La celebración
Taehyung
–¿Hace falta que muestres tanta piel? –me refunfuñó Minnie, con los labios abultados en una clara mueca de enojo. Abotonó dos de los botones superiores de mi camisa, turnándose para observarme con una mirada retadora. Precioso. –Parece que quieres hacer enojar a tus padres tras apenas llegar.
Estábamos de pie ambos, al lado de Jungkook y junto a la puerta de la casa que me vio transitar mis duros períodos oscuros de adolescencia. La misma donde casi me disparo con el arma de mi padre en la sien, donde Jiminnie y yo hicimos el amor por primera vez sobre el sofá del living, donde mi padre me desmereció y mi madre lo apoyó. Ahora estaba regresando para festejar el pomposo cumpleaños del hombre que se hacía llamar mi padre.
–No pongas esa cara agria –criticó mi enano bonito, pellizcándome en la tripita mientras tocaba el timbre. Jungkook se reía de nosotros, agarrado de la cinturita de Jimin.
–Anda, apuesto a que no será tan malo –lo secundó el desgraciado. –Tu padre se la pasará de aquí para allá entre invitados de la alta alcurnia y nosotros podremos toquetear a Mimi bajo la mesa. Después podríamos pegarnos una escapada y hacerlo en algún sitio oscuro, así le ponemos un poco de adrenalina a la noche.
–¿Cómo? ¿Cuándo estuve yo de acuerdo con eso? –el enano se sacudió el brazo de Jeon de encima y se puso los puñitos sobre las caderas, enfatizando su tono cargado de molestia. –No sé si ya olvidaste que sigues castigado sin sexo por una semana, Kook.
–Pero yo pensé que...
Afortunadamente para mí, ese castigo había quedado sin efecto. Para eso me encargué de mimar lo mejor que pude el delicioso miembro de mi esposo hace unos días. Por lo visto, quienes son buenos tragando tienen beneficios. No podía decir lo mismo de Kooks, mi compadre, ya que él no había tenido tiempo de hincar las rodillas por estar de guardia las últimas noches.
Antes de que Jungkook tuviera algo más que decir en su defensa, la puerta de la entrada de casa fue abierta para nosotros. Del interior, surgió la flamante figura de mi madre, con una sonrisa de esas sociales que extendía para las visitas y una copa de champagne en la mano.
Retocándose las ondas de su cabello rubio ceniza y alisándose el vestido luego de las correspondientes reverencias, nos dejó a pasar.
–Le agradezco que nos haya invitado, señora Kim –le sonrió Jimin a mi madre, siendo demasiado dulce. –Ha pasado tiempo desde la última reunión familiar.
–Oh, Jiminnie. Sabes que puedes decirme Hana, sin formalidades –respondió mamá, encantada con Jimin, tal como el resto de mi familia. Consideraban que casarme con él fue una de las pocas cosas que pude hacer bien en mi vida. –Es por eso que quisimos invitarlos a compartir una velada con nosotros, para que pudiéramos estar todos juntos. Pasen, por favor. Los escoltaré al patio, que es donde están los demás.
Rodé los ojos con cierto desagrado no disimulado y los tres acompañamos a Hana –debería dejar de llamarla mamá, por cierto–. Ella le dio un poco de charla a Jungkook en el trayecto, preguntándole cómo estaban las cosas en el hospital y en nuestro hogar. Al conocerla a la perfección, deduzco que lo que más le interesaba era lo que cualquier padre se muere por saber: si hay un bebé en camino para perpetrar el apellido.
La incomodidad que nos invadía ante sus preguntas demasiado directas y que nos picaban como si fueran sarna en el culo, pronto acabaron. Llegamos al enorme patio contiguo a la casa.
Hana se despidió con "cortesía" y fue a saludar a un matrimonio amigo que parecía estar discutiendo algo importante. Así de oportuna era ella, con tal de esquivar las miradas de odio que yo le destilaba.
–Bueno, busquemos a tu padre, que quiero darle su regalo –ordenó mi esposito, alegre y entusiasmado con el desparramo estrafalario de pomposidad que había a nuestro alrededor.
Tenía que admitir que se lucieron con el asunto de la decoración. La mansión de mis padres estaba a las afueras de la ciudad y era de las pocas en un barrio privado que contaban con jardines traseros increíblemente cuidados, con árboles de procedencia extranjera traídos exclusivamente para agregarle valor al precio de los terrenos, de por sí elevados.
