Decisión final
Los ojos azules del dios yacían fijos en la figura de la mujer que danzaba frente a él. Sus caderas se movían de manera provocativa al tiempo que un par de ojos almendrados buscaban capturar su atención. Con un largo suspiro, el tronador finalmente optó por desviar la mirada y observar a quien se hacía llamar su Padre, yaciendo cómodamente sobre el trono que se hallaba no muy lejos de su posición por aquel instante.
Tenía días que las festividades en Asgard habían comenzado, y Odín, había estado empecinado en que el heredero escogiese una noble Asgardiana para tomarla por esposa y subir al trono. Cientos de chicas habían desfilado por los salones del palacio, presentándose, vendiéndose como si de mercancía barata se tratase. Y cuando Thor no elegía al final del día, el dios anciano optaba por dar un pequeño banquete con bailes, cantos y mucha hidromiel.
Ese había sido su día a día desde que había decidido volver a casa y enfrentar sus obligaciones. Estaba resignado al destino que se había elegido para él desde la cuna, si en algún momento había deseado algo de eso, ahora se arrepentía.
— Esa no es la cara que debe poner el futuro rey de Asgard. — murmuró la mujer apenas hubo tomado asiento a un lado de su hijo, sonriendo muy levemente.
— Madre — con la voz pendiendo apenas de un hilo, el rubio se había limitado a observar a la bella asgardiana que parecía sonreír un poco más de la cuenta.
— ¿Y ninguna de ellas ha llamado la atención del futuro soberano de los nueve mundos? — cuestionó llevando una de sus manos hacia la mesa, dejando que sus pequeños dedos juguetearan con un pequeño tamborileo en la misma.
— Madre tú sabes que yo... — ¿Cómo se suponía que debía terminar esa frase?
— No, Thor, yo no sé lo que sucedió en Midgard, pero estoy segura que este es el único lugar en el que no deseas estar. — cuestionó sonriendo a la chica frente a ellos quien ahora hacía una reverencia y procedía a retirarse, dando lugar a que un grupo más grande de mujeres iniciara su presentación.
— ¿Es esto un regaño, madre? — esta vez el asomo de una sonrisa había logrado que el tronador mirara a Frigga desde una perspectiva distinta.
— Esto es un consejo, hijo mío. A veces tomamos decisiones guiados por el amor, las de un rey se deben basar en la razón. — hizo una pausa y tomó la mano del rubio con un firme apretón. — ¿Pero acaso no un buen rey consideraría ambos antes de actuar? ¿De qué serviría un corazón de hielo al mando de los Nueve Mundos, Thor? — volvió a dar un nuevo apretón a la mano del rubio antes de finalmente soltarlo suavemente.
— ¿Qué es lo qué quieres decirme, madre? Loki ... Él... — De nuevo no sabía cómo complementar esa frase.
— El tiempo en Midgard transcurre de manera distinta, ¿Lo recuerdas, hijo mío? — soltó un amplio suspiro y terminó por ponerse de pie, dejando que la periferia de su vista se posara en un Odín bastante atento a ellos. — No deberías estar perdiendo el tiempo en celebraciones sin sentido. — finalizó antes de dedicarle otra sonrisa y terminar por girarse, yéndose justamente por donde había llegado.
Solamente hubo faltado eso para que la decisión del rubio se pusiera en duda. Su madre no solía incitarle a la rebeldía de aquella forma, le parecía casi irreal que le estuviese casi aconsejando el ir detrás de Loki una vez más. ¿Acaso debía decirle sobre la última charla que habían tenido? El hechicero lo había rechazado sin oportunidad a más, ¿Qué podía hacer él a aquel punto?
Claro, Frigga no daría un consejo de esa magnitud si no supiese algo que estaba ignorando por completo.
Elevando la diestra y dándose un pequeño masaje en la sien, el rubio finalmente había optado por ponerse de pie, dispuesto a abandonar el salón del trono sin más.
