Engaño y robo
Taehyung
Sentía el viento arremolinándose a mi alrededor cuando aceleré todavía más la motocicleta. El aire frío atravesaba le tela de mis vaqueros, congelándome hasta el alma. Agradecía haberme puesto los guantes junto a la cazadora de cuero, así por lo menos conseguiría mantener mi torso y los dedos resguardados.
Para cualquiera sería una completa mierda, pero yo adoraba la sensación de la velocidad y todo lo que venía con ello. Incluidas las bolas congeladas y las extremidades agarrotadas.
Desde que apoyé el culo en mi primera motocicleta a los diecisiete, nadie me pudo quitar el vicio. Era una delicia correr con tremendo bebé.
El tráfico sobre la autopista no era mucho. Pude deslizarme con facilidad entre los demás vehículos para llegar cuanto antes al departamento. Me hervía en las venas la curiosidad por saber qué dirían los resultados dentro del sobre que me dio Jungkook.
Tardé unos minutos encontrando un sitio para aparcar y, tras apenas ingresar al edificio, recibí una llamada de Jaechung.
–¿Se te ofrece algo? –le respondí, apretando justo el botón para llamar el elevador.
–Hola, Taehyung, con tu madre nos enteramos esta mañana del revuelo que hubo en el hospital donde trabaja Jungkook. ¿Están todos bien? ¿Él se encuentra bien?
Como siempre, ahí estaba el hombre que se preocupaba más por los integrantes de mi familia que por su propio hijo. Sus preferencias eran claras.
–Vienes a fingir que de verdad te importa.
–Me importa, hijo. Cualquier cosa que les pase me importa porque son todos de la familia. Si necesitan algo, cualquier cosa...
–Para eso me tienen a mí –contesté con brusquedad. –¿O crees que no tengo lo necesario para proveer a los míos? –gruñí, aprendo los dientes y adentrándome en el ascensor cuando las puertas se abrieron.
–¿Por qué reaccionas como loco, Taehyung? Desde la fiesta no he recibido ningún tipo de disculpa de tu parte por el desplante que hiciste. Tuve que dar explicaciones que no me correspondían, y ahora que vengo a hablar contigo por si hay algún problema, para ayudarles, te comportas como todo un inmaduro. No sé qué te sucede últimamente, pero tendrías que tratar esos arranques.
Puse los ojos en blanco.
Él me mantenía engañado en la mentira de su familia perfecta y yo era el inmaduro. Yo tenía los arranques porque no tenía otra cosa que hacer que romperle las pelotas con mis dramas.
Claro.
¿Tanto le costaba decirme desde el principio que en realidad yo no era parte de su linaje puro y que por eso me había lanzado palos a la espalda durante mi vida, con tal de que tropiece millones de veces y me rindiera a ser un inútil por siempre?
Había que ser hipócrita.
–Me hablas de madurar cuando me escondiste toda tu vida que soy adoptado.
–Taehyung, no sé de dónde sacas esas cosas. ¿Te has vuelto completamente desquiciado? –replicó.
–¿Por qué no me dices la verdad y dejas de hacerte el estúpido?
–Por Dios santo, ¿escuchas lo que estás diciendo? No sé qué sucede contigo. Si fue por lo que dijiste durante la fiesta, eso de que te drogabas, y esas cosas te están volviendo paranoico... Se me hace imposible entender que alguien como tú, tan inteligente, consuma idioteces. Te están afectando y es preocupante.
–Cuando el vacío es grande, uno busca llenarlo –suspiré.
¿De qué me valía intentar explicar el dolor que sentía? Se notaba que él no podría entenderlo ni haría el esfuerzo por ponerse en mis zapatos.
Teniendo un imperio a sus pies y una reputación brillante, Jaechung no podría imaginarse lo que era criarse sin padres que velaran por ti. Siquiera que se dedicaran un momento a escucharme y no a dejarme solo con un psicólogo esperando que él resolviera sus falencias.
La falta de amor de su parte la había sentido crudamente. Y el que beneficiaran siempre a Seokjin, lo halagaran por cualquier nimiedad que hiciera, me sacaba de quicio.
–Sé que tal vez no he hecho un buen trabajo como padre acompañándote durante tu crianza, pero hijo...
–No vuelvas a decirme así –le espeté, con demasiada bronca bullendo en mi interior. –No soy tu hijo. No soy el jodido Kim Seokjin, el niño con medalla de oro que lo hace todo a la perfección y es brillante. Yo no soy así. ¿Por eso me castigas?
–Taehyung...
Finalicé la llamada. No tenía ánimos como para escucharlo escudarse.
Apagué el celular también, por si volvía a querer contactarme.
Las puertas del ascensor se abrieron de nuevo, esta vez en el piso correcto y salí. Atravesé el pasillo hasta llegar a la puerta del apartamento.
No me atreví a entrar. Al menos, no así como estaba, con los nervios de punta, las manos temblorosas y la respiración agitada.
Jaechung sí que sabía hacerme rabiar.
