Contra el Reloj


Revisaban cada habitación en el castillo, abriendo puerta por puerta. Ella había desaparecido. Silver aún podía escuchar su nombre ser pronunciado antes de ver como la tierra se la tragaba frente a sus ojos, y cómo el cálido tacto de su mano aún se mantenía en ésta cuando ella le fue arrebatada sin poderlo evitar. Aumentó la velocidad mientras la desesperación empezó a invadirlo. Lancelot y él habían revisado el sótano, las mazmorras e incluso el calabozo, pero ella no estaba, los espíritus simplemente la habían hecho desaparecer del palacio.

–Esto es mi culpa– habló el erizo plateado según seguía a paso apresurado al caballero negro –¡Si yo hubiera...

–¡Basta!– ordenó el erizo negro para detener su marcha obligándolo a parar también –No es momento para auto compadecerte o culparte por algo que ya pasó– regañó –Sentirte culpable no arreglara nada.

Silver desvió la mirada para suspirar con pesadez; sabía que él tenía razón, el culparse por no poder ayudar a Percival, no les ayudaría en nada, pero no podía evitar sentirse responsable por no estar para ella, cuando sin dudar alguna ella había estado para él todo el tiempo. Silver recordó su visita en la enfermería, después de haberla encontrado casi congelada, ella había arriesgado su vida por buscarlo a él cuando había sufrido el mismo destino, y no sé había detenido a pesar de saber que ponía su propia vida en riesgo... él debía de encontrarla.

–La noche por fin ha caído– habló Lancelot para dirigir su mirada a la luna que brillaba a través de la ventana de aquel corredor –...y no hay rastros de Percival en ninguna parte del castillo– dijo con un dejo de resignación en su voz.

–¿Eh?– exclamó Silver para verlo y dejar a un lado sus pensamientos –¿Eso qué se supone que quiere decir?– preguntó para fruncir el ceño.

–Quiere decir...– empezó para verlo de reojo –Que si no la encontramos antes del amanecer, es porque no la encontraremos nunca– respondió desanimado.

–¿De qué hablas?– cuestionó –¿Te rindes así de fácil?, ¡No podemos detenernos!

–¡Tú no entiendes!– clamó molesto para voltearlo a ver –¡Todos aquellos que fueron absorbido por la oscuridad de los espíritus jamás aparecieron otra vez!– explicó –¡Buscamos durante meses y no dejaron rastro, simplemente desaparecieron!– recordó apretando sus puños con fuerza –Simplemente... son tragados por el castillo– murmuró con tristeza.

Silver notó los ojos de aflicción del erizo negro, si era importante para alguien que ella apareciera era para Lancelot; después de todo ellos habían estado juntos durante todo ese tiempo, eran los últimos caballeros con vida de la Princesa Amelia.

–Entonces será mejor que nos apresuremos, no nos queda mucho tiempo– ordenó Silver para seguir caminando.

–¿A dónde planeas ir?– preguntó el erizo negro –Hemos buscado en todos los lugares en donde los espíritus de aquí pudieron haberla ocultado, si no está ahí dudo mucho que esté en alguna habitación vacía de aquí. Ella...

–¿Qué sugieres?– interrumpió el erizo plateado –¿Rendirnos y ya?, ¿Dejarla morir?

–Sugiero un mejor plan– respondió –Seguir caminado sin rumbo sólo nos hará perder más tiempo.

–Lo sé– susurró desanimado –Pero si no se encuentra en los lugares en donde...– Silver calló para una expresión pensativa posarse en su rostro. –Espera un momento...

–¿Qué?– preguntó Lancelot para arquear una ceja –¿Tienes alguna idea?

–¡Los pasadizos!– exclamó con una sonrisa.

–¿Pasadizos?– repitió Lancelot confundido.

–¡Claro!– exclamó –Por donde Sor Tikal me llevó para salvarte a ti y a ella, los pasadizos secretos del castillo ¡Qué mejor lugar que ese para esconderla!

–Hay cientos de ellos– indicó el erizo negro –Y muchos de ellos no sé donde están.

–¡Entonces iremos con Sor Tikal!– dijo el erizo plateado con entusiasmo para empezar a correr de regreso por el corredor –¡Ella debe de conocerlos bien!

