No te contengas y úsame
Jimin
–Dígame, ¿en qué puedo ayudarlo? –inquirió, clavando sus dedos contra el hueso de mi cadera, por sobre mi ropa.
Pegué más mi culo a su ingle y me restregué, provocándole. Conseguí un resuello animal de su parte, como consecuencia de la fricción. Su miembro se volvió más duro y me arrancó un jadeo corroborar que se ponía así por mi causa.
–Shh, Minnie –me cubrió la boca rápidamente, hablando sobre mi oído. –Nada de ruiditos. Si se enteran de que estoy por tomarte aquí, me metería en problemas. Jugaremos calladitos, ¿sí?
–Mhm –respondí contra su mano, asintiendo, sin saber cómo mierda haría para suprimir mis gemidos.
Jungkook era grande y pensar en que tendría que aguantarlo expandiéndome por dentro sin dejar salir un solo quejido, era un fastidio. Por otro lado, me parecía excitante follar con el director del hospital sin que nadie se enterara. Lo más gracioso era que el mismo hombre que hacía las reglas en contra de los intercambios sexuales entre el personal era el mismo que se movía necesitado contra su esposo en plena oficina.
–¿Por qué tanta urgencia por verme? –continuó, retirando mi camisa del interior de mis pantalones y desabotonándola despacio.
Cuando terminó, sus dedos recorrieron la encendida piel de mi vientre. Su caricia hizo que cada terminación nerviosa me hormigueara. Prosiguió, contorneando mi cintura y la base de mi espalda. Recosté la cabeza sobre su hombro y abrí la boca, incapaz de respirar correctamente. Mi cuerpo tenía voluntad propia cuando de él se trataba, traicionándome con descaro para retorcerse contra su musculatura.
–Primero deberíamos discutir por qué deja que sus empleados se dirijan a usted por su nombre –le espeté, con la boca reseca. –Eso es darles mucha confianza. Si su pobre esposo se enterara, se podría ofender. Y qué decir si viera a esa mujer...
–Menos mal que lo tengo de mi lado y no dirá nada, señor Jeon-Kim.
–¿D-Disculpa? –me tensé al escucharlo. ¿Qué estaba queriendo decirme con eso? Ah no. Le cortaba los huevos si se pensaba que a mí me iba a venir a engañar con alguien más. Estaba dispuesto a girarme para mostrarle cuán enojado me puso su comentario, pero me mantuvo anclado en mi lugar.
–Espero que no estés celoso...
–Jungkook –le advertí, acomodando mi cabello oscuro en un gesto incómodo.
–¿De verdad crees que andaría mirando a otras personas estando casado contigo, Jimin? –se agitó, con fastidio. Lo sabía por el tono empleado.
Hice una mueca que él no pudo ver, sabiendo que tenía razón.
–No sé en qué estaba pensando –me encogí de hombros, apresado alrededor de su pecho, que es donde más me gustaba estar. Kook jamás me dio una razón para desconfiar de él. Fue atento y respetuoso desde el día en que nos conocimos. –Es que tengo mis inseguridades por el hecho de no poder embarazarme. Me espanta pensar que no llegue a darles lo que Taehyung y tú tanto quieren y me abandonen. Y... si llego a conseguirlo, está el riesgo de que pierda otro bebé. Me aterra tanto pensar en esas cosas, Kook –balbuceé. El agujero en mi pecho volvió a abrirse, dificultándome la respiración. Intenté tragar saliva y un nudo en mi garganta me lo dificultó. Mis ojos quemaban, haciendo que las lágrimas se juntaran de nuevo. Los espasmos no se hicieron esperar.
–¿Minnie? –me llamó Jungkook, con demasiada dulzura. Tanta, que tuve que taparme la boca para evitar un jadeo al verme acariciado por su voz comprensiva y llena de amor. Era esa que usaba entre medio de mimos y besos castos para aliviar mi tristeza.
Me giró por los hombros para que quedara de frente a él. Agaché mi cara para que no me viera. De verdad odiaba ser tan blando. Apostaba a que tener que verme con las mejillas manchadas de rojo e invadidas por las lágrimas no era un concepto sexy, para nada, sin contar con que era agotador de presenciar.
Jungkook era bueno consolándome porque se sabía cada aspecto de mí. Me había visto en mis peores como en mis mejores momentos y en todos estuvo ahí para tomar mi mano o empujarme contra su regazo. No podía creer que seguía siendo un niño llorón, dependiente de este hombre como si fuera un adicto. Si él decidía algún día terminar con lo nuestro, me destrozaría por completo. Lo necesitaba más que él a mí.
