Sentimientos Descubiertos


Despertó lentamente, como si una mala pesadilla hubiera acechado sus sueños y tan sólo fuera un mal recuerdo. Volteó su cabeza con suavidad a un lado para ver a Lancelot a la par de ella, quien yacía con sus ojos cerrados como si estuviera por igual en un placido sueño. Se levantó con esfuerzo y notó las varias mantas sobre su cuerpo, tenía puesto un pijama blanco de suave algodón y tanto como su yelmo como su armadura yacían a un lado.

–¿Por qué...

–Sir Percival está usted bien– escuchó una voz familiar.

–¿Sor Tikal?– preguntó la felina al ver a la monja caminar hacia ella –¿Qué pasó? ¿Dónde...

–Tranquila– calmó la equidna poniendo su mano sobre la de ella –Se encuentra en el ala de medicina del castillo.

–Tú llegaste por mí ¿verdad?– preguntó Percival al recordar haberla visto en su desahucie.

–Sir Silver me ayudó.

–¿Silver?– repitió para buscarlo con la mirada –¿Él está...

–Buenos días– interrumpieron su pregunta –Hermana, Lady Cream ya tiene todo... ¿eh? Percival– lo escuchó decir con una sonrisa.

Lo vio caminar hacia ellas con aquella capa de color carmín que la Princesa le había dado, y a pesar de los rasguños en su rostro se miraba en perfecto estado. Una sonrisa iluminó su rostro al verlo mientras su corazón saltaba de una alegría desbordante, pues no pensaba que iba a poder verlo de nuevo con vida en el momento que había ido con Lancelot a esa expedición.

–Has despertado– dijo Silver para caminar hacia ella –¿Cómo te sientes?– preguntó para sentarse en una silla frente a su cama.

–Los dejaré para que conversen– habló Tikal con una sonrisa –Lady Cream me espera de igual forma. Permiso– se disculpó para caminar fuera de la habitación.

–¿Cómo te sientes?– preguntó Silver nuevamente –¿Ya entraste en calor?

–¿Calor?– repitió confundida.

–Cuando te encontramos estabas casi congelada– explicó –Tuve que partir los hielos que aprisionaban tu cuerpo para poder levantarte del suelo.

–¿Hielo?– repitió la felina con asombro –Eso explica el sonido del cristal que recuerdo haber escuchado quebrándose.

–Seguramente– asintió –De no haber sido por la Hermana, no sé que hubiera sido de ti y de Lancelot– habló Silver para ver de reojo al erizo negro que aún yacía durmiendo –Me alegro que todo haya salido bien.

–¿Qué le sucedió a Lancelot?– preguntó la felina para ladear a un lado su cabeza y ver al erizo negro detrás de Silver –No recuerdo que estuviera conmigo.

–Según me dijo la Hermana, los entes de por aquí nos mandaron a diferentes áreas del castillo. Tú yacías en los calabozos y Lancelot en la mazmorra– explicó –Yo por lo que entiendo termine en alguna bodega del sótano o algo por el estilo.

–¿Y él estará bien?– preguntó Percival consternada.

–Sí, la estaca sólo atravesó piel y músculo, pero no creo que pueda combatir en un buen tiempo con ese hombro herido.

–¿Estaca?– repitió con asombro –¿Cómo es que él...

–No pienses en eso ahora– interrumpió Silver para poner una mano sobre la de ella haciéndola callar –Ahora ambos necesitan descansar– dijo por último poniéndose en pie –Vendré a verlos después– se despidió Silver para dar media vuelta y caminar hacia la salida.

–¡Espera!– detuvo la felina.

–¿Pasa algo?– preguntó Silver para voltearla a ver.

–Yo...– musitó Percival con sus mejillas sonrojadas –Yo... quiero agradecerte– concluyó para fijar su vista en su regazo avergonzada –Por salvar mi vida– susurró.

–Estoy aquí para servir a su majestad, y a sus caballeros de ser necesario– respondió Silver con una cálida sonrisa –Además, te debía un rescate desde aquel viaje a la aldea ¿recuerdas?

–¡Pero eso no se suponía que fuera así!– exclamó para verlo –Yo quería ser quien...– pero ella calló abruptamente al escuchar sus osadas palabras desviando su mirar. Sintió un calor acogedor ser emanado de su cuerpo, y sus mejillas arder como el fuego del mismo infierno.

