C
Cuna
Un reencuentro
Me desperté temprano y ví como Eros tenía su pequeña manito aferrada al dedo de Jonny, me pareció tan linda la escena que les tomé una foto con mi teléfono. Después de una madrugada fuerte —porque el niño despertó dos veces a comer— se quedaron dormidos, acurrucados. Los miré por unos segundos, me encantó verlos así; Jonny y Eros crearon grandes lazos en el desastre mientras yo no estaba y, aunque Jonny no lo quería aceptar, estoy segura de que así fue.
—No... —Se quejó—, Déjanos dormir cinco minutos más... —Con su pulgar acarició la manito del bebé.
—Shhhh... tranquilo, haré el desayuno —dije y él me dio una sonrisa de labios cerrados.
Salí de allí dispuesta hacerles un desayuno que nos diera energía, sobretodo a Jonny y a mí, después de esa larga noche, era lo que nos merecíamos. Terminé de preparar las panquecas, de repente Jonny sin camisa entró a la cocina con el bebé en brazos «que tortura visual».
—Me estaba vistiendo, pero la cosa no me dejó. —No apartó su mirada del pequeño.
—Eros... el bebé se llama Eros, tú mismo se lo pusiste. —Rodé los ojos.
Empecé a servir la comida en los platos, sobre el mesón estaban los platos, la leche del bebé y las ollas calientes por la comida recién hecha.
—Buenos días, prechiocho, saluda a mamá. —Jonny acercó el niño a la cocina, me asustó tener el bebé tan cerca de las cosas calientes.
—¡Jonny! ¡Saca al bebé de la cocina! ¡Es peligroso! —grité. Él miró a todos lados.
—Uy, tienes razón. —Salió de la cocina y me gritó—: ¡le vamos a comprar una cuna a Eros, la necesita!
Me sentía extrañada podía ser que: me leyó la mente, en serio se empieza a comportar como un padre o, peor aún, escuchó todo lo que le dije a Eros el día anterior. Caminé a la puerta y lo vi de frente. Él tenía a Eros cargado y jugaba con el niño.
—¿Ahora eres atento con Ⓔros? —pregunté con ironía.
—No, sólo son cosas necesarias para la vida de la cosa —contestó sin duda.
—Eros... —aclaré. Jonny me sonrió con orgullo.
—Vas a ser tan tierna cuando te molestes por alguna de sus travesuras. —Con un gesto rápido señaló a Eros y yo sólo reí de lo que dijo.
Desayunamos mientras conversávamos a qué tienda iríamos, habían muchas opciones, pero queríamos escoger la mejor tienda, el bebé se merecía lo mejor y yo se lo daría.
Estaba en la habitación dándole el biberón al bebé. Escuché que alguien tocó el timbre y dejé que Jonny abriera. Noté voces masculinas en la sala «deben ser los amigos de Jonny» deduje y dejé de prestarle atención. Empecé a sacarle los gases al bebé, caminé por toda la habitación con el bebé en brazos, de repente entró Jonny con sus tres amigos. Observé a tres hombres, a parte de Jonny, frente mí, reconocí a dos, pero a uno no, esperaba que ellos me reconocieran, pero...
—Les presento a mi hijo —dijo él con una sonrisa— Eros, este es el tío Oscar, el tío Adrian y el tío Douglas.
—¿Ella es la niñera? —preguntó Oscar acercándose a mí—, mucho gusto, hermosa señorita. —Blanqueé los ojos, porque en efecto, no me reconoció.
Tomó mi mano entre la suya para despocitar un beso en ella. Abrí la boca para contestar, pero Jonny me interrumpió.
—Ella. —Tensó la mandíbula—, ella es la mamá.
—O sea que ella es tu mejor amiga. —habló el chico que no reconocí—, la puedes conquistar, Oscar.
—¿Pueden dejar de hablar como si yo no estuviera? —Me defendí.
—Ella no se va relacionar con ninguno de ustedes —puntualizó Jonny.
—Uy, que gruñon —se quejó Adrian—. Si ella se enamora de mí, cosa que es posible, tú no se lo puedes impedir.
—Si ella se enamora de ti, cosa que es imposible, ambos se olvidan que soy su mejor amigo —concretó Jonny.
—¡Ana! —gritó de repente Oscar—. Eres tú, tenía tanto tiempo sin verte, como te han cambiado los años.
—¿Ana? —Adrian me miró de pies a cabeza—, wow, pensé que te habías ido del país o yo qué sé.
—Hola —saludé con una sonrisa—, sí, es verdad, demasiado tiempo sin vernos, pero es porque sus únicos puntos de encuentros son las fiestas y saben que eso no es lo mío.
—Casi ni te reconozco, estas bellísima —halagó Oscar, lo cual agradecí con una sonrisa.
—Bien, ya se pueden ir porque hay una cuna que comprar. —Jonny los sacó de la habitación y del apartamento.
Caminé hasta la entrada, miré entrar a Cáceres un poco divertido y agregó.
—No quiero ningún tipo de relaciónes... amorosas con esos tres, ¿de acuerdo? —Lo dijo en un tono tan serio, que me provocó una risita.