Lancelot no pareció inmutarse ante la proposición del erizo plateado; volteó a ver a la luna nuevamente sabiendo que el tiempo no estaba a su favor, si él tenía razón había una gran posibilidad que ellos se perdieran en las entrañas del castillo o fueran atacados antes de poder acercarse a ella, pero era en lo único que no habían pensando, sin embargo, por otra parte, aún existía alguna posibilidad que Percival estuviera en alguna de las cientos de habitaciones que habían en el castillo aún sin revisar. Dirigió su mirada al pasillo que seguía de largo delante de él, si ella estaba ahí y perdían su tiempo en ir en busca de los pasadizos secretos la condenarían por igual.

–¿Vienes o no?– preguntó Silver deteniendo su marcha al notar que no lo seguía.

–Ve tú.

–¿Eh?– exclamó confundido –¿No me ayudarás?

–Si no tienes razón y ella se encuentra por aquí la condenaremos a una muerte segura, pero sí la tienes y seguimos aquí haremos lo mismo.

–¿De qué hablas?

–Separemos, yo la buscaré aquí y tu reúnete con Sor Tikal en la medida de lo posible.

–De acuerdo– asintió el erizo plateado para dar media vuelta y empezar a correr nuevamente.

–Sólo recuerda– habló Lancelot de nuevo provocando que Silver se detuviera nuevamente –Si para el amanecer no la has encontrado...– calló por un instante –Es porque no la encontraras nunca.

–Lo sé...– respondió sin voltearlo a ver –Pero debo intentarlo.

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Cayó de rodillas al suelo mientras sentía como sus músculos parecían no querer reaccionar y así apenas lograr conseguir mantenerse erguida –¿Por qué?– musitó desconsolada para romper en llanto. Amelia intentó ponerse en pie pero cayó antes de lograrlo. Las lágrimas empezaron por bañar sus mejillas y así ver una vez más la estatua que yacía frente a ella; el gran altar del espíritu de la luz.–¿Por qué?– preguntó a la estatua inánime. Amelia llevaba horas intentando comunicarse con el espíritu de la luz, pero éste parecía querer permanecer en silencio; el aura protectora que alguna vez creó con sus poderes especiales empezaba a rajarse por todo el castillo y los espíritus malignos empezaban a cobrar fuerza. Su vida empezaba a ser consumida por la maldición.

–¡Su alteza!– un gritó resonó por el templo –¡¿Está usted bien?!– preguntó la equidna que corría en su ayuda. Tikal llegó donde yacía la princesa para tomarla entre sus brazos y ayudarla a ponerse en pie, pero ella no parecía ni tener fuerza para eso pues ambas cayeron al suelo nuevamente al ella no poder aguantar el peso de la princesa –¡Princesa!, ¡Tenemos que...

–No me habla...– sollozó Amelia con su mirada en penumbra para interrumpir a la angustiada equidna, sin intención de moverse en lo absoluto.

–¿Eh?– exclamó sin entender.

–Ya no logro hacer que me hable– explicó para que sus lágrimas rodaran por sus mejillas –Ya no tengo la suficiente fuerza...

–Su alteza– musitó para verla con cierta tristeza –No se preocupe su majestad, todo estará bien– tranquilizó para abrazarla con gentiliza.

–¿Cuánto más me queda Tikal?– preguntó la princesa sin corresponder a su abrazo.

–El suficiente Amelia...– respondió con una triste sonrisa.

No sabía el tiempo, pero al igual que su princesa, ella sabía que no sería mucho más lo que su cuerpo podría aguantar al cargar con el peso de esa maldición. Sus púas antes de un hermoso rosa cerezo habían empezado a perder su brillo y color, y sus ojos verde esmeralda empezaban a opacarse, la vida de Amelia se estaba consumiendo poco a poco.

–Percival está en grave peligro y no puedo ayudarla– murmuró Amelia para sentir las lágrimas recorrer sus mejillas –No puedo hacer nada Tikal... ¡Soy una inútil!– gritó en frustración.

–Amelia Nimue Rose– llamó por su nombre completo en voz serena para verla a los ojos –Tus poderes están al máximo en este momento, y querer ir más allá de eso, no sólo pone en peligro tu vida, sino que a todos los que habitan en el castillo– le recordó –Has hecho todo lo que ha estado a tu alcance el día de hoy y por ahora deberás de descansar.

