CH05: Escombro

—¿No responden? —preguntó Rubius, dejándose caer contra el césped.

Fargan negó sentándose a su lado. El viento sopló cálidamente a su alrededor, bajo un árbol del jardín de Rubius. La tarde se estaba terminando y hace un par de horas que ya ni siquiera estaban recibiendo respuesta de Vegetta, y Luzu no había dado señales de vida en todo el día. Rubius se cubrió los ojos con el brazo.

—La he cagado mucho esta vez —murmuró en voz baja, apretando los puños.

—No fue tu intención, Rubius —consoló Fargan, mirando hacia el pueblo distraídamente—. Podemos intentar de nuevo hablar al respecto con los chicos más tarde... Por mientras, ¿habías dicho de preparar un regalo para Auron?

—No tengo idea de qué le podría gustar.

—¿Quizáh un dulce o algo? —habló de pronto Mangel.

Rubius se levantó a medias del suelo y Fargan se giró torpemente hacia atrás. Detrás de ellos estaban Mangel y Alexby, de brazos cruzados y con una mano en la cintura respectivamente, mirándolos con cierta reticencia que aunque a Fargan se le hizo normal —pero no menos amarga—, a Rubius le hizo bajar las orejas.

—¿Planeáis ir donde Auron? —preguntó Alexby directamente, dirigiendo la mirada por turno a cada uno. Mangel se sentó cerca de ellos, a un costado de Rubius, cruzando las piernas.

—¿Sí? —Respondió Fargan.

—Vale —Asintió, golpeando el suelo con el pie—. ¿Para que os disculpéis o para hacer más destrozos?

Fargan no lo diría, pero eso dolió un poco. Aunque supuso que era justo pensar así, dadas las circunstancias y la cantidad de mensajes en el chat grupal del comunicador que de seguro llevó a algunas conjeturas.

—Disculpar —dijo sin adornar más. Alexby no solía comprar demasiada explicación.

—Alexby... No seas duro con Fargan, he sido yo quien reventó el jardín —defendió Rubius, encorvándose en su sitio—. Conmigo es la cosa... y me disculparé por ello, ¿vale?

Alexby resopló y Mangel dio suaves caricias en la espalda del oso para animarlo.

—¿Hubo algún motivo para romperlo, Rubiuh? —preguntó amablemente Mangel—. ¿O sólo salió mal la broma?

—Salió mal... —Reconoció, escondiendo parcialmente el rostro en sus rodillas—. Sólo debía romper una esquina para asustarlo mientras trabajaba.

Mangel asintió, entendiendo. Dio un par de golpecitos cálidos en su hombro.

—Bueno, podemoh arreglar lo hecho, ¿no? —alentó, sonriendo.

—¿Podemos? —reclamó Alexby.

Todos, Alexby —reiteró—. ¿No sería más bonito?

Alexby rodó los ojos.

—Siempre tengo que trabajar más por vuestra culpa.

Mangel soltó una risilla, contagiando a Alexby y aligerando el humor general. Rubius dejó de fruncir el ceño y levantó el rostro, por fin sonriendo después de todo el día desde que Fargan había llegado con él. Sus ojeras se alzaron un poco alegremente en el inicio de un nuevo plan.

No habían dormido ninguno de los dos desde la madrugada. No hubo tiempo ni ganas después de las explicaciones de Rubius, pues una vez Fargan entendió lo que había pasado, inmediatamente trataron de ponerse en contacto con Vegetta quien era el único que no aparecía durmiendo en la conexión.

Sus ojos ardieron después de tantas horas batallando con el comunicador para finalmente no lograr nada. Se frotó los párpados con algo de brusquedad, ahuyentando la resequedad para prestar atención a sus compañeros.

—Pero Vegetta no nos deja ir —lamentó Rubius—. Y Luzu ni siquiera me responde.

—¿Estarán ocupados? —sugirió Alexby—. ¿Qué tal si solo vamos y ya?

—Vegetta dijo que si se nos ocurre, nos va a cagar a palos de regreso —respondió.

—Os dijo a vosotros. —Se hundió en hombros Mangel—. Nosotroh podemos ir, ¿supongo? Lolito está allá.

—¿Lolito está allá? —No logró detener su sorpresa Fargan.

