13

13. Cuando Harry le cuenta a Louis.

Hay trazos a partir ahí. Son como los pasos al inicio, aunque la mayoría del tiempo Louis lo siente como saltos. (Del tipo que se dan sobre un lago de agua, para no hundirse.)

Como cuando Louis descubre por qué hay días buenos y días malos. Porque los días malos son cuando Harry tiene pesadillas la noche anterior y los días buenos son cuando se queda dormido toda la noche sobre el pecho de Louis. Los días malos son cuando Harry llora cada vez que algo roza la piel de su espalda y los días buenos cuando Louis intenta trenzar su cabello y cuando Harry va a verse en el espejo, sonríe ante su reflejo. Los días malos suceden cuando la sombra de dolor y vacío cobra sitio en Harry y los días buenos cuando él puede olvidarlo. Cuando él puede sanar.

Por ejemplo, los días favoritos de Louis son cuando Harry amanece en la cocina. Le hace panqueques a Louis y él mismo come fruta, la suficiente como para llenar un bol pequeño. Esos son los días en los que salen a caminar o van al parque más cercano, o cuando se separan por algunas horas en la universidad y terminan encontrándose en algún rincón del campus. Son los días en los que Harry tiene las mejillas rojas de reír y su cabeza sobre el hombro de Louis mientras todos los chicos están acomodados alrededor de ellos, Niall lanzándose con confianza sobre el chico y Ed dándoles a ambos una mirada profunda, como si supiera algo que ellos no.

También son los días en los que van a la cafetería y Harry pide algo más que un vaso de agua. Son los días en los que están convencidos de ir al pub y aunque no se alejan de los chicos ni se separan del grupo, se siente como si fuera un ambiente nuevo, aún sin explorar.

Uno de esos días de pub, cuando Louis tiene su brazo envuelto alrededor de la cintura de Harry con el chico apoyado en él, ambos charlando distraídamente con Josh y las voces y risas del sitio junto con la música de fondo, se escucha el sonido agudo de un vidrio rompiéndose. A unos metros, cerca de la barra, algún tipo borracho ha lanzado accidentalmente una botella de vidrio al suelo y esta se ha quebrado lo suficiente audible para que Harry se tense a su lado.

Louis entiende. Desde que Louis lo sabe, él lo entiende. No es la cosa de Harry con los sonidos altos, no, es la cosa de Harry con el sonido de vidrio rompiéndose. La forma en la que eso lo traslada a un lugar en su memoria que Louis quisiera borrar.

Entonces, él está envolviendo al chico fuertemente, logrando que su cuerpo voltee hacia él y cuando los ojos verdes desamparados chocan con los suyos, Louis se esfuerza por sonreírle a pesar de todo el desosiego que le quema por dentro.

—Oye —murmura dulce, sus dedos trazando caricias en el hueco de piel que deja la camiseta de mangas largas de Harry, su pulgar presionando contra la cadera y la piel caliente—. Estás aquí.

Harry parpadea, los ojos amplios y la expresión pálida a la vez que Louis dice una y otra vez —Estás bien. Mira, estás aquí. Con nosotros. Con los chicos. Estás bien. Yo estoy aquí.

La mirada de Josh persiste curiosa sobre ellos y ya han llamado la atención de los otros, el silencio pesando un poco sobre la mesa pero a Louis no le importa. Él solo está mirando a Harry con la sonrisa suave y segura, su mano libre alzándose para apartar los rizos y colocarlos tras su oreja, sus ojos sin abandonar los verdes hasta que estos se calman.

Un poco después, cuando están regresando a casa y la mano de Harry está entrelazada con la de Louis, ambos avanzando por las calles oscuras y frescas, un poco silenciosas; Harry deja ir un bajo —Es el sonido.

Louis lo mira con curiosidad —¿Qué?

Los parpados de Harry revolotean —El sonido del vidrio rompiéndose. Es eso. Es como si me llevara allí de nuevo. No me gusta, no me gusta ese sonido.

Louis lo sabe. Él se siente golpeado por un momento, sin embargo, termina apretando su mano con delicadeza. Termina acercándose lentamente, lo suficiente para que sus hombros se toquen y su susurro sea audible para Harry —Eres fuerte. Tan fuerte.

