CAPÍTULO 36
Todavía no podía entender y mucho menos contener la ira. Y es que, al solo pensar que mi madre iba a castigarme por dejarme hacer una marca con Caleb, hacía que montara un montón de escenas en mi cabeza. Sabía que él lo había hecho solo para molestarme, y vaya que lo había conseguido. ¿Ese loco bastardo estaba tan feliz de verme así de cabreada? ¿Por qué demonios me mordió el cuello de esa manera? Estaba segura de que ya encontraría la manera de vengarme de él. Pero ahora, realmente quería golpearle, tenía muchas ganas de pegarle en su hermosa cara.
Por otra parte, el cuello me dolía un poco, Caleb había sido un poco rudo a la hora de hacerme el chupetón, y no solo eso, había varias marcas rojas en mi cuello. No es que me quejara, al principio me agrado cuando él estaba besando y mordisqueando mi cuello, haciendo que todo mi cuerpo se incendiara más y más, pero cuando sentí sus dientes que mordían demasiado fuerte, me asuste y reaccione mal. No esperaba que hiciera esto, tal vez lo hizo inconscientemente, ya que tanto él como yo estábamos tan excitados que no nos dimos cuenta de lo que hacíamos, no lo sé. Dios, ¿Cuántos días tardaría en desaparecer ahora?
Estaba tan sumida en mis pensamientos que no me había dado cuenta de que Caleb dejo mi mano para posarla en mi cuello donde estaba el tan dichoso chupetón. Lo acaricio para luego estacionar el carro.
—¿Qué haces? —pregunté saliendo de mis pensamientos y mirándolo a la cara.
Caleb me observó el cuello por unos segundos volviendo a posar sus dedos por la zona afectada. Esta acción hizo que cerrara los ojos disfrutando de la caricia, a pesar de que me dolía un poco.
—Lo siento.
Abrí los ojos al escuchar su disculpa, sorprendiéndome al tenerlo tan cerca que si me movía un poquito, nuestros labios podrían tocarse. Es más, él estaba mordiéndose los labios y eso hacía que mi cuerpo se calentara.
—Caleb, yo...
No terminé de hablar porque él me había interrumpido poniendo su dedo en mis labios.
—Espérame un segundo, ahora vuelvo —dijo dejando un pequeño beso en mi cuello.
Fruncí el ceño sin poder entender lo que quería decir. Sin más, Caleb se bajó del carro y se dirigió hacia una farmacia que estaba al frente de donde había estacionado. ¿Qué pretendía hacer?
Al cabo de unos minutos salió de la farmacia y luego llego donde estaba para entregarme una bolsita llena de medicamentos antiinflamatorios de primeros auxilios.
—¿Qué se supone que debo hacer con esto? —pregunté un poco sorprendida.
—Son para tu cuello y las marcas que dejé.
—¿Las marcas? —pregunté asustada, ya que sabía que había unas cuantas.
Caleb se rio fuerte y tomando de mis manos la bolsita con medicamento comenzó a sacar un hisopo de algodón y luego empaparlo en alcohol.
—La doctora de la farmacia comento que si es una mordedura, esta podría infectarse —comenzó a explicar mientras, ponía en el algodón un poco de alcohol y limpiaba la zona del chupetón—. Así que la limpiaré un poco. Quiero hacerme responsable de mis acciones.
—¿En serio dijo eso? Aauch... —Un gemido se me escapo al sentir la humedad fría en la herida.
—Quédate quieta, terminaré pronto.
—¡Duele!
—Está bien, quédate quieta... Ya termino —murmuró él soplando el área de mi cuello.
—Eso dices siempre.
—Te lo haré con cuidado.
—¡Maldición, Caleb!
—No hables demasiado —sonrió al verme quejarme—. Si no la curamos, tu herida se inflamará ¿Por qué esto se ve tan doloroso? ¿Acaso quieres morir? ¿No piensas en mí?
—¡Deja de burlarte! Solo eres bueno dando órdenes.
—También soy bueno en otras cosas —dijo sarcásticamente.
Aunque era reacia, no pude hacer nada al respeto porque pelear con él me mareaba. Solo pude resoplar con impaciencia y dejar que el algodón frío girara alrededor de la herida.
—La herida mejorará pronto —murmuró Caleb usando la bola de algodón con desinfectante y luego poner una pequeña venda sobre la herida.