Si Lolito podía estar allá, que en su momento fue tanto peor que él, entonces no debería haber nada malo con que llegara él también, ¿cierto?

—Sí, me contó que llegó hoy temprano para entregar una canasta y se quedó.

"¿Entonces fue soborno? ¡Yo también puedo hacerlo!", pensó Fargan, poniéndose en pie. Sintió sus energías regresar como si le hubiese caído un rayo. Sonrió sacudiéndose la ropa y revisando si tenía Karmacoins en la cartera.

—¡Entonces este es el plan B, Rubius! —exclamó animado—. ¡Preparemos algo! ¡Una caja de regalos!

—¡Sí! —Se expandió la sonrisa de Rubius, levantándose detrás—. Igual vamos a arreglar el sitio, ¿no? Después de todo por ahí empezó todo...

—Por supuesto. —Asintió—. Así cuando Auron suba, verá todo como nuevo y le entregamos los regalos, ¿qué os parece?

Mangel resopló orgulloso de ambos chicos.

—Está bien para mí.

—Suena a un plan decente por vuestra parte —Se burló Alexby—. Vamos entonces.

Se encaminaron hacia el pueblo con renovadas energías, directamente hacia la zona de comercio. Fargan dirigió el camino: Podía ser que no supiera mucho de los gustos de Auron, pero estaba seguro que si veía algo que pudiera gustarle podría reconocerlo rápidamente. ¿Frutas tal vez? ¿Algún objeto extraño? ¿Bebidas nuevas?

Rubius metió a una caja de madera varios bocatas, Mangel metió zumos y Alexby golosinas. Mientras los chicos estaban ocupados eligiendo más bocadillos, Fargan compró platos y utensilios que seguramente se rompieron del jardín. Había sillas de playas lindas que Auron —con esperanza— apreciaría ya que se parecían a las que tenía en su jardín.

Terminaron cargando más cosas de las esperadas y Fargan debía admitir que terminó gastando de más, un poco entumecido por el sentimiento de compensar algo que realmente ni siquiera fue su culpa. No era un mal sentimiento, sólo extraño, pues se trataba de una aprehensiva calidez incómoda y dulce.

Miró a sus compañeros ir y venir de diferentes puestos. Rubius había recuperado definitivamente la luz en su rostro, ahora sonriendo y opinando con confianza con ellos. Fargan sintió un alivio particular por ello, porque sabía que el oso a pesar de hacerse ver a sí mismo rudo y rebelde, realmente era tímido al rechazo y sufría genuinamente de la inseguridad de un posible abandono ocasionado por sus errores.

Fargan platicó de ello con Rubius durante la mañana antes del amanecer, parte de las confesiones que hizo el oso en su momento de transparencia. Rubius se encontró a sí mismo atorado en su culpa, porque si bien era travieso y normalmente no lamentaba sus jugarretas, sabía bien cuando se excedió y buscó compensarlo. He ahí el estar ahora gastando dinero como pocas veces, para el tacaño oso.

Rubius sintió la mirada de Fargan en medio de las calles del pueblo, encontrando una expresión comprensiva e indulgente al girar. Observándose de la misma manera, sonrió en agradecimiento silencioso, pues ninguno de sus amigos le miró duramente a pesar del problema que había causado. En especial Fargan que le brindó la primera muestra de preocupación antes de condenarlo.

No se equivocó al elegirlo como el primero con quien hablar. Si bien se asustó al verlo llegar a su casa —sólo un par de veces lo habrá visto alterado en toda su vida—, no dejó de confiar en que al final Fargan se sentaría para escucharlo, porque siempre lo había hecho y podía confiar en ello. Ellos dos se habían llevado la fama de catástrofe juntos, pero son mucho más que eso.

Sus brazos comenzaron a doler por la caja de madera llena hasta el tope de comida. Rubius la balanceó con cuidado para acomodarla mejor, siguiendo el paso de los demás. Mangel caminó a su lado con bolsas en ambas manos platicando con Alexby al otro lado, quien llevaba una mochila llena de más cosas que compró en medio del paso entre los comercios. Fargan se había adelantado absorto en una tienda de lámparas, seguramente consiguiendo piedra luminosa para las reparaciones. Rubius estaba seguro que estaría endeudado con él mucho tiempo.

