Familia
Con los labios ligeramente entreabiertos y la ira pintando sus facciones, el dios anciano había fijado sus iris en la figura del ser a quien solía llamar su primogénito: a menos de un metro de donde se hallaba, se encontraba el dios del trueno empuñando su Mjolnir totalmente dispuesto a hacerle frente por aquel instante.
Odín no hizo más que mecer la cabeza en señal de desaprobación, seguía sin comprender hasta qué punto Thor era capaz de desobedecerle para lograr salvar la inexistente relación que mantenía con el hechicero. En algún momento de su vida habría jurado que su primogénito ansiaba el trono más que nada en la vida, y ahora se cuestionaba aquella débil idea que aún mantenía en sus pensamientos.
— ¿Exactamente qué vas a impedir a este punto, Thor? — cuestionó el anciano mientras observaba al pelinegro apenas por el rabillo del ojo, completamente seguro de que las Sanadoras se habían quedado en silencio y sin mover una sola mano, todo en espera de alguna palabra de su parte. — ¿Acaso no te das cuenta de que todo esto es por el bien de ambos? ¿No te das cuenta que ese niño podrá ser merecedor del trono y podrá secundarte en tu camino? — esta vez subió la diestra hasta su sien, dándose apenas un ligero masaje en las pequeñas arrugas que se habían formado en su frente. No había una línea correcta para seguir en esos casos, y por las nornas, ya estaba casi al borde de hacer caso a su propio juicio irracional.
— ¿Por el bien de ambos, Padre? Me parece que Loki no está precisamente bien en este instante y nadie se merece que... — hizo una pausa mientras observaba la escena que protagonizaba el hechicero, quien le observaba aún en silencio, como si estuviese cuestionando sus acciones por aquel instante. — No puedes hacer esto, Padre. No voy a permitírtelo.
— Todo lo que he hecho, lo hice por ambos, si esto tiene que ser así. — hizo otra pausa al tiempo que la contrariedad hacía acto de presencia en sus facciones. — Que así sea.
No hubo más palabras tras aquello. El silencio hizo acto de presencia en el lugar poco antes de que los ahí presentes terminaran por hacerse a un lado, completamente seguros de lo que estaba a punto de acontecer. Fue el sonido del metal contra metal lo único que hizo que el ambiente lograra romperse en un enorme estruendo: Eran Mjolnir contra Gungnir, trueno contra trueno, Padre contra hijo.
Si bien Thor había sido un guerrero impulsivo tiempo atrás, justo ahora parecía demostrar ante su padre el temple que había adquirido al cabo de las experiencias, y era Odín quien con rostro de notoria sorpresa, había terminado por hacer uso de toda su fuerza.
La palea no cesó ni siquiera cuando la lanza del dios anciano fue a parar directamente contra uno de los costados del rubio, quien pese a la notoria muestra de dolor que había dejado ver por aquel instante, había vuelto a empuñar el Mjolnir para ser capaz de devolver aquel golpe en menos de un segundo.
Y Loki, Loki no daba crédito a lo que estaba presenciando. Aún rodeado de las mujeres que yacían estupefactas y en un perpetuo silencio, el hechicero había sido capaz de ponerse en pie, retrocediendo apenas un paso cuando los rayos fueron a parar justo en la dirección en la que se hallaban. Si bien era la oportunidad perfecta para desaparecer de aquel lugar, se había quedado estático presenciando como aquel a quien solía despreciar, estaba jugando todo por él... Por él. Sintió un enorme vacío en el estómago al tiempo que retrocedía un paso más. Debía irse, por él se podían matar Padre e hijo y no le importaría, no debería importarle, Thor era un idiota, Thor... Se quedó sin aliento por aquel instante, al tiempo que sentía una mano que se aferraba a una de sus muñecas para halarle fuera de la multitud concentrada en la batalla: Fandral.
De nuevo los ojos del hechicero no daban crédito a lo que estaba sucediendo, no cuando había sido capaz de observar al guerrero marcharse apenas unos minutos atrás. ¿Cómo era posible...?
— Tú... — aquello brotó de su boca aún sin su consentimiento, al tiempo que una enorme sonrisa acababa por dibujarse en los labios del guerrero. Pero no hubo una respuesta a sus palabras, no cuando su cuerpo se abrió paso entre las sanadoras tan solo para notar, como un par de los guardias asgardianos yacían en el suelo completamente inconscientes. Claro, con el ruido de la batalla nadie habría terminado por notar aquel detalle.