— Hey... — una voz femenina a su espalda le hizo girar casi de inmediato posando sus záfiros en la figura de Lady Sif, quien le observaba enfundada en un bonito vestido color vino que combinaba a la perfección con el tocado de flores que adornaba su cabello recogido. — Me parece que esta celebración no podría continuar sin el futuro rey. Después de todo, es en tu honor.
Thor solo rodó los ojos y soltó un leve suspiro lleno de exasperación. Lo cierto era que no la odiaba, ella era su amiga y la guerrera que le había seguido aún en sus planes más descabellados, le debía al menos un par de minutos de su tiempo.
— No estamos celebrando absolutamente nada, Sif, solo el hecho de que no existe algo mejor que hacer en Asgard que comer y beber más allá de los límites. — con media sonrisa adornando sus labios, el tronador había optado por relajarse y no delatar los pensamientos que ya estaban haciéndose espacio en su cabeza.
— No, Thor, estamos celebrando tu compromiso. — murmuró apretando los labios y bajando la mirada, como si con ella pudiese sentirse menos culpable de la noticia que estaba a punto de darle al asgardiano.
— ¿Mi qué? — con los ojos completamente abiertos, el tronador había escrutado de pies a cabeza a la mujer para poco después, dirigir sus zafiros confundidos hacia la figura de Odín.
— Padre de Todo está a punto de anunciarlo, Thor. — continuó la asgardiana al tiempo que bajaba la mirada y trataba de contener la tristeza que ya estaba asomando por sus ojos. — Vamos a casarnos.
Sus ojos verdes yacían fijos en la pulsera de oro que sostenía en la diestra. Pese al tiempo que había transcurrido, la promesa de la asgardiana aún sonaba en su cabeza.
Era ella quien habiendo desafiando el mandato de Odín, se había atrevido a hurtar la gema en la que su magia había sido encerrada, yendo hasta donde él se encontraba para devolverle un poco de la esperanza que a ese punto, ya yacía olvidada.
En señal de su eterno cariño hacia él, la asgardiana había dejado una de las prendas reales a su cuidado, con la promesa de volver con él, de conocer a su hijo y de verlo en la mejor condición que la vida pudiese otorgarle. De ello habían transcurrido cerca de cinco meses, cinco largos meses en los que había vivido prácticamente, de lugar en lugar, sin rumbo fijo aparente y jugando a su suerte.
El enorme vientre que ya ostentaba le dificultaba las cosas, haciéndole quedarse en un paraje en el medio de la nada al menos durante aquel último mes.
Pero estaba bien, el pequeño lago le proveía de lo vital para vivir y la vieja cabaña abandonada, de un techo para refugiarse. Probablemente lo único que le devoraba lentamente, era la soledad en la que se había obligado a verse sumido.
El último encuentro con Frandral le había dejado en claro que no existía más opción que esa. En todos sus largos años jamás se había imaginado que hubiese acabado de aquella forma, en una existencia tan común, tan vacía. Para él las aspiraciones de poder, de venganza, del trono, eran las metas que se había planteado desde el primer segundo en que fue consciente de las preferencias de su padre, y ahora, ahora nada de eso tenía el más mínimo sentido.
Por derecho, él y su progenie tenían que aspirar a algo mejor que las mediocridades que Midgard podía ofrecerle, su hijo merecía una vida plena, algo remotamente más aceptable de lo que a él le había tocado vivir.
— ¿Lo escuchas? — cuestionó sonriendo muy breve al tiempo que colocaba la diestra sobre su vientre. — Esos son los deseos que tengo, pequeño. Tú tendrás algo mejor, algo mejor de lo yo soñé. — añadió aún sonriendo muy escaso, odiándose en algún punto por sentirse tan vulnerable y débil. — Vivirás como mereces. — finiquitó soltando un audible suspiro al tiempo que daba media vuelta y regresaba a grandes zancadas hacia la pequeña y solitaria cabaña.