Ya estaban en los límites del pueblo, cerca de donde vivía Auron. Desde donde se encontraban podía apreciar los pisos elevados de la característica casa. Tragó con nerviosismo un nudo en su garganta, preparándose para llegar y seguramente ser echado por Vegetta. Si Luzu estaba allí, tal vez podría apelar a su compasión para al menos trabajar en las reparaciones, ya ni siquiera pediría entrar a ver a Auron pues seguramente necesitaría más tiempo para dar ese paso.

"Joder", frunció los labios. Si bien no quiso hacer un destrozo grande, si hubiera sabido que el sitio era importante ni siquiera se hubiera acercado sin permiso para empezar. Había pensado que sería divertido comenzar de nuevo una guerrilla porque hace un tiempo Auron y él no se juntaban y podía usarlo como excusa, pero el resultado no fue para nada lo que planeó.

Aunque, pensando hacia atrás y sin quitarse su propia responsabilidad, no le cuadraba el nivel de destrozo. Miró desde lo lejos el día anterior después de la seca respuesta de Auron por el chat grupal —revisando incrédulo si fue tan serio como para que reaccionara así—, encontrando todo vuelto ruinas de una manera que incluso le angustió. Se quedó sin palabras y de inmediato regresó a su casa recalculando cómo pudo pasar algo así, pues él raramente había fallado con las cargas explosivas.

¿Tal vez no fue lo suficientemente cuidadoso? Sin cómo justificarse, sólo le quedó disculparse; sin embargo, aún se preguntaba por ello y se lo externó a Fargan, quien parecía igual de inquieto que él. No tocaron el tema con Mangel y Alexby, pero definitivamente haría pruebas más tarde en su casa para intentar resolver esa duda.

—¿Todos listos? —llamó Fargan.

Rubius asintió siendo seguido por Mangel y Alexby. Los cuatro avanzaron directamente a la casa de Auron, sintiendo un par de emuladores resonar a medio camino. Fingieron no escuchar el timbrado pensando que sería Vegetta alerta del radar, tratando de ahuyentarlos.

—Nos va a patear el trasero —murmuró Rubius con una sonrisa nerviosa—. Luzu, Luzu, apiádate de nosotros.

Sus compañeros rieron. Sobre todo Mangel y Alexby, quienes sabían que ellos no serían condenados como Fargan y él. Aunque a lo mejor con ellos como defensa podrían escapar de la reprimenda y alcanzar a hacer el servicio comunitario como ofrenda de paz. Sólo hacía falta unas casas más para llegar y actuar rápido.

Al menos así era el plan hasta que llegaron al jardín destrozado, encontrando a Willy en medio de los escombros.

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—Sólo es un tonto jardín... —gruñó Willy.

Pateó un pedazo de silla que rebotó fuera de la plataforma del jardín. Era difícil caminar entre los pedazos rotos de madera, piedra y tierra desgranada; con sus botas hizo a un lado con dureza los pedazos de ladrillos rojos regados por todo el lugar. Fue un fastidio mantener la estabilidad entre la irregularidad del terreno y los pequeños huecos calcinados en el camino.

Sí, el jardín estaba deshecho; pero no era nada imposible de arreglar. Se detuvo en medio de todo, con la nariz llenándose de aroma a tierra quemada y un vestigio a pólvora. El agua turbia que se escapó de la piscina formó lodo que ensució la antes blanca arena, volviéndola de un desagradable café grisáceo manchado.

"No es para tanto", frunció el entrecejo mientras dejaba caer su mochila en un pedazo de césped que aún parecía vivo. Un ligero crujido de pasto seco apenas reaccionó ante el choque, volviéndose prácticamente polvo por debajo. Willy se colocó sus guantes de jardín y tomó una pala de su espalda; con ambas manos la clavó bruscamente contra los restos de roca.

—No es difícil montarlo de nuevo —se dijo a sí mismo, recogiendo escombro con fuerza y arrojándolo a una pila formándose tras él—. Quedará en un momento.

Paló un par de horas, sintiendo el ardor en sus brazos crecer conforme el sol avanzaba por encima. Estaba tomando más tiempo de lo que tenía pensado, pero todavía podía terminar antes del anochecer. La mayoría de los ladrillos estaban retirados y la tierra se había despejado un poco; llevaría una hora más aplanar la tierra y probablemente otra más el colocar césped nuevo.

