Destrozado
Jimin
Taehyung aparcó perfectamente el auto en una de las plazas del estacionamiento al aire libre del hospital general, ese mismo donde Jungkook trabajaba.
Mi cabeza estaba hecha un completo lío desde que corté la comunicación con Taemin y mi cuerpo no paró de temblar. Sentía como si estuviera flotando en una nube en el medio del cielo, no como si mi vida siguiera transcurriendo en la normalidad. La noticia me descolocó a tal punto que no supe si creer en ella o no. Al menos, no hasta que viera los resultados con mis propios ojos.
En parte, por eso tampoco quise decirle nada a mi esposo. Hasta que no tuviera esos resultados en la palma de mi mano, no consideraría esa posibilidad como real.
La inseguridad me asaltó y no pude barajar el temor que renació en mis entrañas. Debía evitar pasar por el sube y baja emocional de nuevo. Había sido tan desgastante en su momento, que el solo recuerdo de lo desgarrador que fue me ponía muy mal. Me volvía vulnerable.
Mi idea era mantener el control, no ilusionarme demasiado con la idea de un pequeño bebé haciendo su nido para madurar dentro de mí para que, a fin de cuentas, no fuera más que una mentira. No estaba mentalmente preparado para lo que pudiera ocurrir si volvía a perder el sueño de ser padre.
–Jimin, por enésima vez, ¿me vas a decir por qué estás así? ¿Por qué me insististe en venir hasta aquí? –protestó Tae desde el asiento del conductor, apagando el motor y girándose para enfrentarme.
Ni siquiera le respondí.
Me quité el cinturón, abrí la puerta y me bajé, sin siquiera esperarlo. Avancé a zancadas veloces directo hacia la entrada del hospital.
Al instante, el viento helado enfrió mi rostro, regalándome una cachetada fresca que ayudó a bajar el nudo que atenazaba mi garganta. Mi nariz no tardó en arder y mi aliento escapó en forma de vaho por culpa del escalofrío que bajó por mi columna.
No era buena idea salir a la helada intemperie desde el interior de un coche calefaccionado.
Mis manos se cerraron en puños, intentando controlar el temblor en ellas. Mis palmas estaban húmedas por la sudoración fría producida por los nervios y el frío exterior no hacía más que congelarme la piel.
Recorrí el estacionamiento casi al trote, ignorando a los escasos autos que maniobraban para entrar o salir. Sé que debería haberme preocupado un poco más por mi seguridad, pero mi objetivo principal esperaba en el interior del establecimiento.
Ni bien alcancé a traspasar el umbral, Taehyung me tomó por el brazo con rudeza, deteniéndome en seco.
–Jimin, te estoy hablando. ¿No piensas responderme? ¿Qué mierda pasa contigo?
Intenté quitármelo de encima, en un repentino ataque de agobio. ¿Por qué no podía callarse y dejarme ir?
Mi rechazo hacia él sólo empeoró la presión de su mano y jadeé, ahogándome por un ataque de pánico.
Imágenes negativas se proyectaban en mi mente, mostrándome posibles escenarios nefastos. Desde una falsa alarma hasta otra pérdida por aborto, las distintas situaciones imaginadas me abrumaron.
Me sujeté el pecho con la mano libre ante la falta de aire. Intenté tomar oxígeno por la boca con desesperación. Parecía que nada entraba a mis pulmones. Estaba hiperventilando.
En un segundo, mis piernas se debilitaron y caí de rodillas ante la mirada pesada de un perplejo Taehyung. Los oídos empezaron a zumbarme y mi cuerpo parecía de plomo. Luché contra esa horrible sensación, temiendo desvanecerme allí mismo.
–¡Un médico! ¡Un médico ahora mismo! –gritó mi esposo, sujetándome para que no me diera la cabeza contra el suelo, a la vez que miraba a todos lados buscando a alguien, para luego volver a enfocarse en mí. –Cariño, escúchame. Tienes que respirar hondo. Así –hizo una pequeña demostración de lo que debería hacer para solucionar el problema, pero yo estaba como en trance. No podía seguir lo que me decía.
