Suenan las alarmas


Jungkook


Por fortuna, conseguí llegar al hospital justo a tiempo, con unos minutos extra. Luego de fichar mi entrada, me dirigí a mi despacho.

Tenía la cabeza hecha un lío con el asunto de Taehyung. Estaba cabreado hasta la médula con su actitud pendenciera, la cual no hizo más que complicarlo todo de forma innecesaria. Mi intención fue acercarme a él en beneficio de Jimin y por poco termina golpeándome. ¿Qué le pasaba?

No estaba muy seguro de querer averiguarlo.

Tae tendía a ser bastante cerrado con respecto a su vida y el único capaz de inmiscuirse en ella lo suficiente había sido Jimin. Si ni siquiera él podía sonsacarle algo, eso lo convertía en una meta imposible para mí, ¿no?

En fin, dejaría a un lado los dramones matrimoniales para enfocarme en lo que importaba en esos momentos: mi trabajo.

Había mucho que hacer. Por supuesto que un hospital no se mantenía en pie solo y nos correspondía a mí y a mi ayudante efectuar las tareas administrativas, controlar al personal, efectuar un seguimiento de pacientes dentro de las instalaciones y cuidar de que las cosas funcionasen de la mejor forma posible.

Tan activa y servicial como me había dado cuenta que era, Jennie no tardó en hacer su aparición en mi área de trabajo apenas traspasé el umbral para acomodarme tras mi escritorio.

–Buenos días, Jungkook –me saludó con una reverencia.

–Buenos días, señorita Kim –correspondí respetuosamente sin verla, enfocado en encender mi ordenador.

El trato que yo mantenía con ella era escueto, tal como se esperaba de un jefe hacia su empleado. Me consideraba a mí mismo como un superior bastante recto, capaz de mantener las distancias y el respeto hacia sus inferiores.

No obstante, desde que fue contratada, Jennie adoptó una postura demasiado confianzuda conmigo. Comenzó a referirse a mí directamente por mi nombre sin siquiera preguntarme si estaba de acuerdo. Pensé que no estaría mal ser flexible con ella y dejar estar el tema, para que pudiera sentirse a gusto con mi compañía y las cosas no se tornaran demasiado incómodas.

De más está decir que ella ignoró por completo el rol establecido implícitamente de jefe-empleado. Yo tampoco tenía el suficiente coraje como para llamarle la atención y decirle que no me sentía a gusto con su manera de trabajar. Así que el asunto continuaba desarrollándose en una nebulosa embarazosa porque no era lo bastante hombre como para poner los puntos sobre las íes.

También estaba el asunto de la sexualidad que ella exteriorizaba. No es que fuera un hombre incapaz de resistirse a una buena mujer o que no las tomara en serio. Nunca tuve ningún inconveniente con eso ya que lo que hiciera o dejara de hacer el género femenino, me traía sin cuidado.

El punto estaba en que Jennie era una exhibición de coquetería. Bastaba ver cómo se movía a mi alrededor, cómo se agachaba demasiado al buscar carpetas sobre mi escritorio o cómo parpadeaba varias veces al sostenerme la mirada con fijeza. Incluso la descubría a menudo con los ojos puestos en mi cuerpo, y cuando llamaba su atención, sólo me ganaba una sonrisa de esas que vienen con mordida de labios incluida. Desagradable.

Cualquier otro hombre en mi lugar hubiera estado echando humo por las orejas al ver a una mujer tan atractiva luciendo atuendos ajustados, con escote pronunciado y dejando a la vista sus piernas kilométricas al desfilar por su oficina. Cualquier otro hombre que no tuviera un hombrecito sexy, adorable y hermoso esperando en casa todas las noches.

