Triada de placer

Jimin


Al pie de la cama, Taehyung prácticamente arrancó todo vestigio de ropa de su propio cuerpo, provocándome a admirarlo.

A pesar de que estábamos a oscuras en la habitación, la luz nocturna procedente de la ventana a un costado era suficiente para que mis ojos pudieran delinear su fisonomía, que era una de las cosas más sexys que había visto en mi vida. El cabello largo desordenado casi ocultaba sus ojos de depredador, sus labios entreabiertos se relamieron con lujuria incontenida y definitivamente lo que más me ponía a cien era su torso y brazos llenos de tatuajes intrincados y amenazantes. Quién sabe cuánto dinero había invertido para ocultar su piel con ellos.

Un poco más debajo de su pecho, los bordes de sus caderas apuntaban hacia su virilidad pesada y gruesa formando una V exquisita. Me relamí, ansioso, al enfocarme en esa parte en particular. De sólo verlo, mi vientre se removía. Tanto el interior de mi entrada como el interior de mi boca conocían a la perfección su tamaño y sabor. Los años me habían dado la ventaja y también me aprendí dónde presionarlo con la lengua, con qué ritmo chupar, cómo estimularlo dentro de mi agujero y en cuánto tiempo se correría.

Sin quitarme la vista de encima, tomó su longitud medianamente erecta con la mano y comenzó a masturbarse lento y pausado, extendiendo su líquido preseminal a todo lo largo.

–Ya que hoy andas de glotón, podría hacerte probar algo más interesante que chocolates –susurró, mordiéndose el labio y posando sus inquietantes orbes en la parte baja de mi desnudez expuesta, con exactitud en la conjunción de mis piernas.

Sentí la risa de Jungkook contra mi pecho. Le dio un respiro a mis pezones para ayudarme a incorporarme.

Taehyung me esperó de pie contra el borde de la cama, de modo que gatee a cuatro patas hasta él, con una sonrisa inocente estampada en mi cara.

–Soy un apasionado de lo dulce, pero admito que me gusta probar cosas nuevas –le contesté, llegando a una posición adecuada.

Al clavar mis palmas y rodillas a su nivel, quitó las manos de su miembro y lo dejó listo para mí. Me relamí con anticipación. La saliva ya se acumulaba en mi boca, imaginando lo salado de su esperma agolpándose en mi paladar. Dios, sería su maldito esclavo con tal de probar ese manjar hasta el fin de mis días.

–Este pequeño. Siempre tan atrevido –bromeó, sujetando el pelo de mi cara con una mano y acariciando una de mis mejillas con un dedo alargado. Guio mi nuca con dulzura hasta su punta redondeada y brillante, que palpitaba y se extendía para que la tome. Absorbí su glande, degustándolo y tentando a su dueño. Lo solté con un sonoro plop; no me pude resistir.

Abrí la boca bien grande y fui metiendo su miembro de a poco. Vi cómo Taehyung estiró su cuello al cielo, gruñendo con tono ronco. Pude repasar con la lengua el relieve de las venas marcándose en su eje, una y otra vez mientras mamaba hambriento. Su miembro se engrosó con mi incitación.

–Ah. Así bebé –aprobó, enredando los dedos entre mis cabellos cobrizos. Ronronee contra su carne, complacido por su caricia. Pronto estableció un ritmo constante para sus embestidas, llegando hasta mi campanilla.

Estuve tan enfrascado mimándolo que me estremecí al ser manoseado por Jungkook, allí entre mis muslos interiores. Me abrió las piernas y dejó un reguero de besos húmedos sobre la parte empinada de mi culo, entre algunas nalgadas. Me removí inquieto, excitado con su brusquedad y mi polla se tensó en respuesta.

–Estás húmedo aquí, Minnie –observó Kook. Notaba las ráfagas de su aliento cálido peligrosamente cerca de mi entrada. Estaba ansioso por explorarme.

Masajeó mis glúteos con sus manos calientes y un dedo suyo se arremolinó contra mi punto débil. La humedad de su saliva permitió un mejor estímulo y casi me atraganto con la polla de Taehyung al jadear con fuerza una vez que ese dedo revoltoso se introdujo dentro. Lo había lubricado bien antes, dada la facilidad con que su nudillo alcanzó tope.

–Prepáralo para mí –le ordenó Taehyung, con firmeza. Sonreí como un tonto enamorado contra la suavidad de sus bolas. El deseo de sentir a mi hombre tatuado perforándome en lo más hondo me desbordaba.

Con rapidez, más dedos se fueron sucediendo en mi interior, chapoteando al entrar y salir. Incluso pude deducir que el anular de Jungkook estaba ahí, por el contacto de la fría superficie de su anillo de casamiento contra el calor abrasador de mi deseo.

En esos momentos, los tres éramos un manojo de gemidos, placer y hormonas alborotadas. Más allá de eso, necesitaba subirlo al próximo nivel, porque tenía una idea loca martillándome la cabeza.