Las confesiones de Harry comienzan a deslizarse en algún momento. Son palabras pequeñas, de repente, siempre cuando solo están ellos dos. Congelando a Louis y enmudeciéndolo hasta que solo puede oír el golpeteo doloroso de su corazón mientras Harry habla.

Una vez, están ellos en la cocina. Está Harry sentado tras la mesada y Louis desenvolviéndose en la estufa, intentado preparar una de esas recetas del libro con mucha atención y cuidado, su labio sostenido entre sus dientes en señal de concentración mientras picotea la cebolla cuando una de ellas viene.

—No les gustaba que comiera —dice Harry, de repente, y Louis deja de picar la cebolla, su cuchillo deteniéndose a medias. Él no voltea a ver, solo escucha la voz de Harry. Plana y tranquila, lejana—. A ella no gustaba. Decía que estaba gordo.

Louis deja el cuchillo sobre la madera con calma. Él gira a mirar a Harry con tanta intensidad que cree que se le oscurecen los ojos.

—No estás gordo —dice y entonces, se siente desesperado. Desesperado por alzar a este chico y cuidarlo, quitar todas esas palabras feas y pensamientos malos de su cabeza. Borrarlas y reemplazarlas por otra. Se siente desesperado por quitar cualquier pensamiento de Harry que crea eso, que crea que hay algo horrible en él.

El chico pestañea, la mirada lejana y la expresión indescifrable. Eso es todo lo que Louis obtiene, tal vez un brillo imperceptible al fondo de sus ojos. No hay nada más y cuando él regresa su atención a la comida, siente que podría que gritar.

Hay otro momento, después, cuando tienen una noche de películas y Louis prepara café con leche tibio para Harry y té sí mismo. Lo está acomodando en la mesa del centro, dejándose caer sobre el sofá y un Harry cálido acurrucándose segundos después en su hombro, respirando tiernamente sobre su piel. Louis deja un beso distraído sobre su cabello y cuando la película tiene ya algunos minutos y Harry está dando sorbos pequeños a la bebida, él escucha:

—A veces me encerraban en la habitación y le decían a las mucamas que no me dieran de comer por tres días.

La forma en la que Louis se tensa tiene que ser notable, porque todo Harry se ablanda sobre su piel, como queriendo hundirse en Louis. Él respira, una y otra vez, escuchando.

—Las mucamas tenían que alimentarme a escondidas. Aunque las despidieran si se enteraban, ellas trataban de ayudarme —se encoge de hombros. Su voz se eleva sobre las de la pantalla —No importaba, al final. En algún momento dejé de comer por mí mismo.

Y hay otro día, después. Están tirados sobre la hierba del parque bajo la sombra de un árbol cuando él dice:

—A veces él era el peor. Cuando me enfermaba y no podía ir a ninguna fiesta, me golpeaba en el rostro. Lo suficiente como para tener una verdadera excusa para no salir de la casa. Lo suficiente para dejar moretones —sus dedos tiran de la hierba. Una y otra vez, ansiosamente. Louis solo observa —Cuando regresaban de algún evento y estaban bebidos, tenía que esconderme. Si me encontraban afuera era desobedecimiento, por lo que tenían que abofetearme. No podía tener amigos porque eso significaba alguien preguntando por mis heridas.

Cuando ambos se acomodan en la misma cama para dormir (porque Harry dice que no tiene pesadillas si está Louis) y la cabeza del chico está escondida en su cuello, su respiración lenta cosquilleándole en la piel; Louis llora. Lágrimas silenciosas que humedecen los rizos de su chico. Lágrimas que salen cada vez que cierra sus ojos y recuerda las palabras de Harry.

Lágrimas de agradecimiento porque su chico haya sido lo suficientemente fuerte para sobrevivir. Para seguir ahí. Para no haberse rendido cuando los moretones dejaron de sanar.

Otro día, Harry le dice —La universidad me salvó. La universidad fue lo que me sacó de allí.

(...)

Cuando Louis está regresando de la librería una tarde, se detiene delante de una vidriera. Es una tienda pequeña, la vidriera ocupando menos de un metro. Sin embargo, en la exposición hay algo que llama su atención. Así que él entra. Una señora mayor lo saluda en cuanto lo ve en medio del sitio vacío. Louis le da una sonrisa pequeña.

