La deuda saldada
Taehyung
Madrugar no era precisamente mi estilo, se podría decir. Me parecía un delito tener que levantarme cuando el sol ni siquiera figuraba en los planes. ¿Por qué yo tenía que iniciar mi día y el sol no? Tremendo delito.
Sin embargo, despertar teniendo la sensación de que tu maldito pene está siendo acariciado por una lengua traviesa y tentado por una boca rellena y suave como los pétalos de una flor, no tenía precio. Tal como esa mañana.
Admito que al principio creí que se trataría de uno de esos sueños húmedos donde uno parece estar metiéndola en un lugar bastante agradable y sientes ese cosquilleo en el abdomen que te avisa que estás a punto de tener una corrida fantástica. Excepto porque no había imágenes vívidas en mi cabeza para propiciar esa sensación y percibía mi miembro bien duro y húmedo siendo víctima de un ataque feroz.
Abrí los ojos de una porque las cosas estaban bastante raras, a tiempo de descubrir que me quedé dormido boca arriba. Jimin no estaba a mi lado.
Instantáneamente se me escapó un gemido pronunciado cuando la masa de cobertores que me tapaba se movió, a la vez que sentía que bombeaban mi eje con fuerza con la ayuda de una mano hábil.
Me senté en la cama como pude, haciendo a un lado los cobertores, encontrándome con una imagen que me descolocó primero y me calentó como la mierda después.
Un bonito rostro remarcado por una mata de cabellos castaños me observó desde su posición, justo en el medio de mi ingle. Tragué saliva, en un estúpido intento por humedecer mi garganta reseca. Minnie estaba haciéndome un trabajito oral.
–Recuerdo que me dijiste que había trabajo temprano y que querías dormir –observé, recostándome sobre el respaldo de la cama, entre las almohadas, y poniendo mis brazos tras la nuca para poder observar mejor lo que me hacía. ¿Cómo carajo me había quitado el pantalón y los bóxers sin que me diera cuenta?
Sus ojitos se fruncieron en dos rayas horizontales, entretanto pasaba su lengua áspera delineando mis testículos. Jodido infierno y jodido Jeon-Kim Jimin provocador.
–Eso fue antes de sentir lo duro que te ponías contra mi espalda al dormir –continuó su labor, observándome a la distancia.
Tenía las mejillitas sonrosadas, como siempre que se ponía cachondo. Jugueteaba con mi eje, masturbándolo con lentitud de arriba abajo, con habilidad innata. Mis ojos se entrecerraron de placer.
–Ah... Qué bien se siente, bebé –sonreí enamorado al sentir su lengua trazando mi longitud y engulléndola hasta el fondo. Su carita hizo un gesto de dolor cuando mi glande por poco toca su campañilla. –Así, profundo. Trágala hasta el fondo, Minnie –le pedí con la voz ronca.
Puto infierno.
Su boca se deslizaba casi hasta mi empuñadura en un ritmo constante. Aun así, me faltaba algo más.
Tomé un puñado de sus cabellos y lo ayudé a admitir un poco más de mi dureza dentro de esa hermosa boquita que se traía.
Él terminó por sujetar mi mano y dejar de chupármela entre hondas inspiraciones y labios llenos de saliva junto con mi semen blanquecino. Se le escurría por las comisuras, cosa que era tan caliente de ver que mi polla rezumó un poco más de presemen ante la imagen.
–¿Te cansaste de hacer cosas malas, bebé?
–Recién estoy empezando –se relamió, pasando los dedos de una mano alrededor de su barbilla y conduciendo de vuelta al interior de su boca aquellos fluidos que resbalaban.
–¿Y se puede saber desde cuándo estás tan atento conmigo?
–Pues... –estiró la palabra, gateando hasta sentarse casi en mi regazo. Él todavía conservaba mi camisa, pero la tenía bastante más desabotonada, suelta y arrugada de lo que recordaba. –Tengo que pagar una deuda –confesó. –Jungkook y yo nos hemos montado un show erótico en su oficina, así que te debo algo parecido.
–Sí, concuerdo en que entonces tendrás que pagar con la misma moneda, bebé.
Pude ver su miembro erecto bajo la tela de la camisa. Se frotaba en un doloroso vaivén contra el mío, a lo que no pudo resistirse y sujetó nuestras erecciones para poder masajearlas juntas con una mano.
–Dios, me tientas tanto –jadeé. Me sentía enloquecer. Es que esas caricias, esa carita, ese cuerpo pálido de infarto que se traía mi esposo...
–Aprovecha, que esto es sólo tuyo por hoy.
No necesité más invitación que esa.
