EXTRA 1: Familia Completa
Jimin
6 años después
Pasó mucho tiempo desde la última vez que me había dado un respiro para admirar la belleza de todo cuanto conseguimos Tae, Kook y yo.
Desde nuestros primeros trabajos, nuestra primera paga, nuestra casa, pasando por nuestras luchas internas, algunas discusiones, besos, mimos y muchísimo amor. Pero lo que más nos llenaba de orgullo, sin dudarlo, eran los dos pequeños demonios que se estaban yendo de mano en el living por culpa de un estúpido peluche de Pikachu.
Como si concebir no fuera el único milagro destinado a mí, tuvimos la suerte de descubrir que estaba embarazado de mellizos, que originalmente no lo eran.
La cosa fue que quedé embarazado estando embarazado, lo que en términos científicos sería un embarazo por superfetación. Es decir que, mientras llevaba a la pequeña Mintae en mi vientre con tres semanas, un nuevo óvulo fue fecundado, dándole vida a nuestro Jungmin.
Ambos se desarrollaron dentro de mí con normalidad durante todo el proceso, cada uno dentro de su propio saco amniótico, aunque con una pequeña diferencia de edad. Y fueron prematuros.
Jungmin fue el primero en nacer, apenas cumpliendo los siete meses, tras una cesárea. Mintae llegó minutos más tarde, un poco más desarrollada que su hermano.
Lo más difícil de todo, fue no poder cargarlos apenas vieron el mundo. Dos incubadoras esperaban por ellos, para ayudarles a completar su formación.
Verlos allí dentro, rodeados de cables mientras eran tan diminutos, tan indefensos, no hizo más que llenarme de temores. Día y noche nos aseguramos de estar ahí para ellos. Durante las visitas, tomábamos sus manitas a través de un agujero en la incubadora y lo hacíamos con extremo cuidado, intentando acostumbrarlos a nuestro calor, a nuestra presencia.
Nos costó un montón, pero salieron adelante, como los preciosos guerreros Jeon-Kim que eran.
Cuando finalmente pudimos traerlos a casa, fue cuando pudimos respirar con tranquilidad. No podíamos sentirnos más felices de poder tenerlos con nosotros, disfrutando de la familia que con tanto esmero proyectamos. Fueron una sorpresa muy bienvenida.
Los observé desde la cocina, mientras preparaba el desayuno. Fue así que noté que uno de los mellizos estaba a punto de ponerse a llorar.
Maldito Pikachu de la discordia que no hacía más que enfrentar a mis serafines.
–Mintae, Jungmin, no quiero que peleen –les advertí.
Al ver que no había caso y que un puchero asomaba en los labios rellenos de Jungmin, casi a punto de llorar por no poder acceder al muñeco con el que jugaba Mintae, me puse en modo padre.
Dejé a un lado las frutas que estaba pelando para el desayuno en la cocina con la intención de ir hasta ellos y separarlos antes de que las cosas se salieran de control, pero no fue necesario.
Tanto Jungkook como Taehyung aparecieron con los torsos desnudos y sólo joggings puestos, mostrando músculo puro y duro. Así es como les gustaba pasearse estando en casa durante el verano.
El milagro divino del gimnasio los convertía en hombres aún más apetecibles a mis ojos.
–¿Qué están haciendo ahí, enanos? –intervino Taehyung, tomando a la hermosa Mintae y a su Pikachu en brazos.
Verlos uno al lado del otro era como ver dos gotas de agua.
Taehyung todavía conservaba como un símbolo su cabello largo, salvaje, oscuro y atrevido. Compartía esa característica con Mintae, la adorada niña de sus ojos, cuyo cabello le caía en cascada hasta la mitad de la espaldita. Otro rasgo que heredó de él, fue la profundidad de sus ojos felinos, la arrebatadora sonrisita cuadrada y el carácter explosivo. Incluso sus miradas serias a veces se volvían algo intimidante. Lo poco que sacó de mí, fueron esos cachetes regordetes y la nariz ancha.
