Capítulo 6. Anhelo.
Adora abrió los ojos lentamente sin poder reconocer el sitio en el que se encontraba, estaba aturdida en un lugar desconocido, cautelosamente se levantó del suelo, apenas pudiéndose mantener en pie; se encontraba en una habitación completamente oscura, las paredes frías irradiaban su temperatura hacia la rubia, ésta se abrazó a sí misma intentando guardar el calor de su cuerpo que lentamente se escapaba de ella; podía ver su cálido aliento frente a su nariz, caminó a pasos cortos a través del corredor ante ella, el suelo era completamente liso, tanto que incluso era resbaloso. Adora miraba una y otra vez a su alrededor, intentando ubicarse, pero fue imposible, la oscuridad era tan densa que sus pupilas apenas podían vislumbrar sus propios pies. No tenía idea de cuánto tiempo llevaba caminando, pero duró un buen rato así hasta que un rechinido frente a ella llamó su atención, una puerta se había abierto dejando entrar la luz, la rubia corrió hasta ésta esperando poder encontrar una salida y aclarar su cabeza; pero no fue así, no era una salida, sólo otra gran habitación de paredes lisas y sin ventanas, la luz que se irradiaba provenía de su centro donde se hallaba una pequeña cama redonda que se alzaba sobre una base de madera de roble, ésta a su vez era rodeada por un dosel de tela blanca semitransparente que caía libremente contorneando sus alrededores y se movía suavemente con las corrientes de aire que se hacían en el lugar. Adora se acercó a ésta sin entender lo que sucedía, delicadamente abrió las cortinas del dosel con la punta de los dedos, vislumbrando el interior de éste y quedando completamente impresionada; justo frente a ella y descansando plácidamente sobre aquel mullido colchón se encontraba la pequeña a la que había perdido semanas atrás, la rubia no entendía lo que pasaba, su cabeza daba vueltas, ¿cómo era que ambas habían llegado ahí?, ¿qué lugar era ese?, ¿dónde estaba aquella mujer pelirroja?, ¿cómo iban a volver a casa?, cada segundo que pasaba formulaba una nueva pregunta en su cabeza, pero en cuanto aquella bebé se despertó para mirarla y estirar hasta ella sus brazos tiernamente, Adora entendió que realmente no le importaba lo que sucedía, por fin la tenía frente a ella y juntas encontrarían la forma de salir.
La rubia tomó a la niña en brazos y le sonrió con calidez, sus ojos acuosos miraban los de su pequeña que no dejaba de sonreírle mientras acariciaba su rostro, Adora no podía creer lo que estaba pasando, por fin la tenía entre sus brazos de nuevo, esta vez podría protegerla, no quería volver a soltarla, no quería volver a dejar que se fuera; un estruendo azotó el corredor a su espalda, la rubia giró la mirada hasta éste pero no logró distinguir nada, volvió la atención hasta su pequeña, pero ésta había desaparecido de sus brazos. La joven, aterrada, se adentró en el dosel buscándola entre los cojines de la cama, pero nunca la encontró.
― ¿Buscabas algo? ―escuchó de nuevo a su espalda, dirigió la mirada hasta el origen de la voz, encontrándose de nuevo con la mujer pelirroja de antes, sosteniendo en sus brazos a la niña―. Oh... ―la mujer dirigió su atención a la pequeña―, ¿a ella?
― Devuélvemela ―ordenó, mirándola fulminante.
La mujer soltó varias carcajadas al mirar la expresión encendida de su adversaria.
― ¿Por qué haría eso? ―preguntó y acarició la mejilla de la bebé con sus largas uñas negras―, ahora ella me pertenece y tú no puedes hacer nada para cambiarlo, She-Ra.
La joven sintió la sangre hirviéndole, la forma despectiva en que se dirigía a ella la hacía sentir inferior, como si esa mujer supiera lo que Adora escondía: She-Ra se había ido, pero no dejaría todo en manos de su "otra yo", esta vez no la dejaría escapar tan fácilmente, la detendría y lo haría sin She-Ra; se abalanzó sobre su contraria, pero no se movió ni un centímetro, provocando una sonrisa triunfante en ésta. A los pies de la rubia habían crecido gruesas ramas negras cubiertas de espinas que se enrollaban desde sus tobillos hasta sus muslos, Adora soltó un grito desgarrador al sentir las púas clavándosele cada vez más en la piel.