Sus pasos se detuvieron en seco al segundo que fue capaz de notar la figura del guerrero justo a un lado de la pequeña puerta de madera, logrando que su rostro se contrajera en una mueca de dolor y confusión.
Si, extrañaba a Fandral, él había sido sumamente importante en su vida pero ahora, justo ahora, no sabía ni siquiera como debía dirigirse a él. Los meses que ya habían transcurrido desde su último encuentro le hicieron aceptar el hecho de que no estaban destinados, y probablemente, el guerrero solo había llegado para ser una experiencia más en su vida, solo una grata experiencia.
— No pongas esa cara, primor. — murmuró el rubio al tiempo que caminaba en la dirección en que el confundido hechicero se encontraba, dedicándole la sonrisa más sincera que pudo evocar de momento. — No estoy aquí para rogar una oportunidad, estoy aquí para despedirme. —manteniendo aún la calma en sus facciones, los pasos del guerrero se hubieron detenido al tiempo que dejaba que una distancia prudente se estableciera entre su persona y el pelinegro.
— ¿Despedirte? Pensé que eso habíamos hecho la última vez que hablamos. — entrecerrando los ojos y arrojando desdén en el medio de sus palabras, el hechicero simplemente había optado por cruzarse de brazos y observar al otro fijamente.
— Sé que la criatura de tu vientre no es mía, Loki. — los ojos del hechicero se abrieron de sobremanera ante aquel hecho, logrando que sus labios se apretaran en una fina línea, como si se negara a aceptar el hecho de que Fandral supiese esa verdad. — También sé que erré en todo lo que hice, en lo que te hice. — una pausa y un largo suspiro. — Tengo presente que el sentimiento que haces emerger en mi aún brilla con la intensidad de mil soles, pero también sé que la llama que logré despertar en ti la extinguí en su momento. — la firmeza con la que las palabras salían de su boca no hacía más que sorprenderle.
» No puedo obligarte absolutamente a nada, pero confío que el tiempo logre otorgarme tu perdón. No puedo permanecer en Midgard, no cuando sé que ahí. — Refiriéndose por supuesto a Asgard — Puedo velar por tu seguridad ante él. — mil planes pasaban en su cabeza por aquel momento, el guerrero continuaba dispuesto a liberar al pelinegro de su castigo, costase lo que costase.
Tras aquello no hubieron más palabras. Solo existió el sonido de las botas del guerrero sobre la tierra ligeramente húmeda, dibujando un patrón que seguramente, tardaría un par de días en borrarse. Fueron las manos del rubio sobre sus hombros y los labios de este posándose en los suyos, lo que apenas y hubo logrado una reacción por parte del hechicero.
Con las esmeraldas fijas en la figura del rubio que se alejó en silencio, Loki se quedó estático, clavado al lugar en el que el otro le hubo dejado.
Fueron las palabras de Fandral llamando al guardián del bifrost lo que apenas le hicieron reaccionar, pero fue tarde, muy tarde. La luz le encegueció casi al instante y tras aquello, el silencio volvió a reinar en el ambiente, como si ese encuentro no hubiese existido nunca.
Durante un breve segundo deseó volver, detener a Fandral y escuchar sus palabras una vez más; tratar de aceptar las disculpas que cientos de veces el guerrero le había ofrecido, entenderlo, quizá... Quizá...
El nudo se formó en su garganta. Estaba solo tal como lo había deseado, todo estaba bien, todo iba de acuerdo al plan ¿Por qué la simple presencia de Fandral le había descolocado de aquella manera? Apretó los labios en una fina línea y maldijo los crecientes pensamientos que ya osaban devorarle.
Las pequeñas patadas en su vientre le hicieron devolverse a la realidad de manera obligada. El cariño que sentía por el rubio se extinguía lentamente en su interior, y él pese a todo, continuaba haciendo cosas que le confundían, que le hacían cuestionarse si realmente aquel asgardiano estaba hablando en serio o si todo era parte de un maldito juego.
