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Bienvenido
Un niño

¡¿Qué?! ¡¿Estás loca?!  —preguntó mi papá desde el otro lado de la línea.

Ya le había contado todo lo ocurrido y su reacción fue la que esperaba.

Papá, ¡por favor! ¡Es un bebé pequeño e indefenso! —rogué.

En estos casos están las casas de niños abandonados rectificó.

No papá, tú más que nadie sabes lo horrible que se vive allí, no quiero dejarlo solo, por favor...

La historia de mi papá no había sido la mejor, él sabía todo lo complicado que se vivía allí, por eso sabía que iba por un buen camino mi conversación e insistencia.

¿Qué hice yo para tener una hija con demasiado instinto materno? Eres idéntica a tu madre. —Hizo una pausa, pensativo—. Te voy ayudar, esta semana estaran listos los papeles.

Gracias, papá, te amo.

Me despedí de él y colgué la llamada, miré a Jonny, él frunció levemente las cejas, esperando una respuesta de mi parte, hice un mueca de tristeza y él elevó una comisura de sus labios, noté su disimulada y triunfadora sonrisa.

—¿Y? —preguntó. Sabía que él se estaba preparando para el "mi papá no me va ayudar".

—¡Sí nos va ayudar! —celebré sonriente.

—Tenía la esperanza que no lo hiciera. —Le di un merecido golpe en el hombro—, aaaay. —Se quejó—. Vale ¿qué nombre le pondremos a la cosa?

—Bebé —corrigí y pensé—, no sé... ¿Miguel? —propuse. Jonny hizo una mueca de desagro—, bueno no sé, elige tú.

—Eros —afirmó y sonrió—, así dije que llamaría a mi primer hijo.

—Eros... es muy profundo, pero ¿estas seguro de colocarle ese nombre a él? —dije señalando al bebé.

—Sí, prácticamente es mi primer hijo.

«Estas cosas son las que más me gustan de él» pensé, aunque a veces se comportaba como un imbécil, él tenía ese lado sentimental y coqueto ante la vida y eso me encantaba. Continué pensando en un segundo nombre.

—Gabriel —completé—, Gabriel... de segundo nombre.

—Eros Gabriel Cáceres Aba, suena bien —Sonrió y yo bajé la mirada, indiscutiblemente me sonroje.

—Bienvenido, Eros, a tu nuevo hogar. —Acaricié su pequeña manito con mi pulgar.

Sí, sabía que estaba loca, que las críticas llegarían tarde o temprano. Yo no sabía cómo ser mamá, pero por ese niño haría hasta lo imposible para que creciera a mi lado. Ahora me pregunto muchas cosas, pero mí única respuesta segura es Eros Gabriel.

✾✾✾

—¡¿Me estas hablando jodidamente en serio?! —gritó Erika luciendo bastante impresionada.

—No grites, Eros duerme —exigí mientras acomodaba mi cobija en el pequeño cuerpo del bebé.

—¡Hasta le pusiste nombre! —volvió a gritar lo que provocó que me gire a ella para regañarla.

—¡Shhhh! —La callé—, ese lo escogió Jonny.

—¡Ay, bebé! —Suspiró—, en las manos que caíste, un papá que casi no está en casa y una mamá que tiene miedo decirle a papá cuanto le gusta.

—Cállate, Erika, no enrolles al niño, está muy pequeño para problemas amorosos.

—Bienvenido a la familia Cáceres, campeón —dijo miestras acariciaba su mejilla.

Erika más que nadie sabía todos mis problemas, conocía mi repetida historia de cómo conocí a Jonny y a alguno de sus amigos. Conocía la parte protectora de mi hermano mayor y conocía mis problemas y mis locuras. Así como yo también la conocía a ella, la historia de cómo su madre terminó en un psiquiátrico, el amor platónico que tenía por mi hermano, los problemas con su madrastra y el amor profundo que le tenía a su padre. Éramos inseparables y eso lo agradecía.

✾✾✾

Había tenido una semana agradable, Eros era un bebé muy tierno, lo había cuidado mucho y Erika me estaba ayudado bastante, no obstante, Jonny estaba más tiempo en casa, no comprendía por qué, sin embargo, allí estaba, él no tenía idea de como cuidar un bebé, ese día le dije que iría a buscar los papeles en la entrega de correos, papá me los envió por allí y le insistí que sólo serían unas horas.

Iba a buscar esos documentos, unos papeles que decía que éramos legalmente esposos y otro que éramos los padres de Eros. Yo quería que todo fuera real y no una simple mentira.

Después de un largo camino, entre ir a buscar papeles y regresar, llegué a casa y al abrir la puerta noté que no se escuchaba sonidos alguno.

—¡¿Jonny?! —grité.

—¡Dolores Anastasia! —gritó deste alguna habitación. Yo rodé los ojos cuando escuché mi primer nombre.

—¡Te he dicho que...! —Jonny salió de la habitación furioso, tenía la camisa empapada y parte de sus brazos cubierto de algo blanco. Solté muchas carcajadas burlandome de él—. ¿Esa es la leche del bebé?

