Del niño malcriado a la consulta caliente

Jimin


Parte de mi obligación en Shine Seúl consistía en mantenerme paciente, con la mente abierta. Atendíamos a las personalidades más exigentes en cuanto a materia de moda y exposición social se refería, razón por la cual yo no solía exaltarme con facilidad. Mantenía la creencia de que todas las personas merecían una oportunidad para comprenderlas.

Hasta que me asignaron a Jung Hoseok como cliente.

Llevaba tres días compartiendo tiempo con él y apenas al primero me di cuenta de que el tipo era un grano en el culo: dolorosamente molesto, irritante y se aprovechaba de mi intimidad. Con respecto a lo último, su mano parecía tener vida propia. Perdí la cuenta de la infinidad de veces que tocó mi retaguardia en lugares públicos y concurridos a los que solíamos ir a comprar, como shoppings o casas de ropa lujosa.

Ganas de darle vuelta la cara de un cachetazo no me faltaron, pero si había algo peor que sentirse menospreciado y violado, era que no podía siquiera pensar en quejarme con Hyuna porque me lanzó la advertencia de que era un cliente importante que podría influenciar en la empresa para conseguirnos una mayor publicidad. Como si un casanova toquetón con dinero y habilidades en el fútbol pudiese ser influyente.

Su despreciable conducta "seductora" enmascaraba una cruel intención, que era la de conseguir llevarse alguien a la cama. ¿Qué cómo lo sabía? Pues saltaba encima de cualquiera que considerara atractivo –criterio que dejaba mucho que desear– y hacía uso de frases tan mediocres y malgastadas que escucharlas me daba vergüenza ajena.

–Bueno, Jung, creo que este color hará que resalte en su cena de caridad –reflexioné, tomando una camisa en tonos rojos de uno de los percheros del negocio al que habíamos ingresado. –El color complementa al de su cabello y si usa la prenda con un traje gris, todas las miradas irán directamente a usted esta noche.

Él dejó a un lado unos pantalones de vestir negros que estaba contemplando y sonrió al ver mi decisión.

Esa mirada. Ahí se venía. Su incontenible vómito verbal.

–La única mirada que me interesaría captar, sería la tuya bajo mis piern...

–No puedo continuar con esto –puse los ojos en blanco y le arrojé la camisa a la cara a una pobre dependienta que venía a preguntarnos qué necesitábamos. La mujer no se lo merecía, lo admito. Sin embargo, Hoseok me hacía rabiar con esa actitud y lo único que tenía en mente era imponer la mayor distancia que pudiera entre él y yo.

Disculpas mediante, salí del local y tomé una bocanada de aire. Lo estaba intentando, enserio. Puse mi mayor voluntad durante nuestros últimos recorridos. Tenía que tocarme a mí el niño depravado y malcriado. No podían enchufárselo a alguien más en la empresa, ¿no? Tenía que ser Park Jimin quién lo aconsejara.

–Jimin... –ahí venía el maldito, con una expresión que parecía que hubiese visto a un perro lastimado. Lo siento, Jung. Esa no se la cree nadie.

–¡No me toque! –estallé ahí en medio del shopping, al ver cómo estiraba la mano para sujetarme. –Estoy cansado de que se aproveche de mí. No me importa quién sea, señor Jung. Así fuese el mismísimo presidente de Corea, eso no le da derecho de andar encima de los demás invadiendo su espacio personal como si fuera un baboso descarado. ¿Ve esto? –señalé con énfasis a la platinada alianza de titanio que abrazaba mi dedo anular. –Le he dicho una y mil veces que soy un hombre casado y usted no lo entiende. ¿Debo explicarle en el lenguaje de un niño? ¡Soy papa casada! ¡Ca-sa-da!

–Está bien, está bien –alzó las manos, en rendición, dándose cuenta de que mi numerito había captado la atención de varias personas y estaba comprometiendo seriamente su disfraz de civil. –Lo entendí, Jimin. No hace falta que armes tanto escándalo. No diré nada más de ahora en adelante. Y tranquilízate. Podrían descubrirme –susurró la frase final bien cerca.