Iba perdiendo el enfoque a medida que el dióxido de carbono incrementaba en mi cuerpo, dándome la sensación de que a mi alrededor todo se iba apagando. La voz de Taehyung disminuía y sus movimientos eran en cámara lenta. Por más que todo hubiera transcurrido en apenas segundos, daba la impresión de que el tiempo se alargaba con tal de torturarme.
Antes de que tuviera ocasión de sucumbir a las tinieblas y apagarme del todo, una figura surgió desde un costado de Tae, vestido de blanco. No era más que una mancha para mí, junto a la de mi esposo, pero esa mancha se encargó de levantarme la manga y pincharme con una aguja.
Insertó líquido directo a mi torrente sanguíneo, que se fue distribuyendo a cada rincón.
–Es un calmante. Ayudará a que su pulso se restablezca.
En medio de mi embotamiento, volví a reconocer esa voz, la perteneciente a la figura móvil.
–Ta.. Tae...Min... –apenas pude modular entre jadeos. Éstos se iban ralentizando mientras el calmante volvía a otorgarme algo del control que había perdido sobre mi cuerpo.
–Tranquilo, Jimin. Concéntrate en respirar pausado –contestó. –Haz de cuenta que acabas de terminar una carrera; que llegaste a la línea de meta y ya no hace falta que sigas forzando tus pulmones. Intenta normalizar las inspiraciones.
–Puedes hacerlo, bebé.
Me enfoqué en eso. Seguí el ritmo de inspiraciones que me marcaba Taehyung y no permití que nada más se interpusiera. Sólo éramos mi esposo, yo y el aire entrando y saliendo de mi sistema respiratorio.
Parpadeé varias veces, recobrando el enfoque. La sensibilidad en mis extremidades regresaba de a ráfagas, gracias a lo cual me di cuenta de que había estado llorando.
Un Taehyung más corpóreo me sonrió con ternura al sentarme en el suelo del recibidor. Él estaba arrodillado a un lado, sujetándome por la espalda baja con precaución.
–¿Te sientes mejor?
Incómodo por la sensación de letargo que me caminaba encima, sólo asentí. No sabía cómo saldría mi voz si lo verbalizaba alto.
A mi otro lado, Taemin liberaba el aire que estuvo conteniendo, más relajado porque el peligro había pasado.
–Me diste un buen susto, Jimin –dijo, apoyando dos dedos sobre mi muñeca y controlando mi pulso con su reloj de mano. –De cualquier modo, tendremos que mantenerte en observación para poder hacerte unos chequeos. Tener un ataque de esta clase podría alterar tu condición.
–¿Condición?
Mierda.
Lo que con tanto afán me molesté en mantener en secreto, Taemin el bocazas lo soltaba.
–¿De qué condición están hablando? –inquirió Tae, mirándonos alternadamente.
–¿Aun no se lo dijiste?
–Necesito ver los resultados –balbuceé mis palabras con cierta torpeza para el enfermero, que asintió.
Gracias al cielo, Taehyung se mantuvo en silencio. No insistió al respecto, aunque creo que, por su expresión pensativa, estaba maquinando algo. Apostaba a que no le costaría mucho unir los cabos.
Entre los dos me sostuvieron para que pudiera ponerme de pie y me llevaron a una de las habitaciones de enfermería, donde pude recostarme en una camilla. Un médico entró al cuarto a los pocos minutos para revisarme, en tanto Taemin iba en busca de los resultados de mi examen de sangre para poder traérmelos.
Eso me dejaba con los segundos contados para idear alguna excusa que justificara la omisión a mi esposo.
–¿Hay algo que quieras decirme, Jimin?