—El cárdigan rosa de la entrada. ¿Cree que...?

La mujer le sonríe. —¿Un regalo para tu novia?

Louis mira la prenda tras el vidrio, tejida de lana rosa. Luce fresco, en realidad. Ligero y ancho. Tiene algún tipo de dibujo bordado a lo largo de la manga con hilo blanco, sus botones perlados finalizando con el aspecto suave. Se ve lindo. Louis piensa que es lindo.

Finalmente, él devuelve la atención a la anciana. Sacude la cabeza y sonríe. —No. Para mi mejor amigo.

Cuando él llega a casa con la prenda acomodada cuidadosamente en una bolsa, Harry ya está ahí, acomodado tras la mesada estudiando uno de sus grandes libros de medicina para los últimos exámenes. Alza los ojos en cuanto lo ve, resplandeciendo un poco y sonriendo. Louis siente que podría flotar mientras se adentra y deja caer todo en el sillón cerca de la entrada. Entonces, el gesto de Harry se torna curioso mientras sus ojos se deslizan a la bolsa.

—¿Qué es eso? —pregunta—. ¿Hiciste la compra? Podría haber ido contigo. Ya te dije que...

—Es un regalo —Louis interrumpe. Todo Harry se envuelve en sorpresa y sus mejillas se colorean un poco cuando Louis agrega un claro —para ti.

El chico está pestañeando con una repentina timidez de repente y Louis tiene que morderse el interior de la mejilla para no estallar en una sonrisa tal vez demasiado grande. Harry parece brillar un poco a medida que él se acerca, sosteniendo su labio inferior entre sus dientes con las mejillas coloreadas de fresa. Louis se acerca, apartando su cuaderno y libro sin mucho cuidado y dejando la bolsa sobre la mesada.

—No tenías que...

—Ábrelo —insiste. Harry parece querer estallar de felicidad, de momento, ocultando una sonrisa mientras agacha la cabeza y sus manos toman la bolsa delicadamente. Louis aguarda, ansioso y expectante. La reacción de Harry es lenta, todo él quieto mientras sostiene el trozo de tela entre sus manos.

—Louis —dice, su voz enronquecida por la sorpresa y cuando Harry alza sus ojos, todo lo que Louis ve es calidez y cariño.

Harry está tan conmovido y feliz, como un niño pequeño que recibe su primer regalo. Todo Louis se suaviza, sonriéndole libremente al chico y respirando la dulzura del aire.

—¿Te gusta?

—Si —la respuesta de Harry es tímida, todo él conmovido y profundo. Cuando mira a Louis, parece que se va a quedar sin aire. —Es tan bonito.

De alguna forma, Louis está aliviado. Aliviado y genuinamente alegre. Tanto, que él solo puede estirarse y apartar el cabello de Harry, dejándolo tras su oreja y luego, dar un golpe suave en la punta de su nariz antes de decir —Como tú —mirando la forma en la que él chico parece convertir la luz de la habitación en suya—. Tú eres bonito. El chico más bonito que he visto.

(Es cuando Louis se promete llenar a Harry de regalos. Más tarde descubrirá que él nunca tuvo uno de esos... y Louis se convierte en muchas primeras veces de Harry.)

(...)

Unos días después, Louis está llorando en el último corredor de la biblioteca de la facultad de leyes.

Él ha estado pasando demasiado tiempo ahí, en el último corredor, ojeando libros de leyes antiguos y nuevos, buscando y leyendo sin parar. Se ha saltado las últimas conferencias de las semanas finales del semestre para estar ahí, todos los días, solo buscando.

Pero es el último día que él rompe a llorar. Tiene un libro del código penal ahí, entre sus manos, abierto en la última sección. Y él está ahogando sollozos y secando las lágrimas con desespero mientras lee "...Para las víctimas de abuso o maltrato doméstico lo más recomendable es la denuncia antes de un periodo de dos años pues, concurrido este tiempo, es difícil que un juez falle a su favor sin tener evidencias físicas..."