Su pala cayó a un lado y se sentó un momento en el suelo, limpiándose el sudor y respirando para recuperar el aliento. "Tampoco era tan especial, ¿verdad?", Willy podía levantar un jardín así en un sólo día, sólo necesitaba descansar un poco entre ratos. Con polvo de hueso sería muy fácil de volver todo verde de nuevo, sólo tenía que podar de regreso un poco, ¿una hora o dos, tal vez?

Se levantó de nuevo, tomando un cubo para sacar el agua enlodada que quedaba en el hueco de lo que fue la piscina. Ni siquiera estaba bien medida, ¿cuál era el gran problema con que se rompiera? Podían hacerla de nuevo las veces que hiciera falta y en poco tiempo, probablemente sólo una hora más de trabajo. Algo fácil de manejar incluso sin planos o con una idea vaga.

Sacó todo el agua a cubos hasta que se topó con el suelo de la construcción. El acabado no era bueno, agrietado por los varios impactos explosivos. La piedra luminosa del fondo se había resquebrajado, no iba a funcionar más dentro de poco así que no había otra opción que reemplazarlas y reforzar el sellado de alrededor.

Willy tenía linternas marinas, ¿no se vería mejor en azul? Aunque la decisión estética había sido iluminación cálida, tal vez debería ir a conseguir un par sólo por el capricho. Quedaba tiempo suficiente con el cielo aún azul y con bordes amarillentos de la media tarde. Podía ir rápidamente y terminar al regresar.

Arrojó fuera de la piscina los escombros restantes y subió, deteniéndose frente a los pedazos que seguían ahí arriba apilados. Debía sacarlos de ahí para colocar el césped. Los miró un momento recalculando y consideró primero hacer eso antes de seguir con la piscina: el sitio despejado sería mucho más fácil de manejar.

Con el cubo y pala se acercó, sintiendo una punzada en la muñeca. ¿Sobre esfuerzo, quizás? Muy extraño, porque Willy es mucho más resistente que esto. Sólo es limpiar un tonto jardín que sin querer se rompió más de la cuenta. Quería demostrar ese punto.

"Sí, se rompió. ¿Y qué?", se frotó la muñeca con las cejas fruncidas. "Sólo se me pasó un poco la mano".

Así es, de hecho quiso hacer daño porque estaba un poco molesto por lo del artefacto de viento helado, pero no pretendió armar algo tan grande. Sólo buscaba un escarmiento pequeño porque fueron rudos con él cuando sólo pasó a promocionar un equipo... Lo de la vaca fue un accidente, pero Lolito y Auron exageraron y ahora Willy reconocía silenciosamente que se equivocó en la cantidad de pólvora y la ubicación de las minas.

Además, algo detonó antes de tiempo. Seguramente las minas volaron más lejos por la carga extra de origen desconocido. Él no contempló eso. Si lo hubiera sabido habría reducido el volumen para sólo llevarse el cartel raro que había puesto Auron como era el plan original.

Willy escuchó por Fargan que ese sitio era algo así como su pasatiempo favorito así que lo comparó con su árbol, motivo por el que optó por nada muy grave. Simplemente salió diferente a lo planeado y por eso ahora estaba componiendo un poco, porque no, no se sentía mal al respecto, sólo era incómodo. Sí, incómodo.

Sólo debía terminar todo esto antes de que acabara el día y seguramente por la mañana todo estaría de vuelta a la normalidad. Auron dejaría su enfado, pelearían todos en el chat como siempre y él podía regresar a lo suyo, planificando otra manera de incordiar en el pueblo.

—¿Willy? —la voz de Fargan lo hizo girar.

Está bien, fue atrapado. Se quedó sin palabras observando al grupo cerca de él. Con Fargan y Rubius no había detalle porque son hermanos jurados y aunque no le gustara explicarse podría hacerlo con ellos, pero no esperó a Mangel y Alexby allí también.

Hizo lo que mejor sabía en esas situaciones: Fingir demencia.

—Hey —saludó después de varios segundos como venado tras los faros—. Qué os trae por aquí, chicos.

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