Las Consecuencias
–Te haré pedazos... Faker
–¡Lancelot basta!– ordenó la princesa molesta –¡Suéltalo en este instante!
–¡Su majestad fue puesta en peligro por las tonterías de este plebeyo!– respondió molesto sin obedecer la orden –El precio de sacar a la princesa del castillo es muy alto– amenazó para ver de nuevo al erizo azul bajo su pie.
–Te he dado una orden– habló Amelia con autoridad.
Lancelot volteó a ver a la Princesa Amelia y con su ira contenida asintió con esfuerzo. Vio de nuevo al erizo que yacía bajo su pie con una mirada intensa y así hacerse a un lado. La princesa corrió hacia el erizo azul para arrodillarse a su par y verlo con consternación –¿Te encuentras bien Sonic?– la escuchó preguntar, y aquella mirada que una vez mantuvo su ira enjaulada por ordenes de su princesa ahora tenía una clara expresión de sorpresa. La princesa jamás llamaba a nadie bajo su nombre o sin los protocolos reales que se debían, únicamente a Percival por su escolta y a él por ser su caballero.
–No te preocupes Amy, estoy bien– respondió sonriente el erizo azul.
–¿Amy?– repitió el erizo negro para arquear una ceja.
La princesa pareció asustarse al escuchar de sus labios repetir el nombre que aquel bandolero había pronunciado. La princesa Amelia vio al erizo azul con intensidad y carraspeó su garganta para hablarle con la mirada, la cual él pareció entender rápidamente.
–Es decir... su majestad– repuso Sonic con otra sonrisa.
–Lancelot– llamó la princesa molesta para ponerse en pie junto con el erizo azul –Si yo digo alto, debes detenerte– ordenó –No soportaré tal desacato en mi castillo y he de recordarte que yo sigo siendo la máxima autoridad en este lugar– dijo para verlo con unos fríos e inmutables –¿He sido lo suficientemente clara?
Lancelot vio de nuevo al erizo azul, quien poseía una expresión triunfante en su rostro. La comisura de sus labios se elevaron para dejar ver una sonrisa confiada y malévola al notar su excesiva confianza, el erizo azul aún no sabía con quién se metía.
–Por supuesto, su alteza– habló con una reverencia.
–Bien– respondió Amelia un poco extrañada por la actitud condescendiente del erizo negro –Entonces, regresaré para...
–Sin embargo– interrumpió el erizo negro para reincorporarse –, ha de saber como tal su majestad, que llevarse a la princesa sigue siendo un crimen que se paga con el calabozo.
–Sí, lo tengo muy presente– concordó para verlo con cierta desconfianza –Pero yo no...
–Por consiguiente– habló de nuevo el erizo negro –Hay reglas que como tal se deben de cumplir ¿No concuerda usted conmigo su alteza?
–Sí, pero...
–Una noche en el calabozo debería de bastar para hacerle entender a este plebeyo que no es un rey– dijo para ver al erizo azul con molestia.
–¿Calabozo?– repitió Sonic.
–No es necesario tal acción Lancelot– defendió la eriza –Yo creo que...
–¿Hay alguna razón por la cual se le sea tratado de forma especial a este súbdito su majestad?
–No...– respondió por lo bajo –, pero sabes lo que pasa en los calabozos– le recordó para desviar la mirada.
–Espera, espera– dijo Sonic molesto al ver la situación. Ella era la princesa, no tenía que acatar ordenes de nadie, menos de un erizo prepotente –No puedes dejar que lave la cabeza con...
–¡A callar!– ordenó Lancelot sulfuroso para desenvainar su espada nuevamente y apuntarla a su rostro –Existen reglas dentro de la corte, y sin importar el rango éstas deben de cumplirse– comandó.
–¡¿Quién te crees que eres...
–Es cierto– asintió la princesa con tristeza para interrumpir al erizo azul.
Sonic vio con molestia a la princesa; en su razonamiento no entendía por qué debía de acatar órdenes de un súbdito de ella, aún peor, de Lancelot.
