Hermandad [El Amor de los Géminis]















♎Narradora♎






En los aposentos de la diosa ésta despertaba angustiada y agitada, podría jurar que notó el cosmos puro de Seiya en sus territorios.  Eso no le convenía para nada, debía actuar y rápido, improvisaria si fuera necesario.



———E-Ese fue Seiya, no tengo ninguna duda... Esto se está complicando y el tiempo acabando, debo actuar ya... —Se levantó con Niké en su mano derecha, caminó hacia la salida de su templo en dirección al salón donde estaba el trono del Sumo Pontífice, encontró a su nuevo aliado ya listo haciendo su deber. 



———Diosa Athena, debería estar en sus aposentos. —le habló aquél que mantenía su mirada a una casa zodiacal en particular.  Estaba convencido que podría ganar al menos un poco de tiempo para ayudar a su diosa.



——— Lo sé, pero estoy preocupada.  No deseo un enfrentamiento de este grado entre ustedes —suspira la diosa de ojos jade mirando de reojo al sujeto de cabellos azules, sonriendo al sentir también sufrimiento en ese... Traidor. Sería buena penitencia el enfrentar a su propia sangre, eso y más se merecía pues de no haber hecho sus estupideces, hubiera podido crecer en el Santuario y a lado de Seiya ya que era su destino el unirse a él.  Estaría impaciente de observar el gran espectáculo familiar.




Mientras tanto el castaño aún seguía en su profundo sueño, a la vez en Aries una pequeña batalla se llevó a cabo donde el caballero dorado se vio en la necesidad de enfrentar a sus antiguos colegas, a sus antiguos amigos y antiguos amores de los pocos amigos que le quedaban. 

Gracias a la intervención del encapuchado es que se logró inmovilizar al pequeño cordero, dando así el acceso al templo siendo su destino el Templo de Athena.  Cruzando Aries seguía  Tauro, no obtuvieron problema pues fueron sigilosos y veloces, aunque lo que más les molestaba era que habían estado siguiéndolos varios espectros por parte de un superior que no les tenía la suficiente confianza como para lograr su objetivo.  Un espectro se encargaría del gran toro dorado, mientras en Géminis, las cosas no fueron de lo mejor que en la primera casa zodiacal.



El caballero Saga de Géminis al instante reconoció aquel brillante cosmos dorado.  Sorprendido estuvo pues no pensó que aquella mujer usara a su hermano aunque debió imaginarlo, si a él le usó cuando su gran hermano menor le advirtió sobre que aquella diosa traería solo desgracia y dolor a su mundo,  que todo lo que habían vivido era una vil mentira tejida por la mano de esa egoísta.
Siendo un verdadero imbécil no creyó en su palabra, para colmo lo encerró en aquella prisión mortal en Cabo Sunion dónde le dejó a la suerte del mar y de los dioses, allí varias veces pudo haber muerto de no ser por el cosmos de la misma Athena, que supo que sería una buena idea mantenerle vivo y castigarle por su idiotez de abrir la boca.

Saga sabía todo,  todo fue una enorme farsa bien lograda por aquella insolente.  Ahora su gran amigo Aioros estaba siendo tan abnegado a esa mentirosa, muerto por sus órdenes o las de Arles.  No se lo iba a perdonar jamás, debía explicarle muchas cosas a su hermano y tantas disculpas debían ser ofrecidas... Sin embargo el tiempo siendo un feroz enemigo no les dejaba muchas opciones. Debían asesinar a Athena o hacerla bajar al Inframundo donde tendría que enfrentarse ante dos dioses. 




——— De todos los caballeros que aquella hipócrita pudo solicitar para la protección de este templo... Jamás hubiera imaginado encontrarte a ti —comenzó la conversación al estar frente a frente con su hermano menor que portaba la armadura dorada de Géminis, al tiempo en que sus colegas se adelantaban a salir del templo. 




———No permitiré que ensucies su nombre,  he cambiado gracias a ella,  a su inmenso amor y poder que han limpiado todo mi corazón —contestó el otro, su tono era uno de decepción y dolor ante la situación de tener que asesinar a su hermano. 




——— En el pasado,  jamás te lo hubiera creído pero ahora es distinto.  No tengo tiempo que perder, esto es más que ser el lacayo de otro dios, es una venganza personal.  —aclaró el mayor, concentrando su cosmos en una mano— No quiero dejar esperando a mis compañeros que ya deben estar en Cáncer.



——— ¿Eso crees?  En estos momentos deben estar atrapados en el Laberinto de Géminis y nunca saldrán.



——— ¿Cómo?  —sin duda su hermano solo daba sorpresa tras sorpresa, estaban perdiendo mucho el tiempo— Entonces, te derrotaré primero para salir de una vez por todas pero antes, ¡muestra tu rostro y dejame observarte después de trece dolorosos años! —de su mano sale disparado un ataque a la cabeza de su hermano llevándose una gran impresión pensando que le voló la cabeza a su menor, pero no fue así.  Creyendo ser una ilusión destruyó la figura completa quedando nada más que la armadura desarmada en el suelo— Ya veo.. Estás con esa maldita... Kanon.  Pero te haré reaccionar...  —sentía ya la primera lágrima ser expulsada de sus ojos a la vez que de nuevo dirigía un gran ataque desde la casa donde esta hasta el lugar el cual rastreó su cosmos.



Aquella enorme energía recorrió el Santuario llegando a la Cámara del Patriarca, impactando de lleno en el peliazul de ojos verdes de que también sus lágrimas huían sin consuelo al final de su rostro,  lo vio venir y pudo esquivarlo pero... Deseaba morir, no quería saberse que siempre que se reencontrara con su hermano mayor, sería para combatir a muerte. 
A pesar de recibir el ataque, no le mató sino que lastimó para distraerle. 




——— Sa-Saga.... —susurra en el suelo, mojado por sus saladas  gotas y resquebrajado por el anterior ataque.  Era tan doloroso que, dejaría que alguien más le mate solo para encontrarse con su hermano en otra vida.  Quizás en esa nueva vida,  terminaría de confesarle lo que no pudo hace 13 años. 















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