—¿Cómo puede mejorar cuando tú a cada segundo quieres mordisquearla? —me quejé con voz frustrada con el ceño fruncido, mirando su rostro, arreglando suavemente mi herida. Su expresión estaba llena de atención y preocupación.
—¿Duele?
No podía apartar la mirada del rostro de Caleb. Realmente estaba muy atento a la hora de curar mi cuello, estaba muy contenta por eso.
—Sé que soy guapo, pero en este momento estoy ocupado. Y al mirarme así me distraes —admitió sonriendo.
Inmediatamente, desvié la mirada de él y fingí ver mi cuello por el espejo del carro. Mi corazón se estremeció un poco y dio un vuelco de alegría, vergüenza al ser cuidada y pillada mirándolo.
—¿Terminaste ya? Date prisa, tengo hambre.
Su rostro me sonrió, después de eso retiré su mano para tocar el vendaje que había puesto, pero antes de que me quejara de su gran obra maestra, él me sostuvo la cabeza y me besó.
—¡Mierda! —grité fuerte, sorprendida.
—No he terminado —indicó mientras sonreía un poco, luego puso su mano en mi herida ya vendada y apretó un poquito.
Me quedé sin aliento ante la imagen frente a mí. Lentamente, Caleb acercó sus labios en la herida del vendaje y besó mi cuello suavemente.
—Mejórate pronto —levantó la cabeza, sonrió y la aparto de mí. Estaba sorprendida y aturdida por su acción, hasta que me detuve por un momento para digerir el incidente en ese momento—. Terminé... —sonrió mientras colocaba las medicinas en la bolsita que había traído de la farmacia.
—¿Podemos irnos ahora?
Estar cerca de Caleb era muy peligroso para mí, pero cada acción hacía que mi corazón latiera rápido y que lo quisiera aún más.
(***)
Después de todo el incidente dentro del carro, al fin habíamos llegado a un lugar para poder desayunar. Estaba muy hambrienta, ya que la noche anterior no había comido más que papas fritas.
Caleb fue muy complaciente a la hora de permitirme elegir el desayuno que quería comer, estaba realmente contenta de poder tener algo en el estómago. Cada que llevaba los panqueques a la boca, Caleb se me quedaba viendo como un tonto. ¿Tenía algo a en la boca?
—¿Qué tanto miras? —pregunté un poco molesta y avergonzada.
—Me gusta verte comer —respondió mirándome con una sonrisa en los labios—. Estoy soñando en comerte entera ¿Hay algún problema en eso?
Lo miré mientras terminaba de comer sin poder entender, que era lo que le gustaba cuando comía. Era un idiota en siempre decir algo así. Le gustaba ponerme nerviosa y ruborizada. Si él quería jugar a ponerme así, ¿Por qué yo no?
—Agárrame, pégame, azótame... —empecé a decir, y agradecía a Cazzu y su música.
—¿Qué? —preguntó confundido por lo que acababa de decir.
Era gracioso ver su cara todo sorprendido, realmente no se esperaba que le dijera eso. Me mordí los labios y empecé a provocarlo.
—Yo sé bien a que vinimos, no hay por qué disimular... Las cosas que nos dijimos vamos a hacerlo real...
No termine de cantar y él me interrumpió.
—¿Espera qué? Alina, no te entiendo —comenzó a decir Caleb, mientras se pasaba las manos por su cabello rubio mirándome intensamente.
Dios mío, estaba jugando con fuego.
—A mí me gusta bebé, cuando me mientes... Te muerdes los labios, hace que me caliente...
—Basta, Alina —dijo mirándome con ganas de saltar a donde estaba sentada—, ¿Quieres que te folle aquí? Estás jugando con fuego y créeme, no tengo ningún problema en hacerlo aquí, en esta mesa —susurró masajeando la mesa lentamente.
Mierda, esto no iba a poder ganar. Mejor salía corriendo de aquí, si no era buena jugando a esto ¿Para qué lo provocaba? Lo que si me quedaba claro, era que tensión sexual entre los dos era muy fuerte.
—Ahora vuelvo, voy al baño —dije mientras salía casi corriendo al baño y sintiendo la mirada de Caleb.