–¿Tú fuiste a rescatarme?– preguntó Silver para verla confundido.

–Bueno, yo...– respondió avergonzada sin poder evitar jugar con las sabanas que la cubrían.

–Percival– llamó Silver con seriedad –He notado que últimamente he representado a alguien de suma importancia para ti– dijo desviando la mirada –Tal vez demasiada.

–¿Eh?– exclamó ella para verlo un tanto confundida por sus palabras.

–El deber de un caballero es anteponer a su rey o reina ante todo... no ha un súbdito– puntualizó.

–¿De qué hablas?

–Lamento si mis atenciones hacia ti se han podido mal interpretar de alguna manera– se disculpó el erizo con una reverencia –Pero he de ser totalmente sincero al aclararte que lo que deseo es encontrar la Esmeralda Caos y una vez lo haga irme si así su majestad me lo pide – explicó para reincorporarse y verla con cierta frialdad –Por esa misma razón creo que será prudente que minimicemos nuestros encuentros tanto como sea posible, pues no quiero complicar más las cosas.

–Pero...

–Si me disculpa, me retiro Sir Percival.

Silver dio media vuelta luego de su tosca despedida y salió a paso firme sin mirar atrás. 

Percival lo vio salir de la habitación con aquella expresión seria muy poca característica en él; sintió como se formaba un nudo en su garganta mientras la acumulación de gotas saldas provocaban un brillar peculiar en su mirar. Esa sin duda alguna había sido una manera muy sutil de despreciar sus sentimientos, sentimientos que ella tampoco aceptaba realmente.

Luego de que Silver la rescatará en los calabozos se percató de que todo lo que Lancelot le había reclamado antes había sido cierto; debido a ese cariño que se había formado en ella estaba descuidando su deber como caballero y antes de perder el conocimiento había pensado seriamente en renunciar a su cargo. Percival suspiró con pesadez, ella sabía que todo lo que Silver decía era acertado y muy prudente, pero aún así... ella no lo aceptaba, no quería aceptarlo; por primera vez se sentía viva desde que la maldición se había posado sobre el castillo y cada uno de sus residentes... ella no quería perder eso.

–Ese erizo tiene un corazón de caballero– escuchó decir alarmándola, Percival volteó a ver a su compañero de habitación, quien ahora yacía despierto.

–¡Lancelot!– exclamó con alegría –¡Estás bien!

–¿Tú estás bien?– preguntó provocando una expresión de asombro en la felina.

–...Claro– asintió apartando la mirada –¿Por qué no debería estarlo?

–Porque sin importar que nuestra armadura sea de acero, hay un corazón que late y vive con fuerza debajo de ésta– respondió Lancelot sentándose con cierto esfuerzo. La felina no dijo nada ante sus palabras, pero su triste mirar le decía todo lo que debía saber sobre su estado –Mi deber en el castillo ha sido proteger a su majestad y a mis compañeros de batalla– habló Lancelot nuevamente –Perdí a Gawain años atrás, y no pienso perderte a ti– dijo con seriedad –Es por eso que te acompañe a salvar a ese erizo, a pesar de saber que era una misión suicida, y como verás no me equivoque.

–Lo lamento mucho– se disculpó sin verlo en ningún momento.

–En absoluto– negó –Seguiste a tu corazón, y por eso siempre te he admirado Percival; sin embargo, hoy por hoy tus sentimientos han sido descuidos hacia nuestra prioridad... mi prioridad– recalcó para verla con intensidad.

–Lo sé, yo...

–Déjame terminar– interrumpió seriamente –Eres testaruda, incapaz de escuchar a otro compañero e imprudente– regañó obligándola a clavar su mirada al suelo –Y a pesar de todo eso eres la más apta para ser la escolta de la Princesa Amelia.

–¿Eh?– exclamó para verlo sorprendida.

–Tu manera de actuar imprudente y llena de sentimientos hacen que su majestad se sienta cómoda y segura, y es algo que yo no puedo lograr– habló para verla con una expresión más suave y gentil – Consideró que has perdido el camino y una encrucijada entre tu corazón y mente está haciendo que hagas mal las cosas– regañó nuevamente –Pero no dudo que si logras ordenar tus prioridades, sin importar cuales sean éstas, podrás cumplir con la misión que se te ha encomendado.

–¿Hablas de proteger a la princesa?