–Ya estás preparado, pequeño –sentenció Kook, mordiendo juguetonamente mi culo.

Taehyung apartó mi boca de su falo, rebajándose a mi altura para saborear mis labios, agradeciendo mi desempeño.

–Te voy a dar algo dulce a lo que te volverás adicto, bebé –dijo, besando mi cuello y dándome la vuelta, haciendo que mi retaguardia quedara levantada y expuesta para él. Me palmeó tres veces, enrojeciendo mi piel a propósito para su disfrute, antes de introducirme su polla con rudeza.

–¡Tae! –grité, abrumado por su tamaño.

Sentí cómo llegó a enterrarse hasta la empuñadura. Él se detuvo, permitiéndome acostumbrarme a la sensación de presión, calor y dolor.

–Perdón, bebé –me besó sobre los hombros, distrayéndome. Continuó besando mi espalda y bajó una mano hasta mi miembro olvidado. Lo bombeó con experticia y gemí con fuerza.

Jungkook no se quedó atrás y quiso ayudar. Unió nuestros labios y enredó mi lengua con la suya. Él necesitaba ser atendido. Al menos eso me indicaba la erección que sobresalía sobre la tela de su pantalón.

–Minnie, tócame –rogó y su voz me sedujo.

Taehyung se movió detrás. Despacio sus embestidas comenzaron a sentirse bien y entre hondos gemidos desabroché los apretados pantalones de Kook. Su polla saltó en mi cara y no dudé en tomar su vigor y chuparlo duro. Sus ojos se blanquearon y acaricié su pecho fuerte con abdominales esculpidos. El físico de mi esposo era un deleite a la vista. Me faltaban bocas para chuparlo entero.

–Más profundo, pequeño.

Obedecí y cumplí mi tarea de darle tanto placer como yo estaba recibiendo. Mi boca vibraba contra su falo incontables veces con mis jadeos siendo ahogados por el trozo de carne que rezumaba semilla caliente.

Mi próstata estaba siendo masacrada por Taehyung y la idea que tenía en mente volvió a reprenderme.

–Los... quiero... dentro... ¡Ah! A los... dos... –pedí, lanzándole una mirada suplicante a Jungkook. Los embistes al fondo se detuvieron y Tae bufó.

–Bebé, ya lo hablamos –salió de mi interior y yo siseé por la sensibilidad del vacío. Llegó junto a Jungkook y ambos me observaron.

Me senté sobre mi trasero y un puchero mío los atacó.

–Pequeño, la última vez que lo intentamos te sentiste adolorido por días –razonó Kook, acomodándose para poder rozar mis hombros y tener contacto conmigo. –No quiero que te lastimes de nuevo.

–Lo sé, pero si lo hacemos con cuidado no pasa nada.

–Jimin, enserio no voy a lastimarte –negó Tae, cruzándose de brazos.

–Por favor, quiero hacerlo. Quiero sentirlos dándome mucho amor. ¿Kook? –lo insté. Anhelaba que me acompañara en esta. Era un alma débil y nunca obtenía un "no" de su parte.

–Está bien –me dedicó un mohín. Se levantó de la cama y se fue quitando la ropa que le quedaba.

–Jungkook –gruñó Taehyung.

–Cuidaremos de él, Tae. Si le duele paramos, ¿de acuerdo Jiminnie?

Sonreí y asentí varias veces. Taehyung accedió de mala gana. Tendía a sobreprotegerme y yo no era de cristal.

En fin, era un hecho: estos dos no podían resistirse ni de lejos a mis encantos. Lo que quería, lo conseguía. Así de sencillo.

Cuando estuvieron listos, Jungkook se ubicó boca arriba recostado contra el respaldo de madera y tomó el lubricante sobre la mesilla de noche para humedecer su dureza. Esparció el líquido lo suficiente y yo brinqué en su regazo cuando estuvo dispuesto. Urgido, llevé su pene a mi agujero para empalarme con él.

–Tan apretado –graznó, sujetando mis piernas.

Kook mordió y sorbió mis pezones mientras Tae se posicionaba detrás, empujando una segunda polla lubricada bien profundo en mí. Sentí que mis anillos musculares se agrandaban a la fuerza y los tres aullamos de placer al completar la unión.

–Jimin, como escuche una sola queja de esto, te follaré durante una semana hasta dejarte inconsciente –amenazó Tae contra mi oído. Mordió mi lóbulo mientras las lágrimas caían por mis mejillas.

La sensación era fuera de este mundo. Estaba siendo llenado por ellos; era todo lo que importaba. Mi vientre se abultaba y me sentía pleno, compartiéndolos hasta el límite de mi dilatación. No me quejaría por tener la fortuna de ser penetrado de esta manera hasta desfallecer.