Ladee la cabeza sobre la almohada para encontrarme con sus ojos grises entristecidos. Más bien, dolidos.
No era propio de nosotros escondernos información, y el hecho de que nuestra relación se estuviera volcando a eso nos indicaba que teníamos serios problemas de comunicación.
–Quiero confirmarlo primero.
–No se trata sólo de ti. Deja de ser egoísta y guardártelo todo siempre –se levantó de la silla en la que estaba sentado a mi lado. Estaba enojado.
Sin embargo, el asunto del bebé era... complicado. Si llegaba a pasar algo, prefería soportarlo solo. No aguantaría ver a Taehyung desolado. En el peor de los casos, lo llevaría a consumir otra vez. Estaba en un estado donde cualquier estímulo sería suficiente para hacerlo recaer y no quería hacer nada que pudiera alterar ese equilibrio.
–¿Esto es sobre el bebé? –interrogó, quitándose con frustración algunos mechones de cabello que le caían sobre la cara.
–Taemin dijo que tengo que permanecer en reposo y no estar discutien...
–¡Taemin y un carajo! –me cortó con brusquedad. –Te estoy dando la maldita oportunidad de decirme qué me estás escondiendo. O me lo dices tú, o agarro a ese enfermero de mierda para que suelte la lengua, pero no podemos seguir así. Basta de escondernos las cosas, Jimin.
–¡Ya dije que necesito comprobarlo primero! ¡No te cuesta nada esperar!
–Me cuesta muchísimo –suspiró, negando con la cabeza. Cualquiera que lo viera, diría que parecía a punto de romperse en pedazos. –Sé que no soy el hombre más perfecto para ti. Jungkook es mejor que yo en un montón de sentidos y está claro que con él compartes cosas que conmigo no. Aun así, procuré demostrarte en cada oportunidad que tuve cuánto te amo, cuánto significas para mí. Mis errores no son justificativos para que me hagas a un lado. No merezco que me trates de esta forma.
Está bien. Se lo diría. Lo que fuera con tal de que no piense que lo desprecio.
–Estoy embarazado.
Su cara cambió completamente al escuchar esas dos palabras.
Sus ojos se abrieron y su boca formó una "o" perfecta. Un silbido se le escapó y luego sus labios se curvaron en la sonrisa más brillante que le había visto nunca, con una perfecta forma rectangular.
–¡No puedo creerlo, Minnie!
Me costaba seguir su humor camaleónico. Un instante me estaba gritando y al siguiente, estaba abrazándome casi al punto de romperme algún hueso.
Como sea, tampoco me quejaba. Decírselo sólo lo volvía más parte de la realidad. Al menos, ahora éramos dos los padres ansiosos por leer la respuesta en una ínfima hoja de papel.
–Aquí traigo lo que me pediste –Taemin ingresó a la habitación, interrumpiendo mi momento con mi esposo.
Taehyung le agradeció y le arrancó la hoja de la mano, regresando a mi lado mientras leía a toda velocidad cada uno de los resultados.
–Dice que Jimin está embarazado. No hay equivocación –corroboró el enfermero, sonriéndonos. Se habrá dado cuenta de que no entendíamos nada de lo que significaban los términos clínicos que aparecían allí especificados. –Cuando terminen de festejar, pueden ir a la recepción a que les dé un turno para consultar con el ginecólogo.
Miré al amor de mi vida y nos sonreímos entre lágrimas.
El color invadía sus hermosas facciones y sus ojos parecían brillar, sin ningún rastro de la tristeza que supe ver en ellos antes. Lo que nos interesaba, crecía en mi vientre, fruto de nuestro más puro amor.
Sus labios me besaron insistentemente. Buscaron corresponderse en medio de la felicidad, entre la humedad salada de nuestro llanto. Me acarició por sobre la ropa, a la altura de donde un grupito de células hermosamente diseñadas, se desarrollaba.
–Te lo dije, Minnie. Algo me decía que venía en camino.