La forma en que me abrazó, atrayéndome a su pecho, fue cálida, libre de la connotación sexual de hace apenas unos segundos. Su conducta se modificó dando un vuelco al ser consciente de mi sensibilidad. Él era capaz de suprimir sus propios sentimientos con tal de tranquilizarme.
Con una mano levantó mi mentón y me mordí el labio inferior con los dientes para no soltar otro quejido herido. Me miraba con una intensidad que volvía mis latidos erráticos. Como si fuera mucho más valioso de lo que realmente era. Como si no le importara que estuviera roto o que mis sombras pudieran arrastrar su alma a las profundidades del pesar junto conmigo. La palabra "amor" se quedaría corta para describir lo que mostraba el hombre alto delante de mí.
Sus ojos se fijaban en los míos, se centraban en mi rostro con atención, evaluándome. Acarició mi mentón con el pulgar, en un roce suave y liberó mi labio de su aprisionamiento. Inclinó el rostro sin dejar de mirarme, lo suficiente para quedar a mi altura, demasiado cerca, con el calor de nuestras respiraciones entremezclándose.
–Jamás te dejaría, Minnie –susurró, a milímetros de mi boca, pasando a sostener mis mejillas entre sus manos, que me tenían fijado con cierta presión, sin dejarme ir. Su semblante brillaba, irrebatible ante su férrea decisión. Mis dedos se volvieron puños, aferrando su bata. –Cualquiera podrá irse de tu lado. Tus amigos, tu familia. Tal vez Taehyung. Pero yo estaré para ti. Incluso si te pones berrinchudo o si lloras a moco tendido. Conmigo no tienes que esconderte. Puedes acudir a mí para lo que sea. Yo estaré encantado de tenerte. Así me busques para contarme cosas que creas que no tienen relevancia. Si se trata de ti, todo es importante. No te contengas y úsame, de la manera que quieras y donde sea. Mientras te haga sentir mejor y ayude a aligerar tu carga, úsame Jimin. No me importa. Porque te amo tanto que daría lo que fuera por ti, por verte feliz y pleno.
>>Además, no te estreses por lo del bebé. Es un pequeño bache que nos tocó transitar. Lo intentaremos tantas veces como sea necesario. Juntos. Sé que llegará pronto y que serás un papi hermoso. Mientras tanto debemos esperar e intentarlo. No rendirnos. Yo estoy aquí, mi amor. Para toda la vida junto a ti. En eso quedamos, ¿cierto? –me sonrió y extrañamente me sentí mejor. Jungkook era perfecto. Más de lo que me merecía en esta vida.
–Te amo, Kook. No sé cómo haces para tener las palabras justas cada vez que estoy mal –sorbí por la nariz, un poco más calmado y él quitó los restos de humedad bajo mis ojos.
–Yo te amo más, mi pequeño malcriado –besó mi frente.
–No soy un malcriado.
–¿Ah no? ¿Quién vive pidiéndome chocolates? –puse los ojos en blanco. Kook no era capaz de entender el placer que implicaba para mí comer Snickers. Me asemejaba a un cocainómano cuando de ellos se trataba.
–Entonces... –dudé, liberando la tela de su bata para acariciar su pecho por sobre el suéter que llevaba, a propósito. –¿Podemos seguir en lo que estábamos?
No costaba nada intentar. Ojalá él pudiera hacer a un lado mi crisis... o ignorarla por completo. Así podríamos conectarnos en ese nivel al que quería llegar.
–¿Estás seguro, Minnie? ¿No tienes que volver a la empresa enseguida? Por lo que veo, tampoco almorzaste –estiró la mano en dirección a la bolsa de comida, revisando el interior. –Hay dos porciones ahí.
Lo noté reticente. No quería lastimarme ni presionarme. Pero yo lo necesitaba.
–No tengo problemas con mi horario. Terminé temprano con mi cliente hoy.
–Mmm... –se enfurruñó. Podía escuchar sus pensamientos chocando entre sí dentro de su cabeza, en un debate interno. No iba a dejarle razonar mucho.
–Dijiste que querías que te usara para ser feliz –negocié, tomando la delantera. Le quité su bata, que era su orgullo por llevar el símbolo del hospital cosido en un bolsillo delantero junto a su nombre y apellido y sus bolígrafos refugiados en el hueco de la tela, espiando por sobre los bordes. Paseé mis dedos índices alrededor de su estetoscopio, tomando los extremos para atraerlo por el cuello. Fui dejando besitos a lo largo de esa mandíbula filosa que se cargaba, hasta llegar a su oído: –Quiero que me hagas el amor sobre tu escritorio, Jeon Jungkook. Así pensarás en mí todo el tiempo mientras lo ocupes.