Comprendí el lío en el que nos estaba metiendo. Dejarlo expuesto delante de cientos de personas en un ambiente como este no era muy profesional de mi parte.

Suspiré hondo y asentí.

Suficiente dramatismo por hoy, Park Jimin. Eso no hará bien a tus hormonas y necesitas estar predispuesto en lo que queda de tu semana de ovulación si quieres tener oportunidad de quedar embarazado.

Lo tomé de la muñeca, arrastrándolo al elevador más cercano. Este día de compras llegaba hasta aquí. Tampoco es que hubiéramos hecho grandes hallazgos. Al señor le picaba la cabeza por debajo de la peluca y de tanto rascarse, algunas mechas pelirrojas comenzaban a escaparse de entre el pelo oscuro sintético.

Una vez que las puertas del ascensor se cerraron con nosotros dos dentro, volví a acomodar los mechones de su cabello en el lugar.

–Enserio lo siento, Jimin –dijo Hoseok ajustándose las gafas de sol, compungido mientras hacía mi labor sobre él. –A veces no puedo controlarlo. Es como un impulso. Estoy yendo a terapia para tratarlo porque me ha acarreado demasiados problemas y no quiero que influya en mi vida como futbolista.

Tragué saliva y expiré por la nariz. Me alejé un poco para admirar mi obra maestra. Jung Hoseok volvía a ser invisible para la sociedad de nuevo.

Entonces reflexioné acerca de sus palabras. Si se trataba de un inconveniente que afectaba su vida diaria y estaba en tratamiento, no tenía por qué criticarlo. Era un aspecto positivo que se diera cuenta de lo que hacía y quisiera cambiarlo. No estaba bien hacerlo pasar un mal momento por ello.

–Discúlpeme usted a mí, señor Jung –acepté mi equivocación. –No tenía idea. Me alegra mucho escuchar que está en proceso de mejorarse a sí mismo.

–Por favor, dejemos los formalismos. No soy un anciano. Puedes decirme Hoseok –efectuó una sonrisa tan deslumbrante que no pude decirle que no. Pese a su maña con las manos y su verborragia de piropos, me di cuenta de que no parecía un mal chico. –Debería habértelo dicho antes para que no te hicieras una mala idea de mí. Es sólo que no es agradable andar confesando que necesito terapia mental. Sabes que aquí todavía se ve raro a los que van a un psicólogo, más todavía si eres alguien reconocido. Podría afectar a mi carrera si lo descubren...

–Tranquilo, no diré nada al respecto. Aprecio mucho que me lo hayas explicado. Lo tendré en cuenta la próxima vez que te... sobrepases.

Él asintió y nos quedamos mirando a los lados de la caja transparente del ascensor mientras descendíamos hasta el área de estacionamiento en el subsuelo.

Nos dirigimos a mi descapotable.

De más está decir que se sentía excelente volver a manejarlo después de la dolorosa espera. No más frío en las mañanas e independencia de Taehyung. Al menos en lo que a mi recorrido al trabajo se trataba.

–Todavía no puedo creer que tus esposos te dejen manejar esa cosa –se quejó Hoseok, subiéndose al asiento del acompañante cuando desbloquee la alarma. Apenas se refugió tras las ventanas tintadas, se arrancó la peluca y los anteojos y los arrojó en el asiento trasero. –Esto es tan de Barbie de los 90's...

–Bueno, no será EL auto, pero me sirve en la cotidianeidad y me gusta, que es lo que importa. Así que mis esposos lo aceptan –me encogí de hombros mientras ajustaba mi cinturón de seguridad.

Acordamos regresar juntos a la empresa, con las manos vacías después de nuestro drama. Hoseok pasaría a buscar su vehículo deportivo que había dejado estacionado allí con el fin de que mantengamos la jugarreta de su identidad en modo incógnito. Él estaba ansioso por imponer la mayor distancia que pudiera entre mi automóvil y yo, ya sea por la incomodidad de hace unos minutos o por su evidente postura en contra de los convertibles.

