Momento de debilidad
Jimin
Una de mis principales cualidades, era ser muy observador. Esa y mi sexto sentido, que me titilaba en el cerebro como si fuera una alarma cada vez que presentía algo.
Bueno, el caso es que justo durante la cena parecía a punto de explotar, de tanto que sonaba.
Kook y Tae habían llegado exactamente al mismo tiempo a casa, tras terminar con sus trabajos y Kookie se ofreció con extrema amabilidad a preparar hamburguesas con papas fritas, mi comida favorita. La que no me dejaba comer porque decía que había permitidos sólo durante los domingos. Y ESTÁBAMOS A LA MITAD DE LA SEMANA.
Mmmm... Me puso a pensar fuerte.
Las sospechas de que algo no andaba del todo bien me hicieron mayor ruido mientras comíamos. Es que se mantuvieron en silencio dedicándose miraditas el uno al otro, sin quejarse como acostumbraban acerca de lo que les tocó hacer durante el día. Me sorprendió porque tendían a ser como cotorras quejosas, hablando de esto o lo otro, de tal o cual persona.
Y ahora nada.
El colmo de todo, fue que me dejaran ver The Notebook por veinteava vez sin quejarse. ¡La detestaban!
Sin embargo, estábamos los tres repantigados en el sofá del living, con los estómagos llenos. Yo permanecía recostado en el regazo de Tae, sintiendo sus caricias suaves sobre mis piernas desnudas mientras su pecho subía y bajaba debajo de mí. Por su parte, Kook me masajeaba la espalda bajo mi suéter grueso, sacándome ligeros estremecimientos de vez en cuando, ya que era un área sensible y me daba cosquillas.
Los dos permanecían concentrados en el televisor, pero sin prestar atención a lo que se desarrollaba en la película. Es que vamos, estaban pasando los créditos y ni siquiera se habían inmutado.
–¿Me van a decir qué ocurre con ustedes dos? –les llamé, apagando la pantalla con el control remoto. Recién entonces parecieron salir de la nebulosa de sus pensamientos para reparar en mí.
–¿A qué te refieres, Minnie? –Jungkook fue el primero en hablar.
–Ay, por favor –me levanté del sofá, saliendo de entre ellos y me planté de frente, cruzándome de brazos. –Ambos están como si se hubieran reunido en un motel a follar por primera vez y hubiera sido la mar de incómodo. Están raros como el infierno.
–Bebé, deja de hacer esto –gruñó Taehyung, mirándome con esa expresión que pondría a alguien a temblar del miedo.
Lo siento, mi amor, pero hace falta más que una mirada dura para intimidar a Jeon-Kim Jimin.
–¿Hacer qué? ¿Preocuparme porque mis esposos están desde hace horas pensativos y distantes conmigo y no me quieren decir por qué? Me prometieron que serían sinceros conmigo todo el tiempo.
Mi esposo tatuado lanzó un suspiro al aire, luciendo inquieto al respecto. Parecía decidirse entre hablar o explotar. La única opción que tenía era la primera, porque no se iba a atrever a explotar delante mío sabiendo que me podía afectar.
–¿Es con respecto a mí? –me atreví a preguntar, sintiendo mis inseguridades escalando alto de nuevo, junto a la quemazón en mis ojos.
El único motivo que se me ocurría era que se estaban cansando de la situación. Los tres estábamos llegando a un período ideal en el cual tener hijos, con trabajos estables, una vivienda adecuada y yo no los estaba trayendo al mundo. Mi cuerpo no funcionaba como tendría que hacerlo. No había bebés en camino, por más que estuviéramos desperdiciando montones de dinero en costosos tratamientos que aseguraban milagros.
Le duela a quien le duela, no había bebé a bordo en esta familia.
Y sin importar cuánto amor compartiéramos, no podría ser para siempre si nuestra relación estaba estancada. Ellos querrían más. El anhelo de completar una familia, de tener un pequeño heredero que reclamara sus apellidos no se cumpliría si se quedaban a mi lado.