― Es de mala educación venir a interrumpirnos de esta forma, linda ―dijo la mayor y negó con la cabeza en desaprobación a Adora― ¿por qué no aceptas de una vez tu derrota? ―espetó con una sonrisa.
Se giró proponiéndose abandonar la habitación, pero Adora no iba dejar que se fuera tan fácil, intentó avanzar soportando el dolor en sus piernas, pero entre más se movía más ramas nacían del suelo, y las que ya estaban en su cuerpo se extendían hasta sus extremidades superiores causándole cada vez más un dolor insoportable; gritaba con cada paso que daba hasta que las ramas llegaron a su cuello, sintiendo la falta de aire. La pelirroja sonrió mirando a la pequeña en sus brazos y arrogante volvió hasta Adora quedando a centímetros de ella.
― Parece que ni siquiera la gran She-Ra pudo proteger a su propia hija ―se burló, alejándose con una sonrisa dibujada en el rostro.
― ¡No! ―gritó a duras penas, pero la mujer ya había desaparecido en la oscuridad, llevándose a su bebé lejos de ella, podía escuchar su llanto desapareciendo progresivamente. Adora estaba consumida por la culpa y la rabia, no podía moverse, de nuevo no había hecho nada para protegerla. Si se supone que no la quería... ¿por qué dolía tanto?―. ¡Alto! ―gritaba, pero sólo escuchaba su propio eco...
La joven se despertó de golpe, el sudor frío recorría sus sienes, rara vez tenía pesadillas que la hacían levantarse de la cama a mitad de la noche, tal vez lo que Madame Razz les había dicho el día anterior había pegado en un punto débil de Adora, después de todo, el saber que el dolor que sintió en aquel momento lo había sentido la niña originalmente le enchinaba la piel, no podía imaginar lo que ahora mismo esa pobre pequeña estaba sufriendo y se culpaba a sí misma por todo, "si hubiera estado con ella nada de esto habría pasado", se repetía incontables veces, pero esto sólo lograba aturdirla más; secó el sudor de su frente y bajó la mano de golpe a su costado, pero notó que estaba vacío, Catra no estaba en la cama, parecía que no sólo Adora había tenido pesadillas.
La joven salió de entre las sábanas, tirando de la chaqueta que colgaba de la cabecera y colocándola sobre sus hombros, caminó unos pasos y luego dirigió su atención unos segundos hacia el colchón donde había dormido la niña semanas atrás, frunció el entrecejo, nostálgica y salió a paso apresurado en busca de su esposa.
Caminó durante varios minutos buscándola sin éxito, el frio del suelo le recorría la planta de los pies y le provocaba tenues escalofríos, tomó un último camino hacia un ancho corredor que daba al ventanal más grande del palacio, desde éste se podía visualizar casi todo Bright Moon y su hermoso cielo nocturno, y ahí sentada sobre el marco de la ventana, moviendo la cola de un lado a otro con lentitud y acariciando la cabeza de su compañero mágico, se encontraba Catra mirando hacia la profundidad del bosque.
La felina se vio alertada de la presencia de su compañera gracias a Melog quien en cuanto notó a Adora se abalanzó sobre ésta tumbándola al suelo y lamiendo eufóricamente su terso rostro, Catra los miraba con una sonrisa.
― ¿Qué haces aquí? ―cuestionó.
― ¿No debería ser yo quien pregunte eso? ―Adora la miró con una ceja alzada después de lograr quitarse a Melog de encima, poniéndose de pie.
― No podía dormir ―la morena desvió su atención hacia el vidrio―, no logro sacarme de la cabeza todo lo que dijo esa anciana...
La rubia soltó un suspiro pesado y se acercó hasta su esposa, ella tampoco había olvidado las palabras de Razz y esto estaba perturbando sus sueños. Catra captó el gesto distraído de su compañera, obligándose a sí misma a abrirse frente a ella.
― E-Estaba... ―soltó―, tratando de recordar su rostro.
― ¿Te refieres a...? ―preguntó la otra intrigada, la castaña asintió―, ¿tuviste éxito? ―Catra negó.
Adora estuvo a punto de articular de nuevo otra oración, pero Catra fue más rápida.