–¡Pero...

–Yo me encargaré de Percival– interrumpió la equidna con una gentil sonrisa –Mañana es un gran día y necesitarás de todas tus fuerzas.

–¿Eh?, ¿Mañana?– repitió con confusión la eriza rosa.

–Mañana es su boda princesa– le recordó.

Sus pupilas se contrajeron al ella escuchar eso; Amelia había olvidado por completo que mañana se casaría con el Príncipe Scourge al atardecer, y al hacerlo la maldición se rompería... al igual que su espíritu. Ella no deseaba casarse con él, ella sabía que sería infeliz el resto de lo que le quedará de vida en el momento en que un "sí acepto" saliera de su boca; y entonces recordó aquella frase que aún la hacía estremecer "Cásate conmigo"; era la primera vez que ella realmente había querido decir que sí a la varias proposiciones que había tenido; Sonic había sido el único amor verdadero que había tenido en su vida y realmente deseaba con todo su ser que fuese el último, y entonces una reunión pendiente vino a su mente.

–¡Oh no!, ¡Sonic!– recordó para ponerse en pie bastante torpe.

–¡Princesa, espere!– pidió Tikal consternada para ponerse de pie por igual.

–¡Lo había olvidado!– dijo para empezar a caminar un poco tambaleante –Él me espera.

–¡Pero usted...

–¡Sor Tikal!– las puertas del templo se abrieron de golpe para dejar entrar al erizo de color plata.

Ambas detuvieron su marcha para ver extrañadas al erizo plateado que había llegado a interrumpirlas.

–¿Sir Silver?– habló Tikal para verlo extrañada por su intromisión.

–¡Debe de llevarme por los pasadizos para encontrar a Percival!– ordenó con desespere.

Amelia permaneció en silencio para sostenerse de una de las bancas que yacían en el templo, pues aún seguía muy débil, y su impulso para salir en busca de su amado se desvaneció. Ella pensaba en ir corriendo a una reunión secreta que tenía una gran posibilidad de terminar en un completo desastre ¿Con qué fin?, ¿Cuál sería el propósito de verlo ahí? Esas preguntas la hicieron pensar dos veces el seguir su rumbo a aquel cobertizo. Si iba, condenaba a todos en ese castillo por un momento de felicidad que se vería truncado por un inminente casamiento, sin embargo, si se quedaba prevería que pasaran más desdichas en aquel castillo y problemas seguros con el Príncipe Scourge, quien era ahora, el único que podría asegurar la supervivencia de Percival si el matrimonio se llevaba a cabo.

–No puedo– respondió Tikal a la petición del erizo –La princesa necesita...

–...Debes de ayudar a Sir Silver– interrumpió Amelia en susurro –Dijiste que te encargarías ¿cierto?– le recordó para voltearla a ver.

–Este... sí, pero, usted se encuentra...

–Yo estaré bien– le cortó con una triste sonrisa –Llamaré a Lady Cream para que me acompañe a mi habitación, después de todo, mañana es un gran día ¿cierto?

Tikal la observó con tristeza para así asentir con la cabeza. Ella sabía que su princesa no deseaba casarse, que la única razón por la cual ella lo hacía era para terminar con la maldición, y por mucho que su corazón sufriera al verla en aquel estado de tristeza y desesperanza, debería de respetar la decisión de su futura reina.

–Acompáñeme Sir Silver– indicó Tikal para caminar hacia él –Lo guiaré a través de los pasillos.

Amelia los vio salir del templo y tomó asiento con dificultad en una de las bancas de madera, pues el golpe de adrenalina inicial que había tenido para ir en busca de Sonic se había acabado. Volteó a ver la estatua que yacía a sus espaldas donde la gran diosa de la luz parecía verla fijamente.

–Dile que lo lamento...– susurró Amelia con tristeza –Y que jamás dejaré de amarlo – concluyó mientras sentía como las lágrimas saladas empezaban a acumularse en sus ojos. –Lo siento tanto Sonic... pero mañana he de casarme.

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La puerta se cerró y la oscuridad absorbió todo a su paso, desde cada pequeña instancia de luz como la esperanza de salir con vida. La pared de madera desgastada sobre su espalda le hacía saber que eso era todo, que no podría escapar, que no había lugar a donde podría refugiarse y esta vez nadie llegaría en su ayuda. Sonic vio aquel demonio sonreírle de una manera macabra y a gatas acercarse lentamente a él, ocasionando que él se pegara aún más a la pared.