–Bien, si es así...– habló molesto el erizo azul –Iré a los calabozo– concluyó –¿Está usted de acuerdo, su majestad?– preguntó enfatizando la última palabra de su enunciado.
–Es que...
–O bien– habló Lancelot nuevamente para interrumpir a la princesa –Si su alteza considera que es demasiado, podemos resolverlo con un duelo.
–¿Un duelo?– repitieron al unísono Sonic y Amelia.
–Un duelo de espadas– explicó –Contra su servidor– retó el erizo negro.
–¿Por qué quisieras tú hacer algo como eso?– preguntó Amelia sin entender.
–Llevo tiempo sin poder practicar y este plebeyo será el perfecto muñeco de practica– respondió con una sonrisa prepotente –¿Lo aprueba?
–¡Claro que lo aprueba!– contestó Sonic molesto –¡Si lo que quieres es una pelea, una pelea será lo que tendrás!
–¡Basta!– detuvo la eriza molesta –Esa no es tu decisión.
–¿Entonces los calabozos le parecen más adecuados?– preguntó el erizo negro con una sonrisa confiada.
–Bien– respondió resignada –Mañana, al amanecer, tendrás tu duelo.
–Perfecto– habló complacido. Lancelot vio los primeros copos de nieva caer, cual vals de invierno –Será mejor que entre– indicó para moverse a un lado y dejarla pasar –Debe de cambiarse esas ropas por algo más adecuado.
–Eso haré– respondió molesta para empezar su marcha de regreso al castillo.
–En cuanto a ti– habló Lancelot para ver de nuevo al erizo azul –Mañana probaras el filo de mi espada.
–Hmph, no puedo esperar.
El erizo negro le sonrió prepotente para dar media vuelta y caminar de regreso al castillo siguiendo a su majestad. Sonic lo vio adentrarse al castillo para así perderlo de vista. Realmente era un erizo sumamente irritable y a la vez muy inteligente; había manipulado a la princesa a su conveniencia para tener una excusa para pelear contra él.
Sonic frunció el ceño molesto para caminar de regreso al castillo cuando algo cayó sobre su espalda haciéndolo caer de bruces al suelo sobre la nieve helada.
–¿Pero qué demonios...
–¡¿Dónde está?!– escuchó un grito iracundo sobre él.
–¿Eh?– exclamó para voltear a ver sobre su hombro y reconocer un rostro familiar –Oh no puede ser...– musitó Sonic con cansancio.
–¡Percival!– llamó el erizo plateado para intentar tranquilizar a la felina –Déjame, yo hablaré con él.
–¡¿Dónde está la princesa?!– insistió la felina ignorando a Silver.
–Adentro– respondió Sonic sin moverse –Puedes ir a ver si quieres, acaba de entrar.
–Hmph... Tú y yo tenemos cuentas pendientes– amenazó entre dientes para saltar a un lado.
–Haz fila, tengo a un erizo egomaníaco antes que tú– respondió indiferente poniéndose en pie y sacudir la nieve sobre su cuerpo. Percival lo vio con una mirada llena de ira para restarle importancia a su presencia y correr a los interiores del palacio.
–Llevó dos– dijo Sonic con un suspiro –Falta uno...
–¡¿Qué demonios pensabas?!– reclamó el erizo plateado –¡¿Llevarte a la princesa?! ¡¿Es en serio?!
–¿Dónde está?– preguntó el erizo azul buscando con la mirada.
–¿Eh? ¿Qué cosa?
–Tu espada– respondió –Serías el único el día de hoy que no me ha apuntado con una desde que vine.
–¡Deja de bromear Sonic!– reclamó molesto –Estoy hablando en serio.
–Yo también– dijo con una expresión molesta –Saque a la princesa para que se despejara de todo un poco ¿qué hay de malo con eso?– dijo caminando de regreso al castillo.
