CH04: Por decir

Sus pasos terriblemente pesados, pero rápidos a la vez, casi patearon la tierra y quemaron el césped detrás de él. Sus puños apretados se balancearon rígidamente y si no hubiera guardado su comunicador, Fargan estaba seguro de que ya lo hubiese despedazado entre sus dedos. Ni bien leyó ese mensaje —y repasar un par de decenas de veces más para estar seguro de que leyó bien—, salió disparado de su casa directamente a ver a Rubius.

Siendo franco, no tenía claro qué haría al llegar: si reclamarle, gritarle, darle un golpe o sólo juzgarlo duramente en silencio hasta donde la paciencia le permitiera. En pleno camino durante la madrugada, con espada en manos destrozando a los monstruos que se le atravesaron, no estaba realmente pensando. Fargan sólo caminó con las ideas balanceándose en su cabeza conforme a la marcha hasta que vio la casa tan cerca, que finalmente aflojó sus pasos y sintió que respiraba de nuevo.

Tanto lío. Auron estando triste, Vegetta y Luzu enojados, Lolito culpándolo. Todo seguramente por una tonta jugarreta sin pensar. Esperaba —rogaba— que Rubius tuviera una buena excusa o razón para hacer lo que hizo.

Fargan realmente lo esperaba porque, de verdad, eso no estuvo bien. Todo fue mal, todo se fue a la puta y nadie aquí estaba feliz —y Auron, por la mierda, se desconectó sin siquiera hacer algo al respecto—. Hasta donde sabía no hubo ningún motivo para una guerrilla recientemente; además, ¿no se habían reconciliado todos ya? Quiso escuchar lo que sea del oso; no sabía el qué, pero algo.

Tocó la puerta. No registró mentalmente qué tan fuerte lo hizo o la cantidad de toques que dio, sólo que dejó de tocar cuando sintió la cerradura soltarse. Cuando la puerta se abrió, estaba Rubius, mirándole a través de la ligera apertura entre el marco y ésta.

—Cálmate, por favor —fue lo primero que dijo.

La garganta de Fargan se cerró y sus labios se fruncieron. "Calmarse"; estaba más que nada conmocionado y al detenerse en el pórtico pretendió parecer tranquilo, pero no podía asegurar haberlo logrado. Relajó los músculos de su espalda, pensando en que estaba demasiado erizado su plumaje —figurativamente hablando, más o menos—.

En vez de hablar, asintió. Guardó su espada con lentitud en su inventario. Era el primer paso para que Rubius estuviera dispuesto a abrir su puerta.

—Te lo explicaré, lo prometo —habló torpemente el oso.

Después de un necesario respiro, Fargan encontró algo de sobriedad en sí mismo. Entonces se dio cuenta del semblante y voz de Rubius: Intranquilo, avergonzado. La culpa cantó por completo en su mirada. El siempre juguetón y bromista oso, ahora tuvo su expresión encurtida en pesadumbre. Rubius tampoco estuvo feliz de todo esto y eso logró apaciguar el fuego de su estómago, aunque fuese un poco.

—Me encantará escuchar qué ocurrió y por qué —declaró. No pretendía sonar demasiado duro, pero su voz salió de esa manera y se dio cuenta por el desvío en la mirada de Rubius.

—Es... Joder. Realmente estúpido, pero... Mierda. —Se rascó el cabello de la nuca con frustración—. Escúchame...

La ligera súplica al final restó severidad en Fargan. A pesar de ser más alto, Rubius se vio pequeño y acabó apelando sin querer al cariño que Fargan por supuesto le tenía. Casi negó con la cabeza ante el sentimiento, cediendo.

—Te escucho. —Suavizó el tono con un resoplo—. Sólo... quiero entender. Nada más, Rubius. No estoy en la mejor posición para juzgarte, de todos modos.

Rubius respiró un poco, temblorosamente.

—Pasa, por favor —pidió en una exhalación, abriendo la puerta de su casa.

Fargan entró lentamente, apenas dándose cuenta del frío de la madrugada al encontrarse con la tibieza del interior de la casa de Rubius. El cansancio lo golpeó de frente obligándolo a aflojar sus hombros, pero sin lograr provocarle la intención de sentarse. En cambio, miró a Rubius, quien se mantuvo callado y sin levantar la mirada de sus propios zapatos.

—¿Entonces...? —insistió, viéndolo perdido por demasiado tiempo

—Lo siento —musitó.

Fargan vio idéntica a una cuchillada de pesar la pena con la que esa disculpa resonó. La tensión en su nuca disminuyó otro poco más, haciéndolo suspirar nuevamente.

—Es en serio —murmuró Rubius con tristeza.

—Lo sé —respondió.

Rubius fue sincero, con eso era suficiente al menos para Fargan. No le correspondió recibir la disculpa, pero ahora podría intentar abogar un poco por él una vez entendiera todo lo que había ocurrido. No quería ser injusto, no con su casi hermano.

Sonrió suavemente, tal vez un poco más de lo que podría ser cómodo para el nervioso oso que situaba su mirada en todos lados menos en él. Fargan lo observó abrir y cerrar la boca sin valor de empezar, lo que le trajo cierta sensación melancólica que atoró antes de que brotara.