—De acuerdo... —Me hice a un lado para que entrara.
—¡Pecas vendré por ti, ya verás! —gritó Adrian.
—¡Cuidado con Jonny, que él es un niño todavía! —sólo les susurré bobos, cerré la puerta y vi a Jonny cruzado de brazos, mirándome.
—¿Qué ocurre Cáceres? —pregunté con un toque coqueto, negó con la cabeza y descruzó los brazos. Pensé unos segundos en ese chico que no reconocí y le pregunté—. Ese chico que estaba muy callado... ¿Quién es?
—Douglas, primo de Oscar y una gran persona. —Levantó la mirada para mirarme seriamente—, ¿te gustó?
—¿Qué? No. —Me apresuré en contestar.
—Eso espero —replicó. Quise hacerle muchas preguntas por esa actitud tan rara que había tomado conmigo y sus amigos, pero él se adelantó—. Vamos, no quiero regresar tan tarde.
✾✾✾
Llegamos a una tienda muy linda, llena de colores llamativos, con variedad en cosas para bebés entre pañaleras, envases, coches, juguetes y otras cosas. Era demasiado llamativa, quería comprar toda la tienta y sólo la había visto por fuera. El coche de Jonny se detuvo en el estacionamiento, él me miró.
—Yo pago la cuna —dijo sonriendo y se bajó del auto—, esperen aquí.
—¿No prefieres que te acompañe? —pregunté desde mi asiento.
—Tranquila, los quiero sorprender. —Guiñó el ojo y sonrió una vez más.
—Vale, vale —afirmé, dejando de ver sus coquetas miradas «estúpido».
Comencé a jugar con Eros y él no paraba de reír, amo cuando los bebé se ríen, porque lo hacen con tantas ganas y sinceridad que uno puede llegar a contagiarse y eso hacía Eros, llenar de alegría a quien lo mirara, sus ojos azules brillaban de felicidad y me encantaba, la intensidad de ese color de ojos, las pestañas que decoraban su mirada, lo estaba empezando a sentir como parte de mí. El teléfono sonó avisando la llegada de un mensaje.
Cáceres.
10:37am.
¿Azul o verde?
Pensé un poco, me encantaba el azul, pero... «lo siento bebé el azul es mío» afirmé.
Aba.
10:39am.
Verde.
Cáceres.
10:39am.
Estamos de acuerdo ;)
Minutos después Jonny se adentró en el auto, me miró y sonrió juguetón. «Espera ¿y la cuna?» cuestioné. Encendió el auto y lo puso en marcha.
—¿Y la cuna? —pregunté desorienteada.
—La llevará la misma compañia, porque aquí no cabe. —Sonrió nuevamente—, ¿cómo está el bebé de papá? —Eros rió—, uuuy te gusto dormí con papá. Pues no te acostumbres que ya hay cuna. —Hizo una pausa—. Tiene unos ojos preciosos.
—Sí... —observé perdidamente los ojos del pequeño, de mi pequeño.
—Ana... —La mirada la tenía fija en el camino. Levanté la cabeza para ver su perfil—, Ana... gracias.
—¿Por qué? —No comprendía.
—Porque gracias a ti, Eros me ha alegrado mucho, porque siempre formo parte de tu locura... por estar en mi vida y nunca abandonarme como mi madre lo hizo. —Se aferró al volante, su mirada seguía el camino—, aunque a veces no lo notes... lo estoy tratando, trato de sonreír con el pequeño, trato de ser un buen padre, trato de ser un gran amigo. Quiero hacerlo bien, pero te pido paciencia porque no estoy acostumbrado a nada de esto y me da miedo, miedo que esto al final sea un error.
—No tienes que agedecer, desde que me conociste, sabías que estoy loca, no puedo cambiar lo que soy y no es un error, si lo fuera jamás me hubiera encontrado a esa mujer en el puente y Eros estaría...
—No lo digas —interrumpió—. Él está aquí y nosotros lo ayudaremos.
Lo pensé, a pesar de que no lo dije, lo pensé, si yo no hubiera pasado por ese puente, Eros no estaría en mis brazos sino en una tumba y eso me causaba escalofríos. No fue en vano que pasara por allí, quizás sí era el momento de la mujer, pero ese pequeño bebé tenía mucho que vivir y la vida le dio esa oportunidad a nuestro lado, nuestra mayor misión era regalarle mucho amor.
Jonny a parte de la cuna compró varias cosas más, entre esas cosas: pinturas para la pared verde y blanco. Se encerró en el cuarto que le sobraba al apartamento, sólo salía para comer o darle los buenos días a Eros.
El resultado fue mejor de lo que esperaba. Las paredes estaban perfectamente pintadas, la mitad de abajo con verde y la mitad de arriba blanco. La cuna en una esquina, armada, era hermosa y hacía un buen contraste con el verde oscuro de la pared; cerca de la cuna había un sofá de cuero negro y en la otra esquina estaba el armario con la ropa perfectamente acomodada. Ese día se quedó dormido, no pude molestarlo y lo dejé allí durmiendo como un ángel.
G e n e s i s A .
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