Sin que pudiera controlarlos, los sollozos comenzaron a desequilibrarme y las lágrimas empezaron a brotar y brotar de mis ojos, tornando mi mirada borrosa.
Malditas sean las hormonas y este desequilibrio emocional del demonio.
–¿Minnie, amor? ¿Qué quieres decir con eso? –Jungkook quiso tomarme por el brazo, observándome con su mirada de cachorro, lo cual me hirió todavía más. Detestaba las miradas de lástima, sobre todo viniendo de mis esposos. No las podía soportar.
Así que hice lo que mejor sabía: escapar.
Me di la vuelta y caminé a zancadas hacia mi único refugio, donde sabía que no podrían entrar y donde obtendría mi paz.
–¡Jimin! ¡No intentes encerrarte esta vez! –la voz de Tae era áspera, siguiéndome con desesperación.
Apuré el paso.
Tenía que llegar a la habitación del bebé antes de que me lo impidieran. Necesitaba llorar solo, desahogarme, culparme un rato por ser un hombre deficiente que ni siquiera puede hacer bien el papel de padre.
Sentía un vacío enorme en mi interior. No me dejaba respirar y no se iba de ahí por más que llorara. Me daba la sensación de tener el pecho abierto, desprotegido. El dolor no se iba por más que derramara lágrima tras lágrima. Además, se me dificultaba la respiración y eso me asustaba. Era angustiante.
No quería que ellos vieran esa parte de mí.
–¡Carajo, Jimin! ¡Ven aquí! –Tae seguía gritando a mis espaldas.
Conseguí llegar al segundo piso.
Un par de metros más y lo conseguiría. Unos pasos más y me resguardaría en mi refugio, el que me vio transitar cada una de mis crisis.
Escuché los pasos de mis esposos detrás, subiendo a trompicones la escalera como si su pequeña presa se les estuviera escapando.
–¡Minnie! ¡Por favor!
Lo siento por no ser suficiente para ustedes. Lo siento por no poder darles la felicidad que tanto desean. Lo siento por haber perdido a nuestro bebé hace unos meses. No los merezco. Son demasiado para mí.
La puerta. La puerta estaba cerca.
Perdónenme por ser tan débil. Soy un hombre blando que se la pasa llorando por un capricho, por un deseo tan simple que no puede ser cumplido.
Estiré la mano. Alcancé a girar el pomo.
Y tan pronto como la seguridad de esa habitación se abrió para acogerme, unos brazos fuertes me sujetaron de la cintura. El aire escapó de mi pecho al ser impulsado hacia atrás con brusquedad.
Caí al suelo, siendo apresado por un cuerpo pétreo.
Grité de rabia porque Taehyung me arrebataba el repantigarme en mi miseria en la tranquilidad de la soledad. No era justo.
Me atrajo contra su pecho y me estrujó con toda la fuerza de la que era capaz. Forcejeé con él; lo golpeé en el cuerpo hasta cansarme, hasta darme cuenta de que no podría quitármelo de encima.
–Minnie, por favor detente.
Mi vista vidriada se encontró con los ojos castaños de Kook, que me suplicaban que desistiera, que me diera por vencido.
–Bebé, basta. Te lo pido con todo mi corazón –sentí el susurro de Tae en mi oído. Su cuerpo fibroso estaba adherido al mío tanto como era posible, no dejándome ir. –Estoy cansado de que escapes de nosotros. Los tres perdimos algo valioso en su momento, a los tres nos duele que no esté funcionando, pero Kook y yo no nos apartamos de ti. Estamos aquí exclusivamente por ti. Nos juntamos porque tú nos quisiste a los dos. Te lo estamos dando todo. Queremos hacerte sentir bien, amarte como te lo mereces. Queremos acompañarte y contenerte, pero terminas siendo tú quien nos aparta primero, cariño. ¿Cómo ser sinceros y confiarte las cosas cuando eres el primero en evadirnos, Minnie?
