente. Él la miró por el rabillo del ojo, temeroso de escucharla—. No lo hagas por mí, sino por ella o por cualquier otra persona a la que ames. Cuando salgamos de esta, debes alejarte por un tiempo, al menos hasta que las cosas se tranquilicen.

—Lo sé —convino—. Créeme que ya lo había pensado.

—Ella estará de acuerdo. Después de todo, es por el bien de ambos, y de tu familia, por añadidura. —Su teléfono comenzó a vibrar—. ¿Puedes contestar? No queremos ser los originadores de otro accidente.


5:12 p.m.

Colt, Erwin, Levi y Hange se reunieron en una cafetería cercana al instituto. Cualquiera habría llegado a la conclusión de que solo se trataba de un grupo de amigos que quería pasarla bien, sin embargo, el tema a tratar no era un motivo por el cual regocijarse.

El tiempo seguía avanzando, sin dar tregua. Perderse entre la multitud les brindaba una engañosa sensación de tranquilidad, puesto que estaban al tanto de que el observador podía estar escondido en medio de los comensales.

Eligieron una mesa en el fondo. El nivel de la música era el adecuado para mantener una conversación íntima sin tener que hablar del todo en voz baja.

Hange se ubicó al lado de Erwin, a Levi no le quedó más remedio que sentarse junto a su rival. Eso sí, una vez que tomaron su respectiva silla, se alejaron el uno del otro lo más que pudieron permitirse. Se miraban con recelo, como si tuvieran un virus contagioso que ninguno deseaba contraer. Incluso podrían haber sacado una botella de aerosol desinfectante y a ninguno le hubiera parecido extraño.

Era obvio que entre ellos existía una enemistad marcada, solo que Hange no había logrado descifrar los motivos. Tal vez era otro de los efectos de la tensión acumulada.

—No cabe duda que le gusta convivir con gente peligrosa. —Hange abarcó a Colt y a Levi con la vista. Se había cruzado de brazos desde que escuchó la palabra "negociación", a medida que la plática se tornaba confusa. Estos se miraron, y aunque se les pasó por la mente la idea, no trataron de refutar le hipótesis de la castaña—. Tú y yo —apuntó al pelinegro, quien se mantuvo a la expectativa— tenemos una conversación pendiente, pero por ahora, creo que podemos seguir con el plan.

—Funcionará, Hange. Ten fe —dijo Erwin con la intención de infundirle paz.

A pesar de que no era una competencia para ganar el premio al más aturdido, ella se lo habría llevado sin ningún problema.

—La oferta no les desagradó —Colt tomó la palabra, a pesar de que no se sentía muy seguro de acordar que fuera la única opción viable—, aunque fue difícil convencerlos, y el plazo sigue siendo el mismo. En cuanto les avise que tenemos la mercancía, me indicarán el sitio en donde haremos el intercambio.

—Bien. Iremos contigo —anunció Hange con determinación.

—¿Iremos quiénes, cuatro ojos? —replicó Levi, ofendido ante la invitación que le había extendido a los presentes sin antes consultarlo con él, quien era el anfitrión de la casa.

—¿Qué no es obvio, enano? —Le siguió el juego, ignorando su molestia a fin de evitar que comenzara otro altercado.

La situación ya eran lo suficientemente desalentadora como para enfrentar la amenaza de un grupo dividido desde el interior, que los volvía susceptibles ante cualquier ataque.

—Levi, no está a discusión —lo regañó Erwin—. Contra todo pronóstico, tuviste una idea acertada, y más vale que nos demos prisa, o ya sabes lo que sucederá.

El aludido tensó la mandíbula. Ese recordatorio de su amigo había bastado para que se tranquilizara, al menos por un instante.

—Yo me quedaré aquí por si algo sale mal —intervino Colt, sabiendo de antemano que no sería bienvenido.

—Hasta que se digna a utilizar su cerebro —espetó Levi mientras miraba hacia el techo, en una referencia de que la ayuda divina por fin había hecho de las suyas. Fingir que Colt no estaba ahí era parte de su estrategia para hacerlo enfadar—. Todos nos hemos dedicado a buscar soluciones, pero tu contribución todavía no es muy clara para mí. ¿Qué has hecho además de poner esa cara de idiota? ¿Conseguiste dinero o aportaste alguna otra idea?

—Si tienes algo que decir, ¿por qué no lo escupes de una vez? —lo retó, acercándose peligrosamente hacia él.

—Podría hacerte la misma pregunta. —Entrecerró los ojos, como si lo estuviera acusando por mantener la verdad para sí mismo.

—Ay, ya van a empezar de nuevo —se quejó la castaña—. Dejen de comportarse como un par de niños, ¡caray!

—¿Ya le contaste a Hange que tú fuiste el que me robó aquel frasco que vale millones y por el que se llevaron a mi amiga? —increpó Colt, dejándose invadir por una corriente de orgullo.

Ella abrió la boca con la intención de agregar la pregunta más lógica, pero Levi se le adelantó:

—¿Y tú le informaste que lo conseguí gracias a un cobarde que vendió los secretos de «su amiga» para evitar una paliza? —rebatió Levi.

—¿De qué hablan? —cuestionó Hange.

No hubo respuesta alguna. Levi imitó la misma postura intimidante de la que Colt se había ceñido.

—Ella está desaparecida por tu culpa. No me obligues a repetir lo que te haré si le sucede algo.