–Príncipe Arturo... Ahora eres mío.

Aquel nombre aún resonaba en su cabeza como el más dolorosos de sus recuerdos. Fragmentos de imágenes de alguien llamado Arturo, a quien le quebraron su espíritu aquella noche, quien vio morir a su madre y a alguien de nombre Espio, quien parecía ser su único amigo; un príncipe solitario que idolatraba a un traidor, un príncipe que soñaba con ser un héroe sin la responsabilidad que conllevaba ser rey.

Dirigió su mirada nuevamente al demonio que se enmascaraba con el aspecto de una niña de cabellos largos y negros como la noche y con su último suspiro, como aquella noche en la que él cayó por aquel vitral, cerró sus ojos y esperó su muerte, la muerte que sabía muy bien que él se había ganado por sus crímenes de guerra.

–¡LA LUZ NO!– un grito desgarrador lastimó sus oídos y le provocó abrir sus ojos.

Sonic vio como un pequeño incendió se empezaba a formar al fondo de aquel granero y Yakumo era tragada por una fosa negra a sus pies a una velocidad impresionante. Volteó su cabeza confundido en busca de cómo había empezado aquel incendio, el cual había salvado su vida, hasta que vio a aquel zorrito de dos colas quien yacía en medio del granero observando el fuego que empezaba a tomar fuerza.

– ¿Tails?– musitó el erizo azul arqueando una ceja.

–Ella no te matará Sonic– habló el zorrito para caminar hacia el otro extremo del granero y del suelo tomar algo pesado que hacían un ruido chirriante según como lo levantaba del mismo. Un hacha. –Lo haré yo– concluyó para voltearlo a ver –Vengaré la muerte de mi padre, Sonic el mercenario.

Sonic se puso en pie lentamente, era obvio que el zorrito no estaba bromeando ni tampoco parecía tener la más mínima compasión por él, sólo quería vengarse de lo que le había sido arrebatado años atrás. Sonic vio de reojo el incendio que empezaba a consumir el establo en donde se encontraban y pronto consumiría todo, incluyéndolos.

–Bien, de acuerdo– calmó Sonic para caminar con lentitud hacia la puerta –Sí quieres pelear contra mí y vengarte lo haremos– dijo con un tono de voz sereno –Pero lo haremos afuera.

–Tsk– sonrió el zorrito –¿Ahora ya no eres tan veloz?– preguntó con ironía –Tienes dos opciones Sonic, o me matas para poder salir de aquí– indicó para caminar frente a la puerta de aquel establo y con golpe a la puerta hacer que un madero cayera enfrente de ésta para cerrarla – O te quemas vivo aquí– concluyó macabro.

–Pero eso te condenaría a ti también– señaló el erizo azul.

–No me importa– respondió Tails con una expresión de tristeza –Mi vida de por sí ya es un infierno...

–Tails– musitó con tristeza.

–¡Ahora dame lo mejor que tengas!– gritó el zorrito dejando a un lado aquella expresión de tristeza y con cierto esfuerzo levantar aquella hacha para correr hacia él.

El erizo no tuvo el menor problema para esquivar los múltiples ataques del zorro quien con aquella hacha cortaba el aire mientras él retrocedía y esquivaba de lado a lado los intentos fallidos del joven huérfano. Tails no era contrincante para él, y estaba seguro de que él ya lo sabía ¿entonces por qué hacer algo tan tonto como eso?

Sonic observaba de reojo a su alrededor sin descuidar siempre a su fiero contrincante, pronto el fuego ya había envuelto todo el granero y las vigas de soporte empezaron a quemarse con las flamas provocadas por la venganza. Los trozos de madera cubiertos en llamas empezaron a caerse en pedazos de diferentes áreas y el ambiente se llenó de humo por todos lados, dificultando el respirar. Debían de salir de ahí.

–¡Por favor Tails!– gritó el erizo quien empezaba a toser por el humo que entraba a sus pulmones –¡Terminemos esto afuera!

–¡No!– gritó sin afán de detenerse –¡Ni siquiera lo estás intentando!– dijo con lágrimas en sus ojos.