Dejé de forcejear al percibir los espasmos de mi esposo. Dejé de mirar a Jungkook y me aparté un poco para ver a Taehyung. Él aflojó su agarre para permitirme conectarnos.
Tenía sus preciosos ojos grises enrojecidos y la carita humedecida. Apretaba sus labios entre sí con rudeza, intentando contenerse.
–Te amo de una forma tan jodida... Quiero estar para ti de la misma forma que estuviste ahí para mí. Eres el amor de mi vida, Jimin y no voy a aguantar que te sigas escudando tras una estúpida puerta llorando en medio de la nada cuando puedes hacerlo entre mis brazos.
Iba a responderle, cuando Kook se nos aproximó. Se arrodilló en el suelo, logrando estar a nuestro nivel y tomó mi mentón para que no me perdiera ningún detalle de él.
–Te amo también y lo sabes, pequeño –empezó a decir. –Te he amado desde que éramos niños. Desde que te compré esa paleta de helado en tercer grado, de hecho. No parabas de lloriquear porque la tuya se había caído en el barro, ¿recuerdas? –asentí con una mueca en vez de una sonrisa.
Por supuesto que lo recordaba.
Desde ese día, él y yo nos habíamos vuelto inseparables. Mejores amigos. Dependientes uno del otro. Kook era sobreprotector conmigo porque me creía más frágil de lo que parecía y yo lo celaba a morir porque era demasiado bonito y las niñas se sentían atraídas por él.
Que se jodan esas estúpidas. Nunca tuvieron oportunidad porque Jeon Jungkook sólo tuvo ojos para mí. Jamás se fijó en nadie más.
Fue paciente conmigo hasta la secundaria, donde un beso fugaz en mi cuarto junto a una declaración de amor transformó nuestra amistad en algo más.
Esa noche alumbrada por las estrellas me sentí amado, correspondido y, sobre todo, cuidado. Todo al mismo tiempo. Se sentía como flotar en el aire.
Desde infante, lo había amado y anhelado. A escondidas, por supuesto. No obstante, apreciaba que él se hubiera tomado las molestias de jugársela por los dos, ya que no me habría animado a exponer mis sentimientos de la forma en que él lo hizo.
Él se encargó de que fuésemos las primeras veces uno del otro. Primera relación seria. Primera discusión. Primera escena de celos de su parte. Primera visita oficial a los suegros. Primer beso. Primeras experiencias sexuales. En resumen: mi primer amor. Ese que te ayuda a descubrir lo más hermoso de querer a alguien, la intensidad de tus sentimientos, el que te revoluciona las hormonas. Es quien se impregna hondo en tu corazón y se graba a fuego en tu memoria. Coloniza tu ser entero sin que seas consciente de que lo que está pasando.
Se sintió irreal, por estúpido que suene. Como que yo no merecía eso y mucho menos a una persona tan dedicada y devota como él.
–Jamás podría olvidarlo. Un maldito helado de frutilla nos unió –me reí sin fuerzas. Era curioso cómo trabajaba el destino.
El rostro de Kook se relajó, lo suficiente como para llevar su nariz contra la mía y rozarla tiernamente, a medida que delineaba mis pómulos con sus dedos largos.
–Si necesitas exteriorizar lo que sucede dentro de ti, hazlo –me pidió, con su boca rozando la mía y poniéndome a temblar por la cercanía. Su mirada suplicante me destrozaba. –No importa si tienes que llorar, romper cosas, golpear o quedarte tirado en un rincón. Siempre y cuando lo hagas con alguno de nosotros dos –hizo un gesto en dirección a Tae, que no nos sacaba los ojos de encima. –Ese cavernícola y yo estamos para complacerte en lo que sea.