–No– respondió –Hablo de tu misión como dama de la corte.

–¿Misión como dama de la corte?– repitió Percival arqueando una ceja.

–Sí, encontrar un caballero noble para amar– respondió para verla fijamente –Tú tienes dos posiciones en este castillo, pero únicamente desempeñas una– explicó –Y aún no has cumplido con la misión de la otra posición; por consiguiente, considero que si has encontrado la manera de cumplirla deberás de hacer todo lo que esté en tu poder para poder completarla ¿no concuerdas conmigo?

Percival lo observó con cierta ingenuidad ante sus palabras. Esa era la manera de su compañero de hacerla sentir mejor y más que nada, de hacerle entender que no debería de rendirse ante un desprecio, al menos no todavía. Percival le sonrió con dulzura y asintió con la cabeza ante sus gentiles palabras, ese era el erizo debajo de la armadura que ella conocía y apreciaba tanto.

–Gracias... Shadow

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Estaban en silencio, sin decirse nada el uno al otro. Ella miraba las nubes pasar sin poder evitar verlo de reojo de tanto en tanto. El aire era frío, pero agradable, y las estalactitas de hielo formadas debajo de las ramas de los arboles hacían una hermosa melodía cuando el viento soplaba a su alrededor. Sonic le había pedido hablar con ella a solas, y habían salido a uno de los balcones del castillo; desde entonces él se mantenía recostado sobre la baranda de concreto viendo fijamente el firmamento, sin muchos ánimos de hablar a su parecer. Amelia carraspeó su garganta y se acercó a él para posar amabas manos sobre la baranda de fría piedra, volteándolo a ver.

–Entonces...– habló ella para cortar el silencio –¿Qué hacemos aquí?

–Quería disculparme– respondió él con su mirada aun fija en el horizonte.

–¿Por qué?

–Por haberte sacado de aquí y por todas las consecuencias que eso representó para ti.

–Estoy bien– respondió dulcemente –Además, tú no sabías que...

–Estás muriendo– interrumpió Sonic para voltearla a ver con una mirada intensa.

Amelia sintió sus piernas flaquear ante las palabras toscas del erizo y agradeció haber estado sujetando la baranda o de lo contrario hubiera caído. Ocultó su rostro de él y una expresión dura borró la mirada dulce que había tenido hasta hace poco, provocando que una silencio incomodó se posara entre ambos.

–...¿Has hablado con Tikal?– fue lo único que ella alcanzó a preguntar.

–Sí...– respondió Sonic con una mirada culpable.

–Ese tema no es un tema que tengas el permiso de hablar, mucho menos de preguntar– le indicó molesta.

–¿Por qué no?– cuestionó el erizo azul arqueando una ceja.

–¡Porque es mi vida!– gritó molesta para voltearlo a ver iracunda –¡Y esas cosas no son de tu incumbencia!

–¿Por qué te enojas conmigo?– preguntó Sonic a la defensiva –Te digo esto porque quiero ayudar.

–¡No estoy pidiendo tu ayuda!

–¡Claro que sí!– respondió molesto –¡Cuando me pediste buscar la esmeralda, pediste mi ayuda!

–¡No es por mí, es por ellos!– debatió molesta –¡Si yo muero la maldición no muere conmigo!– dijo Amelia con enfado –¡No te inmiscuyas si no sabes las cosas tal cual son!

Un silencio incomodó inundó el ambiente mientras la tensión se hacía presente entre ambos. Sonic vio la mirada intensa de ella hacia él y a la vez, el dolor ocultó detrás de ese mirar disfrazado de enfado.

–Amy...– musitó con un suspiro –No me mal entiendas, yo sólo...

–¡No vengas a hacerte el héroe conmigo!– habló sin control –¡¿Cómo osas investigar sobre mi pasado si ni siquiera puedes hablarme sobre el tuyo?!– reclamó.

–¡Te he dicho sobre mi pasado!– respondió molesto.

–¡Me has mentido!– le reclamó molesta –¡Silver me ha dicho que...

–¿Silver?– interrumpió con asombro –¿Tú hablaste con Silver?– preguntó con una mirada fría.

Amelia calló de golpe. No era su intención que Sonic supiera lo que ella sabía, y no estaba segura que fuera una buena idea tampoco. De nuevo vio aquellos ojos fríos en la mirada del erizo azul y no pudo evitar retroceder un par de pasos; sus ojos realmente la asustaban.

