Parte 2: Cute and Soft

Jimin acababa de salir del probador con un pantalón estrecho, aunque cómodo. Se apegaba bien a sus piernas y al mismo tiempo le daba libertad de movimiento. Incluso le serviría para las prácticas de baile. Las prendas multifuncionales sumaban puntos al momento de decidir.

—¿Te decidiste al fin? ¿Los vas a comprar? Lo que es yo, no vuelvo a acompañarte a esto.

—Sí, los necesito. —Sonrió con la prenda en la mano—. Lo mismo me dijiste la otra vez y aquí estás.

—Necesito más amigos, así tendría más de dónde elegir para compartir mis horas libres.

—Jungkookie, soy de los pocos que ve más allá de tu carita de niño bueno y te aguanta después de conocerte, dame algo de crédito. —Hizo un puchero intentando agarrarle el brazo sin éxito.

—Tenemos alrededor de media hora antes que comience nuestro turno. —Puso los ojos en blanco ante el apodo cariñoso de su amigo.

—Me gustó el turno de cierre.

—Oh, ¿decidiste conservarlo? Yoongi hyung siempre hace turnos tardes y noches —comentó con aparente falta de intención, encogiéndose de hombros.

Las mejillas rellenitas se tiñeron de rojo y soltó un "¡yah, Jungkook!" a modo de queja, alejándose con su pantalón a la caja. No quería seguir escuchando las insinuaciones de su mejor amigo. Admitía su parte de culpa, porque la noche anterior hablaba de lo paciente y guapo que le pareció Yoongi, que no era tan amargado y gruñón como se lo describieron, advirtiéndole de lo que le esperaba al estar bajo su cuidado.

Quizá se había armado la imagen de alguien tan terrible que Yoongi, para bien, no cumplió con esa expectativa.

"Exageran, hyung puede ser amable a su manera, te ayudará, solo hazle caso". Le había tranquilizado Kookie su primer día de trabajo.

A Jimin le había gustado que le asignaran a Yoongi como el responsable de instruirlo, tanto como le estaba gustando el trabajo en general. Compañeros alegres, baile, ambientación llamativa y comida gratis a escondidas. A veces el encargado de cocina les dejaba papas fritas a todos, Seokjin se unía a la complicidad y advertía que días vendrían a supervisar para evitar cualquier situación problemática. En los turnos de colación podían pedir alguna hamburguesa y el rubio se había propuesto probar una diferente cada día.

Cuando entraron por la parte de atrás del local, fueron directo a cambiarse de ropa. Jimin se sentía ansioso y no solo por la idea a ver a Yoongi, sino por la jornada laboral en general, si ayer había sido relativamente tranquilo respecto a la cantidad de clientela y le había abrumado, no quería imaginar si estuviera lleno.

Jimin estaba marcando su turno de llegada hasta que alguien le sorprendió por la espalda.

—Jimin, nuevo bailarín estrella —le saludó Hoseok con una sonrisa alegre—. ¿Me haces un favor? ¿Puedes ir a despertar a Yoongi hyung? Está en la bodega —pidió juntando ambas manos a modo de súplica—. Iría, pero Jin hyung me necesita ahora.

El menor asintió. Recordaba dónde se encontraba la bodega, Seokjin les hizo un tour antes de presentarlos a todos al equipo. Avanzó por el pasillo, pasando por fuera de la cocina y llegó. Imposible no reconocerla cuando en la misma puerta había una placa identificando el lugar. Abrió con cuidado y al entrar inspeccionó con la mirada, encontrando a un Yoongi con facciones relajadas, se veía angelical, a diferencia del rostro serio, ceño fruncido o la sonrisa forzada que notó anteriormente.

Yoongi dormía en el suelo, oculto detrás de la una pila de cajas, sentado con la espalda apoyada contra el estante.

—Despierte —dijo suave y tocó su hombro. Al no obtener respuesta, repitió la petición sacudiéndolo con cuidado.