Lo sujeté por la cintura y del cuello y lo lancé contra el colchón. Me posicioné sobre él, sintiendo cómo la cama se quejaba por nuestro peso. No tardé en inmovilizarlo con las piernas para poder abrirle la camisa, dejando al descubierto esa piel hermosa y suave que escondía. Gracias al cielo, era lo único que él llevaba encima.
–T-Tae –gimoteó su deseo cuando chupé y lamí sus pezones erguidos, sintiendo cómo se crispaba por mi toque. Él era receptivo al extremo, más si se trataba de los pechos o el cuello.
–Abre –le ordené, guiando dos dedos hacia su boca.
Obedeció como un cachorrito adiestrado. Los introduje en su cavidad bucal y la envestí con ellos, asegurándome de empaparlos bien con su saliva para poder prepararlo.
Él comprendió lo que planeaba y abrió sus torneadas piernas para que pudiera manosear su entrada con un mejor ángulo. Lo vi apretar las sábanas en un puño y arquear su espalda tras el primer dígito expandiéndolo. Nadie podría verse tan pecador como ese mismísimo hombre.
Tragué uno de sus hondos gemidos enredando mi lengua con la suya. Introduje un segundo dedo en el proceso, que fue engullido de inmediato por su palpitante agujero.
–Me encanta, Tata. Se siente rico.
–¿Sí, bebé? ¿Te gusta? –le provoqué, depositando besos húmedos contra su cuello mientras aumentaba el ritmo de mis dedos contra su carne y sujetaba su polla con la otra mano.
–O-Otro dedo más. Quiero sentir otro.
–Niño goloso. Tú siempre queriendo más –susurré guturalmente, besando sus labios firmes. Le rendía pleitesía a este sensual dios de la lujuria, que no hacía más que hundirme profundo en la necesidad del placer junto a sus agudos gemidos. –Ya que quieres más, bebé, te voy a dar algo.
Me hice a un lado para poder girar su cuerpo, dejándolo boca abajo sobre el colchón. Tomé su pelvis y la alcé lo suficiente como para que su culo respingón resaltara a primera vista. Empujé sus hombros hacia abajo hasta que su rostro quedó sobre las sábanas y manoseé la piel pálida de sus nalgas con mis manos tatuadas, sintiendo cómo mi miembro se emocionaba y goteaba. Su núcleo sonrosado rogaba por atención y él no dejaba de menear sus caderas buscando algo con lo cual consolarse.
Sujeté mi longitud, acercando mi glande para que acariciara su hendidura.
–Tae –lloriqueó Jimin, buscando mi embiste.
–Te va a doler si lo hago así.
–No me importa, Tae. Por favor métela. Quiero sentirte.
Sonreí, extendiendo mi presemen a lo largo de mi hombría para mejorar la lubricación. Posicioné una mano al costado de sus caderas, ayudándolo a que mantuviera la posición. Con la otra me anclé para impulsarme en su interior caliente y estrecho.
Minnie ahogó su grito mordiendo las sábanas con fuerza. Abrumado por la sensación, me apoyé sobre mis codos, recostándome un poco sobre él.
–Te dije que iba a doler, Minnie –le besé la nuca, esperando que su respiración agitada se normalice. La risita con la que respondió fue bastante burlona.
–Pensé que iba a doler más... –con la cabeza de costado, me sacó la lengua. Mmm... niñato hablador.
Le di una estocada dura para que la sintiera a modo de reproche de mi parte. Se quejó con un gemido ahogado.
–Ah, Taehyung. Tú siempre dominante.
–Sé que así lo disfrutas –saboree su cuello con la lengua. Él asintió, atrayendo ese pomposo culo más hondo y autopenetrándose varias veces con mi polla.
–Claro que lo disfruto. Me vuelves loco así de posesivo.
–Bien dicho, bebé.
Mi mano voló a su garganta y lo sujeté con un poco de fuerza, restringiéndolo. Una de las suyas se apoyó sobre la mía, necesitando mi toque. Me hice con las riendas de la situación y, nalgadas mediante para darle un poco de color a esas nalgas sagradas, empecé a penetrarlo con ímpetu.
Mi pecho hervía sobre su diminuta espalda. El sudor no tardó en hacerse presente a medida que nuestros jadeos se mezclaban y nuestro vínculo se estrechaba.
Ataqué con hambre el punto débil de mi esposo y comenzó a chillar entre estremecimientos, rogando por más. Me enfoqué en conseguir que se corriera primero, así que proseguí acariciando su próstata con mi glande y mimé su miembro con experticia.
–¡Ahí! ¡Justo así, Tae!
No soportó mucho tiempo. A los minutos lo tenía completamente deshecho, flácido y gimoteante, con su entrada estrechándose más y envolviendo demasiado bien mi miembro. ¡El paraíso!