La empresa que contrataron se encargó de embellecer el área con un gran pergolado central bajo el cual se ubicaban las mesas y las sillas para la celebración. A un lado, se había dispuesto una cómoda pista de baile sobre un suelo improvisado de madera, con un dj y su equipo encargándose de la música de ambientación. El área era iluminada desde arriba por una hilera de foquitos que brillaban tenuemente, dándole un aspecto más íntimo y familiar, a pesar de que alrededor nuestro se paseaban al menos ciento cincuenta personas elegantemente vestidas para la ocasión.
–Tae, vamos –volvió a llamarme Jimin, tomándome del brazo y arrastrándome en dirección al punto donde se congregaba una pequeña multitud. No había que pensar mucho para suponer que allí estaría mi padre, siendo agasajado.
Mi enano consiguió hacerse un poco de espacio alrededor de tantos personajes, correspondiendo con fríos asentimientos de cabeza a las personas que me reconocían como el hijo del cumpleañero. No sé por qué se molestaba en ser amable con ellos, cuando ni siquiera yo lo era.
Finalmente, llegamos al núcleo más cercano, al anillo de personas más próximos a Jaechung.
Mi estómago pesó y la decepción se instaló en mí de nuevo. ¡Qué sorpresa!
Jaechung sonreía alegre al hablar con colegas de la oficina, entretanto sostenía una copa de champagne en una mano y tenía la otra sobre un hombro de Seokjin, en un gesto de orgullo. El mayor anhelo que un hijo de la familia Kim podía tener, era esa mano sobre su hombro, porque significaba que eras aprobado por el patriarca.
Me quedé de pie a un costado, observando cómo Jiminnie invadía la proximidad de los cinco hombres que estaban allí discutiendo acerca del proyecto personal de uno de ellos. Mi esposo llamó a mi padre, que se asombró al verlo y esbozó una sonrisa cálida para él.
Maldito Kim Jaechung.
Durante años se pronunció en contra de la homosexualidad, asegurando que, si alguno de sus hijos le salía desviado, se encargaría de castigarlo duramente hasta que entendiera que las pollas estaban hechas para las vaginas.
Miren nada más esa cara de hijo de puta, sonriéndole a mi esposo como si no le tuviera asco, agarrando la bolsa Channel porque le interesaba tanto lo material, que quería saber qué había dentro.
¿Por qué se mostraba tan agradable con Jimin a pesar de conocer su orientación? Sencilla ecuación. Los Park eran la familia más acaudalada de Seúl, con una de las empresas líderes en diferentes rubros, tales como alimentos, cosmética, electrónica y limpieza del hogar. Su único heredero era el enanín del cual yo estaba terminantemente enamorado. Jaechung vio la oportunidad en eso y aprobó mi relación con Minnie sólo por los beneficios que podría traerme. Todo un hombre codicioso.
Por suerte, yo no tenía la misma sangre que ese hombre. No tenía idea de quién era mi esposo antes de vincularme con él y ciertamente, tampoco me importaba. Estaba embelesado por Minnie por ser quién era, con ese carácter infantil y meloso, esos preciosos ojitos rasgados, la diminuta boquita rellenita, su pielcita tersa y suavecita. Amaba sus pucheros y sus arranques de enojo, su necesidad de mí, sus suspiros a la hora del placer. Ay, pobre de mí. Si él me pedía que subiera a la punta de la Torre Eiffel y me tirara desde allí, yo lo haría, por el simple honor de complacerlo.
–Relaja el culo y aguanta una hora más, Taehyung –me susurró Jungkook al oído, empujándome con el hombro para llamar mi atención. –Estás rígido como la tanga que vi que trae Minnie bajo los pantalones.
Mierda. Qué buen dato para distraer la mente de uno.
–¿De qué color es? –inquirí, a baja voz. Como si apretara un botón, la sola imagen mental de las prominentes nalgas del enano enfundadas en una tanguita me hicieron relinchar de deseo.
–A juego con su camisa, de encaje.
Oh, jodido demonio que lleva mi apellido.
Jimin tenía una puta camisa roja. Roja como la pasión que comenzaba a calentarme el miembro.
–Creo que daremos inicio con el plan embarazar al enano antes de lo acordado –le sonreí a Kook, lanzando una mirada discreta en dirección a la retaguardia de mi esposo, que resaltaba por culpa de ese ceñido pantalón negro.
–Concuerd...
–Buenas noches, caballeros. ¿Cómo están?