–¿Acaso no les enseñamos a compartir? –les recriminó Jungkook, sentándose sobre la alfombra en la que estaban jugando antes, bien próximo al menor de la casa, Jungmin, a quien intentó distraer de su llantina con cosquillas.
Su cantarina risa escandalosa resonó contra las paredes, a un volumen más fuerte que el sonido de la televisión, que transmitía aquel canal infantil.
Y ahí iban otras dos gotas de agua.
Jungmin se asemejaba muchísimo a Jungkook. Incluso era tan dócil y dulce como él.
Llevaba su cabellito cayéndole a la altura de los ojos, tal cual como su padre. Decía que quería ser lo más parecido posible a él, porque lo consideraba su héroe, su "Kookman". Y es que, fuera de llevar el color pardo de mis ojos, el castaño de mi cabello y los labios rellenos, nuestro niño tenía la mirada de Jungkook, su delicada naricita y los incisivos de conejito más preciosos sobre la faz de la Tierra. O bueno, al menos uno de ellos, porque el otro había sido material para el ratón de los dientes la semana pasada.
–Pikachu es mío –se enfurruñó Mintae, escondiendo el rostro en el hombro de Tae y apretando el muñeco contra su cuerpito.
–Les dije que un solo peluche para los dos sería un suicidio.
Me crucé de brazos, regalándole una mirada retadora a los dos hombres que, incómodos, agacharon las cabezas.
–Es que era el único de que quedaba en el supermercado, bebé –se defendió Taehyung, poniendo una cara de lástima que en circunstancias normales habría querido borrarle a besos.
–Bueno, bueno. No importa. Se apuran y van a desayunar, que sinó llegaremos tarde. Cuando terminen, les toca cambiar a los mellizos. Miren que el viaje es largo...
Los Kim celebraban una gran reunión familiar una vez al mes en una de sus casas de campo a las afueras de la ciudad, donde asistían tanto la familia de Jungkook como la mía y, por supuesto, éramos los principales invitados. No quería que fuéramos los últimos en llegar con tal de no dejar a los demás esperando para comer, a pesar de que todos sabían que lidiar con dos niños de la misma edad tendía a ser una locura.
Jaechung, el padre de Tae, cambió muchísimo desde la noticia de mi embarazo. Fue idea suya comenzar a integrar a las tres familias. Deseaba que tuviéramos un vínculo mucho más cercano unos con otros, aunque sospecho que también quería disfrutar de la compañía de los mellizos, a quienes malcriaba cada vez que descuidábamos el ojo.
Supongo que intentaba redimirse por la falta que le hizo a Tae en su adolescencia, compensando ese pesar interior que le embargaba con una personalidad más agradable y atenta hacia mis hijos, a quienes llenaba de regalos y mimaba un montón cada vez que tenía cerca.
De cierta forma, Tae lo entendía y se lo permitía, ya que quería dejar ir aquellos sentimientos negativos que lo hicieron infeliz la mayor parte de su vida, permitiéndole a su padre descargar esa culpa en Jungmin y Mintae. Era una especie de nuevo comienzo, donde la llegada de nuestros niños lo había cargado todo de luz.
El desayuno fue tranquilo, sin nada de riñas ni gritos, gracias a que Jungkook sobornó a Jungmin para que no llorara con un Snicker entregado en secreto cuando Mintae no estaba mirando.
A este paso, el ratón de los dientes no tendría más dientes que buscar por culpa de las caries.
–Deja de recompensar el mal comportamiento de Jungmin con golosinas –le advertí a mi esposo mientras levantábamos la mesa. Taehyung, mientras, había llevado a los dos terribles a cambiarse a su habitación.
–Anda, Minnie, no es para tanto. No te pongas así.
Él sabía que me estresaba el hecho de criar bien a nuestros hijos.
Por más que nunca les faltó nada, tampoco quería que se convirtieran en niños maleducados o malcriados. Calmar los berrinches con recompensas era lo peor que podíamos hacer, ya que los acostumbraríamos a conseguir algo por sus malos comportamientos.