–Así es, bebé –Taehyung supo cómo captar mi atención. Enredó sus manos llenas de tinta en torno a mi cabello, pasando los dedos a través de mis hebras oscuras. Él jugaba con mi cordura, sabiendo lo mucho que adoraba los mimos en el pelo. Me fue difícil no entrecerrar la mirada, aunque le ronroneé gustoso. –Lo importante y que hay que dejar en claro, es que, si algún día necesitas desquitarte físicamente con alguien, lo hagas con Jungkook.
Bromista, para variar. Incluso en los momentos más inadecuados.
–Y si algún día te quieres deshacer de Tae, me avisas y me encargo de los restos de su cuerpo –gruñó Kook con molestia. Esos dos me sacaron una sonrisa sincera. ¿Qué sería de mí sin ellos?
–Son lo mejor de lo mejor, ¿sabían? Los amo, demasiado.
¡Qué cosas, Jimin! Es obvio que lo saben. No es malo recordárselos tampoco.
–Te amo, Minnie –respondieron al unísono. Kook me besó una mejilla y Tae dejó un sendero de besos en mi cuello.
Mi esposo tatuado se puso de pie, sin osar liberarme. Me sujetó por las nalgas con una mano, tomando ventaja de que yo no quise dejar de abrazarlo por la nuca y con la otra me ancló los pies tras su espalda.
Los dos encabezamos la marcha hasta nuestra habitación, escoltados por Kook detrás. Me sentía como un niño que es cargado por un adulto. Era cómodo estar refugiado contra puro músculo, especialmente conociendo lo que se ocultaba debajo.
–Yo quería seguir viendo pelis románticas. No es justo –puchereé cuando me depositó con suavidad entre las sábanas de nuestra cama.
–Ya es tarde, bebé. A dormir, que tienes que cuidar tu salud.
Tae dio la vuelta alrededor para tomar su lugar en el lado izquierdo. Kook se apropió del derecho. Era nuestra posición ideal para descansar, dejándome en el centro, donde me envolvían entre su calor.
Mierda.
Si levantarse entre dos dioses griegos todas las mañanas no era un paraíso, entonces no sé qué lo era.
–Al final no me dijeron por qué estaban tan raros...
–Conversación para mañana –se quejó Jungkook, abrazándome por la cintura y respirando en mi oído.
–¿Por qué dejar para mañana lo que pueden contarme hoy? –contraataqué, sintiendo la proximidad de mis dos esposos alrededor de mí, abrigándome.
–Pues porque ya tuvimos suficientes emociones fuertes para un día y eso le podría hacer mal a nuestro bebé –Taehyung se quedó de lado y me acarició el vientre por sobre mi suéter.
–¿Tan seguro estás de que hay un bebé dentro de mí?
–Oh, sí, cariño. Aposté contra Seulgi que nos dan la noticia en el examen del mes.
–¿Seulgi? ¿Quién es Seulgi? –le fruncí el ceño, apartándole las manos. Me senté de golpe en la cama y recosté mi espalda contra la cabecera.
–A dormir, bebé. Ya es tarde. Tu papi tiene trabajo bien temprano mañana –se giró en su lugar, llevándose más mantas de las que necesitaba, como tratando de escudarse de mí.
–¡Kim Taehyung! ¡Explicaciones primero, dormir después!
El descarado de Jungkook sólo se reía de nuestra escena.
–Si le hubieras dicho antes lo de tu secretaria, Tae... –se burló.
–¿Tú lo sabías y tampoco me lo dijiste? –enfrenté a Kook.
Maravilloso. Otro traidor. Más jodidas secretarias.
Él abrió y cerró la boca, incapaz de formular oración.
–Sin sexo por una semana. Y se van a dormir al sofá esta noche. Los dos –declaré, empujándolos con mis pies fríos, obligándoles a emprender la retirada.
Nadie me iba a mentir y se quedaría impune. No, señor. Aquí se vivía bajo mis reglas.
Bueno, dejo este capítulo y me voy fugazmente a cenar porque no me quería ir sin antes actualizar.
Así bien express les mando besos y éxitos en este inicio de semana, bellezas!
-Neremet-
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top