Y él no puede hacer nada. Él no puede buscar justicia por Harry y eso es, básicamente, lo único que podía hacer. Siente que le ha fallado y él llora, porque es tan injusto. Él quiere luchar por las cicatrices de Harry. Él quiere que paguen por ellas.

Pero no puede hacerlo.

Y le duele tanto.

(...)

—Oye —Ed golpea su hombro sin fuerzas, Louis lo mira. La sala de conferencias comenzando a vaciarse, la última cátedra del día finalizando.

—¿Qué?

Ed enarca ambas cejas. Lo apunta, su rostro pálido con una obvia exasperación. —¿Nunca me vas a contar lo que tienes con Harry?

Louis solo permanece de pie, mirándolo bajo la sombra de sus pestañas con una leve arruga entre sus cejas. —¿Qué con eso?

Ed parece querer reírse. O gritar. No importa, sea lo que sea, el chico opta por sacudir la cabeza al final, resoplando y diciendo un —Nada, amigo —y luego se encoge de hombros. Cuando vuelve a mirar a Louis, luce un poco más curioso —Pero, ¿Qué hay con él? Es extraño.

Louis ha tenido un día de mierda. Aún tiene los ojos hinchados y siente que podría gritar. Tal vez es por ello que toda la sangre se le arremolina con fuerzas y entonces, él está mirando a su mejor amigo con frialdad y tensión, lanzado un duro —No hay nada extraño. Nada que te importe.

Todo Ed se convierte en sorpresa y perplejidad, cierto toque de ofensa y dolor en el fondo. Él mira a Louis con su ceño fruncido. Su postura se torna a la defensiva de inmediato. —Tranquilo, Louis. Solo preguntaba porque todos lo notamos, pero si salieras de tu pequeña cueva y asomaras la cabeza para mirar algo más que Harry te darías cuenta de que todos los chicos estamos malditamente preocupados por tu pequeña mierda.

Louis niega, ajustando su mochila a su espalda. Sacude la cabeza y lanza un ácido —Vete a la mierda —y luego, se va.

(Ellos nunca suelen discutir pero, cierto pensamiento ocupa su cabeza horas después. La forma en la que Ed se refirió a Harry como extraño. Louis quiso reírse.

Era tan injusto.)

(...)

Cuando el verano comienza y las clases terminan, Louis no cree que podría sentirse algo más que aliviado. Llama a su madre dos veces a la semana y ella ni una sola vez saca a relucir el hecho de que Louis no va a casa por un chico. Ni una sola vez, lo cual es un hecho.

Un día, cuando están en la tienda pequeña de la esquina y Louis está tomando las manzanas más rojas del cesto, Harry lo está observando atentamente. Los ojos intensos y concentrados sobre él, su labio sostenido entre sus dientes sin que siquiera se dé cuenta. Cuando Louis voltea, le sonríe.

—¿Qué te parece? —pregunta, sosteniendo en alto dos frutos rojos. —Deben ser las más dulces. Te van a gustar.

Las mejillas de Harry se sonrojan y él ladea la cabeza, mirando a Louis con la más tierna curiosidad.

—¿Por qué eres tan bueno conmigo? —pregunta y, oh. Louis ha escuchado eso antes. ¿Lo ha hecho?

Así que él se encoge de hombros, como si no importara (tal vez como si la pregunta no hubiera causado remolinos en su interior, porque Harry se merece que todos sean buenos con él, se merece tanto más que eso y no debería sorprenderse ante ello, no debería estar acostumbrad a ser maltratado y herido... y, joder.)

—Eres dulce —responde, al final, como si eso lo explicara todo. Luego desliza la mirada desinteresadamente por los estantes. Sonríe cuando encuentra algo —Mira, mermelada de fresa. Vamos a llevar un poco.

Y la mirada de Harry sigue sobre él. Persiste y profunda, como intentando escarbar en el interior de Louis, buscando algo. (Tal vez sentimientos. Tal vez sentimientos que correspondan los suyos, pero, quien sabe. Tal vez.)

Un tiempo más tarde, Harry le lanza una pregunta que suena un poco más insegura de lo que aparenta.

—¿Qué harás este verano? —le dice, fingiendo mirar a otro lado para ocultar el revoloteo nervioso de sus pestañas, sus manos enterradas en los bolsillos de su sudadera azul claro. Louis sonríe con diversión, mirando al chico que finge estar interesado en una bolsa de detergente.

