32. El Soldado de Terracota

Arcilla.
Es lo que soy en tus manos. En lo que me convertiste con la magia de tu piel y tus labios, de tu serenidad, de tu ternura silenciosa.
Arcilla frágil. Y sobre todo obediente.
Olvidé mis tiempos y mis hábitos, mis gustos, mis juegos recurrentes.
Borraste la memoria de mi instinto con tus besos.

Arcilla.
Adaptándose al espacio entre tus brazos. Yendo y viniendo en tu cadencia. Respirando a tu ritmo.
Despojada de formas y recuerdos.
Despojada de voluntad propia.

Arcilla.
Dócil.
Maleable.
Vulnerable.

¿Qué va a ser de mí cuando tus manos ya no estén para moldear mi forma, cuando no esté tu cuerpo para contenerme?

Me viene a la cabeza una estatua vieja, resquebrajada, deshaciéndose en el viento sin dejar rastros.

Tal vez eso es lo que me espera cuando te vayas.

Y aun así esta noche terminé de rendirme a vos.

Sin pararme a medir ninguna consecuencia.

Sin vacilar.

Mi corazón es tuyo hacer rato, y mi rutina te incluye desde ese momento incomprensible en que me hiciste parte de tu vida.

Voy entregándote mis secretos uno a uno.

Los más valiosos. Los más oscuros.

Desnudo mi esencia para vos sin que me pese, sin medir el poder que te otorga sobre mí, sin que me importe siquiera.

Y lo que te entregué hoy es el resto de mi vida. Tan simple y patético como eso.

Porque, ¿quién podría hacerte sombra ahora?

Aunque nunca vuelva siquiera a hablar con vos, voy a dejar ir mi último aliento con una sonrisa por haber tenido esta oportunidad.

Porque justo vos.

Vos, entre todos los hombres, hiciste lo que ninguno de estos tarados a veinte cuadras jamás fueron capaces de hacer: te dije que te quería y cruzaste el mundo para darme un abrazo.

Para decirme los príncipes azules existimos, nena, mirame, acá estoy, el presidente del gremio en persona.

Y cuando el príncipe azul se presenta, la chica de la película tiene una sola alternativa: dejar toda su vida atrás y rendirse a él.

Como estoy haciendo yo sin dudar, sin lamentarlo, sabiendo que es lo único que puedo hacer.

A pesar de que te vas a ir, vas a seguir con tu vida, vas a terminar de rehacerla. Y yo volveré a hundirme en el anonimato del que todavía me cuesta creer que me haya escapado por un rato.

Porque te vas a ir. Tenés que irte.

Y yo me voy a quedar porque es lo que me toca.

Así que vas a volver a tu lugar, a seguir tu vida, y eso incluye que en algún momento vas a conocer una mujer linda, inteligente, y sobre todo a menos de cinco mil kilómetros de tu casa. Y te vas a enamorar.

Va a suceder, tan simple como eso. ¿Quién puede tener la menor duda?

Y lo peor es que está bien que pase, porque es lo mejor para vos.

No te hace bien estar solo. No podés lidiar en soledad con todos los fantasmas y toda la luz que llevás adentro.

Así que vamos a pasar otros diez días acá. Y cuando vuelva Nahuel nos iremos de gira por dos meses y...

¡Dios! ¿Realmente me voy de gira con vos? ¿Me vas a llevar con vos, y vamos a pasar juntos todo este tiempo? ¿Seis u ocho semanas, cada una con sus siete días, cada uno con sus veinticuatro horas?

Mierda.

Debería ir a morirme un rato, y después podría prender otro cigarrillo y retomar como corresponde el funeral emo de mi vida sentimental.

Decía. Vamos a pasar estas semanas juntos y te vas a volver a tu casa. Porque eso es lo que uno hace cuando terminan los viajes.

Y recién ahora me pregunto, no entiendo cómo no se me había ocurrido antes, si tiene tanto sentido: ¿cómo podría ser distinto nuestro tiempo juntos, si viene con fecha de vencimiento? ¿Cómo no va a ser una luna de miel idílica, si nunca vamos a estar juntos sin valijas de por medio?

Hay una cierta seguridad en tener el pasaje de vuelta en el bolsillo.

Nos permite exponernos más, sin tantas especulaciones previas. Porque no hace falta regatear sinceridad si te estás yendo desde que llegaste. No hay peligro real en abrirse, en dar, en mostrar, en recibir. Cómo no permitirnos este derroche de ternura que vence con nuestro contrato.

¿Qué riesgo puede haber en una cuenta regresiva tan definitiva?

Así que me confesás tu vacío, te disculpás por tu necesidad. Y ponés tu corazón en mis manos.

Y ahí me quedo, sosteniendo tu corazón, conteniendo el aliento de pura maravilla ante semejante tesoro, temblando de sólo pensar que cualquier movimiento le pueda causar el menor daño.