—Tú tampoco eres muy inocente que digamos.

Absortos en una guerra de miradas acusatorias, ninguno se percató de que Erwin se había puesto de pie hasta que los paró en seco mediante colocar una de sus manos en el hombro de cada uno. Ellos habían olvidado que estaban en un lugar público, y que lo último que necesitaban era llamar la atención.

—Creo que en realidad quisieron decir «nuestra culpa» —enfatizó el mediador, logrando que se calmaran—. Uno por meterse en cuestiones ilegales —miró a Colt— y el otro por tratar de resolverlas. Lo mejor que podemos hacer es dejar de lado nuestras diferencias para ayudarla. Si tienen asuntos pendientes, soluciónenlos cuando todo esto termine, ¿de acuerdo? Un día más no hará la diferencia, mas no podemos decir lo mismo respecto a Kiomy.

—Estoy tan confundida —confesó Hange mientras se frotaba las sienes. Aquel era un punto que agregaría a la lista de situaciones que escapaban de su entendimiento—. Me lo contarás en el camino, Levi. Andando.


6:37 p.m.

Nadie se dirigió la palabra durante el trayecto hasta que Hange se hartó de permanecer ignorante:

—Erwin, ¿tú sabías de esto?

—Me enteré apenas ayer —admitió con pesar—. Estoy tan contrariado como tú.

—Dios... Levi, ¿en qué rayos andabas metido? —Giró el cuello para ver la reacción de este.

Él había decidido ir en el asiento de la parte posterior, solo. No deseaba verse bombardeado de más preguntas incómodas, pero Hange opinaba lo contrario.

—Cosas de las que no me siento orgulloso, prefiero no ahondar en detalles —anunció con voz trémula.

—Por eso sabías en donde encontrar un cargamento intacto y que nadie más conoce, ¿verdad? —No respondió, y le evadía la mirada—. La que te va a dar una paliza cuando todo esto termine seré yo. No vayas a intentar detenerme, Erwin —le pidió justo cuando él se viró para dedicarle una sonrisa.

—Tranquila, Hange. Él sabe que se lo merece. Yo podría ayudar —sugirió al observar fugazmente el reflejo de su amigo en el retrovisor.

Daba la apariencia de ser un niño enojado porque no le cumplieron sus caprichos. Normalmente, Kiomy lo defendía de sus bromas, solo que dada su ausencia, Hange estimó conveniente aprovechar el lujo de atosigarlo.

—Tch, son aún más desagradables juntos.

Y apenas comenzaban.


8:07 p.m.

Dieron vuelta hacia la derecha, bajando por el libramiento.

El vecindario se ubicaba a la orilla de la autopista que conectaba con el centro de la capital y, por lo visto, Levi se las había ingeniado para atravesar la barra metálica que dividía a las viviendas. Se notaba que no era la primera vez que alguien la sobrepasaba en un intento por acortar el camino, pues había un montón de abolladuras que la hacían ver como un pedazo de chatarra.

La casa se encontraba en lo más recóndito de una calle a la que se llegaba luego de varios movimientos confusos en forma de zigzag. Hange pensó que necesitaría que le dibujaran un mapa detallado en caso de volver ahí.

No era lujosa, pero tampoco se veía tan descuidada como el resto. La pintura se caía a pedazos, similares a los de un cascarón de huevo una vez que se le ha vaciado el contenido. La altura del herbaje evidenciaba el adecuado mantenimiento al que estaba sometida, lo cual le daba el aspecto de «acogedora», evitando que se le confundiera con una finca a punto de derribarse. El suelo estaba hecho de madera, crujía levemente con cada paso que daban.

Entre Erwin y Levi recorrieron la cama. Debajo de esta, encontraron una argolla de color negro que daba acceso a una puerta que se abría hacia arriba.

Los tres se miraron luego de suspirar con pesadez, y procedieron a bajar por los escalones a hurtadillas, hasta que Levi encontró el interruptor. Estornudaron un par de veces mientras las partículas dejaban de flotar en el aire y se les esclarecía el panorama.

Del sótano se desprendía el aroma característico de una habitación cerrada herméticamente. Una vez ahí, los invitados convinieron que parecía más bien una bodega.

Había un montón de cajas apiladas unas sobre otras, cubiertas por una lona tapizada de polvo, un estante de metal y, en el centro, una mesa pequeña con tres sillas.

Erwin y Hange echaron un vistazo a los alrededores. Ella pasó sus dedos por encima de la mesa mientras que él examinaba los objetos en el anaquel.

Hange sintió escalofríos cuando reparó en la madera salpicada de gotas rojizas, casi marrones. El color de la sangre cuando se había secado en una superficie.

La lámpara que colgaba del techo la condujo a imaginarse escenas aleatorias en las que interrogaban a algún pobre desafortunado justo antes de expirar su última esencia de vida. Debido a esto, decidió que no pasaría una noche más ignorando lo que se enfrentaba, así tuviera que convertirse en la amiga preguntona a la que nadie quería tener cerca.

Capítulo dedicado a ArwenPhoenix01. Agradezco mucho tu apoyo, ya te tocaba. Nunca olvido a quienes se dan el tiempo de votar y/o dejar sus comentarios <3

Este capítulo y el siguiente serán meramente informativos, para que se vayan dando una idea de lo que está haciendo Levi y con qué tipo de gente se relacionaba.


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