Afortunadamente para Rubius, el búho había decidido darle la facilidad de explicarse sin recriminaciones. Quiso ser paciente para él ya que al menos quería eso para su amigo y compañero de oficio: Que no le aplicaran la misma censura que habían empezado a imponer en él, sea por la fama o lo que sea, pero que de todos modos era incómoda y desesperante.

A veces simplemente ser escuchado era lo que necesitaban algunas personas. En su caso, Fargan llevaba el día entero siendo tratado no menos que de mentiroso. Realmente le hubiese gustado que, aunque fuese una sola persona, alguien le hubiese dado el beneficio de la duda.

En ese instante, recordó la sonrisa incondicional de Auron, en medio de jugarretas bajo el sol:

"¿Confías en mí, Auron?".

"¡Por supuesto!".

Sólo un momento permitió el recuerdo fugaz y regresó su atención al oso que comenzaba a erizarse por su lado con sus propios pensamientos.

—Vale, estoy escuchando —Anunció, eligiendo sentarse por fin—. ¿Qué ocurrió?

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Luzu sintió despertarse con la calidez de un borboteo de lava cercana. El inusual sonido le hizo recordar que no estaba en su casa, sino en la de su preciado amigo y vecino aún en medio de una misión de recuperación —anímica—.

Se estiró encendiendo sus músculos y se limpió cuidadosamente los ojos antes de enderezar su espalda para verificar la situación de sus compañeros. No hizo falta demasiada ceremonia pues se dio cuenta rápidamente que todo seguía prácticamente igual que antes.

Auron siguió durmiendo profundamente, absorto del mundo y de ellos. No parecía haberse movido un solo centímetro durante toda la noche, con sus largas pestañas aún cerradas y su semblante agobiado superficialmente apagado. Tampoco aparentó que fuera a despertar pronto, pero Luzu personalmente siguió sin creer que fuera a tardar demasiado tiempo: Auron se durmió sabiendo que lo había dejado dentro de su bunker y era poco probable que su buen amigo fuera a dejarlo encerrado en una espera larga e indefinida.

Extendiendo la mirada, Vegetta estaba a su lado escribiendo en el comunicador. Una leve hinchazón en sus párpados confirmó que se mantuvo despierto toda la noche. Se encontraba desayunando una patata cocida, absorto en teclear firmemente con una mano lo que supuso era algún regaño.

—Buenos días, Vegetta —Saludó apoyándose contra la cama de Auron.

Vegetta le dirigió la mirada, al parecer apenas dándose cuenta de que se había despertado. Esbozó una sonrisa cansada, apartando el emulador de chat para prestarle atención. Los timbres de mensaje resonaron instantáneamente.

—Buenas, Luzu. ¿Descansaste bien? —preguntó Vegetta removiendo los brazos hacia atrás. Un par de chasquidos de tensión se liberaron de sus trapecios y dorsales con el movimiento de sus músculos.

—Sí, todo en orden —respondió—. ¿Por qué no me despertaste? Te ves agotado.

—Dormías tan tierno que no quise moverte —bromeó dulcemente, entonando una risita que hizo sonreír a Luzu—. En realidad, sólo estaba pendiente del radar del comunicador para que nadie se le ocurriera acercarse y así se me escapó la noche.

—Ya veo. —Luzu asintió, pensativo—. ¿Dieron muchos problemas?

—Rubius y Fargan insisten en venir. —Su voz ronca carraspeó brevemente—. Ya los devolví a casa, pero no quieren dejar en paz.

—Hum... —Frunció el ceño—. Quizás Rub se comporte, pero si viene con Fargan preferiría una orden de alejamiento.

Vegetta bufó con una sonrisa.

—Me gustaría defenderlo, pero ya sé cómo es... —Asintió hundiéndose en hombros sin demasiado interés—. Ya les dije que se mantuvieran lejos al menos hasta que Auron despierte; por otro lado, alguien sí viene llegando.

—¿Sí?

Un golpe sonó por las escaleras. Luzu se alarmó, pero al notar la tranquilidad con la que Vegetta se ponía en pie se mantuvo sereno yendo detrás de él. Con el sonido imprevisto de pasos en las escaleras, reconoció la circunstancia igual a cuando llegó Vegetta.

—Buenos días, señor Vegetta, señor Luzu —Saludó Lolito sacudiéndose la ropa. El pelirrojo cargaba contra su pecho un canasto.

—¿Lolito? —nombró Luzu recibiéndolo confundido, pero con una sonrisa—. ¿Cómo entraste?

—No puedo decirlo, firmé un contrato... —respondió—. Pero ¡es completamente legal! —añadió rápidamente.

—¿Está bien? —Luzu vaciló y Vegetta carcajeó de fondo.

"Algo se trae al respecto", consideró Luzu. Entre la duda razonable y la risa de Vegetta el pasillo se sintió menos tenso por unos segundos, hasta que el silencio regresó entre ellos y el ligero canto de la sirena se alcanzó a escuchar de nuevo. Entonces Vegetta serenamente se devolvió hacia abajo en las escaleras.