Grandioso. De puta madre.
Una interrupción.
Miré a un costado, en mi afán por poner los ojos en blanco sin ser visto. Tras mi impulso, volví la cabeza al lugar, mirando al individuo frente a Kooks y yo con absoluto desprecio.
Mi hermano, Kim Seokjin, nos observaba con una sonrisita altanera surcando sus gruesos labios. Vestía un caro conjunto de traje y pantalones negros junto a una camisa crema y traía su brillante cabello azabache sin un solo pelo fuera de lugar. Y a mí con suerte Jimin pudo atarme con una cola de caballo el manojo de pelambres que tenía por cabellera.
–Buenas noches, Seokjin. Todo de maravilla. ¿Qué hay de ti? –a mi lado, Jungkook le tendió la mano a mi hermano, como queriendo saludarlo con un apretón de manos. Que claramente ignoró.
–Pues, las cosas no podrían ir mejor en el ambiente de la hotelería –se encogió de hombros, sin más. –Mi esposa y yo hemos estado hablando acerca de ir más lejos y pensamos que quizás sería una buena idea expandir la cadena de hoteles Kim internacionalmente. Es una apuesta fuerte, pero quién sabe, ¿verdad?
–Ya lo creo –resoplé, cruzando mis brazos a la altura de mi pecho. –No tengo dudas de que lo harás bien, hermanito.
Olvidé mencionar que el regalo de mi padre a Seokjin tras terminar una brillante carrera de administración de empresas, hotelería y turismo fue un puñetero hotel en Seúl. Ahí donde todos los turistas se congregan buscando alojamiento, Seokjin tenía un hotel de cinco estrellas a todo culo, y con las tarifas más baratas de la competencia.
¿Qué obtuve yo de regalo por continuar el legado familiar de hombres abogados? El puesto básico de aprendiz en Kim & Cía, donde tuve que ir escalando puestos. Creo que las diferencias de sangre eran bastante claras en estos momentos.
–Jeon Jungkook, nuestro cirujano prestigioso de Seúl –y ahí venía el candidato a padre del siglo, trayendo a mi Jiminnie, que tenía a Jaechung agarrado del brazo. Llegó justo para interrumpir la charla de porquería que estábamos teniendo con Seokjin.
Como siempre, ignoró mi presencia. Ya ni me importaba. Al fin y al cabo, así había sido siempre.
–Sé que no eres un fanático de tu padre, pero ¿puedes fingir que te importa? –me pidió Minnie, echándome la misma mirada que cuando estaba arreglando mi camisa en la puerta. Nos pusimos a un costado, dejando que tanto Jungkook como Jaechung y Seokjin entablaran una charla acerca de chequeos médicos y enfermedades de la edad. –Es su cumpleaños. Déjalo estar por hoy, nada más. Mañana ya puedes volver a despreciarlo si quieres.
–Perdóname por sentirme una basura cada vez que lo veo, Jimin.
Se encogió horrorizado cuando dije su nombre, sin apodos cariñosos y con una mirada venenosa. Él no estaba acostumbrado a que lo tratásemos así.
–Tae –se quejó, haciendo un puchero inconsciente.
–Estaré encerrado en mi antigua habitación –lo corté, tomando una copa de champagne de la bandeja de un camarero que pasaba. –Pueden buscarme cuando esta mierda termine.
Mi esposo intentó detenerme, más me sacudí su brazo de encima.
Ni siquiera sé por qué acepté venir en primer lugar. Quizás en el fondo esperaba que las cosas fueran diferentes desde que mi padre me nombró director ejecutivo. Algo de reconocimiento por mi esfuerzo, un saludo, tal vez el apretón del hombro. No lo sé.
La cuestión era que, si pensaba que las cosas habían cambiado, estaba muy equivocado. La distinción entre Seokjin y yo seguía tan latente como siempre. La rivalidad entre nosotros por captar a Jaechung era tan incómoda.
Me quité la bandita que mantenía mi cabello restringido, sacudiéndolo para que mi melena pudiera tomar forma libremente. Pasé la mano por mi frente, tirando algunos mechones hacia atrás mientras avanzaba por los pasillos de la planta alta, con rumbo a la que supo ser mi habitación. Esperaba que mis cosas siguieran donde las había dejado y que nadie haya tocado nada. Sería el colmo que reemplazaran mi cuarto por alguna clase de cuarto de limpieza o nuevo gimnasio.