El mayor apretó los párpados, negándose a salir de su estado de tranquilidad. Quería ignorar la voz delicada que le hablaba. No era la de Hoseok, lo distinguió al primer "despierte". No quería abrir los ojos y toparse con el mocoso interruptor que le quitó valiosas horas de sueño haciendo presencia en sus pensamientos.

—Hoseok hyung me mandó a despertarlo.

Yoongi se encogió más, abrazando sus rodillas, mascullando un "quiero dormir". Porque ni siquiera el entrar a los turnos de tarde y noche, que le daban el espacio para dormir hasta la hora de almuerzo si quería, fue suficiente para recargar su batería interna.

—Necesito su ayuda.

—Puedes hacerlo solo, Jimin, ayer aprendiste todo lo que necesitabas.

Los labios de Jimin formaron un puchero y con ambas manos sujetó sus hombros. Yoongi brincó al instante, topándose de frente con el gesto tierno. Haciéndole pegar la espalda con fuerza contra el estante al impulsarse hacia atrás. Estaban muy cerca.

—Entiendo, no es necesario que invadas mi espacio.

El menor retrocedió y se levantó, esperando a que Yoongi lo hiciera también. Esos segundos de cercanía le permitieron captar detalles, como el aroma, la forma de los labios rosados y de sus pequeños ojos oscuros.

Yoongi pasó por su lado sin decir nada y Jimin se limitó a seguirlo. En el camino aprovechó de explicarle algunas cosas más, respecto al inventario, a los sabores de las malteadas y cómo se distribuían las mesas cuando eran días de harta afluencia de público.

Asintió con un movimiento rápido, empezando a autoprofetizar su colapso nervioso cuando tuviera que organizar más de cuatro pedidos a la vez. "Piensa que es como bailar, Jimin, una secuencia de pasos, una coreografía", intentaba darse ánimos."Y sabes bien que las coreografías complejas no resultan a los primeros intentos...".

—Te ayudaré, cachetón, al menos estos días mientras te adaptas no te dejaré solo, además no quiero regaños de Jin hyung si no cumplo con mi responsabilidad.

—¿Soy tu responsabilidad? —Se atrevió a preguntar con cierto temor.

Sentía temor porque si cometía errores, Yoongi tendría que lidiar con las consecuencias también. Estaba tan centrado en ello, que pasó por alto que acababa de ponerle un apodo.

—¿Qué otra cosa si no?

—Podrían ser muchas otras cosas —intervino Jungkook sonriendo ladino y conforme consigo por hacer a los dos mayores enrojecer. Misión cumplida—. Jimin-ssi, Hoseok hyung necesita a los nuevos unos minutos.

—Jeon, mocoso, es de mala educación meterse en las conversaciones de los mayores.

El aludido rio entre dientes antes de retirarse con la excusa que estaba de nuevo a cargo de la recepción. Ahí estaba el tipo de situaciones que hacían que Yoongi no supiera cómo definir su escala de aprecio por Jungkook.

Partió a atender mesas, así dejaría de pensar en las mejillas rojas de Jimin y su mirada preocupada. El fin de semana se venía el desafío, cuando no hubiera mesas libres, cuando la probabilidad de toparse con clientes conflictivos e impacientes fuera mayor. Tenía que preparar al rubio para enfrentarse a ello.

—Jimin, te daré un consejo en lo que tardas en superar tus tropiezos y posibles torpezas, ve a mesas donde haya mujeres y ancianos con caras simpáticas, aunque le hayas tirado la malteada encima, si traes un paño y les ayudas con esa sonrisa en la cara, seguro quedarás más que disculpado. A Jungkook le funcionó cuando recién llegó, no les tiró malteadas, pero más de una vez confundió las órdenes; su atractivo lo salvaba.

—¿También te pasó?

—¿Confundir pedidos? Claro, a todos aquí nos ha pasado alguna vez, no es el fin del mundo. —Alzó los hombros, restándole importancia, esperando haber tranquilizado un poco al chico nuevo de mirada sonriente.