–Aaah, bebé –gruñó, amasando mis nalgas. Su boca tuvo el pase libre a mis clavículas al deslizar mi camisa fuera. Chupó y besó esa zona, consiguiendo que me deshiciera en sonidos placenteros.
De la mano de besos húmedos y chasquidos, halló el camino hasta mis pezones. Los pellizcó y lamió, enviando oleadas de placer alrededor de mi cuerpo, hasta llegar a mi bajo vientre. Mis testículos se apretaron dentro de mi ajustado pantalón. Fue una pésima decisión ponérmelo. La humedad causada por mi líquido preseminal empapaba la ropa interior y temí que se traspasara, sin contar con que me apretaba y dolía.
Él notó que mis piernas temblaban y, con algo de prisa, abrió la cremallera, palpando mi bulto con sorna.
–No tienes idea de lo que me matan tus jeans oscuros –me halagó, mientras me los bajaba un poco con el bóxer. –A pesar de eso, te prefiero sin ellos –cuando me los bajó hasta la mitad del muslo, me alzó, sentándome encima de su escritorio. Mi vientre cosquilleó. Terminó por arrancármelos por los pies, luego de deshacerse de mis zapatos de un tirón.
Lo ayudé a quitarse la ropa. Nos ruborizamos y reímos mientras lo hacíamos. Estábamos en una zona donde se prohibía hacer lo que estábamos por hacer, y eso sólo nos encendía más. Parecíamos adolescentes hormonales.
Al estar los dos ya desnudos, Kook abrió mis piernas para colarse entre medio de ellas. Podía regocijarme del tamaño que tenía su virilidad, ya reluciente en la punta. Siseé al contacto del metal frío del diafragma de su estetoscopio en mi pecho. Se lo había puesto para tontear.
–Tu corazón late como el batir de alas de un colibrí –juzgó, escuchando con atención. –Y pareciera estar fuerte y sano. Caso contrario, ya hubieras tenido un infarto. ¿Tan bueno estoy?
–Estás bueno. Por algo fue amor a primera vista –piropeé, arañando la superficie curvada de sus abdominales. Ni siquiera una piedra podría estar más dura que sus músculos, aunque quisiera.
–Espera, que estoy haciendo una revisión de rutina.
–¿Enserio? Tendría que revisar más al sur, doctor Jeon. Tengo un inconveniente allá abajo –señalé a la conjunción de mis piernas con un gesto. Mi miembro rogaba atención y algo más se escondía entre los pliegues de mi agujero.
–Ya que me lo pides tan educado... –saboreó mis labios una última vez y descendió mordisqueando mi piel, sin cortar el contacto visual. Levantó mis piernas, haciendo que apoyara las plantas de mis pies sobre la madera. Eso le ofrecía una vista estupenda de mi polla erguida y mi agujero.
–¿Qué tenemos aquí, Minnie? –se relamió y pasó los dedos sobre la manilla circular de silicona que sobresalía de mi entrada. –¿Te estuviste preparando para mí?
Mis piernas temblaron. Asentí con ligereza. Mi objetivo había sido conseguir una follada rápida, almorzar algo juntos para acompañarlo y volver a Shine. Lastimosamente, las cosas no salieron según lo planeado con el asuntito de la nueva asistente y, a pesar de mi altibajo, estaba dispuesto a arreglarlo. Daba gracias al cielo por haberme puesto las bolas de silicona, sino Jungkook tendría que dilatarme y yo estaba urgido.
–Que niño desvergonzado tengo –su nalgada sorpresiva me tomó desprevenido. Resonó en el interior del recinto. No pude resistir un jadeo. La vibración se extendió alrededor de mis anillos anales, causando que las pelotas se entrechocaran entre sí dentro. –Dijimos que jugaríamos calladitos, mi amor.
–Perdón –susurré.
–Si haces eso otra vez, tendré que amordazarte.
La idea era interesante y tentadora, aunque me contuve.
Él fue estirando la manilla para quitar el juguete que me llenaba, con paciencia. Respiré entrecortadamente con la boca abierta al ser golpeado por la sensación placentera de las bolas siendo retiradas de mi culo, sobreestimulando mis paredes. Pronto, estuve abierto y listo para su invasión.