― Se parecía a ti ―dijo de la nada, sonrojándose ligeramente―, tenía tu sonrisa.
La rubia no pudo evitar sentirse ligeramente avergonzada y una opresión en su pecho se hizo presente, de alguna forma envidiaba a Catra por haber podido verla, ella le hubiera hecho tantas preguntas, tal vez si hubiera tenido la oportunidad de conocerla de esa forma las cosas habrían sido distintas.
― ¿No te dijo nada? ―indagó Adora―, me refiero a... ya sebes, ¿por qué nos eligió a nosotras?
― No ―respondió―, pero sin duda fue una mala decisión.
Catra dirigió la vista a su esposa, ésta miraba sus manos temblorosas que estaban recargadas en el marco donde se encontraba sentada.
― ¿Estás bien? ―preguntó angustiada mientras apretaba sus manos con ternura.
― ¿Q-Que tal si... ―tartamudeó la rubia― no podemos recuperarla?
― Adora... ―Catra intentó calmarla.
― Si no podemos recuperarla ―siguió, comenzando a alterarse―, ella va a lastimarla más de lo que ya lo hizo... si no podemos recuperarla...
― Adora ―insistió.
― Todo esto es mi culpa, no quería que esto pasara ―sus ojos comenzaban a cristalizarse―, nunca quise que esto pasara, yo sólo quería protegerlos a todos... no debí irme, no debí dejarla sola, no debí...
― ¡Adora, basta! ―exclamó Catra, exasperada.
Podía notar el terror en los ojos de su esposa, desde que esa niña había aparecido Adora cargaba con la culpa de realizar el hechizo, la morena sabía que su compañera no quería hacerlo, no podía sólo desaparecer a su propia hija, pero su deber era proteger a toda Etheria, ¿cómo había logrado obligarse a sí misma a poner el bienestar de todos por encima del suyo? Adora era capaz de cargar con semejante peso en el alma con tal de mantener a toda Etheria a salvo, pero esta vez se había quebrado completamente, esta vez por fin había demostrado como se sentía frente a ella, le aterraba no poder recuperarla, que le hicieran más daño, estaba arrepentida por no haber podido protegerla.
― La recuperaremos, ¿de acuerdo? ―sonrió tiernamente.
Adora miraba sus manos entrelazadas con las de su esposa, sus finos dedos felinos masajeaban sus puños con suavidad.
― Todo este tiempo... sólo he sabido huir de mis propios sentimientos ―soltó―, incluso contigo, antes de Horde Prime... ―la miró con los ojos llenos de lágrimas―, no quiero huir más, Catra...
Su voz quebrada penetró el alma de la castaña que por instinto la pegó a su pecho en un abrazo, la rubia escondió su rostro en el cuerpo de su amada y dejó que las lágrimas fluyeran por sus mejillas, no podía hacer nada más para consolarla que hacerla sentir segura entre sus brazos, siempre era Adora quien protegía a todos, esta vez era su turno de protegerla.
Por los corredores de un lugar lejano a Etheria resonaba un llanto incesante que clamaba por una muestra mínima de cariño, por el abrazo de sus madres, por la calidez de un hogar que añoraba constantemente. La pequeña reposaba sobre una fría cuna improvisada hecha de madera rígida y que más que servir para que se sintiera cómoda, funcionaba como una pequeña jaula para evitar que cayera al suelo por uno de sus tantos movimientos desesperados en busca de Adora.
Desde su llegada la niña no había recibido ni la más mínima muestra de afecto, dulzura o empatía por parte de ninguno de sus captores, estaba en un lugar extraño rodeada de gente extraña y por más que buscara con la mirada no lograba hallar a ninguna de sus madres por ningún lado; una y otra vez tenía el mismo sueño recordando aquella noche en que se encontraba acurrucada contra el pecho de Catra o sentía entre sueños los cálidos brazos de Adora, pero al despertar estaba en esa pequeña y rígida cuna completamente sola, pasando frío y hambre.
Rara vez iban a verla cuando lloraba ininterrumpidamente, ninguno de los sirvientes de aquella malvada mujer la tomaba en brazos o la miraba con ternura, sólo depositaban en ella un biberón con leche fría y una manta rasgada que la ayudaban a sobrevivir; estaba triste y confundida, ¿por qué ninguna de sus madres había ido a buscarla aún?