(****)
Después de casi más de diez minutos y de lavarme la cara varias veces, decidí volver a la mesa. Agradecía que él no me siguiera, porque tenía miedo que esto terminara en un desastre de sexo en el baño de un restaurante. ¿Por qué siempre me gustaba lo que estaba mal?
Cuando estaba por llegar a la mesa vi a Caleb con el ceño fruncido, molesto y mi celular en su oreja. Mierda, ¿Con quién estaba hablando? Mientras más me acercaba escuchaba que maldecía a la otra persona, así que decidí llegar rápido.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté señalando mi celular.
Al escuchar mi pregunta, Caleb levanto la mirada mirándome sin parpadear.
—Como te dije, mi chica está fenomenal —decía con un tono molesto y engreído—. Así que deja de llamar y molestar.
Hay no puede ser, ¿A quién le estaba diciendo eso? Así que decidí actuar de inmediato.
—Caleb, dame el celular.
Pero el muy idiota me ignoro y siguió discutiendo con la persona al otro lado de la línea.
—¡Puedes irte a mierda, Santander! —gritó Caleb.
Ahí me di cuenta de que era Benjamín quien había llamado. Realmente lo había olvidado que anoche estaba con él y al final desperté con Caleb, ¡Mierda!
—Dame el celular, Caleb —chillé mientras iba a quitárselo. Pero era imposible, ya que él seguía diciendo palabrota y maldiciendo a Benjamín.
Era obvio que estaría preocupado y por eso me llamaba. Pero cuando estaba con Caleb, solo él giraba a mi alrededor y me olvidaba de los demás. Sinceramente, no esperaba que tomara la llamada y menos que reaccionara de esta manera. Sentía que era de esas chicas que estaba con uno y al rato con el otro, que iba a decir Benjamín.
Sumándose a todo esto, odiaba que tomaran mis cosas, en especial mi celular. Ya que creía que era personal a menos que les dejara que lo usaran. No es que tuviera algo malo, bueno, solo algunos manhuas, libros Bl, o fotos de mis actores favoritos. Pero eso no quitaba que me molestara que en lugar de hablar bien se pusiera a discutir.
Así que después de no poder quitar el bendito celular, me enfade y salí enojada del lugar dejando a los dos que se partan discutiendo.
—¡Alina! —escuché a mi idiota novio que me llamaba.
Que se vaya al diablo, no pensaba escucharlo, así como él no lo hizo hace un momento. Seguí caminando enojada, pero una mano me agarro el brazo haciendo que me detuviera y me girara para quedar frente de unos ojos azules que describía muchas cosas.
—¿Por qué demonios él tiene tu número? —pregunto con los dientes apretados.
—...
—¡Dale, Alina! ¡Contéstame!
—Porque yo se lo di, ¿Algún problema? —contesté.
Esto hizo que Caleb frunciera aún más el ceño y que inconscientemente apretara aún más su agarre en mi brazo. Sé que al hablarle de esta manera no iba a ayudar en nada y terminaríamos discutiendo, pero estaba enojada. No tenía nada de malo darle tu número a un amigo o ¿Sí?
—No quiero que vuelvas a hablar con ese tipo -sentencio—. Odio saber que te llama y esté coqueteando contigo.
—¿Cuál es tu derecho para ordenarme?
—Tengo todo el derecho, lo sabes muy bien.
—¿Me vas a obligar? —pregunté decepcionada de que se comportara como un cavernícola celoso.
Caleb me miro y se dio cuenta de que estaba a punto de llorar por su actitud y por qué estaba realmente apretando fuerte mi brazo.
—Claro que no... Jamás me atrevería —respondió mientras colocaba sus dos manos en mi rostro y me daba un pequeño beso en los labios—. Lamento que reaccionara de esa manera, pero ese hijo de puta saca lo peor de mí.
No entendía por qué, ya que él tenía mi corazón y todo de mí.
—Caleb... no tienes por qué hacer todo este drama -susurre mirándole a los ojos—. Tú te imaginas casi toda una novela, y no es así. Soy toda tuya... Benjamín es mi amigo, confía en mí. No quiero que te enfades por algo como esto —concluí poniendo una mano en su mejilla.
—Confío en ti, pero no en él —término la frase con un suspiro.
—Sos un tonto. Ahora dame mi celular.
—Sí, lo sé —confesó mientras me entregaba el celular y me abrazaba fuerte que sentía que mis huesos se romperían.