Me sentí aliviado y extasiado por primera vez en mucho tiempo. Por más que estuviéramos en una etapa donde lo crucial era cuidarme, nuestro pequeño bebé estaba creciendo, ¡tenía vida!
***
–Minnie, cariño, no puedes ir e interrumpir como si fueras amo y señor...
–Cierra la boca, Tae. Esta noticia es importante y no nos vamos a ir hasta que Jungkook también se entere. Es lo justo –mantuve intacta mi posición al respecto.
Al concluir una hora de observación, el médico que me atendió dictaminó que no había nada malo en mí y que nuestro bebé estaba bien. No sufrió ningún tipo de daño, pero me aconsejaron evitar cualquier cosa relacionada al estrés. Fuera de eso, no vieron ningún motivo por el cual dejara de hacer mi vida normal.
Apenas recibí el alta, Taehyung insistió en que regresáramos a casa y termináramos de hablar.
No señor. Antes, Jungkook tenía derecho a enterase. También era su bebé.
Las puertas del ascensor se abrieron de par en par en el piso donde estaba su oficina, haciendo el típico sonido de campanitas avisando.
Salí del interior, seguido de lejos por Tae, que continuaba presionándome para que abandonara la idea de permanecer en un sitio lleno de virus dando vueltas. Lo ignoré.
Según lo que Taemin me había dicho, Jungkook tenía un pequeño período libre de una hora para almorzar antes de entrar a una cirugía programada. No necesitaba más que eso. Ya veo conseguía alegrarle el día y hacía que le fuera bien en la operación.
Olvidándome completamente de tocar la puerta –porque no consideré que hiciera falta–, la abrí de par en par con una sonrisa que no se me iba con nada.
Al menos hasta que caí en cuenta de lo que pasaba frente a mí.
Tal como había llegado, mi alegría se esfumó como si hubiera sido colisionada por un camión a toda velocidad.
Delante, justo detrás del escritorio de mi esposo, lo pude ver besándose apasionadamente con la que decía ser su ayudante.
A pesar de estar de espaldas, pude reconocerla por el cabello oscuro y largo, que se extendía por sobre las carpetas. Jungkook la sostenía por el cuello para atraerla, mientras parecían estar frotándose, a la misma altura aunque del lado contrario a donde habíamos hecho el amor. Las desnudas piernas de ella por debajo de la bata a medio sacar, se anclaban a la cintura de él, maximizando la proximidad. Tenía sus garras enredadas en su cuerpo, recorriéndolo a gusto.
Me tapé la boca con ambas manos, a punto de vomitar allí mismo. ¿Cómo es que estaba pasando esto?
La misma sensación del ataque de pánico de hace un rato, me atenazó, haciendo que se me escapara un sollozo ahogado que llamó la atención de los dos tórtolos sobre el escritorio. Se separaron enseguida, con la vergüenza tatuada encima.
Sentí el tirón del tacto de Taehyung sobre mis caderas, atrayéndome a él para que esconda mi rostro sobre su pecho.
–Nos vamos –declaró, con un tono arenoso. No sé si iba dirigido a mí o a Jungkook, la cuestión es que me empujó de vuelta al ascensor. La hoja de los resultados de mi examen de sangre resbaló de mi mano antes de que dejáramos atrás el despacho.
–¡Jimin! ¡Taehyung! ¡Esperen!
Fue lo último que escuché antes de que las puertas metálicas se cerraran.
Un alarido brotó desde el fondo de mi pecho y el agarre de Taehyung se hizo más sólido.
–Tranquilo, bebé. Estoy aquí.
No tengo palabras que expresen este dolor. ¡Pobre Mimi! 😭😭
A veces puedes tenerlo todo un segundo y al siguiente, perderlo..
Sólo voy a decir que lo que hizo Jungkook fue por un bien mayor. No me lo desprecien 😔👌
-Neremet-
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