–Voy a llenarte como esa cosa nunca podrá, Minnie –sonrió, salivando entre los dedos de una mano e introduciéndolo en mi entrada para humectarme. Con la otra mano, esparció el semen que coronaba su glande. –No quiero ruiditos, mi amor.
Me sostuvo por las caderas, acercándome al borde de la mesa. Yo me sujeté a sus hombros, expectante. Alineó su punta y aprovechó que mis labios estaban cerca para atacarlos, desviando mi atención de lo que se vendría. Respondí a ellos, empalagándome con su sabor y su lengua silenció mi grito al introducirse con extrema delicadeza, sin detenerse hasta que sus testículos tocaron mi piel.
Si creía que estaba bien dilatado, era mentira. Podía advertir cada vena de su miembro palpitando contra mi carne, estirándola a su paso.
–¡Dios! –se quejó, abrumado. Aguardó un poco a que me acostumbre, sonriéndome enamorado. Me hizo mimos en el pelo y ronroneé como un gatito mimoso. –Me encantas, Jimin. Cada día me enamoro más de ti.
–Mi Jungkookie –lloriqueé, no sabía si por estar tan lleno de él, por la ternura que había en su mirada al hablarme o por el amor inmenso que le tenía. –Toma lo que quieras de mí. Soy tuyo. Te pertenezco –murmuré, atrayéndolo más profundo con la ayuda de mis piernas.
Él entendió y se meció con cuidado, entrando y saliendo, haciéndome ver estrellas. Me regaló más besos, que calaban hasta mi ser, arrullándolo con su calor y entrega.
No podía tener suficiente de él. Era mi compañero, una parte invaluable en mi vida. No podría ofrecerle suficiente por quedarse y elegirme; por luchar mis batallas codo a codo, brindándome su contención; por ser mi propio hogar personal.
Mi vínculo con Kook iba más allá de lo humanamente posible. Nuestras almas se conectaron desde que se cruzaron y fue imposible ignorarlo. A partir de ese punto, fuimos marcados, imprimados.
Me penetró como si temiera romperme. Lo hizo pausado, con un ritmo constante. Era una tortura para mí, la cual incrementó con su descaro al masturbar mi miembro. Mi orgasmo se construyó de golpe. Una masa de electricidad y euforia crecía en mí a pasos agigantados. Lo acerqué más y le rogué que incrementara la velocidad de sus acometidas.
Dejó de ser gentil para empujarse con mayor brusquedad. Ya no temíamos que nuestros gemidos o el entrechocar de nuestros cuerpos fuera oído. Estábamos cerca y queríamos nuestra liberación.
Continuamos en ese vaivén hasta que fue demasiado. Sus penetraciones se volvieron erráticas y no resistí que mi próstata fuera tan estimulada. Me corrí a chorros en su mano, sobre mi estómago, entre besos apasionados. Él no tardó en unírseme, eyaculando profusamente en mi interior.
–Mierda, Minnie –rezongó, con la mirada vidriosa clavada en mí. Tocó mis pómulos y depositó un beso casto. –Te amo. Muchísimo.
–Yo te amo más –le saqué la lengua, mareado por el placer. Mi miembro seguía palpitante, justo como el de él.
–Por esta vez te voy a dejar ganar.
–Siempre me dejas ganar.
–Te hago creer que si –sonrió. –Por cierto, creo que la comida ya se habrá enfriado –hizo un movimiento de cabeza en dirección al estofado de carne que había sido partícipe de nuestra exhibición sobre el mueble.
–Menos mal que pedí que lo pusieran en fuentes conservadoras de calor.
–Eres el combo completo, pequeño –besuqueó mi hombro. Abandonó mi interior y los dos siseamos. Se sintió bien tenerlo para mí. Sin embargo, ambos teníamos obligaciones y era tiempo de volver a la realidad. –Te limpiaré y comeremos.
–No hace falta, soy un nene grande –le dediqué un mohín.
–Si me haces caso, tengo una sorpresa para ti.
Agrandé los ojos y le prometí que obedecería a lo que quisiera. Era el código súper secreto para los Snickers. Jeon era un manipulador. Con el vicio de uno no se jugaba.
Así y todo, se lo perdonaba. Era el amor de mi vida, mi primer amor. Estaba loco de atar por él.
Si se lo preguntan, no es que Jimin quiera a Kook por sobre Tae. El tema es que conoció a Kook antes y él siempre estuvo para él. Taehyung vino después.
De hecho, en el próximo capítulo, podrán ver la perspectiva de Tae y conocer un poco más su pasado.
Besitos virtuales. Se me cuidan 💕
-Neremet-
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