–¿Es que perdiste la razón?– habló Silver para seguirlo –¡Todo está mal!– regañó –¿Qué hubiera pasado si la hubiera secuestrado, o lastimado o...
–Pero no pasó– interrumpió el erizo azul para abrir las puertas y adentrarse al vestíbulo –Está sana y salva– insistió para voltearlo a ver molesto –¡Y por un maldito día en su vida no estaba temerosa por que niñas asesinas vinieran a matarla!
–¿Niñas asesinas?– repitió Silver sin entender.
–Nada... olvídalo– respondió Sonic desviando la mirada –Mi punto es, que está bien y que debes de dejar de preocuparte– habló con una sonrisa en un intento de apaciguar su ira –Sabes que jamás permitiría que algo malo le pasara, no conociendo a Percival– bromeó.
–Lo sé– dijo Silver más tranquilo –Pero aquí hay reglas que...
–Eso lo sé bien, y todo esto me lo esperaba... o bueno casi todo– dijo recordando al erizo negro –Y recibiré mi castigo y todo lo demás, pero valió la pena– habló con una amplía sonrisa para empezar a subir las escaleras.
–Pero...
–Ve a almorzar– le cortó –Yo quiero descansar un poco más– dijo para verlo con una mirada exhausta.
–Sonic...
–Que caigan sobre ti tantos caballeros en un mismo día no es sencillo– bromeó para adentrarse en los pasillos.
Silver lo vio desaparecer entre los corredores exhalando un pesado suspiro; había existido más de una razón para querer llevarlo de regreso y una de ellas era que él tendía a esforzar su cuerpo hasta llevarlo al límite, no había terminado de entrar en calor cuando había decidido hacer aquella tonta aventura.
–...Sabía que aún no estabas bien– susurró Silver para sí.
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Se vio una última vez en el espejo para verse con aquella ropa de campesina que había tenido que usar a petición de Sonic; en otro momento de su vida tal sugerencia la hubiera ofendido lo suficiente como para pedirle a Lancelot que aplicara un severo castigo.
Amelia dio una media vuelta con el vestido de costuras baratas siendo éste mucho más liviano que sus típicos atuendos, y por alguna razón ahora era su vestido favorito, tal vez porque representaba libertad.
–¡Su alteza!– escuchó gritar a la vez que alguien entraba a su habitación.
–¿Percival?– exclamó Amelia para ver a la felina con sus ropas diferentes por igual –¿También saliste?– preguntó con alegría. –No es acaso maravilloso poder estar afuera de...
–Lo que hizo fue imprudente y arriesgado– regañó la felina para cerrar la puerta tras de sí.
–Suenas como Lancelot– respondió con una expresión molesta para regresar su vista al espejo.
–¿Lancelot sabe de esto?– cuestionó Percival angustiada.
–Sí, me encontró a mí y a Sonic una vez que regresamos.
–No lo entiendo, ¿Por qué su majestad?– preguntó para acercase a ella –Sabe la razón por la cual no debe de salir del castillo, no es únicamente por su seguridad.
–...Lo sé– asintió con tristeza –Pero hace tanto que ansiaba conocer el pueblo y todo lo que hay en él.
–Sabe que las reglas que hay son para protegerla, a usted y a este mal agradecido pueblo.
–¿Pero no fue maravilloso sentirse nuevamente como una chica normal?– preguntó con gran alegría –Sin reverencias, ni protocolos que obedecer, ser sólo tú contra el mundo.
Percival se vio reflejada en el espejo detrás de la princesa para ver las ropas rasgadas que tenía puestas; tenía que admitir que ella tenía razón, había sido sumamente agradable no andar temerosa por que algo cayera del techo con intensión de aplastarla o cosas que cobraban vida.
–Lo fue...– respondió con un suspiro –Pero esta aventura tendrá sus consecuencias...
Amelia entristeció su mirar al escuchar las palabras de su escolta, que a diferencia de Lancelot había sido más comprensiva.