— No es momento que cuestiones mis acciones. — murmuró el rubio mientras se hacía apenas a un lado, dejando ver las figura de la única mujer asgardiana a quien había sido capaz de amar.
— Debes irte, Loki. — la dulce voz de Frigga quien en algún momento había sido capaz de calmarlo, ahora le dejaba al borde de la confusión con aquella simple sugerencia. Le quedaba completamente claro que debía poner a salvo a la criatura en su vientre pero ahora, justo ahora, tal parecía que la única persona capaz de detener la estupidez que se estaba llevando acabo, podía ser precisamente él.
— No me malentiendas, Madre, no dejaría escapar la oportunidad de... — las palabras del hechicero quedaron al airea al tiempo que un nuevo tirón en su vientre bajo le hizo saber, que su primogénito no había olvidado la situación en la que se hallaban y pese a todo, aún luchaba por ver la luz del día.
— No dejaré que tu padre continúe haciendo esto, Loki, pero debes entender que tu hijo podría correr grave peligro de quedarte aquí... — con una sonrisa comprensiva, la diosa habría terminado por colocar una de sus manos sobre el vientre abultado del pelinegro, asintiendo con mucha suavidad ante la expresión que por aquel segundo este le había dedicado.
— Lo llevaré a un lugar a salvo. Mi Reina, os ruego que tenga cuidado. — las palabras del guerrero se habían dejado escuchar en el momento adecuado, al tiempo que este terminaba por coger al hechicero entre sus brazos, quien aunque en algún punto habría querido protestar, se había mantenido en silencio aferrándose al cuello del asgardiano.
Había sido aquella última mirada que le había dedicado su madre la que había logrado que el hechicero se descontrolara. Una parte de él quería confiar que la sabiduría de su madre sería capaz de frenar aquello, y otra, muy al fondo, temía por la que diosa acabara herida en el medio de aquella batalla sin sentido. Pero no fue capaz de continuar observando, no cuando Fandral había dado la media vuelta para terminar por internarse en el bosque que él tan bien conocía. Quería deshacerse del agarre del asgardiano, quería volver al lugar de la batalla y ser él quien detuviera semejante estupidez, pero le quedaba absolutamente claro que en su estado, no era más que una falacia sin sentido.
— Debo admitir, que no sé absolutamente nada sobre dioses en labor de parto, mi querido Loki. — la voz de Fandral había llegado a los oídos del dios en el momento menos oportuno, terminando por arrancar una mala mirada por parte de este.
— No voy a dejar a mi madre con ese par... — cerrando los ojos y tratando de disfrazar de la mejor manera el dolor que ya se asomaba por sus facciones, el hechicero había sacado a relucir su orgullo nuevamente.
— No tienes otra opción, cariño... Además, no haré esto solo. — añadió al tiempo que finalmente detenía sus pasos, poco antes de llegar a una sección del lugar que Loki casi podía jurar, no había visto antes.
— Bien, hagamos esto rápido. — fue la voz computarizada la que capturó la atención del hechicero, quien por aquel segundo, comenzaba a cuestionar en que momento acabaría de enterarse sobre los aliados inesperados con los que contaba por aquel instante.
El dios del trueno yacía contra el piso a la par que la punta de Gungnir amenazaba con hundir su punta en el cuello del mismo. Los ojos azules de Thor no hacían más que fulminar al dios anciano en búsqueda de acabar con ello en aquel preciso instante. Había luchado como nunca y aún así, no había sido capaz de poder vencer a su propio padre. Con la impotencia manando de cada uno de sus poros, el rubio finalmente había cerrado los ojos en espera del último golpe, como si realmente creyese que su Padre fuera capaz de llegar a ese punto por haber osado desafiarlo: pero aquello no sucedió. El silencio volvió a hacer acto de presencia en el lugar, al tiempo que los ahí presentes daban un paso hacia atrás, como si aquel fuera el final que todos habían estado esperando por aquel segundo.
— ¡Adelante, acábalo, Padre! ¿Qué no es esto lo que habías buscado? — con la voz pendiendo de la impotencia del instante, el rubio finalmente había sido capaz de expresar su frustración de la peor manera posible.