—Nada —dice, respondiendo lo más ligero que puede. —Quedarme en casa. ¿Tú?

Puede ver el movimiento pequeño de los hombros de Harry cayendo con alivio, la más genuina de la sonrisa apoderándose de sus labios cuando dice —Lo mismo —y luego mira a Louis, resplandeciendo con sus mejillas rojas y sus hoyuelos a cada lado. —Quedarme en casa.

(...)

—Ellos ya habían elegido una universidad privada para mi —Harry susurra, entonces, cuando Louis está a punto de quedarse dormido. Él abre sus ojos, su cabeza enterrada en la espalda del chico, abrazándolo. Harry ni si siquiera se percata si está dormido o despierto. —Tenían todo listo para mi. Para la imagen que debía dar. Pero yo había aplicado para otras en secreto, nadie lo sabía y cuando una finalmente me aceptó, estaba en otro país. Me pasé los últimos seis años guardando tanto dinero como podía, robando todo lo que ellos dejaran y escondiendo mis ahorros en el cuarto de una sirvienta, que ni siquiera ella sabía que estaba ahí. Quería mi propio viaje.

Louis respira, su aliento acariciando y perdiéndose en los omoplatos de Harry. Su agarre fuerte sobre su cintura, sosteniéndolo.

—Cuando llegó la hora de irme a la universidad privada y todas las grandes galas concluyeron, puede hacerlo —Harry permanece inmóvil. Su voz se funde con calma —Mientras el auto me esperaba y los invitados de la fiesta de despida lo rodeaban, me fui por atrás de la casa. Nadie lo notó, y todas las mucamas me ayudaron. Una incluso arregló el transporte para mi y cuando menos lo esperé, ya estaba huyendo. Estaba cruzando otro estado, entrando al aeropuerto... y encima de un avión. Cerré mis ojos y cuando los volví a abrir, estaba lejos.

Louis contiene la respiración. Las palabras de Harry se tornaban suaves.

—Pero, ¿Sabes lo extraño que me sucedió? —pregunta y Louis no dice nada. Sin embargo, él responde —Aunque estaba lejos, en otro país con miles y miles de kilómetros separándonos, aún tenía miedo. Sabía que no estaba a salvo.

La historia continua. Louis aprieta sus parpados para cerrar los ojos.

—Me quedé en la residencia universitaria un año —dijo, entonces—. Fue un año. Me cambiaba de habitación cada un mes. Escondía mi nombre tanto como podía y cuidaba de no salir en ninguna red social, ni siquiera por accidente. Cuidaba que mi nombre no permaneciera en las listas de la habitación, que nadie me encontrara en el mismo sitio. No me acerqué a nadie por algo más que necesario. No podía hacerlo mientras fuera tan fácil de encontrarme. A finales de año fue que me di cuenta de que mientras estuviera en las listas de la residencia, cualquiera podía encontrarme. Fue cuando tuve miedo. Verdaderamente miedo porque había sido ingenuo. Todo en vano.

La respiración de Harry titila y Louis lo atrae con fuerzas a su pecho, como para recordarle donde está. Para recordarle que está seguro, a salvo.

—Me pasé el verano entero escondido. La universidad me había enviado advertencias porque no podía seguir solicitando cambio de habitación. Me quedé en siete hoteles distintos por dos meses. Al menos tenía eso, dinero de ellos —su tono es amargo. Louis se estremece y entonces, hay algo suave. Algo se calma en Harry cuando él dice —Ni aún cuando pensaba que estaba huyendo, lo hacía. Pero comencé el segundo año y entonces, vi tu anuncio en uno de los murales de la universidad. Y, de repente, lució tan simple. No había pensado en eso, un subalquiler. Un sitio donde nadie pondría mi nombre. ¿Cómo alguien siquiera sabría que estaba ahí?

Harry resopla una risa. Es como una risa pequeña y sorprendida, que lo lleva al momento.