—Bueno, no nos quedemos aquí —sugirió, adelantándose de regreso.

Lolito asintió, acercándose hasta donde Luzu lo esperaba.

—¿Auron despertó? No he visto ninguna notificación en el AppleWatch —Lolito preguntó mirando fugazmente su comunicador. En su rostro se pintó claramente su preocupación buscando en la mirada de Luzu la respuesta que ya podía suponer.

Luzu negó y Lolito bajó el rostro: El malestar en su estómago se acrecentó. No había podido dormir pensando en su amigo, dándole vueltas a cómo éste estaba actuando igual a como él lo hizo en su momento: La evasión, la ausencia de pelea, la silenciosa marcha. En bucle se repitió su propia despedida de aquella vez.

Lentamente guardó su emulador de chat, eludiendo el regreso de ese recuerdo. Luzu no estaba para saberlo, así que se guardó su lamento para sí mismo y se dedicó a seguirlo hacia abajo del bunker. Dejaría su estrés para cuando Auron definitivamente despertara, una sesión de terapia sería muy buena para la nueva ansiedad que estaba descubriendo.

Una vez llegó hasta donde Auron, lo encontró dormido acurrucado en su cama; cobijado como en las noches cuando hace frío y dormía en el jardín antes que dentro de su casa. Lolito sabía que raramente llegaba hasta su cama, porque casi siempre prefería el fresco de la intemperie o la humedad de un hueco en la tierra. Sólo se resguardó en casa cuando no tuvo ganas de ver ni escuchar a nadie más que a sus mascotas, cuando realmente estaba agotado.

Lolito suspiró ante ese pensamiento.

—¿Alimentasteis al pollo de Auron? —preguntó sentándose en el suelo a un costado de su amigo.

—Frederick, sí. Hace poco —respondió Vegetta—. Está en su habitación bastante tranquilo.

—Menos mal —asintió depositando su canasta frente a él—. Traje tartitas. Podéis tomar las que queráis, pero la más grande es de Auron.

Vegetta y Luzu sonrieron ante ello. Se acercaron cayendo sentados alrededor del canasto, en círculo cerca de la cama.

—Se agradece, Lolito. —dijo Luzu—. Se ven espectaculares, ¿tú las hiciste?

—Sí, vi la receta en un libro del pueblo.

—Hum... Muy buenas —Vegetta tarareó con un primer bocado.

—Os gustó, ¿eh? Son mi mayor éxito de la semana.

Lolito comenzó a explicar cómo fue su proceso de cocina semi-exitoso con lujo de detalles, partiendo desde su aventura encontrando el libro secreto de una panadera gruñona. Luzu y Vegetta, saboreando el dulzor de bayas y galletas, escucharon tranquilamente acomodándose entre almohadones que colocaron para disfrutar mejor la historia de su compañero.

Entre relatos de espionaje y avances de proyectos sometidos a debate alrededor del canasto, el tiempo comenzó a avanzar más ameno para los tres. El frescor de la mañana se desvaneció a cambio de un cálido medio día. No quedaron muchas tartas para entonces, pero Lolito, confiado en poder hacer algo bueno en la cocina de Auron, se dedicó a explorar materiales ante la mirada renuente de Luzu por la invasión y la apatía burlona de Vegetta analizando la pseudo-receta experimental.

Aunque discutieron un poco sobre lo mala idea que era hacer una tarta de slime, el tontear juntos mientras cuidaban el descanso de su amigo se sintió un poco mejor. Vegetta y Luzu apreciaron sin decirlo la aportación de Lolito: Un poco de distracción y divertimento, pues si bien aún estaban preocupados, podían esperar juntos el despertar de Auron y recibirlo con una sonrisa.

Ni siquiera prestaron atención a los comunicadores ni les importó el timbrado ocasional. Distraídos, Vegetta y Lolito terminaron cocinando más de la cuenta y Luzu anotó todo para reponerlo, negando indignado ante la risa de sus compañeros. Mientras tanto, en su habitación todavía profundamente dormido, Auron cubierto de almohadones aligeró un poco su entrecejo.

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xFaRgAnxYT: ¿Chicos?

xFaRgAnxYT: Responded, por favor.

xFaRgAnxYT: ¿Estáis ahí?

xFaRgAnxYT: Rubius y yo queremos platicar con vosotros.

xFaRgAnxYT: Os juro que no hay truco.

xFaRgAnxYT: ¿Podéis escuchar al menos?

xFaRgAnxYT: ¿Hola?

xFaRgAnxYT: ¿Hola?

xFaRgAnxYT: ¿Hola?

xFaRgAnxYT: ¿Vegetta estás ahí?

elrubius: Estoy llevando bocadillos...

elrubius: Son de jamón.

elrubius: ¿Podemos hablar en la puerta?

elrubius: ¿Luzu?

elrubius: ¿Podemos?

elrubius: ¿5 min?

elrubius: ¿Seguís molestos?

elrubius: ¿Hola...?

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Willy arrojó su comunicador al sillón, empacando materiales en su mochila.

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