–Quiero que ellos se críen bien, eso es todo –suspiré, sintiendo sus manos anclándose a mi cintura para atraerme contra su cuerpo en un férreo abrazo por detrás.
–Son niños, Minnie. No tienes que ser tan estricto –susurró él contra mi oreja, para luego bajar su boca a lo largo de mi cuello dejando diminutos besos.
–Lo sé.
Ladeé la cabeza y cerré los ojos, permitiéndole un mayor acceso. Se sentía tan bien. Anclé mis dedos a la mesada de la cocina, con mis pies volviéndose de goma.
Ahora que lo pensaba, ¿cuándo fue la última vez que tuvimos sexo?
Luego de la llegada del dúo, apenas hubo tiempo para disfrutar solos, los tres. Nuestros encuentros sexuales eran contados, pero seguían igual de ardientes.
Desgraciadamente, las prioridades cambiaron y el mundo se centraba en dos pequeñines. Girábamos alrededor de su bienestar y en brindarles la atención que requerían. Eso sin contar con que, entre el trabajo, los horarios de las clases de pintura de Mintae y los de fútbol de Jungmin, los deberes que traían de la escuela y las tareas del hogar, no quedábamos con muchos ánimos para nada.
–¿Has pensado en lo que hablamos la otra noche?
Lo sentí morder el lóbulo de mi oreja, con su aliento acariciando cada terminación nerviosa de mi cuerpo hasta hacerme estremecer.
¿Por qué era tan débil ante el toque de mis esposos? Tenían la facilidad de prenderme con tan sólo tocarme, y a veces era inconveniente.
–¿Están seguros de querer otro bebé? –me reí.
Tae y Kook me abordaron hace un par de noches con ese tema.
A pesar de que mis embarazos fueron riesgosos durante los primeros tres meses, el doctor Kim me había asegurado que, con ciertos cuidados, tendría oportunidades de volver a tener más hijos si así lo deseaba. Claro que también estaba la cuestión de que había registro de embarazos múltiples en mi familia y podría repetirse lo sucedido con los mellizos.
Era un factor a tener en cuenta.
Si era sincero, la idea no me disgustaba en lo absoluto. Aunque, me dejaba intranquilo tener que destinar al menos tres meses en cama, siendo que yo era quién más cuidaba de la casa y nuestros bebés.
–Podemos tener más si así lo quieren –concluí.
Sus manos levantaron mi remera y se deslizaron por mi abdomen, acariciándolo a la altura justa donde era capaz de generar vida.
–Dejaste de cuidarte con pastillas y la semana que viene ovulas de nuevo.
Me tentó.
Pensar en volver a ser jodido por estos dos hombres comenzaba a hervir mis entrañas. Los necesitaba tanto...
Deslizó su lengua a través de mi cuello hasta el inicio de mis hombros. Era un buen jugador, debía admitirlo.
–¿Quién se encargará de las labores en casa y del dúo dinamita cuando no pueda esforzarme demasiado, eh? –me giré en mi lugar, desafiándole.
–Tae y yo nos hemos encargado muchas veces, ¿recuerdas?
–¿Qué pasará con tus horarios en el hospital? ¿Y si tienes que salir corriendo para salvarle la vida a alguien y Tae está ocupado? ¿Qué pasará con los niños?
–Lo solucionaremos, ¿sí? –me miró, con ilusión contenida. Acarició mi rostro y sonrió. –Encontraremos la forma. Siempre lo hicimos.
Me daba cuenta de que lo deseaban. Querían más bebés.
Y yo me sentía ridículamente contento por querer complacerlos y por ansiar amamantar bebés de nuevo, con el precio que todo el proceso implicaba.
–¡Diu! ¡Papi Minnie y papi Kookie están haciendo cosas de grandes!
Aparté a Jugkook de un empujón en cuanto Jungmin apareció en mi rango de visión. El calor no tardó en apoderarse de mi cara al ser descubiertos por nuestro hijo.
–¿Viste? Qué malos son tus papis, Jungminnie. Hacen bebés sin invitarme –se escuchó la queja de mi otro esposo, que entraba a la cocina trayendo de la mano a Mintae.