Y surgió efecto, Jimin estaba un poco más tranquilo. No del todo, pero el terror anticipado se sentía más controlable que antes y, esbozando una amplia sonrisa, partió a su primera mesa.

Estaba satisfecho en lo que iba de la jornada, casi no había molestado al mayor con preguntas, se estaba adaptando y las caritas dibujadas con salsa estaban quedando mucho más simétricas que las primeras que hizo con manos temblorosas. Tampoco había tropezado entre las mesas y su uniforme blanco estaba impecable.

Yoongi observaba como Jimin ganaba confianza. Significaba dos cosas: era bueno haciéndose cargo de los nuevos, aunque intentaran decir lo contrario y que los haría sufrir con su carácter de mierda, y la segunda, si el menor se desempeñaba bien no tendría que invertir tanta energía porque ya podría desenvolverse sin su ayuda.

—Yoonie hyung —Hobi le llamó cariñosamente ganándose a su lado.

Tenían un par de minutos de tranquilidad, había poca gente y todo estaba cubierto, un rato de ocio detrás del mesón no sería un problema. Yoongi soltó un "¿mh?" para incitar que continuara.

—Jimin habla maravillas de ti.

—¿Y por qué eso habría de interesarme?

—Le pregunté cómo lo estabas tratando...

—Civilizada y medianamente afable —cortó la frase de Hoseok.

—Dijo que eres responsable y más amable de lo que esperaba.

—Claro, si todos ustedes me pintaban como una especie de ogro ante él.

—No hables por mí, le dije que eras duro por fuera y blandito por dentro como una galleta con relleno. El punto es que ese chico está agradecido contigo y le brillan los ojos cuando habla de ti.

El chico pálido no quiso gastar fuerzas en quejarse por la descripción que le dio a Jimin, ni en el rumbo por el que su amigo quería llevar las cosas.

—Creo que salir con Taehyung te contagió lo raro —respondió ignorando la protesta de su amigo—. Estás viendo cosas donde no las hay.

—Espera y verás, hyung afortunado.

—Y por estas cosas es que te dejo hablando solo —acotó lo último antes de alejarse varios pasos y acercarse a un par de nuevos clientes.

No quería tener una conversación acerca de Jimin con Hoseok, quien junto a su extraño novio estuvieron un tiempo en la travesía de encontrarle candidatos a pareja luego de una ruptura, le señalaban chicas y chicos que pudieran "ser su tipo". "¡Ni siquiera tengo un tipo, paren ya!", les había exigido agobiado, necesitaba su tiempo. Tiempo que se extendía hasta la fecha actual que sigue sin hacerse la idea de salir con alguien.

No quería salir con alguien, requería invertir demasiada energía y tiempo que no tenía y no deseaba derrochar.

—El pedido está listo —le avisó Jungkook extrañado de ver al mayor con la mirada perdida.

Yoongi fue por la hamburguesa, lo último que deseaba era lidiar con un cliente quejándose.

—Está fría.

Escuchó a un par de mesas de donde estaba atendiendo. La voz le sonaba conocida y prepotente, mezclándose con un tono delicado de unas disculpas. Yoongi suspiró y se acercó al lugar del problema.

El primer momento incómodo de Jimin con un cliente. Tenía que pasar eventualmente. Por lo menos la situación era controlable.

—No está fría —determinó al percibir el calor en la base del plato.

—Y-Yoongi —ahora la voz temblaba y los otros dos acompañantes lo miraban con sorpresa.

—No vengas a joder aquí, solo limítate a comer y pagar.

Conocía a esos sujetos desde sus años de instituto y recordaba cómo peleó con uno de ellos por defender a Hoseok, desde ese día nunca más se metieron a molestar a su amigo o a él. Obtuvo una reputación de estudiante problema, además de un reto por parte del director, profesor, padres y mejor amigo porque la violencia no era la respuesta. También ganó una suspensión.

Un buen recuerdo de sus años de escuela. Yoongi consideraba que la universidad había contribuido en formarlo como un sujeto civilizado que no golpearía a los clientes estúpidos. Tenía el suficiente control como para contenerse.