Por supuesto que me consideraba un sujeto que vivía para idolatrar la imagen de su esposo. Mis ojos y manos eran para él, con exclusividad. No tenía la más mínima intención de abandonar el paraíso que constituía hundir mi miembro entre medio de la depresión que se formaba en la conjunción de sus piernas. No podría escuchar embelesado otra risa que no sea la suya. Ni siquiera podría imaginarme estrechar entre mis brazos a otra persona. Jamás. Jeon-Kim Jimin me tenía hechizado. Lo suficiente como para convencerme de permitirle la ingesta de barras de cereal azucaradas cada vez que él me soltara un puchero.

Era el amor de mi vida, ¿qué se puede decir? Era un niñato caprichoso que conseguía iluminar mis días y llenaba mi corazón con su calidez. El indicado siempre fue él; no había dudas al respecto.

–¿Con qué iniciamos hoy? –Jennie interrumpió mis pensamientos, llegando hasta mi lado del escritorio para poder revolver la pila de carpetas. –¿Quieres ver el informe de insumos ahora o te traigo un café cargado para levantar el ánimo?

Ahí estaba de nuevo. El batir de sus pestañas, el escaneo sutil de sus ojos por sobre mi uniforme, sus labios siendo humectados por su lengua de forma pausada. Un despliegue ineficaz.

–El informe de insumos estaría bien –me aclaré la garganta, cliqueando en la pantalla de mi ordenador para acceder a la planilla de gastos del mes.

Me di cuenta que la carpeta que ella buscaba estaba unos centímetros delante de mí, así que estiré el brazo para tomarla. Mi acción tomó curso en el exacto instante en que ella recostó su cuerpo sobre el escritorio en la misma dirección, dejando mi cara muy cerca de su... notable par de pechos.

Retrocedí, llegando a apoyar la espalda recta contra mi sillón.

–Lo siento mucho, señorita Kim –me excusé, sintiendo mis mejillas arder.

Dios. En la vida había estado tan próximo a otra dama que no fuera mi madre. ¡Qué vergonzoso!

–No te preocupes, Jungkook.

La carpeta siguió donde estaba.

No puedo decir lo mismo de la anatomía de mi ayudante, que tomó ventaja de su proximidad para guiar su rostro hacia el mío, escaneándome con la boca entreabierta como si yo fuera algún bocadillo delicioso a punto de ser probado.

Alcé mis manos en su dirección y empujé el suelo con los pies, para que mi sillón con ruedas tomara envión hacia atrás, concediéndome el espacio personal que se me fue privado.

–Esto no es correcto –logré articular.

¿Qué carajos estaba pasando? ¿Cómo ella llegó a la conclusión de que sería bueno intentar besarme? No, la pregunta sería: ¿desde cuándo ella habría querido hacerlo? ¿Le di señales confusas que le hicieran creer que sería adecuado pasar por encima de nuestra relación de trabajo?

Esto no podía ser más retorcido.

–Jungkook.

La miré.

Ella sonreía. Tenía plasmada en los labios una sonrisa que lucía como desafiante y segura. Se la veía tranquila ante la situación, y eso bastó para ponerme de los pelos. Se lo estaba tomando como si fuese una broma.

–Pensé que me permitirías hacerlo.

–¿Creíste que sería bueno propasarte? –solté una risa nerviosa. Mentiría si dijera que estaba furioso, porque estaba que estallaba de ira. –¿Sabes que lo que acabas de hacer es considerado acoso sexual? Maldita sea. ¿Acaso has visto al hombre que entró en mi oficina el otro día, el que te presenté como mi esposo? ¡Estoy casado!

–Acoso sexual... –pareció pensarse las palabras, mientras sacaba su teléfono celular de un bolsillo de su bata y rebuscaba algo en él. –Si lo que estoy haciendo es acoso, ¿cómo se le llama a esto?

Una grabación dio inicio, reproduciéndose a través de los parlantes de su aparato. Y la bronca que estuve conteniendo hacia ella, se esfumó enteramente, dando paso a la estupefacción y la sorpresa.

Necesitaba verlo, doctor Jeon. ¿Tiene tiempo para una consulta rápida?

El aire se escapó de mis pulmones. Mis palpitaciones reverberaron en mis oídos. Sentí que se me bajaba la presión.

