...where do broken hearts go.

Cuando Harry y Louis ya han aprendido a sanar:




Pasa mucho tiempo. Es años después que, cuando Louis mira a Harry, encuentra un brillo leve en los ojos verdes que anuncia solo tranquilidad y calma. Es cuando él llega muy tarde a casa, aún con la bata de médico colgada de su hombro y la voz cantarina, la expresión suave, la mirada dulce; y entonces, él encuentra a Louis aún vestido con el traje del último juicio, sonriéndole desde la cocina apenas lo ve llegar.

Ahí es cuando Harry le dice que ha salvado la vida de otro niño y Louis le cuenta detalles irrelevantes de su trabajo y el resultado del juicio. Nunca nada importante, nunca nada concreto. De todas formas, todo se desvanece cuando se besan. Después, Harry le riñe por estar aún en traje y él se burla porque de todas formas, ambos van a quitarse cada ropa juntos porque sus cuerpos se pertenecen. Harry se ríe, al final. Él lo sabe y besa a Louis en respuesta.

Pero antes de eso, tuvieron peleas y caídas, se separaron y regresaron el uno al otro las suficientes veces para no dejarse ir nunca más. Louis le mostró a Harry el viejo disco de música en aquella tienda antigua de su ciudad natal y ahí, le entregó todos sus recuerdos felices. No importó porque Harry, a cambio, le dio muchos nuevos a Louis. El primer minuto de año nuevo fue suyo, de ambos: Louis sostenía a Harry y Harry solo miraba a Louis.

Harry se hizo pediatra, Louis abogado –de un tipo específico. El tipo que defiende a las víctimas de abuso y busca justicia por cicatrices. – Un día, en una oficina, Louis encontró una vieja demanda de una tal Emma Stanfert hacia una marca confidencial de productos. La demanda fracasó. Ese día, cuando llegó a casa y se lo contó a Harry, él lloró. No fue dolor, no fue miedo. Harry lloró de alivio. No encontró a Emma, pero si supo que había estado bien todo ese tiempo. Ella se cambió el apellido y se deshizo de las memorias, estaba bien. Incluso, había sido lo suficiente valiente para dar un paso al frente e intentar demandar Desann. Y Harry la había perdonado. Nunca la había culpado de todas formas. Él lo deja ir.

Ya no están en el sitio de los corazones rotos. Ellos encontraron una nueva casa a las afueras de la ciudad, de grandes ventanales de cristal, lo suficiente claros para dejar pasar la luz del sol y lo suficiente grandes para que, desde la cocina, puedan ver el jardín.

Entonces, cuando Harry cocina una cena especial y ambos toman asiento alrededor de la mesa –y sus porciones de comida son iguales y Harry sonríe hacia Louis, sin pensar, sin temer, sin llorar– ellos pueden ver a través de la ventana las flores del jardín y esa tarde, casi al anochecer, Harry se distrae cuando ve una mariposa.

Y luego, cuando devuelve la vista hacia la mesa y hacia Louis, lo encuentra sobre una rodilla, mirándolo con una cajita de terciopelo en manos y una sonrisa temblorosa en la boca mientras alza el anillo, preguntando casi con dulzura "¿Quieres casarte conmigo?"

Y la respuesta de Harry, por supuesto, es sí.

Mucho tiempo después, Louis recibe una carta. En el sitio de corazones rotos, hay dos nuevas almas esperando a cicatrizar. Louis sonríe y se lo dice a Harry. Él, en respuesta, murmura "¿Quién dijo que no se podían unir las piezas de dos corazones rotos?"






(Se dice que los corazones rotos buscan sitios pequeños y oscuros, de esos que, cuando la luna está en lo alto, dejan la luz pasar para curar cicatrices.

Yo conozco ese sitio a dónde van.

He estado ahí.)

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top