Instantes antes de que insertara la llave en el mando, mi celular sonó dentro de mi bolso. Era un mensaje de Jungkook:

"Hola, cariño. Tengo doble turno hoy así que almorzaré algo ligero aquí, en el hospital. Te veré en la cena. No olvides que tenemos cosas pendientes. Te amo con locura 😘"

Uff. De golpe hacía calor en el pequeño espacio. Claro que había cosas pendientes, Jeon Jungkook. Lo que quedaba de la semana habría cosas pendientes. Como tener sexo desenfrenado en cada superficie de la casa, por ejemplo.

Pensando en caliente, se me ocurrió una idea, así que teclee rápidamente una respuesta:

"Tengo que consultarte sobre algunos dolores. ¿Te parece que pase por allí en un rato? Te llevo algo de comida de paso. Sé cuánto odias comer allí. P.D.: Te amo el doble."

Lo de los dolores era una mentirita piadosa. Iba a sacar ventaja de Jungkook y él no lo sabría hasta sino hasta que fuera demasiado tarde. Luego lo compensaría con su comida favorita.

Su respuesta no tardó en llegar.

"¿Estás bien, Minnie? No me asustes. P.D. 2: Entonces yo el triple "

"De seguro es una tontería. De igual forma no pierdo nada con exprimir al doctor de la familia jaja. P.D. 3: Nadie puede amar más que yo 💕"

"Mmmm, de acuerdo... Ten en cuenta que el doctor cobra la consulta. Espero que traiga efectivo, señor Jeon-Kim. Lo estaré esperando con el estetoscopio en el cuello y hambre en el estómago. P.D. 4: ¿Es un desafío? Porque yo voy ganando. Siempre gano 😘😘"

Una sonrisa se extendió por mis labios y devolví el celular a mi bolso. No me costaría pedirle a Hyuna una horita fuera. Me debía algunas por trabajo extra así que me las estaba cobrando de a poco. La tensión sexual que estaba percibiendo en mi vientre lo ameritaba con urgencia y tenía que aprovechar que ya era casi la hora del almuerzo.

Tenía que confesar que mi libido era particularmente fuerte desde el inicio de mi terapia hormonal, por lo que no me quedaba más remedio que aprovecharme de mis maridos hasta quedar satisfecho. Durante mi período fértil, esa necesidad incrementaba al doble y, gracias a eso, los tres terminábamos exprimidos al concluir la semana de tanto hacerlo, con la esperanza de que alguno de esos encuentros fuera suficiente para plantar un espermatozoide entre mis óvulos.

–Presiento que alguien tendrá diversión hoy y no voy a ser yo –se quejó Hoseok al ver mi sonrisa pícara.

–Es cuestión de modificar las líneas patéticas de tus piropos. Entonces tal vez tu suerte cambie –me encogí de hombros y encendí el motor.

Hoseok no volvió a comentar nada más.

***

Un par de horas más tarde, atravesé las puertas del hospital que dirigía Jungkook con la decisión plasmada en la cara. Me iba a cobrar el estofado de carne con kimchi que tuve que comprar de camino con una buena follada express antes de regresar a la agencia.

Caminé erguido y contoneando mis caderas enfundadas en mis jeans apretados. Ya me estaba imaginando la cara de mi esposo al verme llegar con los pantalones que más remarcaban mi trasero. Me tomaría sobre su escritorio sin pensárselo dos veces y yo no iba a protestar. Había que fabricar un bebé al fin y al cabo, ¿no?

Me dirigí a la recepción. Con tantas idas y vueltas para encontrarme con Jungkook, me había hecho cercano a cierta gente del personal. Tal era el caso de Taemin, un apuesto jovencito treintañero mucho más alto que yo, de cabellos oscuros y una mirada simpática.

–Buenos días, Taemin. ¿Cómo estás? –apoyé mi brazo en el mostrador, agitando una mano a modo de saludo. Él apartó los ojos serios de la computadora donde tecleaba y elevó las manos al cielo, emocionado de verme.