A veces lograba escuchar tenuemente la voz de Adora, como si ella estuviera ahí, su conexión era débil y podía sentirla en algunas ocasiones, pero cuando intentaba llamarla entre sollozos la rubia ni se inmutaba, la conexión funcionaba solamente desde su lado, Adora ni siquiera sabía sobre ella, no podía escucharla ni verla.
Lo peor vino días después de su captura, aquel "tranquilo" tiempo había sido sólo para estudiarla, querían averiguar si tras la separación la niña se vería obligada a soltar su magia de alguna forma, pero no fue así, era sólo una bebé común totalmente aterrada ante lo desconocido, la mujer, harta de esperar se dirigió hasta la niña tomándola por debajo de los brazos y mirándola fijamente.
― ¿Qué es lo que tienes de especial? ―preguntó, sosteniéndola frente a ella―, muéstrame tu poder por las buenas o lo haremos por las malas.
La pequeña la miró confundida, ladeando ligeramente su cabeza y moviendo las orejas con curiosidad, soltó un estornudo provocado por el frío del lugar, salpicando a la mujer en el rostro que inmediatamente y con un gesto asqueado se limpió con la mano mientras con la otra la sostenía por la parte posterior de la ropa.
― ¿Quieres por las malas? ―la miró molesta―, lo haremos por las malas.
La llevó hasta una habitación de techo alto, sobre las paredes se enmarcaban un montón de piedras preciosas y artefactos mágicos, en el centro se encontraba una mesa de metal, sobre la cual colocó a la niña y con el movimiento de sus manos la ató a ésta haciendo uso de grilletes brillantes hechos de magia pura, irradiaban energía de un tono rojizo que disparaba chispas cada que la pequeña intentaba zafarse.
― Odio a los niños, ¿lo sabias? ―comentó, rodeando la mesa y mirándola amenazante―, son tan desesperantes, sólo saben llorar por sus mamis ―espetó con rabia―, ¿por qué crees que en este planeta no existen? ―la niña la miró aterrada y ésta rodó los ojos―, no sé por qué estoy hablando contigo si no puedes entenderme, eres tonta, como todos los bebés.
Hizo un movimiento rápido con sus manos y la mesa se iluminó alrededor de la niña, la pobre estaba aterrada, sintió una dolorosa corriente eléctrica recorriendo su cuerpo, la estaban lastimando, le dolía... le dolía muchísimo; intentaban arrancar su magia a la fuerza, pero la pequeña simplemente sentía como le hacían daño, lloraba desesperadamente, anhelaba que alguien la salvara, que alguien la sacara de ahí, fue ese dolor tan terrible lo que provocó que su conexión con Adora se fortaleciera, había logrado comunicarse con ella, le había transmitido su dolor, pero tan rápido como llegó la imagen de su madre también desapareció, sólo quería estar de nuevo con ella, quería que la protegiera de aquella mujer que la miraba gélidamente.
Después de unos minutos sin resultados la mayor detuvo el proceso, las lágrimas marcaban las mejillas de la pequeña que enrollaba su cola contra su cuerpo y bajaba las orejas hacia atrás, desconfiada y llena de miedo, la tomó de nuevo en brazos provocando un escalofrío en ésta, los grilletes mágicos aún estaban en sus muñecas y tobillos. La mujer pasó delicadamente su mano por el rostro asustado de la bebé, secando sus amargas lágrimas con la parte superior de sus dedos.
― Tú lo pediste así, cariño ―dijo―, y aun así no quisiste soltar tu magia, así que mañana lo volveremos a intentar.
A la mujer no le importaba quebrar su espíritu, no le importaba quebrarla a ella, obtendría su magia así la pequeña muriera en el intento, colocó su dedo sobre los labios tembloroso de ésta con una sonrisa triunfante, la niña frunció el entrecejo ligeramente y mordió con sus pequeños colmillos el dedo de la mujer obligándola a alejarlo de su rostro con un grito agudo.
― ¡Ugh! ―exclamó, mirando como una minúscula gota de sangre brotaba de la yema de su dedo―, odio a los niños, pero los gatos son aún peor.
Llamó a uno de sus sirvientes, un extraño ser pequeño de piel verdosa, tosca y áspera que no le llegaba más allá de la cintura a la mujer, le entregó bruscamente a la niña y lo hizo llevarla de vuelta a la cuna que se había convertido en su pequeña prisión.