Sonic le sonrió macabro, viéndola intensamente –¿Y qué te ha dicho?

–Eso no... no importa– respondió Amelia apenas audible.

–Oh vamos princesa, tú misma lo has dicho, si deseo saber sobre tu pasado tú debes saber sobre el mío ¿no?

–No... es decir...– balbuceó temerosa.

–¿Te habló sobre los inocentes que asesine?– preguntó con una sonrisa para ver en ella una expresión de miedo en su rostro –¿O sobre los aldeanos que masacre? ¿te ha hablado de eso?

–Basta por favor– pidió con sus ojos llenos de lágrimas.

–Oh no, tú querías mi pasado, y ese es mi pasado– dijo molesto –Yo no soy un caballero de brillante armadura que vendrá a rescatarte en su blanco corcel– habló para caminar de manera intimidante hacia ella, obligándola a retroceder hasta el otro extremo de la baranda hasta topar con la misma.

–Es suficiente– murmuró Amelia sin poderle sostener la mirada.

–¡Soy un monstruo, un asesino y en mis manos corre la sangre de gente inocente!– confesó molesto –¡¿Es eso lo que querías saber, es eso lo que querías oír?!

–¡Basta!– gritó ella para abofetearlo, obligándolo a callar.

Sonic sintió el calor del golpe sobre su mejilla para colocar su mano sobre ésta y ver de nuevo a la princesa, quien yacía con sus ojos llenos de lágrimas. Había sido demasiado. Retrocedió aprisa y desvió su propia mirada avergonzado; se había dejado llevar en el calor del momento.

–...Lo lamento– musitó Sonic al viento –No fui mi intención...

–Si ese fuiste tú– interrumpió ella –Si realmente alguna vez fuiste un monstruo ¿por qué cambiaste?– se armó de valor para preguntar.

Sonic fijó su vista en el cielo con sus ojos ahogados en culpa y nostalgia. No le gustaba hablar de su pasado porque no era algo que lo enorgulleciera en lo absoluto; incluso con Silver media mucho lo que decía o dejaba de decir.

–Le quite la vida a alguien que merecía vivir– respondió a la nada –Era el padre de alguien y yo pensé... es decir...– calló de nuevo y con sus manos sujetar con fuerza aquella baranda –Yo no sabía...– calló apretando su agarre.

–¿Por eso cambiaste?– inquirió Amelia curiosa.

–Él era el padre de un niño inocente, y yo en mi soberbia y tiranía le quite la vida sin pensarlo... Por mi culpa ese niño crecerá solo y sin amor.

–¿Acaso era lo único que el niño tenía?– preguntó ella para acercarse a él con lentitud.

–Sí– respondió cortante –Era uno de los herreros de los soldados del ejercito negro y le quite la vida pensando que... bueno, que hacía lo correcto– habló con arrepentimiento.

–¿Era alguien de mal corazón?

–No lo sé– respondió secamente –, pero me di cuenta que la gente que pensaba que era mala, eran padres, o madres, tal vez esposos o esposas... hijos de alguien que sufriría por siempre gracias a mí– dijo con un suspiro –Eso me hacía igual o peor que un caballero negro; y desde entonces no he tocado una espada... bueno, hasta el día de hoy.

–Lo hiciste por rescatar a tu amigo– le recordó ella deteniéndose a su lado y fijando su vista al firmamento al igual que él –Cuando él no estaba, tú cambiaste... realmente me asustaste– habló con cierta preocupación –Pero cuando viste que estaba bien regresaste a ser el erizo que conozco – dijo con una sonrisa.

–Mmm... sí– respondió con su mirada perdida –Silver es... es como un tipo de seguro para mí– dijo pensativo –Cuando está él recuerdo que no debo de pelear, que hay otras maneras de solucionar las cosas o de conseguirlas.

–¿Él te enseñó eso?

–Sí– respondió con una sutil sonrisa –Él fue el único que creyó en mi cuando nadie más creía... incluso yo mismo– explicó –Me había echo a la idea de que esa vida de mercenario era correcta, y que sería todo lo que sería, pero Silver me enseñó lo contrario– habló con una gran sonrisa –Jamás perdió la fe en que podía cambiar, a pesar de que le di varios dolores de cabeza me acompañó durante todo este tiempo.

–¿Por qué?