–¡Jimin! Hacía rato que no andabas por aquí –se apresuró por girar alrededor del mostrador para saludarme con un abrazo amistoso. –Me avisó Jungkook que te pasarías para una revisión. ¿Marcha todo bien? Él estaba preocupado.

Miré a ambos lados para controlar que no estuviesen sus supervisores cerca y cuando me cercioré, le hice una seña para que se acercara más.

–En realidad estoy haciendo una revisión de rutina –manifesté. –Ya sabes, para controlar que nadie esté mirando de más a mi hombre. A veces los hospitales también son un antro de perdición –le guiñé un ojo.

–Entiendo, hombre. Las mujeres por aquí ya coquetean sin censura, por Dios –se llevó una mano al pecho, horrorizado.

–¿Qué sabes de la nueva asistente de Kook? ¿Es bonita? –rogaba que no me culpe por preguntar. Tenía que saber con quién se quedaba mi esposo sin supervisión.

Jungkook dijo que tenía buenas referencias y no dudó en agregarla a su equipo enseguida. Entre nuestras comidas en casa, no dejaba de elogiar su eficiencia. A pesar de ser un hombre que mantenía a raja sus celos, empecé a pensar que podría estar elogiando algo más que su buena predisposición a la obediencia. Sin contar con que me dejaba intranquilo que pasaran tanto tiempo juntos.

–Mira Jimin, tú sabes que soy tu espía aliado aquí –resopló Taemin, con un poco de dramatismo. –Y que no soy un fan del género femenino.

–Sin vueltas –mi boca se frunció, en un gesto nervioso. ¿Qué me estaba queriendo decir?

–Físicamente, la chica sería la perdición de cualquier hombre –suspiró, para agregar: –Apuesto a que Jeon ni presta atención a las mujeres. Está casado contigo y están en el proceso de tener un bebé juntos. Es imposible que se fije en...

–¿Está en su despacho? Pasaré a verlo –lo corté.

–Sí. Le avisaré que vas a subir.

–Mejor no le digas nada –le espeté con un deje de molestia.

Aferrando la bolsa de comida y con un humor de perros, fui directo al ascensor.

Maldito Jeon. Me escondió adrede que su asistente era bonita para que no le armara un alboroto. ¿Se creía que yo no tenía ojos y oídos en su hospital? Estaba loco si creía que dejaría que un espécimen masculino como él se paseara tranquilamente sólo con una alianza en el dedo. Jeon-Kim Jimin no era un hombre controlador, sólo precavido. Y ahora Kook pagaría las consecuencias de omitir información.

Las puertas metálicas se abrieron, dejándome en el piso de administración. Saludé a un par de conocidos de mi marido en el trayecto y caminé por los pasillos hasta dar con la puerta blanca cerrada con un letrero metalizado que rezaba "Director Jeon Jungkook" en lo alto.

No se escuchaba nada desde fuera, cosa que no era necesariamente buena señal. Los médicos y enfermeros sabían a lo que se enfrentaban teniendo relaciones de cercanía en un espacio como este, así que procuraban ser discretos. Por supuesto que no todos eran iguales. No obstante, Kook se quejaba de que había suspendido a bastante personal por esa causa.

Toqué la puerta dos veces y la abrí, con velocidad. Tenía mi corazón latiendo desbocado a punto de rasgar mi pecho debido a la angustia.

No tenía el seguro puesto, gracias al cielo.

La imagen con la que me encontré me hizo arquear las cejas, con incredulidad. Delante de mí, a unos metros, estaba su escritorio, con él sentado en su silla. Permaneció concentrado en un montón de documentos desperdigados sobre su mesa, anotando algo en uno de ellos, ajeno a todo. En cambio, la figura femenina a su lado era otro cantar.