No importaba, no lo necesitaba, solo se necesitaba a sí mismo, a él y a la criatura que crecía en su vientre.
Cuando el mar de pensamientos le otorgó una tregua momentánea, los pasos del hechicero finalmente hallaron el camino hacia la cabaña, dejando que su mirada se clavara de manera breve en el camino que las botas de Fandral habían dejado impresas en la tierra.
De nuevo fue sonido del bifrost a sus espaldas le hizo detenerse de manera abrupta. ¿Fandral podía leer sus pensamientos? Ahogando un suave suspiro entre sus labios, el hechicero apenas y había hecho el intento de girarse.
— Ha sido la ausencia más corta que me ha tocado presenciar, Fandral... ¿Acaso has...? — Pero sus palabras se detuvieron al segundo exacto en que la figura de Odín se dibujó ante él.
Contó a los cerca de veinte guardias asgardianos que le hacían compañía, como si con aquel acto intentaran intimidarle. Media sonrisa irónica apareció en sus facciones al tiempo en que negaba con suma suavidad: había sido un verdadero estúpido al creer que el anciano conservaría su promesa.
— Me temo que no, Loki. — respondió finalmente el anciano, secundando el gesto de a quien alguna vez había llamado su hijo, y negando con suavidad de igual manera.
— Mantuve mi parte del trato, asgardiano, ¿Por qué osas interrumpir mi tranquilidad de esta manera? Tu hijo no ha vuelto a mí, hice exactamente lo que...
— ¿Exactamente? —con voz autoritaria, el de cabellos blancos se había hecho escuchar, interrumpiendo de manera abrupta cualquier palabra que osara brotar de los labios del hechicero. — Tengo presente que cumpliste el trato, hijo mío, pero él mismo me cambió las reglas del juego al rechazar a Sif y arruinar la ceremonia de compromiso. — los ojos de Loki se abrieron de par en par, sin entender de qué estaba hablando el anciano. — Loco, fúrico, clamando a los dioses que le desterraran y despojaran de su trono.
Loki mantuvo el silencio. Si bien Thor era un estúpido la gran mayoría del tiempo, Odín no había sido siempre del todo sincero con él. Las piezas del rompecabezas no terminaban de encajar, y algo no dejaba de parecerle completamente irreal por aquel instante.
— ¿Y yo que tengo que ver con todo esto, viejo? No he hecho más que...
— ¡Silencio! ¿Acaso consideras que no sé qué has recuperado tus poderes? Si lo había pasado por alto, era por el simple hecho de que la traición provino del único ser en los nueve mundos en quien deposité mi confianza. — el asgardiano hizo otra pausa, dejando que la tensión creciera lentamente en el ambiente y sin tregua alguna. — Así que tomaré las medidas necesarias esta vez, hijo mío.
Con una simple mirada, un par de guardias que yacían a los lados del dios anciano caminaron presurosos hacia la posición en la que el pelinegro se hallaba. Loki no hizo más que soltar una irónica sonrisa en sus labios al tiempo en que el cetro hacía acto de presencia en su diestra, dejando que lo asgardianos detuvieran su andar apenas la punta del mismo hubo apuntado en la dirección en que se hallaban.
— Si ya sabes que he recuperado mi magia, entiendes perfectamente que no soy una presa fácil en este momento, Odín. — Ladeó el rostro y mantuvo el mentón elevado con un gesto de notoria superioridad, al tiempo en que el dios le observaba fijamente por aquel instante.
— Y tus trucos baratos no van a lograr intimidarme en este momento, Loki. — respondió el anciano al tiempo en que se giraba y apresaba el cuello de un guardia a su lado. Fue en aquel instante en la ilusión se desvaneció, logrando que el disfraz del pelinegro se viniese abajo al tiempo en que su doble perfecto se esfumaba en el aire.