Desde aquí, el murmullo de las conversaciones y la música se distorsionaba bastante. Podría pegar una siesta en cuanto me acostara en la cama, para pasar mejor el tiempo. Confiaba en que Jungkook y Jimin vinieran a por mí antes de irse.
Al llegar a la puerta que estaba buscando, vislumbré mi clásico letrero de "Keep off", el que colgué en una clara muestra de rebeldía apenas nos mudamos desde Daegu.
Abrí y prendí la luz, encontrándome con todo en su debido sitio. Cama junto a la ventana, televisor enfrente, escritorio desordenado, posters desvaídos de bandas de rock y metal. Incluso seguía anclada a una de las paredes la máscara original del cantante de Slipknot, la cual compré en una subasta online por internet.
Regulé la iluminación de la lámpara sobre mi mesita de noche, dejé la copa que antes tenía champagne y ahora estaba vacía y apagué la otra luz. Me di cuenta de que la cama estaba bien hecha, sin polvo sobre ella, sinónimo de que cambiaban las sábanas a menudo. Me acosté, sin esperar mucho.
Justo cuando encontré una posición cómoda para cerrar los ojos, alguien osó perturbar la quietud abriendo la puerta para entrar y cerrándola tras de sí con llave.
–No puedo creer que estés armando este berrinche, Kim Taehyung –maldita sea. Jimin venía al ataque. –Después el berrinchudo soy yo.
–Mi amoooor –estiré la última palabra a modo de queja, girándome para plantarle cara a mi hermoso esposo. –No quiero pelear.
–Pues me parece perfecto. Vine porque me sacaste tanto de quicio, que ahora quiero follar.
Ok, esto es nuevo.
Me senté contra el respaldo acolchado, abriendo los ojos como platos. Minnie se aproximó a mí con una mirada felina y se sentó a horcajadas sobre mis piernas, abriendo su camisa.
–Pensé que venías a retarme por escapar.
–Oh, cariño, no creas que te librarás de ir a saludar a tu padre. Incluso conseguí robarle el discurso del brindis a Seokjin para que lo des tú –dijo con voz espesa, removiéndose de adelante hacia atrás sobre mi entrepierna. –Me encargaré de quitarte la cara de estreñimiento que tenías para que pongas una linda sonrisa de "recién me montaron" mientras le robas el privilegio a tu hermano. Dirás unas palabras para que tu padre esté contento durante el postre, luego nos vamos y todos felices.
–Lo tienes controlado –gruñí al engrosarme por el vaivén de sus caderas contra las mías a través de la ropa. El enano sabía dónde presionar para obtener algo a cambio. Se lo estaba por dar con creces si me trataba con tanto amor.
–Como no tienes idea, Tae –gimoteó contra mi oído, incrementando el roce, llevándolo a un punto más necesitado. –Quiero montarte. Quiero que me jodas duro con la misma cara que pusiste antes de venir para acá. Me calentó tanto.
–Ah, ¿te gusta joder cuando estoy enojado?
–Mucho –fue besando el filo de mi mandíbula hasta subir a mis labios, donde saqueó mi boca en un beso necesitado, introduciendo su lengua en búsqueda de compañía.
–Pues a mí me gustaría ver esa tanguita roja que te cargas aquí abajo –contesté, rompiendo el beso. Metí la mano entre sus pantalones y masajeé su par de nalgas suaves, febriles bajo mi tacto. Me encontré con el encaje, pasando entre medio de ellas y juro que ya podía imaginarme corriéndome contra ese pequeño pedazo de tela. –Parece que las mucamas tendrán que cambiar las sábanas mañana –bromee, excitado con la idea de empalar profundo y brusco a mi esposo.
–Y tú tendrás que pensar en un discurso que dar mientras me dejas saltar sobre ti.
Espero no llegar tarde para desearles un feliz San Valentín, bellezas! Les amo mucho y ustedes son mis mayores -y únicos- amores 💕
Por cierto, quiero aprovechar para hacer una aclaración. El Seokjin enfermero que se nombra en el capítulo "Del niño malcriado a la consulta caliente", fue cambiado a Taemin. Error mío el olvidarme que Seokjin estaba emparentado con Taehyung. Pff tonta yo.
Espero que hayan tenido un día bonito, chiquis. Perdón por andar bastante desaparecida, nuevamente. Les deseo una hermosa semana y les mando muchos besotes. Cuídense 😘😘
-Neremet-
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top