Se trataba de una mujer que rondaría la veintena, con atributos despampanantes que me hicieron fijar la vista en ella, sin posibilidad de quitarla. Estaba de pie, con el torso apoyado sobre el escritorio, dejándome ser partícipe de un par de pechos pronunciados que brincaban por sobre la diminuta bata de hospital que los resaltaba. Su cabello castaño oscuro era tan largo que se regaba alrededor de los papeles. Ella estaba inclinada sobre Jungkook, sonriéndole. Le señalaba ciertas cosas con una uña alargada de su mano, elegantemente pintada de rojo.

Era una víbora. No había defensa posible.

–Hola, ¿interrumpo? –lancé la sonrisa más frívola que encontré en dirección a aquella atrevida, tomándome mi tiempo para contonear mis caderas con exageración al aproximarme a ellos.

Kook se levantó instantáneamente al notarme, carraspeando con incomodidad. La jovencita a su lado se incorporó lento y pausado. ¡Gata seductora!

–Jimin, no te esperaba tan temprano –graznó él, imponiendo distancia con respecto a ella. –Bueno, amor, te presento a mi asistente: Jennie.

La nombrada se acercó a mí, brava y engreída, y me dedicó una "reverencia" apenas inclinando la cabeza. Además de pretenciosa, maleducada.

–Es un gusto conocerlo, Jimin. Jungkook me ha hablado mucho de usted.

¿Jung...? ¿Le dijo Jungkook? ¿Tanta confianza se le otorgaba a una ayudante en tres días? Sentí un tic en mi ojo derecho y resistí el impulso de girar mi cabeza como la niña del exorcista para mirar a mi esposo.

–El gusto es mío –imité su acción. Ni en sueños me rebajaría a otorgarle una reverencia como las de la ley a semejante personaje. –Creí que era hora de descanso para mi esposo. Por eso vine hasta aquí.

–Oh, no se preocupe. Yo ya me iba –sonrió Jennie. –Más tarde continuamos con eso, Jungkook –ella dijo y se apuró en salir, siendo considerada como para cerrar tras de sí.

A poco de que nos haya dejado solos, me troné el cuello, con violencia. Intenté manejar el montón de improperios que burbujeaban en mi boca, ansiosos por salir. En su lugar, aprovecharía a tomar ventaja.

Fui hasta la puerta y trabé la cerradura.

–¿Minnie? –titubeó Jungkook, parado, desde detrás del mueble de madera.

–Necesitaba verlo, doctor Jeon –cambié mi tono a uno más seductor, dejando a un lado la bolsa con la comida. Ya habría tiempo para eso. Apoyé las palmas de mis manos bien separadas sobre el escritorio e incliné mi pecho, sugerente. No tenía un par de tetas que lucir, pero esperaba que no se resistiera. –¿Tiene tiempo para una consulta rápida? –le guiñé, esperando que entendiera mi indirecta.

–Oh, siempre tengo tiempo para un buen paciente como usted, señor Jeon-Kim –su voz se volvió unas notas más grave y su mirada se oscureció con deseo. Tomó el estetoscopio sobre la mesa y se lo cargó al cuello, relamiéndose. Lo tenía donde lo quería. –Tendré que revisarlo entonces –sujetó mis caderas por detrás y se inclinó sobre mi cuerpo. Apoyó su media erección sobre la parte baja de mi espalda. Mordió el lóbulo de mi oreja con cuidado antes de susurrar: –Espero que sea una dolencia grave, porque si no, tendrá que pagar muy caro por la escena de recién.

Sonreí con suficiencia.

No, amor. pagarías.

Vaya, vaya... No quisiera ser Jungkook en estos momentos. Se me hace que Jimin se la va a pasar a cobrar, ¿qué opinan?

Jennie en plan mujer fatal... Lo siento, tenía que hacerlo.

Hobi me dio penita. Es medio problemático, pero ya ven que no lo hace queriendo. Se le sale. Y siendo sinceros, la cola de Jimin tienta mucho jajaja.

Bueno, les dejo un besito virtual 😘

No olviden que estaré notificando en mi cuenta cada vez que subo capítulo, por si no les llega la notificación. Se me cuidan, bellezas.

-Neremet-


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