Final

- ¿Porqué la música y la poesía son necesarias?


Solté un quejido suave. Habíamos comido y bebido hasta hartarnos, tras lo cual me llevó a una habitación en que la cama seguía en pie.

Me recosté, con mi cuerpo recordándome qué tan agotado estaba cuando decidí entrar a la casa en primer lugar.


Los dedos de Richard acariciaban mi mejilla, sentado a mi lado habiendo declarado que velaría mi sueño.


- No es momento de filosofar sobre la sociedad, mi querido iniciador de civilizaciones-reclamé con voz somnolienta.

- No vas a filosofar, si me lo aseguraste con tanta vehemencia es porque lo sabes, solo tienes que decírmelo -insistió.

Cedí.


- ¿Recuerdas a alguien de tu familia, cantando o diciendo alguna poesía o un diálogo de una obra de teatro? -pregunté.

Él lo pensó un poco.

- Sí -pronunció al fin-. Y ahora que lo mencionas, cuando lo recuerdo me lleva a la poca sensación de pertenencia que me queda.


- Tendrás sensación de pertenencia a partir de ahora -sonreí-. ¡Montones, cascadas, montañas de sensación de pertenencia! ¡Fundarás una ciudad! Todos cantarán canciones, las canciones que cantaron en su ciudad, a la que pertenecen.


Revolvió mi cabello, causándome una breve risa -Excelente explicación, eres la elegida ideal para enseñarle ésto a nuestra civilización. Ahora duerme.

Como si hubiera sido una orden, mi cuerpo atravesó al reino de los sueños en un segundo.


Desde el primer día entendí cómo los soldados mantenían la cordura: había un horario, había una rutina, había un orden.

Sabías qué esperar y cuándo esperarlo.

Recolectar, cavar, cocinar, comer, descansar y digerir la comida, volver a cavar, distraernos con juegos o canciones o un libro que había encontrado durante una excursión, dormir.


Las horas y los días dejaron de ser difusos, podía contarlos.


En el día 26 dentro de esa casa en Wimbledon, donde mi amado soldado quería iniciar una civilización desde cero, escuchamos un sonido que no había oído desde que el tentáculo se había llevado al Vicario: una voz que no fuera la de Richard o mía.

Y luego otra.


- ¿Hay alguien aquí -preguntó una de las voces- ? ¡Buscamos sobrevivientes! ¡Hoooolaaa!


Atravesamos el túnel y la casa, corriendo a abrir la puerta.

Encontrándonos con los visitantes que nos miraron sorprendidos, supusimos que era por estar llenos de tierra, interrumpidos en plena excavación.


Richard los miró con la misma sorpresa, era un hombre uniformado y una enfermera, notando lo obvio -¡Señor, su uniforme es francés! ¿Ya hay una alianza mundial contra los marcianos? ¡Lo sabía!


Nos miraron como si nosotros fuéramos los extraterrestres.


- ¿Qué pasa? -pregunté.

Ambos nos miraron como sopesando la mejor manera de explicar.


- Los marcianos llevan muertos más de una semana, señores -por fin dijo parcamente el francés.


Abrimos la boca sin poder articular una frase coherente, más bien algo así como "¿Muertos marcianos todos cómo sucedió demonios?".


El uniformado sonrió -Mi compañera está aquí por si presentan algún problema de salud, pero me parece que no es necesario. Por favor acompáñennos, y les explicaremos todo.

Nos miramos, y luego a la casa: ¿eso era todo? ¿Irnos y ya?


-¡Vamos! ¡Volverán a sus vidas! ¡Hay mucho qué reconstruir -nos animó la enfermera con un tono dulce y jovial- ! Oh... lo siento... ésta es... ¿su casa?

- ¡Noooo, estaba vacía y la invadimos! - declaró Richard con un descaro total - ¡Si lo que van a contarnos sobre cómo murieron esos bastardos del planeta rojo les parece interesante, esperen a que les cuente lo que hacíamos aquí! ¡Pero ya no es necesario! ¡Vámonos!


Nos subieron a un camión militar con unas pocas personas más. Richard tenía razón: habían sobrevivido ocultos. Tan bien ocultos, que al igual que nosotros no se habían enterado de la resolución de la invasión marciana.


Suspiré de contento, recargando mi cabeza en su hombro - ¿No estás triste por no poder empezar una nueva civilización desde cero?

- No -sin mirarlo pude reconocer que sonreía-. Mira éste desastre, ¡hay tanto qué hacer! Y me basta con que tus padres de alguna manera estén vivos, para pedirles tu mano, y empezar una nueva familia contigo. Eso será más importante que toda una civilización, porque será el hogar que forme contigo. Y cantaremos canciones, que serán las canciones de nuestro hogar.


Sonreí.


- Sí, así será.

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Cuando le conté a alguien que me intrigaba ésto: ¿Cuánto tiempo se la pasó El Artillero cavando su hoyo sin saber que ya ni había marcianos vivos? Me contó que había historias de japoneses que se pasaron años en su puesto hasta que alguien los encontró, porque se habían muerto los encargados de avisarles que la guerra había terminado.

La Guerra de los Mundos, aparte de ser una crítica bélica, a mi me ha parecido una historia sobre cómo las personas manejan la tragedia.

Hay quienes sobreviven por las personas que aman, quienes caen en la desesperación deschavetándose, quienes se dedican a mantener la esperanza del resto, y quienes se hacen rutinas y planes pragmáticos, como El Artillero: tenía un plan, y aunque era iluso y ególatra, lo mantuvo motivado. Y siento muy feo que lo dejen porque "ah pobrecito iluso", cuando la imaginación y la fantasía a muchas personas nos ha mantenido a flote en tiempos difíciles donde no hay nada real de qué agarrarse.

¡Sueñen, mis queridos lectores! Si son sueños realizables, WOW! Y si no son sueños realizables, si no más bien fantasías, pero les aportan a su vida, en vez de restar, TAMBIÉN WOW! Tienen todo el derecho de hacerlo, y a quien no le parezca que se joda.

El reloj de la compu marca exactamente las 6:00 a.m. pero les diría lo mismo cualquier día, a cualquier hora, habiendo dormido.

Mil gracias por leerme, y hasta la próxima.

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