–Mañana habrá un duelo– informó por lo bajo la eriza.
–¿Un duelo?– repitió perpleja la gata.
–Sí...– asintió –Entre Sonic y Lancelot.
–¡Jamás tendrá posibilidades!– exclamó preocupada –¡Debe de detener esa locura!
–No puedo– dijo apretando sus puños con fuerza –Lancelot dijo que si no accedía a la justa él debería de pasar la noche en el calabozo, y jamás permitiré eso– habló con seguridad –Sabes que no verá un mañana de ser así.
–Ese erizo– masculló Percival entre dientes –¡Hablaré con él!– dijo para dar media vuelta y dirigirse a la puerta –Esto es el colmo con él, cómo se le ocurre...
–Sabes que no lograrás hacerlo cambiar de opinión– le interrumpió con tristeza –¿Verdad?
Percival se detuvo en enfrente de la puerta para callar el torbellino de ira que la había azotado por un momento; ella bien podría ser la cabeza de la corte, pero Lancelot tenía otra posición más privilegiada que esa, e incluso para ella habían temas en los cuales ella no debía involucrarse.
Suspiró pesadamente para ver de reojo a la princesa, quien tenía una mirada entristecida en sus ojos.
–Debo intentarlo– respondió para salir por último.
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Sólo había un lugar en todo el castillo en donde podía estar si un duelo se avecinaba; en la armería. Percival entró con cautela, pues era un lugar bastante sombrío para su gusto y las armas yacían por doquier.
–¿Qué quieres?– escuchó decir en la penumbra.
–¿Lancelot?– llamó la felina. El erizo negro salió de entre las sombras para dejarse ver; en sus manos tenía varias bolsas de tela con lo que ella asumía eran implementos para la batalla por venir. –Vengo a hablar contigo, a hacerte desistir de...
–En primer lugar– interrumpió él para caminar hacia ella –¿Cómo demonios perdiste a la princesa de vista? preguntó molesto.
–Estaba en el templo cuando...
–¡Es tu responsabilidad!– le cortó iracundo –Desde que ese erizo plateado apareció has descuidado tus obligaciones como caballero.
–¡Retráctate!– ordenó molesta –¡Eso no es cierto!
–¿A no?– inquirió burlesco –Corrígeme si me equivoco, pero la manera en la que te enteraste de la desaparición de la princesa fue porque Lady Cream te lo informó, y te lo informó estando con ese erizo plateado en lugar de su majestad –señaló –Percival, intenta engañar a todo el mundo, incluso a la Princesa Amelia si se te place, pero no creas que puedes engañarme a mí– concluyó para caminar a la salida –Si ya no te consideras capaz de proteger a su majestad renuncia de una buena vez y yo tomaré el cargo.
–Eso no pasará– murmuró desviando la mirada con una expresión de molestia.
–Entonces empieza actuar como caballero– sentenció Lancelot saliendo de la habitación.
Percival vio marchar a Lancelot fuera del lugar. Su mente se quedó perdida en los recuerdos de aquellos últimos días; no podía negar que había preferido estar cerca de Silver antes de vigilar a la princesa, pero no por eso pensaba renunciar. Al estar con Silver olvidaba la guerra, la maldición y la pesada responsabilidad de ser la única a cargo de la princesa, no podían culparla que quisiera olvidar la pesadilla que vivía a diario por un par de minutos ¿o sí?
–... ¿Pero qué sucede conmigo?– se reprochó ante sus pensamientos egoístas.
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Regreso a aquella habitación donde había despertado para desplomarse sobre aquel colchón exhausto. Sonic no tenía ni la más mínima idea de cómo se mantendría a pie mañana por la mañana para poder enfrentar a Lancelot, pues se encontraba exhausto. No había podido dormir en las últimas noches y su última aventura en los acueductos había desgastado enormemente su cuerpo. Fijó su mirada a la puerta que había cerrado con llave y suspiró con pesadez mientras sus ojos empezaban a ceder por el cansancio; deseaba poder descansar una noche, tan sólo una noche dormir plácidamente como Silver lo hacía.