—Fue bien. Fue como si al menos pudiera pensar que había una salida. Tal vez realmente la había. Tomé el anuncio en ese mismo momento y fui hacia ti. Tú... tú fuiste tan fácil. Tan sencillo. Para mi nada es sencillo, pero tú solo me preguntante mi nombre y me miraste y ya está, me pusiste a salvo.

Harry se ríe. Y parece feliz. Casi feliz. Louis tiembla.

—¿Entiendes? A salvo. Me pusiste a salvo. Incluso me diste amigos. Incluso te entregaste a ti.

(Las piezas caen y Louis entiende. La incertidumbre de Harry la primera vez que entró al departamento. La sorpresa y conmoción cuando Louis los nombró amigos por primera vez. La primera salida al pub. La primera noche de películas. La forma en la que los músculos de Harry dejaron de estar tensos, de como borró de sus ojos poco a poco la alerta y la tranquilidad fue adornando sus facciones. La forma en la que después de dos meses se sintió seguro en el sitio. La forma en la que comenzó a mirar a Louis. La forma en la dejó de mirar cada sitio de reojo y observar todo con precaución. La forma en la que comenzó a olvidar y crecer.

Es sencillamente eso. Las piezas caen.)

Louis respira el aroma dulce de la piel de Harry camuflado con el olor a lavanda de su ropa y su brazo se aferra a su cintura. Entierra la nariz en el hueco de su hombro, su respiración cosquilleando en la piel de Harry y sacándoles unas risitas y estremeciéndolo. Louis lo abraza con fuerzas.

—Estás a salvo. Ellos no te van a encontrar.

—Oh —todo Harry se ablanda entre sus brazos. Él es suave incluso cuando dice —Louis, ellos no me han encontrado porque no quieren.

Y aunque Louis sabe, él niega. Sacude la cabeza una y otra vez —No —dice—. Yo no voy a dejar que lo hagan.

(...)

Él vuelve a ver a Ed un tiempo después, cuando Harry insiste sorpresivamente en reunirse con los chicos y aunque Louis es reacio (por el hecho de que recuerda las palabras "todos los chicos estamos malditamente preocupados por tu pequeña mierda") él finalmente accede, porque no quiere quitarle a Harry el impulso de salir y su expresión alegre cuando lo anuncia. O tal vez sencillamente no se puede negar a Harry.

Cuando entran a la cafetería, ya están todos allí, solo que separados. Josh, Niall y Liam esperando en una mesa... y Ed apartado solo en otra.

Louis frunce el ceño sin entender y Harry le da un golpe en el hombro, llamando su atención.

—Ve —le dice—. Tienen que hablar.

Y Louis está sorprendido. Seriamente tomado por sorpresa, entreabriendo los labios listo para lanzar algún comentario mordaz... pero Harry ya está lanzando una risita y alejándose. Así que él se queda parado en medio la cafetería con la expresión estúpida hasta que sacude la cabeza. Por último, camina. Se acerca a la mesa.

Para ser justos, Ed luce culpable. Lo suficiente para que Louis baje sus defensas y se suavice porque, bien, ellos han sido mejores amigos toda la vida y raramente discuten. Al menos no así, de dejarse de hablar por días y no verse en toda la primera semana de vacaciones de verano.

Por lo tanto él no está enojado. Ambos se miran a cada lado de la mesa, luciendo lo suficiente tontos porque no saben que decir hasta que Ed abre la boca.

—Lo siento —dice. Louis lo mira con atención.

—¿Lo haces?

El chico asiente. —Hay cosas que no tendría que haber dicho.

Louis enarca ambas cejas y lo imita. —Bien. Las hay.

Ahora es Ed quien frunce el ceño y resopla. Louis se mantiene quieto.

—Mira —finalmente aclara el chico, rindiéndose. —Estaba un poco enojado, mucho de lo que dije ni siquiera lo pienso. Lo siento, ¿Si? Solo estaba cansado de que intentaras esconderme lo que tienes con Harry.

Por inercia, Louis mira a Harry al otro lado de la cafetería. Él permanece tranquilo, mirando a todos los chicos y escuchando lo que dicen, riendo a veces y otras simplemente ladeando la cabeza con diversión y cariño hacia lo que sea que Niall diga. Entonces, sus ojos se encuentran a la distancia. Harry le sonríe, cálido y pequeño, mostrando mínimamente sus dos dientes de conejo y Louis casi lo hace devuelta, perdiéndose en las mejillas rojas y los rizos desastrosos. Harry articula un "¿Todo bien?" y Louis sonríe en respuesta, naturalmente.