—No queremos molestarte, estamos de paso —se excusó nervioso otro de los chicos.

Agradecía que todavía no fuera la "hora de terror", porque si ellos lo vieran, toda su imagen intimidante se iría al tacho de la basura en menos de tres segundos.

Puso la palma de su mano en el hombro de Jimin, dando un apretón corto.

—Lo has hecho bien —Yoongi dijo antes de pensar en arrepentirse por dedicar palabras alentadoras.

El rubio se estremeció con esa limitada dosis de amabilidad, por la caricia en el hombro y las palabras. Dos cosas tan pequeñas lograron que la sangre llegara directo a su rostro.

El mayor no quiso seguir mirándolo o cedería al impulso de apretar fuerte esas mejillas mullidas y rojas.

"Maldito mocoso".

Y no pasaron tanto días más para que Yoongi terminara admitiendo ante Hoseok —y su novio, que eran como un pack— que Jimin le parecía agradable, se esforzaba y era respetuoso, que dada aquellas razones le ayudaba a no agotar sus dosis de paciencia, cosa que agradecía infinitamente. Omitió el resto de sus encantos, como cuando bailaba y quedaba en trance mirándolo, el rostro de nariz delicada y labios llenos o los ojos que se entrecerraban cada vez que sonreía. Ese tipo de detalles se los guardaba bien en el fondo, donde su mejor amigo no pudiera encontrarlo, porque sería motivo de escándalo y planes ridículos, diciéndole que estaba enamorado y necesitaba una cita con el nuevo mesero.

No necesitaba una cita, ni con el nuevo mesero, ni con nadie.

Estaba convencido que la gente no se enamoraba de un día a otro. O un par de días, considerando que ayer, jueves, Jimin y él ayudaron lavando utensilios en cocina, tiempo medianamente a solas que les permitió tener una charla amena. El menor le hablaba sobre sus planes de entrar a la universidad a estudiar danza y Yoongi le contaba cómo fue su primer año en la carrera de composición musical. Y hoy terminaron mostrándose fotos de sus mascotas, hablando de gustos en común y Jimin le agradeció con sonrisa y ojitos cerrados, diciendo que se sentía afortunado de estar bajo su cuidado.

Afortunado.

Jimin era tierno y suave por una parte, pero intenso cuando bailaba y apasionado al hablar de ello, pero era solo eso, un chico encantador que llevaba conociendo hace cuatro días con quien tenía una buena relación laboral.

—Jimin es un mochi.

Taehyung frunció el ceño y cedió la fuerza con la que rodeaba a su novio con los brazos.

—Es adorable y suave.

Dejó caer los brazos a los costados y Yoongi comenzó a reír cuando veía el rostro del menor de los tres.

—Ve mañana al cine con el mochi, entonces —se quejó con un puchero, alejándose.

—No, Tae-Tae, el mochi es del tipo ideal de Yoongi que tiene un crush fulminante, nadie es más adorable que tú~.

Yoongi quiere discutir sobre eso. ¿Desde cuándo Jimin encaja cómo su tipo ideal? Ni siquiera tiene uno para usar como estándar de evaluación a futuras parejas. ¿Crush fulminante? ¿De qué demonios hablaba su mejor amigo? Se negaba a recordar que noches atrás tuvo una conversación con Hoseok imaginario usando esa frase de mierda.

—Muy tarde, Jung-ssi.

—No te enojes~. —Extendió los brazos para intentar atrapar al chico de cabellos castaños que retrocedía para evitar el contacto.

—Si ya terminaron su pelea marital, ¿no es tarde? ¿No deberían volver a sus casas? —interrumpió. No quería ser mal anfitrión, pero Hobi se había tomado la mitad de su cerveza y junto a Taehyung habían devorado los platos de bocadillos. Ambos le estaban quitando horas de descanso.