–Déjame descansar...– musitó mientras empezaba a conciliar el sueño –Sólo por hoy Yakumo... déjame descansar...
...*-*-*-*...
Los miraba andar con aquellas antorchas encendidas mientras las pequeñas casas de paja y barro ardían como el mismo infierno. Los gritos de desolación mientras miraban a cientos de aldeanos heridos correr erráticamente por la villa era lo único que se escuchaba en aquella noche sin estrellas.
–Eres muy débil...– escuchó decir entre la multitud. Se volteó lentamente para ver a aquel erizo de pelaje azul verlo con intensidad –Debiste morir junto con ellos–. Retrocedió un pasó para dar un trago pesado y ver con asombro aquella figura oscura que lo miraba con repugnancia. Era él.
–¡Eres un erizo débil y patético y debiste de morir con ellos!– se escuchó reclamar.
–No– musitó Sonic desconcertado.
–¡Empuña tu espada y pelea!
–Yo no peleo– musitó al viento –Ya no...
–Lo sabía– escuchó reclamar –Pero jamás lavaras de tus manos la sangre que en éstas corre.
Sonic se vio un poco sorprendido por sus palabras para sentir una sensación extraña en sus manos y bajar la mirada para ver sus guantes manchados de un color rojo carmín. Retrocedió espantado al ver eso, hasta que algo detuvo su andar. Fijó su mirada nuevamente al frente en busca de sí mismo, pero ya no estaba; había desaparecido.
–Hey Sonic...– escuchó decir a sus espaldas para voltearse –Vamos a jugar ¿sí?
–¡Tú!– gritó exaltado para alejarse con prisa. La vio parada en medio del caos con aquel pijama blanco y su inconfundible sonrisa retorcida. En su mano izquierda yacía una afilada hacha salpicada de sangre borrando todo rastro posible de inocencia –¡¿Qué demonios quieres de mí?!– le preguntó molesto –¡Yo no te he hecho nada! ¡Déjame en paz!
–¿Aún no lo entiendes, verdad?– inquirió Yakumo con una sonrisa demoniaca –No puedes huir de la maldición, no puedes huir de tu destino– explicó para acercarse a él con lentitud –No puedes huir de mí, ni en tus pesadillas...
Alzó aquella hacha para con un gritó iracundo abanicarla contra el erizo azul...
Abrió los ojos de golpe para sentarse sobre la cama con un rápido movimiento. Sonic volteó a ver a los lados y notó que seguía en el castillo frente a aquella chimenea que aún seguía ardiendo. –Fue sólo... un sueño– dijo para sí más tranquilo. Suspiro aliviado para voltear a ver a la ventana, la cual le enseñaba la noche helada a través de su cristal.
–Aún no ha amanecido...– susurró con decepción –¿Uh?– exclamó al sentir algo mojado traspasar las sabanas blancas y mojar su piel. Bajó la mirada a su regazo para ver una mancha de sangre a su costado esparcirse por la tela a gran velocidad; dio un grito de sorpresa y se levantó con suma rapidez alejándose de la cama. Vio con confusión la sangre que empezaba a secarse y buscó con la mirada qué podría haber pasado, hasta que un pequeño ardor en su brazo captó su atención para ver el mismo sangrando –¡Pero qué demonios!– gritó alarmado e ir a buscar algo con que parar la hemorragia que brotaba del mismo. Tomó un par de toallas blancas que Cream había dejado para limpiar la herida y una vez eliminada la mayor parte de la sangre notó un corte preciso sobre su brazo sin lograr entender muy bien cómo se lo había hecho hasta que un recuerdo vino a él. –Mi sueño...– murmuró con espanto. Sonic tragó pesado al recodar que en el momento que Yakumo había atacado él se había defendido al poner su brazo y el corte fue exactamente lo que lo había hecho despertar.
–Esto... esto es imposible...
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