Luego vuelve a mirar a Ed. —No estoy escondiéndolo. No hay nada entre Harry y yo.

Y él bufa, increíblemente incrédulo —¿Bromeas? ¿Crees que alguien se cree eso por la forma en la que actúan uno alrededor del otro?

Louis parpadea lentamente. Algo pesaroso se instala sobre sus hombros y él niega —No lo hay. Ni siquiera... ni siquiera sé si es gay.

Debe ser su tono recto o la forma en la que su voz cae en la última sílaba, pero Ed lo entiende. Sus ojos se aclaran y retrocede, sus cejas alzándose con entendimiento.

—Estás enamorado de él —dice.

Todo lo que Louis hace es sonreír pequeña y flojamente.

—Yo también lo siento —dice y se cruza de brazos, dejándose caer contra la silla y fingiendo que algo doloroso no está pesando sobre sus hombros y hundiéndolo un poco. Trata de fingir ante Ed, el chico que estuvo ahí cada vez que Louis pretendió tener gripe para no ir a la escuela y sabe cada una de sus mentiras. —No tenía que haber reaccionado como lo hice.

Ed niega con la cabeza, impresionado —Lo estabas defendiendo, amigo. Es eso— y luego ríe, gratamente sorprendido e incrédulo —Porque estás enamorado de él. Santa mierda, yo pensaba que solo se estaban enrollando, pero...-

—No lo estamos haciendo.

—¿Qué...?

—Harry no es así —dice, la voz baja solo para ambos. Y, verdaderamente, Harry no es así. Louis no puede imaginarse a un Harry que solo dé un pequeño pedazo cada noche a alguien distinto, no. Harry es el tipo de chico que lo da todo. Solo que, no a Louis. Al menos no ahora. Tal vez no esté listo, pero tal vez sea que Harry le ha dado a Louis todo lo que le puede dar... y nada más.

(Y, sea como sea, Louis no debería esperar más. Louis es una persona terrible y egoísta por añorar más de lo que Harry le está dando, porque Harry se ha desnudado ante él para mostrarle todas sus piezas... y Louis sigue esperando más. Él solo se siente tan, tan horrible. Porque cuando Harry le está confesando algo, Louis piensa en que debería besarlo. Cuando Harry le muestra la piel de su espalda, Louis piensa en cuanto desearía tocarlo como algo más. ¿Cuan terriblemente egoísta es eso?)

—Y yo no le puedo pedir nada.

Ed parece perplejo, con los ojos sobre Louis amplios y asombrados, la sombra del entendimiento coloreando sus pupilas y luego, él se ablanda. Una expresión triste agachando las comisuras de sus labios.

—¿Estás muy enamorado de él, eh? —dice, pero no es burlón ni malicioso. Es solo un comentario del tipo que te ha visto crecer y caer por primera vez por un chico. (Louis ha tenido parejas, si. Incluso existió esa relación larga que fue la que lo sacó del armario ante su familia, Nick. Estuvieron tres meses juntos hasta que tomaron universidades distintas y luego de eso, Louis ha tenido relaciones de una noche. Nunca ha caído. Al menos no como con Harry.) Y entonces Ed está apaciguado, esa emoción profunda en sus ojos cuando dice —Sé que hay algo con él, creo que todos lo sabemos y, no lo sé. Él se ve tan... vulnerable. Si. ¿Es por eso? ¿Es por eso que no le puedes pedir nada?

Louis no quiere mirar al chico que se encuentra al otro lado de la cafetería, pero termina haciéndolo y esta vez Harry no lo ve, porque es solo un segundo. Un segundo en el que obtiene la vista de su cabeza ladeada y una sonrisa grande, de hoyuelos y todo, Niall de pie intentado amarrar su cabello en un moño y eso es, básicamente, suficiente.

—Si —termina diciendo—. Es por eso.