En su soledad, la mujer comenzó a analizar lo sucedido durante su pequeño experimento, se dio cuenta de la conexión que la niña formó fugazmente con Adora, ya sabía que podía hacerlo, había notado anteriormente que la bebé intentaba llamar a su madre sin éxito, pero era una magia tan minúscula que no le dio importancia... hasta ese momento donde logró distinguirla con claridad; la niña tenía magia de eso no había duda, pero no podía extraerla de su cuerpo, tal vez la magia en ella no era suficiente, tal vez no era como ella lo había pensado o algo estaba impidiendo que la soltara de lleno.
Siguió dándole vueltas al asunto, mientras a lo lejos y retumbando con eco en los pasillos se escuchaba el llanto de la bebé que añoraba los cálidos brazos de su madre que de una u otra forma siempre la miraba con dulzura.
― ¡Alguien cállela! ―bramó, mientras cubría ferozmente sus oídos harta del llanto de la pequeña.
― Ya intentamos de todo, mi señora ―balbuceó uno de sus ayudantes―, no logramos calmarla con nada...
― ¡Entonces enciérrenla en un lugar lejos de mí, estoy harta de escuchar sus infernales berridos! ―ordenó.
― M-Mi señora... ―insistió el otro―, lleva semanas aquí sin mostrar señales mágicas, la hemos mantenido con vida lo mejor que podemos, pero la extracción de hace unas horas no funcionó... tal vez no se trata de quien... e-estábamos buscando.
― ¡¿Qué estás insinuando?! ―la mujer lo tomó del cuello de la ropa, llevándolo hasta su altura.
― E-Es sólo que... ―tartamudeó aterrado―, hemos intentado extraer su magia, pero no conseguimos ni una gota de ésta..., p-puede que... m-mi señora haya cometido un error...
― ¡Yo nunca me equivoco! ―exclamó, lanzando al hombrecillo metros lejos de ella―, estaba segura que la señal provenía de esa mocosa ―algo apareció dentro de su cabeza―, a menos que... ―miró a sus espaldas, dentro de un enorme espejo opaco imágenes de momentos anteriores de She-Ra salvando Etheria se reproducían frente a ella―, tal vez tengamos que invitar a esa princesa a venir ―sonrió.
Otro de los sirvientes de la mujer había ido a traera la niña para intentar apaciguar la molestia de su señora, creía que lapequeña recibiría un castigo bien merecido y eso calmaría su mal carácter.
― ¿M-Mi señora? ―llamó, acercándose con la niña en brazos que se movía incesantemente sobre éste, tirando de sus puntiagudas orejas―, ¿qué haremos con ella entonces?
La mujer lo miró con una sonrisa y tomó a la pequeña en brazos, dando ligeros toques en su nariz.
― Llamaremos a sus madres ―dijo―, las invitaremos a venir por su pequeña.
Se alejó con una sonrisa triunfante, dejando confundidos a sus pequeños ayudantes.
Llegó hasta una gran habitación y se dejó caer sobre una silla que rechinó al contacto con su cuerpo, la niña la miraba asustada, quería huir pero obviamente no podía hacerlo, aquella mujer le había hecho tanto daño que sentía que en cualquier momento volvería a lastimarla, sus pequeños ojos agotados por el llanto la miraban suplicante y sus labios temblaban para entrar en llanto en cualquier momento.
― No me mires así, cariño ―musitó con una sonrisa―, tu mami pronto vendrá por ti, volverán a estar juntas... aunque no sea por mucho tiempo.
Acarició su rostro bruscamente, de sus dedos se desprendía un destello rojizo que emanaba calor al tacto, como si su energía mágica se convirtiera en fuego.
Apretó las mejillas de la pequeña, provocando que ésta soltara en llanto, aterrada; esta vez utilizaría la conexión que tenía con Adora a su favor, no iba perder la oportunidad de tener a She-Ra a sus pies y esa niña era su boleto ganador.
― Vamos, llámala ―ordenó con voz áspera―, sé que puedes hacerlo.
De nuevo una disculpa por tardar en actualizar, espero que les guste este capitulo, siempre me encanta leer sus comentarios. Gracias por leerme. 💖
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