–... ¿Intentar?– musitó con asombro el erizo azul para detenerse en seco.

Abanicó aquella arma con un grito de guerra justo donde el erizo yacía de pie y sintió como ésta se detuvo de golpe; Tails vio extrañado cuál podría haber sido la causa. Notó como una mano detenía el mango del hacha y subió su mirada para ver los ojos serenos del erizo frente a él. El zorro frunció el ceño molesto y con fuerza intentó arrebatarle el hacha, pero la fuerza del erizo era por mucho superior a la de él.

–Sabes que no tienes posibilidades de ganar si yo decido intentarlo... ¿cierto?– cuestionó el erizo azul.

De nuevo sus ojos se llenaron de lágrimas mientras la frustración lo invadía nuevamente. – ¿Y eso qué?– musitó en un intento de no llorar –¡Merezco aunque sea eso!– gritó para con fuerza soltar el hacha del agarre del erizo azul y así caer de espaldas al suelo.

Se escuchó el crujir de la madera y ambos subieron la vista al techo para ver como las vigas empezaban a partirse para ceder por intenso calor. La estructura estaba a punto de colapsar.

Un fuerte estruendo se escuchó y así por fin el techo cedió para colapsar y pronto sus pedazos ardientes así caer sobre ellos. Tails fijó su mirada a los maderos cubiertos en llamas que caían hacia él y como todo a su alrededor se derrumbaba mientras el humo por fin enceguecía su mirar –"Lo intente, padre"– pensó por último y así cerrar sus ojos para evitar ver su muerte inminente. Por fin había llegado el final de su camino guiado por el odio de aquel ser que le había quitado todo, dejándolo a merced de un tiránico príncipe que lo había convertido un monstruo.

–¡Sujétate bien!– un grito lo hizo abrir sus ojos nuevamente para sentir como el erizo lo sujetaba para levantarlo del suelo.

–¡¿Qué demonios crees que haces?!– gritó el zorrito molesto, haciendo que lo viera fijamente a los ojos.

–Lo estoy intentando– respondió por lo bajo –¡Ahora sostente!

Vio al erizo azul correr entre las llamas y evadir los escombros que caían del cielo para lanzarse contra la puerta que el mismo había cerrado y ésta quebrarse en pedazos saliendo al exterior. Se resbaló del agarre del erizo y rodó por la nieve fría fuera del alcance de las llamas, y por primera vez en varios minutos sintió el aire limpio entrar por sus pulmones. Tails empezó a toser con fuerza mientras aspiraba tanto oxigeno como sus bocanadas de aire se lo permitían.

Dirigió su mirada al establo para verlo caer en pedazos según como el incendió se agravaba. Pronto una nube negra se aposentó sobre el castillo mientras el incendió iluminaba todo a su alrededor. El asesino de su padre lo había salvado ¿Por qué? Tails buscó con la mirada a aquel erizo y lo vio yacer en el suelo sin moverse. Se acercó a gatas a él con cierta lentitud, pues debido a la falta de oxigeno ponerse en pie y caminar se le dificultaba. Llegó hasta él para verlo boca abajo sin moverse en lo absoluto. Con una mano volteó su cuerpo y lo vio yacer con sus ojos cerrados y una que otra herida sobre su cuerpo. Tails frunció el ceño molesto, convirtiendo su mano en puño para luego gritarle: –¡Despierta!– gritó molesto para golpearlo con un puñetazo en su brazo. El erizo empezó a toser y así abrir los ojos lentamente para verlo fijamente.

–¡¿Por qué hiciste eso?!– cuestionó con rabia el zorro.

–Jamás he sabido cómo funciona eso del héroe, pero estaba casi seguro que te daban las gracias luego de salvarle la vida a alguien– respondió el erizo con una expresión un tanto molesta.

–¡Dime ¿por qué?!– exigió el zorro –¡¿Por qué me ayudaste?!

Sonic frunció el ceño para levantarse de la nieve y darle una mirada intensa al zorrito, quien en sus ojos cristalinos, tenía una mirada furiosa.

–Porque si deseas cometer suicidio deberás hacerlo solo– respondió al fin –Y no involucrarme en eso.

–¿Eh?– exclamó Tails con sorpresa quien aún seguía sentado sobre la nieve.