— No te equivoques, hijo mío. ¿Qué padre en su sano juicio buscaría la muerte de su hijo? — arrugando el entrecejo, Odín no se movió ni un centímetro. — Son lecciones, todo este tiempo han sido lecciones y decisiones que habrían de colocar tu camino en la dirección correcta, ¿No lo entiendes?
— ¿Y la dirección correcta cuál es? — la voz femenina entre la multitud de había dejado oír en el instante correcto, logrando que los ahí presentes se hicieran a un lado para poder revelar la figura de la asgardiana. — ¿Aquella que forjas a base de malas decisiones y engaños? Por primera vez, no estoy de acuerdo con a quien he osado llamar mi consorte por tantos años.
La atención de ambos dioses fue a parar directamente hacia la figura de Frigga, quien habría detenido sus pasos a poca distancia de donde ambos se hallaban por aquel instante.
— No te atrevas a meterte en esto, mujer. — con el entrecejo arrugado, el dios anciano había desviado su atención del rubio debajo de si, cuestionando con la mirada a la castaña que yacía a escasos pasos de él. — Solo estoy haciendo lo que es correcto para los nueve mundos ¿No lo entiendes acaso?
— ¿Obligar a tus hijos a pelear? ¿Es eso lo correcto? Estás a punto de tener una línea sucesora, una línea pura que yace de la unión entre dos razas que siempre habían estado en discordia. ¿Acaso no les debemos eso? Su pueblo casi pereció y no hemos hecho nada por ellos. Un rey sería capaz de discernir entre su egoísmo y la oportunidad de forjar un nuevo futuro.
— ¿Te das cuenta de lo que estás sugiriendo, mujer? — apartando la lanza del cuello de Thor, Odín finalmente había dado un paso en dirección de la asgardiana, tratando de comprender la nula lógica de las palabras de la diosa. — Esto no era lo que yo planeé cuando hablé de unión. ¿Dos de mis hijos yaciendo juntos?
— No es lo que tú planeaste Padre, precisamente es por ello que sucedió. — poniéndose de pie al tiempo que llevaba la diestra hasta la herida de su costado, el dios del trueno finalmente se había atrevido a tomar la palabra. — Y estoy dispuesto a renunciar al trono de Asgard para continuar persiguiendo el único motivo que me mantiene de pie en este instante.
Odín se quedó en silencio por aquel segundo, negándose a dar crédito a las palabras que acababan de brotar de los labios de Thor por aquel instante. Pero el dios del trueno había sido lo suficientemente claro por aquel instante, y aunque una parte de él aún continuaba elucubrando un plan de acción para rebatir aquella decisión sin sentido, sabía que a ese punto había perdido la batalla.
— Renuncias a la realeza, renuncias al trono de los nueve mundos, renuncias a todo lo que tu Madre y yo te hemos enseñado para perseguir un sin sentido como este, ¿Estás consciente de la decisión que estás tomando? ¡Estás renunciando a tu familia! — con la diestra fieramente aferrada en la lanza, el dios anciano había elevado la voz, haciendo notar la frustración y el enojo que comenzaban a apoderarse de él por aquel instante.
— No estoy renunciando a mi familia. Estoy eligiendo a mi familia. — con media sonrisa en los labios, el rubio había observado finalmente a su madre, quien en silencio, habría terminado por asentir lentamente por aquel instante.
El dolor en su vientre bajo era completamente insoportable. No podía ser capaz de recordar en qué segundo había cerrado los ojos y se había entregado a la deliciosa inconsciencia que le embargaba por aquel instante. Los vagos recuerdos eran los que le devoraban lentamente por aquel instante: Fandral, la pelea, su madre. Existían cientos de voces a su alrededor, y aunque algunas lograban sonar remotamente familiares, otras más parecían ser completamente irreales. Quiso volver a dejarse ir en aquella deliciosa sensación en la que la nada le envolvía, en la que era incapaz de sentir o escuchar cualquier cosa: no quería pensar. Por primera vez en toda su existencia le resultaba completamente atractiva la idea de rendirse y dejarse ir por unos momentos más, si, solo unos momentos; al menos lo suficientes para resarcir el daño que había recibido por aquel instante.