Me enterré cada vez más en él, aumentando el ritmo, consiguiendo que su culo entonara un repetitivo sonido exquisito al encontrarse con mi entrepierna. Mis embistes empezaban a ser errantes al sentirme abrumado por el inminente orgasmo. Es que la forma en que me hundía salvajemente contra el pliegue de Jimin era obscena, morbosa y estimulante. Ver mi longitud saliendo y entrando del infierno mismo, apretada por su canal como si no existiera un mínimo milímetro que pudiera brindarme alivio, junto a su dulce carita adormecida y sonrojada de placer, me destruía entero.
Aguanté, pero terminé rindiéndole homenaje a la perfección de mi pequeño esposo entre sacudidas, con mi corrida rellenando ese diminuto orificio hasta escurrirse por los bordes. Desapareció todo rastro de cordura de mi ser, dejando mi mente en un blanco estridente, volviendo mi vista algo borrosa. Mi cuerpo se encontró pesando una tonelada y mis extremidades no pudieron contenerme al volverse de goma.
Abandoné el refugio que me brindaban los músculos anales de Jimin y me tumbé junto a él, buscando su contacto.
Respiré aliviado sobre su cuello, saboreando su aroma a shampoo y leve sudor, pasando una pierna sobre su cintura con menudo esfuerzo para atraerlo más. Si tenía que hacer algún otro movimiento, iba a desfallecer. Así de buena había estado la cosa.
–Creo que me siento... –Minnie buscó las palabras, con cierto tonito amodorrado.
–¿Destruido en segundos?
–Algo parecido –se carcajeó sin ganas, enredando su manita izquierda sobre la mía y perfilando el borde de mi anillo de compromiso. El suyo resplandecía con un pequeño diamante en el centro, haciendo sus manos mucho más bonitas y delicadas de lo que ya eran. El contraste entre el tamaño y nuestros colores de piel tan diferentes, era una de las cosas más preciosas de ver.
–Te amo, Jimin, a un nivel fuera de este mundo –le solté de golpe. –No tengo idea de qué hubiera sido de mí sin ti. Le diste sentido a muchas cosas en mi vida y llegaste para salvarme cuando ni yo mismo quería ser salvado.
Sus deditos temblaron apenas sobre mi piel, interrumpiendo las caricias. Intentó girarse para verme, pero se lo impedí. No quería que me hallara todo blandengue y lagrimeando por el sentimentalismo post-coito, así que preferí que nos quedáramos así.
–También te amo muchísimo, Tae –se llevó nuestras manos directo a su pecho y entreabrió mi palma sobre su corazón. –Siente cómo late. Es apacible. Tú me das tranquilidad y seguridad. Me siento en paz sólo de tenerte. Me conectas a tierra. Me haces feliz con pequeñas cosas. Hasta con esos comentarios que te cargas.
Nuestras risas aligeraron el ambiente, que no tardó en regresar a una cómoda calma. La luz era más intensa por la hora y juro que no tenía ánimos para separarme de él. Me saltaría el trabajo con gusto con tal de quedarme a su lado por el resto de la mañana.
–Espero que pronto empiece a latir algo más –mimé el borde de su oreja con la nariz.
–¡No seas cochino! –estrujó mi mano con molestia. Sabía que se lo tomaría en el mal sentido, así que me limité a descender nuestras manos entrelazadas hasta su vientre, donde deposité mis caricias.
–Y tú no seas malpensado, mi amor –sonreí, viendo por el rabillo del ojo cómo un rubor abochornado teñía sus mejillitas llenas de pecas. –Espero que esta pancita pronto empiece a crecer porque te estoy dando mucho amor. Demasiado. Así que no me sorprendería si viene por partida doble... o triple...
–¿Y qué haría yo en ese caso, con dos bebés llorando a la vez? ¿Cómo los alimentaré al mismo tiempo?
–Ya sabes que papi Tae ayudará.
–¿El mismo papi Tae que no puede levantarse en las mañanas? –gruñó. Le mordí la oreja para que dejara de decir tonterías y me lanzó un codazo entre las costillas.
Me reí porque era simplemente adorable. Todo lo que viniera de Jiminnie lo era.
Capítulo de relleno con frutifantástico Vmin porque quiero, porque puedo y porque extraño el Vmin en mis historias. Fin.
Hace como 2 semanas no actualizo jajaja. Que feo de mi parte. Como bonus track por mi desatención, les spoileo gratis que el próximo capítulo ya será narrado por Jungkook y se vendrán los problemas. Mi crueldad no sabe de límites 😉
Espero que anden bien, como siempre les deseo días bellos y hermosos y que se mantengan saludables, mis cositas preciosas 😘😘
-Neremet-
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