Cuando se retiraron, se sintió libre de tirarse a su cama después de otra jornada agotadora. El viernes había sido duro, pero Yoongi sabía que era un preámbulo de un sábado que sería extenuante. Día que se llenaba de parejas y familias, incluso no faltaba quien estuviera de cumpleaños y eso implicaba añadir canción y un baile más a las rutinas. Tenía más que suficiente con la "hora del terror". Esperaba que Jimin estuviera preparado y no colapsara cuando tuviera más de cuatro órdenes simultáneas.

—Buenas tarde, Yoongi hyung.

La voz dulce de Jimin le sorprendió al saludarlo por la espalda. Emitió un torpe buenas tardes mientras le cedía lugar para que marcara su llegada.

Jimin no había dejado de sonreír, quería demostrar que estaba con ánimos y que no lo carcomía la inseguridad al ver que el local empezaba llenarse.

—¿Listo para comenzar?

El menor asintió y buscó su lápiz en los bolsillos. La mirada de Yoongi siempre parecía profunda y sus orbes oscuros destacaban con la palidez de su rostro. La belleza de su compañero lo ponía casi tan nervioso como la cantidad de gente que atravesaba la puerta de entrada.

—Mocoso, deja de mirarme y parte a atender —comentó tratando de sonar tranquilo con los ojos ajenos encima. Jimin lo remecía con esa mirada intensa.

—Mocoso no suena bien —se quejó agudizando un poco la voz.

—¿Cachetón? —Corrigió. No tenía la intención que sonora bien.

—Tampoco —continuó protestando, ahora con un puchero abultando su labio inferior.

—Con ese mismo puchero atiende e inspira ternura. —Se apartó con su libreta a una mesa numerosa.

Mejor que quedara a su cargo que dejársela a uno de los meseros nuevos. Además había niños revoltosos acercando su paciencia al límite, mientras esperaba que alguno de sus padres los regañara por arrojarse servilletas antes de ofrecer el menú. Por otra parte, a poco pasos, escuchaba como Jungkook avisaba que acababa de llegar un cumpleañero que implicaba adelantar la hora del terror.

Típico inicio de tarde de sábado. Miraba de reojo a Jimin para supervisar que no estuviera teniendo inconvenientes.

Seokjin reunió al personal disponible y cantaron para el chico del cumpleaños. La música comenzó a sonar y la única especie de consuelo que encontró Yoongi era ver al chico de mejillas llenitas moverse al son de la música funk ochentera. Eso lo distraía de pensar que cada baile se le hacía interminable hasta antes de conocerlo.

Terminado el show se dispersaron rápidamente a seguir atendiendo. Jungkook y la chica nueva reubicaban a los clientes que esperaban en una fila apenas se desocupaba una mesa. Cada vez se acumulaban más pedidos y solicitaron a un par de los meseros antiguos para ayudar en cocina. Más clientes que atender, más ruido, más sobrecarga.

Yoongi detestaba los sábados, pero eran los días con más propinas. Sacrificaba su tranquilidad por dinero y forzaba a su rostro a mantenerse medianamente sonriente mientras limpiaba el refresco que los mocosos habían volteado en la mesa. "La propina, Yoongi, la propina".

El mocoso del refresco lloraba, porque ya no podría hacer un barquito de papel para navegar en el mar de coca-cola. Sonrió, maldiciendo por dentro, al padre, a la madre, al niño, a su vida. La mesa de la derecha le pedía un menú y la de la izquierda otra porción de aritos de cebolla.

Competencias profesionales desarrolladas: paciencia, organización, tolerancia a la frustración, flexibilidad, agilidad mental, trato afable con el público. Todo eso sonaba maravilloso para su curriculum. En su mente, había arrojado al menos a cuatro personas las hamburguesas y malteadas en las caras.

Se preguntaba cómo le estaba yendo a Jimin, hacía varios minutos lo había perdido de vista. Encontró a su pequeña fuente de preocupación tras el mesón, preparando una malteada con manos temblorosas.

—Me confundí con dos pedidos —comentó en voz baja y apenada—. No puedo...