Ed lo mira en silencio por segundos, como intentando adivinar que es lo que pasa por su cabeza, pero al final, él se está inclinando sobre la mesa. Está mirando a Louis bajo la sombra de sus pestañas oscuras con sus dedos jugando distraídamente con una servilleta sobre la superficie. Louis se siente cuidado, al menos un poco. Al menos por la forma en la que su mejor amigo lo mira y luego, le dice:

—¿Sabes? Tal vez deberías intentarlo —y toda su atención va hacia él. Ed sonríe, pequeño y tranquilo, convencido de alguna forma—. Deberías ver la forma en la que te mira.

(La respuesta es una, claramente. Harry mira a Louis de la misma forma en la que Louis mira a Harry.

Solo que ninguno de los dos se da cuenta.)

(...)

Están saliendo un rato después y Louis lo convence para detenerse en una tienda de libros, cada uno perdido en una fila. Louis está frente a un estante alto y gigante de libros de historia, sus dedos acariciando los lomos y él finalmente deteniéndose frente a uno que parece ser relatos de la Segunda Guerra Mundial escritos por un soldado. Él está concentrado, entonces, leyendo la contraportada con un ceño fruncido. No siente como Harry se detiene a su lado, inclinándose sobre él y apoyándose sobre su hombro, así que se sobresalta; el chico cálidamente acurrucado a él, encogiéndose para hacerse pequeño y esconderse en el costado de Louis.

Cuando él mira lo que sea que Harry obtuvo para él, lo que ve lo desarma un poco. Son revistas. Revistas de chismorreos y modas. Harry parece ausente y tranquilo, respirando con calma el aroma de Louis. Ambos quietos.

—Ella solía decirme que quería hacerme perfecto —dice él. Abraza las revistas contra su pecho—. Que yo no lo era. Que estaba demasiado gordo, que mi rostro tenía marcas, que estaba dañado. Cuando se cansó, me dijo que era imposible. Que lo perfecto era hermoso y yo nunca podría serlo.

—Eres hermoso —dice Louis. Tan grave y bajito que siente que los envuelve a ambos como un aire tibio.

—Creo que cuando me miras lo soy. Me haces sentir bonito.

Louis gira la cabeza. Sus labios rozan la sien del chico y murmura —No solo debería ser cuando te miro, Harry. Debería ser siempre. Eres hermoso. Tan hermoso.

Harry mueve la cabeza, lento y calmado, arrastrando su nariz sobre la piel del cuello de Louis, aspirando. Él suele hacer eso. Él suele recordarse donde está así. Arrulla como un gatito, manteniéndose quieto de repente.

—Cuando ella me llevaba a su habitación para arreglarme, yo solo pensaba en algo. Era muy tonto, pero creo que era lo que hacía que estuviera despierto —Louis mira al frente. Ambos con la vista en ese viejo libro de relatos, sin mirarlo realmente. —Pensaba, ¿Qué es ser perfecto? ¿Por qué no puedo ser perfecto así?

Harry suelta una risa sin humor, como si el pensamiento fuera algo ridículo. —Eso era tan tonto —murmura para sí mismo.

Louis se encoge. Louis niega.

—Estoy tan orgulloso de que estés aquí, tan agradecido —musita, de repente, y solo ambos saben que es y porque suena así. Harry se queda rígido a su lado.

—¿Si?

—Si —dice Louis. —Eres tan hermoso. Tanto. Estoy- estoy tan feliz de haberte conocido.

—Louis —Harry suena ahogado.

—Estoy tan feliz de haber puesto ese anuncio. Tan feliz de que hayas pedido esa beca. Tan feliz de hayas salido de allí. Tan feliz de que hayas obtenido tu viaje.

—Oh, Louis...-

—Estoy tan feliz de que estés vivo —Louis susurra, entonces. Y ambos se aferran. Harry se afloja, las revistas cayendo al suelo sin él pensarlo.

Y son ambos abrazados. Entrelazados en un rincón de una biblioteca cerca de casa, unidos como si fuera la única forma en la que pueden estar.

Lo es. Porque así, cuando Louis sostiene a Harry, él puede cubrir con sus manos las cicatrices, aunque esté sobre la tela, puede creer que las está sanando... y Harry, cuando se aferra a Louis, sabe que está a salvo. Como si no hubiera forma de quebrar más algo que ya estaba roto.

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