—¡Sí! —contestó enojado.

No paraba de reír, su apariencia y la rabia con la que me miraba sólo me causaba más gracia.

—No me digas que tu camisa esta llena de... —Mordí mi labio para que no se me escaparan más risas.

—¡Pues sí, tengo dos horas tratando de ponerle un pañal a la cosa y lo único que hace es orinarme encima! —Jonny tenía la cara roja, muy roja.

Seguí riendo a carcajadas sonoras, él me miraba con odio y eso sólo me hacía reír mucho más.

Entré a la habitación y un montón de pañales estaban tirados por todas parte, la leche del bebé esparcida por toda la cama y no queria averiguar que era ese líquido sobre el piso. Eros se reía con los dedos en su boca, podía quedarme viendo la escena por horas, pero debía acomodar al pequeño.

—Odio a la cosa —afirmó el muy amargado Jonny.

—Eros —corregí una vez más.

—No, papá no lo va a llamar así hasta que me quiera. —Cruzó los brazos sobre su pecho, igual a un niño pequeño.

—Cáceres, aprende a cuidar a tu hijo —reclamé.

—No. —Miró al bebé y luego a mí—, ¡mira como estoy! —Señaló todo su atuendo y regresó la mirada al bebé—, tú no quieres a papá.

—A mamá sí, ¿verdad que sí? ¿Quién es el bebé precioso? —El bebé empezó a reír conmigo y Jonny sonrío involuntariamente, lo miré esperando una respuesta ante la rara sonrisa y él esquivó mi mirada.

—Este papá bello se tiene que bañar —anunció. Recordé que era viernes y mis ánimos bajaron, sin embargo, Eros estaba conmigo.

—Sí, hoy es viernes —dije cabizbaja.

—¿Y? —Caminó hasta la puerta, se apoyó en el marco esperando mi respuesta.

—Tienes fiesta —afirmé mirando al suelo.

—Sí, pero hoy no iré. —Levanté la mirada confundida, él lo notó y me miró—, no tengo ganas. Hace frío.

Salió de mi habitación a la suya —la cual tenía su propio baño—, yo estaba atónita, iba a faltar a sus tan valiosas fiestas, pero ¿por qué? No quería hacerme muchas ilusiones por su actitud, así que preferí pensar que se trataba de alguna pelea con sus amigos o que se sentía mal... o que realmente tenía frío.

En menos de media hora el bebé estaba bañado, comido y dormido; mi cuarto limpio y yo bañada. Encendí la televisión y coloqué un programa, con bajo volumen para que el bebé no se despertara.

Vi a Eros por unos minutos, era muy pequeño, su pestañas largar y rubias, igual que su cabello, su piel blanca como una hoja, lo había arropado bastante para que no se enfermase por el frío, era como un muñeco de porcelana y yo tenía miedo de hacer todo mal, de no ser capaz que cuidarlo como debería. Nunca había tenido experiencias con bebés, y tenía uno bajo mi responsabilidad, no quería arruinar las cosas, él sería mi prioridad. Una semana fue suficiente para saber que no lo quería perder o alejar de mí.

—Mañana te compro una cuna, aunque me gusta dormir a tu lado, eres tan pequeño y delicado... ¿Sabes a quién me recuerdas? A tu papá, él es tan tierno... delicado... gracioso... ¡oh perdón! —Sacudí mi cabeza—, se me nota lo enamorada que estoy de él, pero a veces las cosas no son como uno las quiere, papá y mamá nunca estarán juntos, lo siento, Eros. —Una lágrima recorrió mi mejilla—. Sí... mamá es muy llorona.

—Estoy de acuerdo con eso —dijo Jonny sorprendiendome.

—¿Jonny? ¿Cuanto escuchaste? —pregunté nerviosa. No quería que él lo supiera todo lo que dije.

—Sólo eso último que acabas de decir. —Sonrió con picardía—. ¿Por qué? ¿Había más que escuchar?

Noté que tenía en sus manos una almohada, cosa que no comprendía y aproveché la situación para cambiar el tema.

—¿Porque traes eso en la mano? Te aseguro que de tu cama no saldrá corriendo.

—Es que tu cuarto es más cálido que el mío.

Levanté un ceja y sonreí.

—¿Ah, sí?

—Eh... —Carraspeó—, sí, sí... es por eso y veo que hay un espacio al lado de la cosa.

—Eros... —corregí.

Se acostó en el espacio sobrante dejando a Eros en medio de los dos, ambos quedábamos cara a cara, nos mirábamos a los ojos, su mirada profunda se centró en la mía, sonrió y yo desvíe la mirada, para él siempre fue muy fácil sonrojarme.

Empecé a cerrar los ojos por el sueño y el cansancio, solo logré escucharlo susurrar.

—Descansa, Eros, y aprende algo: nunca, digas nunca...

G e n e s i s  A .

Dedicado a Mariana R.

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