— Tú... — llevando las manos hacia las muñecas del anciano, el hechicero luchó para deshacerse del agarre, pero el fuerte tirón en su vientre bajo le hizo desistir de la idea casi al instante.
— No estoy aquí para lastimarte, Loki, estoy aquí para llevarme la única cosa por la que Thor obedecería las leyes de su pueblo y velaría por el bien de los nueve mundos. — suavizando lentamente el agarre que había impuesto sobre el blanco cuello del pelinegro, dejó que un suave suspiro se fugara de sus labios.
— No te atreverías... —en un suave susurro apenas cortado, el pelinegro mantuvo sus esmeraldas fijas en el anciano, al tiempo en que una de sus manos viajó casi de manera instintiva hasta el enorme vientre abultado que ya ostentaba por aquel instante.
— El bastardo de Thor, el primogénito del heredero al trono crecerá de la manera en que lo deseaste, hijo mío, obtendrá lo que merece, será el primero en la línea de sucesión. Y tú podrás vivir como mejor te parezca. ¿No es acaso lo que habías deseado?
Fue un breve minuto en el que los pensamientos de Loki le invadieron casi de manera inclemente: si, él deseaba una vida mejor para su hijo, pero no, no de aquella manera ni muchos menos, lejos de él.
Apretando los dientes y dispuesto a llegar hasta la última consecuencia de momento, el hechicero finalmente había osado llevar la izquierda libre hacia el cuello del anciano, buscando hacer que al menos, le soltara por aquel instante. Fue el nuevo tirón en su vientre bajo lo que le hizo apartar la mano y chillar casi al instante. El dolor había comenzado a subir lentamente por sus entrañas y algo dentro de él le gritaba que esa era el momento menos indicado para ello.
— Los sanadores harán su trabajo, hijo mío. No te resistas.
Aquellas palabras le hicieron casi querer escupirle a Odín en la cara. ¿Acaso estaba jugando? Apretando la mandíbula con fuerza para intentar retener su voz quebrada de dolor, el hechicero se dejó caer al segundo en que la mano del anciano cedió ante su agarre. Fueron los brazos de los guerreros a su lado los que le tomaron por aquel instante, arrastrándole justo al pequeño claro que se alzaba a escasos pasos de donde se hallaban.
Con los ojos ligeramente entreabiertos, le hechicero apenas y pudo diferencias las figuras de las mujeres que presurosamente se hacían espacio entre los guardias, llegando justo hacia donde él yacía recostado.
Iban a arrebatarle a su hijo, y el dolor mermaba absolutamente todos sus sentidos.
Los mataría a todos, haría lo necesario para impedir que semejante atrocidad se llevara a cabo, no iba a dejar que de nueva cuenta aquel ser que le había arrebatado todo, volviese a ganar una vez más la partida ahora en turno.
Fueron las manos de los guardias sobre sus muñecas las que le impidieron lograr cualquier otro movimiento, haciéndole gritar de ira, enojo, dolor, una mezcla a la que el mismo podía darle nombre. No le importaba como lucía por aquel instante, no cuando estaban a punto de abrirle y extraer el único motivo por el cual su vida había cobrado el más mínimo sentido por aquel instante.
Pero no sucedió más, no cuando la luz del bifrost hizo acto de presencia por tercera ocasión en el desolado paraje.
— No te atrevas a ponerle una mano encima, Padre.
Continuará.
NOTA FINAL: Es así como lentamente nos vamos acercando al final de la historia.
Quiero aclarar, que no quiero que vean de mala a Sif, ella no quiere obligar a Thor a casarse con ella, por el contrario, lo que la guerrera desea de momento es a otro rubio que aún también anda suspirando por cierto dios embarazado.
Muchas gracias por la paciencia que me han tenido con la historia, espero estarlos leyendo en esta semana nuevamente, saludos larchitos de mi corazón.
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