Cegado por la ira, alcé el sobre y no me aguanté. Lo abrí ahí mismo, con desesperación.
Comencé a pasar las hojas que mostraban un par de terminologías que no entendía hasta la parte que resumía todo, con los porcentajes.
Los ojos se me abrieron como platos por la sorpresa al leer los valores y me tambaleé. Mi hombro chocó directo contra el filo de la pared del pasillo. Las lágrimas no tardaron en empañar mi vista, como deseando difuminar los números que señalaban la clara verdad.
Me agarré el pecho con la mano cuando el dolor entró a quemarme desde dentro. El aire me faltaba y la cabeza se me quedó en blanco después de entender.
Rompí las hojas de mierda a la mitad y las arrojé a un costado. No podía ser cierto.
No podía ser malditamente cierto.
No.
Cargando con la angustia a cuestas, saqué la copia de las llaves del departamento que conservaba. Luché contra el temblor de mis manos para poder ponerla en la cerradura, hasta que finalmente lo logré y pude girar la perilla.
Estaba oscuro cuando entré, así que encendí las luces mientras miraba a mi alrededor, buscando.
–Carajo –se me escapó en un hilo de voz, tomando consciencia de lo que había a mi alrededor. –Jodida porquería. ¡Qué hijo de puta!
Qué manera de cambiarme el humor. Era como una montaña rusa.
Fui corriendo hasta los dormitorios, buscándolo. Sus pertenencias habían desaparecido.
Entré al sanitario. Nada tampoco.
Justamente, a mi alrededor todo estaba vacío.
Los muebles, los electrodomésticos, las cosas con las que estaba equipado el departamento, ya no estaban.
Y por supuesto, el responsable de todo aquello, brillaba por su ausencia.
Saqué el celular del bolsillo de mi pantalón, encendiéndolo de nuevo. Agarrándome la cabeza, pulsé sobre el contacto de Jungkook para llamarlo.
Mierda. Mierda. Y más mierda.
Me habían cagado.
–¿Tae? –respondió Jungkook del otro lado. Su tono decía que no se esperaba que lo llamara.
–Kook, ha pasado algo en... el departamento –¿esa era mi voz? Sonaba como si me estuviera ahogando o una cosa así. Bueno, supongo que era más o menos lo que estaba pasando.
–¿Qué? Tae, ¿estás bien? ¿Tu padre está bien?
–Supongo que ahora mejor que antes –me reí secamente, con demasiados sentimientos encontrados. –Kook, el tipo no era mi padre. Me engañó y nos desvalijó el departamento.
–No te lo puedo creer.
–Ni yo, hermano. ¿Cómo pude ser tan estúpido como para no sospechar?
Ahora tenía mucho sentido la primera regla que te enseñan de niño: no confíes en desconocidos.
–Cuelga ahora mismo y llama a la policía –me ordenó.
***
De vuelta en casa, luego de que tuve que ir a la estación de policía a denunciar el delito y un par de mierdas más, me empecé a sentir como un verdadero estúpido.
Yo, que tan inteligente me consideraba...
Esto no hacía más que probarme lo ingenuo que era, maleable a la voluntad de otros. Un hombre cualquiera pudo hacerme creer que era mi padre, aprovechándose de mi situación emocional, del montón de basura que sufrí y yo le creí, empecinado como estaba de encontrar una verdadera familia a la cual pertenecer.
Es que el tipo se mostró genuinamente interesado en mi vida y yo le abrí las puertas. Le conté mis intimidades, le puse al tanto de lo que pasaba en mi familia. Le confesé cosas que no le decía a cualquiera.
–Tae, cariño –Jimin pronunció mi nombre, sentándose a mi lado en la cama de la habitación y colgando la llamada en la que había estado enfocado desde hacía unos minutos. Jungkook nos había dejado a solas para encargarse de la cena. –No te preocupes por las cosas del departamento. El seguro lo cubrirá todo.
–Lo sé, bebé.
–¿Cómo te sientes?
–Enojado. Traicionado. Herido. Molesto. Decepcionado –fui numerando mis sentimientos a medida que los desmarañaba. –Pero lo que más me molesta es el engaño.
–Puedo entenderlo. Confiaste mucho en esa persona y te utilizó para sus propios fines.
Se acercó más, hasta el respaldo de la cama donde yo estaba recostado y apoyó la cabeza contra mi hombro. Sus manitas acariciaron uno de mis brazos tatuados, siguiendo el patrón de algunas líneas hasta llegar al borde de mis dedos, donde sus manos envolvieron la mía dejándola en medio.
–Lo siento mucho. No merecías eso.
–No te preocupes, Minnie. Estaré bien –dije en medio de un suspiro. Desenredé el brazo de su calor y lo pasé sobre sus hombros para atraerlo más. –No quiero pensar en ello; ni siquiera me interesa que atrapen al sujeto. Sólo quiero sepultar todo en el fondo y dejarlo allí, lejos. Como si nunca hubiera sucedido. ¿Está bien?