Era la voz de Jimin. La jodida voz de mi esposo.

Oh, siempre tengo tiempo para un buen paciente como usted, señor Jeon-Kim. Tendré que revisarlo entonces.

Reconocí mi voz y supe que estaba en un puto problema. Del tamaño de un edificio.

¡La perversa nos grabó teniendo intimidad en mi propio despacho!

Espero que sea una dolencia grave, porque si no, tendrá que pagar muy caro por la escena de recién. Dígame, ¿en qué puedo ayudarlo?

Se hizo una pausa, interrumpida por el sonido de ropa frotándose entre sí. Un jadeo de Jimin escapó a través del celular. Mi estómago se revolvió y con eso, la ira reflotó.

Había que ser hija de puta. Me tenía sin cuidado lo que a mí se refiriera, pero una cosa distinta era que Jimin estuviera en la ecuación.

–¿Qué mierda haces con eso? –gruñí, viéndolo todo en rojo. Mis manos temblaban, cerradas en puños a cada lado de mi cintura.

–Espera. Aquí viene lo más divertido –se carcajeó. Posicionó un dedo en sus labios y se regocijó con mi estado deplorable.

Shh, Minnie. Nada de ruiditos. Si se enteran de que estoy por tomarte aquí, me metería en problemas. Jugaremos calladitos, ¿sí?

Detuvo la reproducción y devolvió su aparato al lugar de origen. La sonrisa que mantenía se volvió cruel.

–Entonces, director Jeon –arrastró mi apellido, como si quisiera que sonara sensual. Me asqueó. –¿Cómo crees que el consejo directivo y el dueño del hospital llamarían a eso? ¿Degeneración homosexual en un centro médico? ¿O se considera una transgresión sexual entre doctor y paciente? –pareció pensárselo, con una mano en la barbilla. –Ya veo por dónde ha quedado el juramento hipocrático... Como sea, apuesto a que podrían anular tu matrícula por llevar a cabo semejante escena.

–¿Por qué estás haciendo esto? –me aproximé a mi objetivo, minimizando su espacio de escape, dejándola entre la mesa y yo. Era capaz de destilarle fuego por los ojos a la malnacida. Quería matarla por meterse con Jimin. –¿Qué quieres conseguir con esa estúpida cosa?

–Eres un hombre atractivo e inteligente. Creo que, con lo de hoy, ya tendrás una idea de lo que espero de ti.

–Sexo, seguramente –escupí la palabra, entre dientes.

–Puede ser una de las condiciones, sí.

–¿Cómo pretendes que te tome si no se me para la polla al verte? Me gustan los hombres, ¿es tan difícil de entender?

–Ambos somos lo suficientemente letrados como para saber que el sexo no se resume a penetración –jugueteó con su lengua al hablar. Ahora que la veía, era un conjunto de vulgaridad absoluta. –Muero por saborear en mi boca esto.

Alargó su mano y delineó con sus dedos mi grosor, escondido bajo la tela de mi pantalón. La aparté de un manotazo y volví a distanciarme de ella. Era peligrosa.

–¿Eso es todo? –tragué saliva con fuerza, bajando la bilis que se me subió culpa de su asquerosa insinuación.

–Y quiero un puesto permanente en planta como cardióloga.

–Ya decía yo... –bufé. Estaba fuera de sus posibilidades. Si planeaba tomarme de punto para escalar en su carrera profesional, yo no sería quien le diera el gusto.

–Soy ambiciosa, Jungkook. Ya has visto mi expediente. Tengo el conocimiento necesario para un puesto más allá del de una triste secretaria del director. ¡Merezco un puesto acorde!

–Cuando presentaste tu currículum, no me dijiste que aspirabas a algo mejor. ¿Por qué vienes a amenazarme ahora?