–Cuando peleabas contra mí me preguntaba ¿por qué harías algo como eso? Pues asumí que si tú sabías de mi reputación como mercenario, sabrías perfectamente que atacarme con un hacha no tendría sentido, pues he derrotado a cientos de soldados sin necesidad de un arma– explicó –Luego me pregunte, ¿por qué un incendió?, bastaría con abrir la puerta y dejar entrar la luz de la luna llena o llevar una antorcha para hacer que Yakumo se fuera, no era necesario eso– dijo el erizo azul para señalar el incendio a sus espaldas –Supongo que pensaste que esa sería tu garantía de que yo no saldría con vida, cosa que igual fue tonta, pues la estructura de madera es vieja y el incendió, que debilitó más todo aquello, sólo necesitaría un buen golpe para romperla y salir sin problemas– indicó –Y entonces entendí el porqué... Tú no querías salir con vida, tú querías morir pensando que habías hecho algo para vengar la muerte de tu padre y ya fuera que yo te quitara la vida o el incendio, habrías hecho para vengarlo.

–Eso... eso no...

–Me lo terminaste de confirmar ahora– interrumpió –Debido a que en lugar de preguntarme de por qué salve tu vida, bien hubieras podido buscar la manera de volverme a atacar, pero no lo hiciste, porque no contaste con que yo hiciera esto ¿cierto?, No contaste con que salvaría tu vida y tendríamos esta conversación

Tails apretó sus puños con fuerza para que las lágrimas saladas recorrieran sus mejillas y así morder su labio inferior en un intento de evitarlo. Desvió la mirada al suelo mientras miraba como las lágrimas saladas caían sobre la nieve derritiéndola por su calidez, sin poder contradecir sus argumentos.

–Tú cambiaste mi vida Tails– murmuró el erizo azul –Sé que nunca habrá disculpa suficiente que pueda darte o acto suficientemente heroico para obtener un perdón– habló con arrepentimiento – , pero tú y tu padre cambiaron mi vida... Ya no soy aquel mercenario que te quitó al ser que más querías... ahora soy diferente, tengo un propósito diferente en mi vida.

–¡Por tu culpa he tenido que sufrir estos últimos cuatro años la tiranía de Scourge!– reclamó para verlo molesto.

–¿Mi culpa?– repitió para arquear una ceja. Sonic sabía que había hecho muchas cosas mal, pero estaba seguro que el nacimiento o contratación por parte del príncipe no era asunto de él.

–¡Si nunca me hubieras arrebatado a mi padre la deuda que él tenía con Shade no la hubiera tenido que pagar yo!

–¿Deuda? ¿Qué deuda?

–¡Tú lo sabes mejor que yo!– vociferó –Mi padre era el herradero de la gran hechicera y por prestar una gran suma de dinero para evitarnos de pasar hambruna prometió quince años de su vida al servicio de ella– explicó –¡Pero al matarlo esa deuda se transfirió a mí!

–¿Y exactamente eso qué tiene que ver con que trabajes con el príncipe?– inquirió Sonic.

Su expresión de molestia se disolvió al escuchar esa pregunta, lo había olvidado, nadie sabía de la muerte de Shade a excepción del príncipe y él. Había dicho demasiado.

No respondió a su pregunta y de nuevo desvió su mirada a la tierra cubierta de nieve. Gracias al asesinato de su padre él debería de pagar por lo que su familia había prestado con quince años de su vida, de lo contrario, la maldición caería sobre él y todo lo que conocía se volvería una trampa mortal. El presenció la muerte de la gran hechicera, y cuando pensó que por fin sería libre de servir del mozo de aquella equidna cruel, Scourge tomó su lugar para reinar con puño de acero. Sus ojos habían presenciado más muerte y violencia con él en ese año, que en todo el tiempo que Shade había reinado... y como si no fuera suficiente, él había cometido varios de esos actos, como los de aquella gata que yacía encerrada.

–Desearía disculparme– habló el erizo para romper el silencio –, pero eso no servirá para remediar lo que he hecho Tails– dijo con tristeza –Sin embargo, si no puedo cambiar lo que hice, puedo mejorar tu futuro– le sonrió.

–¿De qué rayos hablas?– preguntó a la defensiva.

–De tu libertad del Príncipe Scourge.


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