–¡Taehyung!
Este hombre que se iba de la lengua y soltaba esas cosas así como así. Debía tener más cuidado en presencia de los niños.
–¿Bebés? –Mintae se mostró curiosa, agrandando los ojos y tapándose la boca con los deditos. –¿Están haciendo hermanitos?
–¡No quiero hermanitos! –estalló Jungmin, empezando a hipar.
Negué con la cabeza a Taehyung, aproximándome a ellos antes de que la calma perdiera su rumbo. Al pasar cerca de mi esposo, le pellizqué un pezón a través de la tela de la camisa recién puesta, por hablar tonterías. Él se rio, divertido.
–Cariño, no pasa nada –me puse a la altura de Jungmin y le palmeé la espalda mientras lo atraía contra mi costado, intentando hacerlo sentir seguro. Extendí la mano y atraje a Mintae contra mi otro costado. –¿De verdad no les gustaría tener otro hermanito o hermanita? ¿Alguien con quien jugar?
–¿Para jugar a la pelota? –pestañeó Jungmin, más interesado.
–¡A las muñecas! –palmeó Mintae. –Tomaríamos el té con la señorita Dina y Fefe –se refirió a sus muñecos favoritos.
–Así es. Jugaría con ustedes a lo que quieran. ¿No les gustaría?
–¡Sí! –gritaron al mismo tiempo, emocionados.
Les acaricié el cabello a ambos, sintiendo mariposas en la panza.
Eran preciosos. Y crecían tan rápido que temía no disfrutarlos lo suficiente antes de que maduraran.
–Supongo que eso de recién significa lo que creo que significa –susurró Tae de manera gutural contra mi oído, cuando Jungkook se encargó de guiar a los mellizos al cuarto familiar en busca de los juguetes que llevarían para el viaje. Me guiñó un ojo al pasar, a sabiendas de que me dejaba con un depredador.
–¿Qué te parece que significa? –lo enfrenté, tomando distancia, haciendo acopio de una de mis sonrisas provocadoras.
–Hacerte el amor todo el tiempo. Llenarte con cada una de mis descargas de placer. Escuchar esos gemidos tuyos tan ricos, que hacen que se me pare la polla de solo pensarlo –habló calmadamente, poniéndose las manos en el bolsillo de sus nuevos pantalones de mezclilla. Casi parecía como que estuviera hablando sobre el clima y no sobre cosas sexuales.
Su mirada espesa, llena de picardía, prometía muchas cosas. Me moría por probar cada una de ellas hasta el punto de encenderme y carbonizarme entero.
Deslicé los ojos a su entrepierna y ahí estaba su bulto, remarcándose justo en el centro.
Me relamí los labios, sintiendo la humedad de la saliva agolpándose en mi boca.
Acercándome lo suficiente como para sentir su aliento pesado hirviéndome la piel del rostro, le acaricié sutilmente el miembro a través de la tela, ganándome un gruñido caliente.
–Espero sea una jodida promesa. Y quiero doble penetración esta vez, sin quejas.
Fue lo último que le dije antes de abandonar la cocina, meneando las caderas. Sabía que el baboso estaría mirándome el culo.
Holis mis bellezas! ¿Qué tal les pareció el capítulo? ¿Se esperaban esta sorpresa de dos bebés?
Admito que me dio una sobredosis de azúcar al escribirlo. Tenía que recompensar a Tae y a Kook por el esfuerzo así que fue justo que aparecieran Jungmin y Mintae, que son preciosos, como habrán visto en la imagen del principio.
Ya sólo falta el último extra, al que le pondré empeño porque es salseo de concepción y ya se dará por cerrada esta etapa de la historia. Quedará empezar a trabajar en los orígenes de este trío (que por cierto me hace mucha ilusión 😍).
Espero haberles alegrado el inicio de semana con esto y más espero que anden muy bien, porque les quiero un montón. Siempre ansío lo mejor para ustedes 😘💕
-Neremet-
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