—Bueno, a todos les pasa alguna vez, aprende de eso y solo hazlo mejor —Yoongi lo dijo como si fuera obvio y entrecerró los ojos. "Te equivocas y sigues y así es la vida".

Miraba como Jimin apenas podía mantener la sonrisa. No duró mucho más, terminó borrándose y las esquinas de sus ojos estaban húmedas. Yoongi sabía que sonó duro y lógico, que no era eso exactamente lo que quería decir, pero también estaba saturado. El chico necesitaba sentirse apoyado y no lo estaba haciendo.

—Eso quiero, pero...

El rubio parecía quebrarse. Realmente no quería eso.

—Jimin, no era así como lo pretendía decir. Puedes hacerlo mejor, aún no llevas ni una semana, es normal que cometas errores. Si te equivocas lo solucionamos y punto. Dime, ¿con qué te equivocaste? Hablaré en cocina para resolverlo luego.

Añadir una mesa más no lo iba a colapsar. Yoongi estiró la mano, secó la lágrima que estaba escapando de uno de sus ojos y apretó su mejilla mullida. Se sintió suave y caliente entre sus dedos. Al fin lo había hecho.

—Vamos, sonríe, tienes una sonrisa bonita, mocoso —dijo sincero, sin pensarlo detenidamente o le quitaría la espontaneidad—. Es tu arma para cautivar clientes, créeme que con eso pasará desapercibida y será disculpada cualquier torpeza —infundió ánimo.

Las mejillas de Jimin se tornaron de un rojo intenso y sonrió. La cara le quemaba y las mariposas revoloteaban por su estómago. La amabilidad de Yoongi lo descolocaba de la mejor de las maneras posibles. Se obligó a reaccionar, no podía quedarse parado aturdido cuando el local estaba lleno.

Entregó la malteada con la sonrisa adornando su rostro y la mantuvo en tanto lidiaba con los clientes, disculpándose por los errores cometidos. Jungkook apareció a su lado para entregarle un cintillo de flores. Miró como sus compañeros se ponían pelucas, cintillos, sombreros. Su amigo se veía divertidísimo con orejas de conejo.

—Mira disimuladamente a Yoongi hyung —dijo en voz baja cerca de su oído.

Jimin pareció no entender la parte de "disimuladamente" y volteó girando brusco, topándose con la imagen más adorable de su estresante tarde, de su semana entera, quizás del mes completo: su hyung usando un cintillo con orejas gato y una cara de odio desmesurado. Ahogó un pequeño ruido que casi escapó de su boca.

—Dije disimuladamente, no girando el cuello como la protagonista del Exorcista —masculló hacia Jimin, quien tenía su atención fija en Yoongi.

—Como me sigan mirando así les arrojaré encima la primera orden que llegue a mis manos.

—Que sea después de la hora feliz de Yoonie —dijo su querida compañera uniéndose a la alineación.

"Hot Stuff", varios coreaban mientras bailaban. Yoongi jamás lo había hecho y no pensaba comenzar ahora. Además su atención se volcaba en Jimin a su lado, balanceando su peso, marcando el movimiento con un pequeño golpe de cadera justo al ritmo de la percusión. Se le antojó tan sexy, acompañado de esa cara de facciones delicadas concentrada, sonriendo...Yoongi no podía, su pulso se aceleraba como si corriera una maratón.

—Hyung...—Jimin sujetó su brazo con suavidad.

Yoongi estaba en trance, miraba el rostro bonito frente al suyo, mejillas abultadas teñidas de un sano color rosado y un par de gotitas en la frente, casi estiró la mano para retirarlas.

—Muchas gracias.

—Ya te dije, eres mi responsabilidad, cachetón.

—Me alegro de serlo.

Ahí estaba con esa sonrisa amplia y ojitos desapareciendo bajo las pestañas. "Ah, demasiado adorable". La última vez que había visto algo tan adorable eran las gracias de su perrito Holly. Ahora Jimin se añadía a la lista.

"Maldición, estoy perdido".
 
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
 
  
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