Thor, la pelea. De nuevo sus pensamientos sirvieron de ancla para mantenerle en aquel limbo momentáneo. Había un constante pitido que lo dejaba concentrarse, y el ruido del metal le hacía estremecerse sobre la suave superficie en la que se encontraba de momento. Sentía el escozor subiendo por su antebrazo, algo frío había sido capaz de penetrar su piel y hacerle estremecer de nueva cuenta.
Quiso quejarse, pero su voz no había sido capaz de deslizarse fuera de sus labios. De nuevo el torrente de voces fue capaz de inundar sus sentidos, al tiempo que lograba distinguir la de cierto asgardiano que le hablaba rápidamente y con notoria preocupación. Fandral, era capaz de percibir el aroma que desprendía su rubio cabello, casi podía asegurar que era su aliento el que chocaba suavemente contra su oído, mientras le susurraba que estaría bien, que todo había salido de maravilla.
¿Todo? ¿A qué se refería? Se removió lentamente en su lugar antes de que el vacío amenazara con devorarle una vez más. Si, ahí estaba esa sensación que tanto había estado añorando desde hacía un par de momentos atrás. Quiso extender las manos y aferrarse a ello, pero fue aquel llanto en el medio de la oscuridad lo que le había hecho detenerse.
— Es una niña. — murmuró de nuevo la voz de Fandral contra su oído, logrando que el último gramo de fuerza que yacía en su cuerpo se expandiera lentamente en el mismo.
Cuando logró ser capaz de abrir los ojos, pudo observar la figura de una mujer en traje blanco que sostenía a la pequeña en sus brazos, al tiempo que otro hombre se encargaba se limpiarla y hacer un par de cosas que el hechicero no comprendía.
El blanco de la habitación lograba hacerle querer cerrar los ojos de nuevo. ¿Cómo era que Fandral estaba ahí? ¿Dónde estaban? Apretó los labios en una fina línea al tiempo que finalmente bajaba la mirada, siendo capaz de reparar en el hombre que terminaba de suturar aquella parte de su cuerpo.
Ladeó la cabeza y continuó paseando su mirada por toda la habitación, hasta que finalmente pudo distinguir una figura que yacía en la esquina del lugar. Entrecerró los ojos y trató de enfocar la vista, pero sus intentos a ese punto, acababan por ser completamente inútiles.
Quiso hablar, quiso preguntar por él, pero el cansancio le ganó de nueva cuenta, logrando que se sumiera una vez más en la oscuridad de la inconsciencia.
Los ojos pardos miraban fijamente la figura del hombre frente a él, como si no acabara de dar crédito a lo que estaba sucediendo en su torre, justo en su torre. En algún momento había llegado a pensar que los problemas se habían acabado al segundo que el grupo de dioses habían optado por marcharse, pero ahora, tenía un milagro de la ciencia en la sala continua y a dos rubios asgardianos que no paraban de mirarse como si fuesen a asesinarse en cualquier segundo. Perfecto, su pesadilla se había expandido a proporciones bíblicas y ya no podía siquiera dar marcha atrás. Probablemente debió ignorar la llamada del asgardiano o probablemente, nunca debió ofrecerse a ayudarle cuando este lo necesitase.
Bufó de manera audible al tiempo que finalmente decidía encarar de nueva cuenta al rubio mastodonte, quien por aquel segundo, parecía haber estado en el medio de una tormenta de arena en el medio del desierto, y probablemente, había sido la tormenta la que había ganado la batalla.
— Me es indiferente si ustedes dos van a volver a pelear a morir pero si...
— Gracias por lo que hiciste, Stark. — fue la voz del dios del trueno la que habría terminado por interrumpir el pequeño discurso del castaño, quien se había guardado el resto de sus palabras para asentir brevemente ante ello, como si estuviese resignándose ante la situación.
— Traten de no pelear, cuernitos aún no podrá llegar a separarlos. — añadió al tiempo que finalmente optaba por darse la media vuelta y terminaba por abandonar la habitación.
De nueva cuenta el silencio volvió a reinar entre ambos rubios, quienes se habían mirado mutuamente al tiempo que las palabras parecían ir y venir en ambas direcciones con aquel simple gesto. Uno quería admitir que estaba completamente arrepentido, y el otro quería agradecer por lo que había hecho hasta aquel instante, pero todo aquello murió en el medio de un par de sonrisas que siquiera habrían terminado por concretarse en los labios de alguno. Eran amigos, compañeros de pelea, habían pasado demasiado a ese punto como para necesitar expresar de manera verbal todo el cúmulo de sentimientos encontrados que tenían por aquel instante.