–Claro que sí. Cualquier cosa que te haga sentir mejor, amor. Estoy aquí para ti, para apoyarte.
–Están –lo corregí, sonriendo como un bobo al mirarlo.
Sus preciosos ojitos confusos me robaron el aliento.
Nunca me cansaría de contemplarlo. Mi esposo era tan adorable cuando tenía esas expresiones inocentes, que me hacía desear comerlo a besos.
–Hay alguien más aquí, ¿recuerdas? –le acaricié la barriga con la mano libre, pasándola por debajo de su abrigo de lana.
Su cuerpo delgado se estremeció con el contacto y me correspondió con una sonrisa sincera.
Jimin siembre había sido un libro abierto. Desde la primera vez que nos sostuvimos la mirada, pude notar su preocupación por mí.
Me había centrado tanto en buscar estabilidad y aceptación en alguien más cuando él me la había dado desde ese primer momento. Era un completo tonto por no ver el tesoro que tenía. Lo menosprecié.
Ya tenía mi propia familia. No me hacía falta buscar otra cuando había formado mi propio clan, rodeado con las personas que de verdad me apoyaban y querían lo mejor para mí. Tanto Jungkook como Jimin me aceptaron tal como era, con mis valijas cargadas de problemas a cuestas.
Entre los dos me arreglaron lo suficiente como para que volviera a ser un individuo íntegro, para que dejara de lastimarme y atormentarme por el pasado. Gracias a ellos tuve la fortaleza de seguir adelante, de curar mis heridas.
–Minnie, perdón por ser un idiota y cagarla todo el tiempo –manifesté, acariciándolo con suavidad. –No sé cómo haces para seguir aguantándome cada vez que meto la pata.
–Yo tampoco sé –se rio. Era un niño risueño. Mi niño perfecto. –Supongo que es lo que el amor hace.
Levantó la cabeza para acariciarme la mandíbula con la nariz. Subió desde mi mentón hasta el lóbulo, dejando besitos al subir. Se sentía como una caricia. Era un gesto suyo tan íntimo que me revolvía mi corazón con ternura.
–Te amo muchísimo, Tae. No importa cuántas veces la cagues, yo estaré ahí para limpiar los desastres contigo –susurró en mi oreja, continuando con más besitos alrededor de mi rostro.
Gruñí cuando envolvió mi cadera con las piernas, sentándose en mi regazo. Lo tomé por la nuca y lo atraje más cerca, lo suficiente como para poder besarlo.
Y vaya beso.
De manera lenta y demandante, nuestras bocas se correspondieron una vez más. Saboree su labio inferior y se lo mordí un poco para que me permitiera penetrarle con la lengua. Un gemido suyo aprobó mi intromisión, dejándome probarlo más hondo.
Mis manos descendieron hasta sus muslos, bajo el pulóver, sintiéndolos. Su piel era como una seda y sus músculos firmes. El gimnasio le ayudaba a mantener esas buenas piernas y ese culo suyo, que apreté con fuerza.
–Tae –gimió dulce, con los ojos cerrados. El único rastro que permanecía de nuestro beso, era ese hilillo de saliva que unía sus labios con los míos.
No tengo idea de cómo es que hacíamos para terminar uno sobre el otro. Pasara lo que pasara, necesitábamos de este tipo de contacto. Era como un capricho de nuestros cuerpos, el mantenerse unidos.
Puse en un segundo plano mi necesidad para abrazarlo con fuerza.
–Se ven eróticos como el infierno así como están, y lamento tener que interrumpir el momento, pero la cena ya está.
Minnie y yo miramos hacia la puerta, encontrándonos con la figura de Jungkook con un mandil y un repasador en las manos. Tenía una sonrisa burlona en la cara.
–No seas egoísta, Kookie –puchereó Jimin. –Dame un momentito.
–Negativo –negó con la cabeza, caminando en nuestra dirección. Se agachó a la altura del rostro de Jimin y le robó un pico. –Soy egoísta ahora que se trata de alimentar a nuestro bebé. No seas un mal papi, Minnie.
–¿No hay beso para mí? –les interrumpí, haciendo una copia barata del puchero de mi bebé.
Jungkook lanzó una carcajada y se inclinó a darme un pico también. No estuvo mal.
–Kooks tiene razón –señalé, nalgueando al enano. –Vamos a comer, que ya tendremos tiempo para hacer el sin respeto con mucho amor.
Se realiza colecta de puños para enviárselos al señor Choi donde sea que esté. Empiezo yo: 👊
Se la veían venir? Porque honestamente, esto no estaba en mis planes jajaja. Pero da para otra situación que veremos en el próximo capítulo.
Espero anden muy bien, chiquibeibes. Yo estoy un tanto bajón porque no tendré mis vacaciones de invierno como tal, pero al menos me contento con no tener clases. Ya es un golazo, pero bueno.
Tengan un bonito día. Porque supongo que después del desfile de nuestros muñequitos lo fue, ¿verdad? Besitos y se me cuidan 🙈💕
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