–No lo sé, tal vez se sentía sin un propósito ahora sin su rey, tal vez quería hacer algo correcto con tantas cosas malas a su alrededor; realmente nunca lo conversamos a profundidad, pero me alegra que se haya quedado.

Amelia lo vio de reojo, y de nuevo esa expresión feliz y desinteresada iluminaba su rostro. Silver le había enseñado a él lo bueno que aún quedaba en el mundo, y Sonic ahora transmitía ese mensaje con sus bromas y viajes locos, para divertirse, para olvidar la realidad de lo que acontecía.

Ambos se quedaron en silencio, sin decirse nada el uno al otro, únicamente admirando el paisaje grisáceo delante de ellos.

–Lo lamento también– habló Amelia por fin –No debí tampoco... es decir, tuve que haberte preguntado, pero...

–Está bien– respondió Sonic con su mirada fija en el pueblo –Tal vez jamás te lo hubiera dicho si lo hubieras hecho de esa manera.

–Supongo que yo tampoco– respondió ella en un pesado suspiro.

–¿Por qué?– preguntó él para verla intrigado –Tú sabías que todo esto podía pasar, y aún así te arriesgaste a mi loca aventura poniendo en peligro aún mayor tu propia vida– señaló –¿Por qué si sabías todo eso decidiste acompañarme?

–Yo...– empezó –Yo quería ir contigo– respondió con sus mejillas sonrojadas desviando su mirada.

–¿Por qué?– cuestionó extrañado.

–Tu has vivido tanto– respondió para verlo con una dulce sonrisa –Y yo quería vivir una vez.

–Mi vida...– dijo Sonic con un suspiro y de nuevo ver el cielo –Mi vida no es siempre tan fácil como quiero que la veas– habló para verla –No deseo exponerte a nada de eso princesa.

–Amy– corrigió ella.

–¿Uh?

–Tú me dices Amy– aclaró con sonroje –No me gusta que me digas princesa.

Sonic le sonrió ante su extraña petición –Creo que no soy una buena influencia para ti– dijo con una sonrisa divertida –Tal vez alguien más como Silver sería más adecuado para influenciarte.

–¡No!– dijo con rapidez –¡Me gusta tu manera de vivir la vida!– confesó con una sonrisa –Eres intrépido, divertido, salvaje y... bueno... eres muy dulce conmigo– finalizó casi en susurro desviando nuevamente su mirada.

–Oh...– exclamó Sonic para sonrojarse por sus palabras para desviar la mirada por igual –Tu también eres muy divertida Amy, realmente pase un gran momento cuando fuimos a la aldea– halagó con sonroje –... Eres la chica más sorpréndete que he conocido, para ser sincero– confesó avergonzado.

–Eres muy dulce– agradeció Amelia con una tímida sonrisa y así tocar con sus dedos la mano de él.

Sintió una onda eléctrica recorrer su cuerpo al sentir como el meñique de ella rosaba con dulzura su mano. Escuchó su corazón acelerarse y un calor interno recorrerlo. Sonic fijó su vista en la eriza de mejillas sonrojadas, quien tenía aquella expresión tímida y dulce en su rostro. Tomó la mano de la princesa con gentileza y ella lo volteó a ver al acto, sin decirse nada, casi como si ambos supieran lo que conllevaría esa acción inocente.

Se volteó lentamente cual delicada bailarina mientras la mano de él parecía guiarla en aquel vals silencioso. Amelia se acercó un pasó hacia el erizo que le sonreía con galanura y sintió su cuerpo estremecer al sentir los ojos de él clavarse en los de ella; la mano de él la rodeó con dulzura por su cintura y así acercarla, mientras ella con su otra mano rodeaba su cuello.

–Dime algo...– murmuró el erizo azul –¿Hay alguna regla que prohíba que pueda besar a alguien de sangre real?– preguntó con una sonrisa confiada, haciéndola sonreír a ella un tanto apenada.

–...No– respondió como un soplo en le viento.

Sonic se acercó a ella lentamente y con suavidad posó sus labios sobre los de ella. Sus mejillas se cubrieron de un manto rosa y sus ojos esmeraldas brillaron con intensidad y así, en el invierno más frío, el florecer de un amor prohibido se marcó un beso tan sutil y tan dulce como el néctar más dulce que ninguna otra flor pudo haber albergado en ésta jamás.

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