Entre embestidas moderadamente llenas de amor, besos y más caricias, estallé en miles de fragmentos, liberando mi carga entre el pecho de Jungkook y el mío. Las ondas de mi orgasmo se extendieron hasta llegar a mis compañeros, que, manipulados por mis palpitaciones musculares, dispararon sus esencias cremosas y abrasadoras rebosando mi interior.

Mis extremidades automáticamente se volvieron laxas, de goma y mi mente se apagó por un momento, conmocionada por el placer extremo.

***

–¿Así que el viejo Jaechung no dio motivos a tu ascenso? ¿Te lo tiró así como así en la cara? –me carcajee con ganas. Acto seguido, sorbí un trago de agua de mi copa.

Estábamos en el comedor de la casa, masticando los últimos restos de la lasaña que me vi obligado a recalentar después del intercambio fogoso de hace un rato y la ducha posterior. Estos dos no habían hecho más que devorarse casi toda la bandeja, dejándome apenas porción y media. A veces parecía que vivía con animales, tal como follaban, comían y me marcaban con su olor.

–Ni siquiera me enteré por él, Jimin –dijo Taehyung, molesto. Sus cejas se juntaban alrededor del vértice alto de su nariz cuando algo no le agradaba. Mal que le pese, lucía más como un niño enfurruñado que como un adulto resentido. –Mandó a su estúpido secretario a decírmelo, con la excusa de que estaba en una junta o algo así.

–La parte buena es que puedo decirte director Kim en la cama –le guiñé un ojo.

–No te pongas travieso de nuevo –me señaló Jungkook. –Yo no voy a andar untándote pomada en el trasero como un esclavo. Ya sabes que él no se anda con rodeos a la hora de tomarte.

Hice la clásica seña de cerrar mi boca con un cierre, ponerle candado y tirar la llave. Ok, no queríamos tentar a la bestia más de lo de esta noche.

–Fuera de juego, ¿estás bien, bebé? ¿No duele nada?

–Estoy perfecto, Tae –rodé los ojos. Lo cierto era que tenía un leve ardor, cosa que no iba a admitir porque no habría más dobles penetraciones para mí. Y eso sí que no. Me la aguantaría como un señorito y no diría nada. Por lo demás, la pomada que me puso Kook al salir de la ducha me estaba ayudando mucho a apalear el dolor.

Me dispuse a levantar la mesa y lavar los trastos. Era tarde y por la mañana los tres debíamos trabajar. Ambos se levantaron de un salto y me quitaron las cosas de la mano, alegando que se ocuparían ellos ya que el que había cocinado fui yo. Creo que mi sonrisa podría haber alumbrado todo Corea, por la intensidad.

Hasta que vi algo sobre mi hombro que me la borró de un escobazo.

–Jungkook, Taehyung –los llamé, expulsando el aire restante de mis pulmones con fastidio.

Llegaron volando frente a mí, con semblante preocupado. Tae estaba con el mandil puesto y los guantes amarillos para lavar platos en las manos. Jungkook sostenía un paño de cocina mientras secaba los palillos que habíamos utilizado.

–¿Qué pasa, bebé? –inquirió Tae. Por poco y me toma la temperatura sobre la frente con los guantes húmedos. Lo aparté de un manotazo.

–Pequeño, ¿qué te sucede? –esta vez era Jungkook que quería reconfortarme.

–Me mintieron a propósito –me crucé de brazos, enfurruñado desde mi asiento. Eran unos bastardos. –Vieron la fecha en el calendario –señalé tras ellos, en dirección al calendario que colgaba en el refrigerador.

Allí marcábamos los acontecimientos que fueran importantes: como las reuniones, cumpleaños, horas extras de trabajo que tuviéramos que hacer, festividades. Todo con tal de que quedara a la vista entre nosotros para organizar las horas juntos de las que disponíamos.

¿Dije que figuraban allí los acontecimientos importantes? Bueno, allí también estaban señalados mis días de ovulación.

Los dos se miraron, sorprendidos. Mmm... esas sonrisas cómplices de nuevo.

–Nos atrapaste, Jiminnie –confesó mi esposo tatuado, alzando las manos enguantadas. –En mi defensa, lo de mi ascenso es de verdad y tenía ganas de follar hace días.

–¿Van a hacer esto toda la semana?

–Como conejos –se relamió Jungkook, dejando a un lado los palillos y el trapo de cocina. –¿Por qué? ¿Quieres más?

–Tiene cara de que quiere más, Kook –asintió Tae.

–No se atrevan... –les advertí.

Claro que eran como niños y no hacían caso.

Terminaron arrastrándome de vuelta a la habitación. Obvio que no me resistí.

Este trío es especial. No sé porqué les tengo mucho cariño.

Estoy re soft porque Jimin arrancó de 10 su semana de ovulación. 

Les dejo y me voy a llorar brillitos.

-Neremet-

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