Y mientras sostengo tu corazón con miedo, con amor, con admiración, tus manos hallaron mis bordes y mis límites, y decidieron cambiarlos.

Y en el silencio más completo, colmándome de ternura y cuidados, me transformaste en arcilla y me moldeaste a tu capricho.

Y yo te permití hacerlo, con placer y hasta con gratitud. ¿Qué más puedo desear, que aprender a amoldarme a tus gustos y tus necesidades? ¿Qué más puedo anhelar, que darte lo que necesitás?

Y sin embargo, ¿cómo serían las cosas si no tuvieras pasaje de vuelta?

Dormís a pocos pasos y sólo mirarte me transforma las palabras en poesía. Fumo en el balcón dejándolas fluir, ordenándose en lo que sé que apenas pueda agarrar una guitarra se va a convertir en una canción. Algo tranquilo para que Elo le ponga una base linda de piano.

En lo profundo de la noche
Ella lo mira dormir y sonríe
Le gusta esa línea en su cuello
Acurrucada en la oscuridad
Él está tan cerca de sus sueños
Que no debería estar despierta
Ni siquiera debería estar allí.

Sí.

No tendrías que ser de carne y hueso, ni existir a mi lado cuando abra los ojos. Porque mi inseguridad reclama respuestas que no puedo pedirte, ni ahora ni nunca. Y si las pidiera, no podrías decirme nada que me haga sentir bien.

Porque apenas volvamos a Buenos Aires te vas a ir. Y si te quiero tanto, voy a tener que ser capaz de desearte una buena vida. Que encuentres lo que necesitás, que lo tengas, que lo disfrutes. Y hablando de amor, eso significa otra mujer en tu vida.

En estos cuartos diminutos que habitamos
¿Cómo echar en falta lo que nunca ha ocurrido?
Intentamos de corazón creer
En cuentos de hadas, y sin embargo
No logramos volver a soñar
No logramos volver a atrevernos.

Eso podría ser un estribillo.

Debería buscar dónde anotar lo que me viene a la cabeza mientras pienso en todo esto. Mierda. Siempre terminás mezclado en todas mis canciones, de una forma u otra. Y mi teléfono quedó en tu mesa de noche.

Cuando te vayas tengo que ser capaz de actuar de acuerdo a cómo entiendo lo que creo sentir.

El amor no puede desearle soledad a la persona amada.

Aunque yo nunca pueda mirar a otro tipo en mi vida.

Quisiera preguntarte qué va a pasar después de la gira. Si podríamos sentarnos a buscar juntos una forma de volver a vernos. Qué esperar de esto, de vos. Pero no te puedo preguntar nada, porque aunque me hayas prometido honestidad brutal, no vas a poder cumplir tu palabra. Te conozco. Vas a tratar de envolverlo en tu cariño por mí y pintarlo en lo mejor de tu poesía. Porque todavía me necesitás, aunque sea por estas semanas.

Cuando el sol está alto
Él la ve llegar y sonríe
Le gusta la forma en que ella mueve sus manos
Yendo y viniendo en la luz
Ella está tan cerca de su corazón
Que no tendría que necesitarla
Ni siquiera debería estar allí.

Y en realidad no sé si quiero escucharte decirlo.

No hay después, nena. No hay otra vez. No hay nada más.

Porque esto ya tiene que ser bastante.

Porque ya es mucho, muchísimo más de lo que esperaba hace sólo tres días.

El viernes esperaba un abrazo y un beso consuelo de mi surfer borrachín.

El domingo quiero casarme con el rey del rock.

A ver si aprendo a recatarme un poco.

A veces ser un poco realista no le hace mal a nadie, ni siquiera a mí.

Mejor aprovecho para volver a la cama, acurrucarme contra tu cuerpo tibio, dormirme escuchando latir tu corazón, saboreando esta oportunidad única de abrazarte y tenerte a mi lado.

No tiene sentido estar sintiendo nada de esto. No tiene sentido adelantar el dolor. No tiene sentido sentirme mal porque me estoy sintiendo bien.

Y sin embargo prendo otro cigarrillo y me abrazo las rodillas. Tengo frío. Estoy descalza y lejos tuyo. Me pierdo mirando las luces de esta ciudad hermosa y arrogante en la que nunca quise vivir. Las miro hasta que las lágrimas las borronean. Y lloro.

Porque nunca soñé tenerte a mi lado y acá estás, y después de Nahuel sos lo mejor que me pasó en la vida.

Y te voy a perder.

En estos cuartos diminutos que habitamos
Preferimos apartarnos de lo profundo
Juramos tratar de creer
En cuentos de hadas, y sin embargo
No queremos volver a soñar
No queremos volver a atrevernos.


https://youtu.be/xwWIRuw5FU4

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top