–Tienes el poder de colocarme en el puesto que merezco –se apartó de mi escritorio y caminó alrededor de mi oficina. Parecía darle vuelta a sus pensamientos, tratando de encontrar las palabras para que yo pudiera comprenderla. –Si te lo hubiera pedido, habrías hecho caso omiso. Es lo que los hombres en esta sociedad hacen. Toman lo mejor y se lo quedan para sí mismos, ya que piensan que una mujer asumiendo su lugar no sería adecuada ni podría estar a la altura.

–No soy de esa clase de hombres, Kim –negué, intentando hacerle ver que mis opiniones diferían de las del resto. –Te hubiera dado el puesto que te correspondía si tan sólo me hubieras demostrado tu valía.

–Pues ahora me lo darás –se encogió de hombros. –Me lo darás o haré que esa grabación llegue a manos de muchas personas, no solo de este hospital, sino de la ciudad entera. Y cuando los altos mandos se enteren de lo que haces con tu tiempo libre dentro de las instalaciones, te sacarán de tu puesto y se quedarán con tu licencia.

Me quedé sin palabras.

¿Por qué esta mujer tenía ese nivel de resentimiento hacia mí? Hacerme pasar por esto con tal de conseguir una mejor posición en su trabajo no era algo digno. Al menos, no desde el punto en que ella parecía luchar por sus derechos. Era desconcertante y bastante hipócrita.

–¿Por qué quieres hacerme pagar a mí? –inquirí, buscando respuestas a su discurso de odio. –¿Qué tengo que ver yo en tu lucha contra el sistema machista?

–No lo sé. Vi la oportunidad y la tomé –sonrió.

Demente. Kim Jennie estaba demente.

–Me importa una mierda que te entrometas conmigo. El problema es que te estás metiendo con mi esposo, que no te ha hecho nada y...

–¿Qué no me ha hecho nada? El bastardo me miró como si fuera una cualquiera apenas me vio.

Bastardo.

No me aguanté.

Corrí hasta ella, que trató de eludirme buscando llegar hasta la puerta, pero fui más veloz. Alcancé a sujetarla por los hombros y mi mano dio con su cuello desprotegido. La tomé con brusquedad, arrinconándola contra la pared.

–La única bastada aquí, eres tú –apreté un poco mi agarre, para que viera que iba en serio.

–Tócame un solo pelo más y le envío la grabación de tu follada al consejo directivo, Jeon. Tengo bastantes copias en casa esperando a ser distribuidas –susurró a duras penas, con veneno en sus palabras. –El ángulo de la cámara es lo suficientemente favorecedor como para mostrar sus caras junto a tu pene entrando en su sucio agujero. Conseguirían trabajo para una porno con facilidad cuando ambos queden desempleados.

Tenía un video. Yo que pensé que se trataba de una simple grabación de voz. Era más que eso. Era por mucho problemático. Entraban en juego imágenes de nosotros.

La maldita araña estaba entretejiendo su telaraña a mi alrededor, a su conveniencia, y debía escapar antes de que me hiciera caer de bruces en ella, sin posibilidad de escape.

Necesitaba calmarme y pensar en frío las cosas. Tenía que apartarme de ella antes de seguir complicándome. No podía seguir agrediéndola o nos condenaría a Jimin y a mí.

Me hacía falta huir. Con urgencia.

La liberé con un gesto para poder salir por la puerta. No me quedé a escuchar cómo tosía para tratar de recuperar el aire.

Taehyung. Tenía que hablar con él. Era el único capaz de ayudarme con este lío.

Esperaba que, como asesor legal, pudiera hacer algo al respecto.


Habemus problemus..

Y Minnie en el medio. Mi corazón 💔

Con esto, ya entramos de lleno en el nudito de la historia, que nos traerá un par de dolores de cabeza. Espero que no sean tan graves o sino tendremos que ir a atendernos con el doctor Jeon. Y ahí sí que voy encantada.

Bueno, aprecio mucho que sigan aquí a la espera, a pesar de mi demora. Valen oro! Les quiero un montón. Manténganse siempre bellxs y cuídense, que les quiero ver siempre bien 💖😘

-Neremet-

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