Solo fueron los pasos del dios del trueno que se perdieron en el medio de la quietud de la habitación, justo hacia la pequeña puerta que se abría y revelaba a un hombre en traje blanco quien le indicaba que finalmente podía acceder. Aunque claro, la mirada que este le había echado respecto a su aspecto, había sido el suficiente motivo para que el dios del trueno accediera a al menos, usar un par de aquellas extrañas prendas desechables que el hombre casi le había obligado a colocarse.
Con bastantes gruñidos de por medio, el rubio finalmente había terminado de vestirse con aquellas ridículas prendas poco antes de poder acceder a la habitación, donde su mirada había ido a parar casi de manera instantánea en la cama donde yacía un adormilado pelinegro. Media sonrisa se dibujó en sus labios poco antes de que su atención se vertiera en la pequeña figura que yacía en una extraña burbuja plástica no muy lejos de donde se hallaba el hechicero: su pequeña, su hija, su primogénita. La sonrisa se ensanchó en sus labios al tiempo que sus pasos se apresuraban hasta donde se encontraba Loki, terminando por detenerse el segundo que este último, había abierto los ojos para observarle fijamente.
— Podía jurar que el anciano te había enterrado tres metros bajo tierra. — con el entrecejo ligeramente arrugado, el hechicero apenas y había logrado soltar aquello en un hilo de voz, dedicándole media sonrisa al dios rubio que de momento, ya se encontraba justo a un lado suyo.
— Y casi podía jurar que habías dicho que esa niña no era hija mía. Pero solemos equivocarnos, no solo es cosas de midgardianos. — replicó el rubio al tiempo que finalmente, dejaba ir una de sus manos justo en la dirección en la que se hallaba el mentón del pelinegro, atreviéndose finalmente a acariciar levemente el mismo.
— No deberías estar aquí... — Loki volvió a cerrar los ojos al tiempo que finalmente era capaz de disfrutar del suave tacto que se instalaba en su barbilla por aquel instante.
— ¿Y dónde más podría estar? Soy un exiliado y un hijo desheredado. Me parece que no existe mejor lugar en los nueve mundos que justo esta habitación, en este preciso momento. — aquello había logrado que los ojos de Loki volvieran a abrirse, clavándose casi de manera inmediata en la sonriente figura del dios rubio que le observaba por aquel instante.
— Eres un... — las palabras murieron en la boca del hechicero al tiempo que un dulce beso hizo acto de presencia entre ambos. Esta vez no hubo resistencia de su parte, esta vez el pelinegro finalmente se había dejado llevar por la sensación que había comenzado a embargarle por aquel instante.
Y probablemente estaba de acuerdo con Thor por primera vez en toda su vida: no existía otro lugar en los nueve mundos en el que deseara estar por aquel instante.
FIN
Notas finales: ¡SI! ¡Por fin actualicé! Tuve un bloqueo mental terrible con esta historia, ha sido la que más tiempo me ha costado sacar de mi cabeza, la que más me secó el coco, y pft, bueno, creo que estoy satisfecha. Escribí esto como mil veces, no me convencía, pero sentía que si ahondaba demasiado quedaría muy mal, por eso quise dejar algunas cositas al aire, para que puedan sacar sus propias conclusiones respecto a ello.
Quería poner a Frigga como una parte primordial, ella siempre ha sido la voz de la razón para Odín, y eso es lo que quise expresar aquí. En efecto, Thor renunció a todo por Loki. Creo que ese enfoque bonito de dejar todo por lo que realmente vale la pena es el que quise transmitir.
Thor y Fandral se perdonaron, Fandral aceptó el amor de Thor y de Loki y bueno, aunque en esta historia no hubo final feliz para todos, lo hubo al menos para Loki.
Perdonen la demora de años y años, meses, días, todo, de verdad, sigo muy agradecida con aquellas personas que siguieron la historia y se mantuvieron fieles a este proyecto. Para todos ustedes es este capítulo final, si no hubiese sido por sus votos y comentarios, probablemente este proyecto habría quedado inconcluso por el resto de la eternidad ¿?
Los amo, en serio. Espero leerlos pronto en alguna nueva historia.
Besos de chocolate para todos ~
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top