Bueno, no tanto así, pero se sentía muy tierno saber que se sentía celoso nada menos que de Benjamín. Y me daba cuenta de que Caleb era muy posesivo, lo cual tenía que tener mucha cuenta.
—Me duele, no puedo respirar.
Caleb me soltó y me sonrió.
—¿Qué me estás haciendo, Alina? —preguntó en un susurro—. Hace unos minutos me tenías excitado, al rato muy enojado... Ahora con ganas de encerrarte y tenerte solo para mí —terminó mientras me daba un beso en la cabeza.
¡Mierda!, definitivamente Caleb, a veces daba miedo.
—...
Al final no pude contestarle nada y todo el drama hecho en el centro comercial quedo ahí. Caleb me llevo a casa y cuando llegamos apago el carro, se dio vuelta para mirarme con una cara de niño a quien se le llamó la atención.
Era tan gracioso que no sabía si reírme o darle un golpe para que no hiciera eso, mi corazón no podía resistir a ese encanto suyo.
—Lo siento. —Se disculpó nuevamente.
—Lo sé, pero desearía que no se vuelva a repetir... Me sentí muy mal, como si de verdad estuviera haciendo algo malo. —Me sinceré mirándole seriamente—. Y más aún... De que me prohibieras hablar con Benjamín. Ni mi madre lo hace. Caleb, si empezamos así, ¿Qué más me prohibirás?
La verdad era así, si me prohibía hablar con ese chico ¿Qué más podía esperar luego? Tenía sus razones de no llevarse bien con Ben, pero no era la forma de pedirlo así.
Sé que apenas estábamos como pareja y una pelea de esta forma era una catástrofe. Lo bueno de todo fue que ambos reconocimos nuestro error y que de aquí para adelante la solución siempre era hablar y poder trabajar en conjunto para evitar estos problemas.
—Reconozco que me porte con un cavernícola celoso —dijo mientras se pasaba las manos por su sedoso cabello alborotándolo más—. Sé que suena egoísta, pero te quiero solo para mí, quisiera llevarte a un lugar donde no pudieras escapar...
No lo deje terminar porque era demasiado.
—Viste, otra vez volvemos al inicio...
—Lo sé, pero quiero que tus miradas, tus besos, tus pensamientos, quiero que todos sean solo míos —susurró tomando mi rostro para acercar nuestras frentes—. Si no me quieres así, entonces no sé cómo lo llevaremos o como podré soportarlo.
Bien, sé esto sonaba muy mal. Pero me hacía sentir de alguna manera feliz, ya que me daba cuenta de que de alguna u otra manera yo le importaba a él.
—Te felicito, que bien actúas —contesté.
—Alina, hablo en serio.
—Suenas más como un hombre machista, que uno enamorado —respondí a lo que él me había dicho anteriormente. Solo quería cambiar el ambiente y le dije una frase de una canción de Shakira.
—Es que el amor y los celos combinan juntos.
—Es cierto. Y aunque no me gusten los chicos celosos, te entiendo —acepte mientras le acariciaba su mejilla—. Como decía Maria Becerra, dame un beso con sabor a caramelo. No tengas miedo, agárrame por el pelo...
No terminé lo que estaba por decir cuando Caleb me agarro por el pelo y me beso, pero no un beso delicado, sino uno duro y apasionado. Su lengua se insertó en mi boca y la recorrió con fervor. Una vez que lo hizo no pudo parar.
—Hmm... —gemí inconscientemente.
Cuando ya no podía respirar, empuje el pecho de Caleb para alejarlo, pero solo lo hizo por unos segundo, ya que nuevamente volvió a tomar mis labios.
Al final los dos nos separamos de ese intenso beso y Caleb acariciaba mi mejilla con la punta de su nariz, mientras que su mano frotaba mi cintura a través de la tela.
—Caleb... ah... Espera —susurré con voz temblorosa.
—¿Qué? —La voz de Caleb sonó en mi oído y luego su nariz se deslizó por mi mejilla para mordisquear mi oreja, haciendo que me encogiera mi cuello para escapar de la sensibilidad.
—Estábamos hablando... Y mi casa está al frente.
—Ya lo hemos hecho, pero tú estás provocándome —admitió mirándome—. Desde el centro comercial, estas que me dices cosas que me están volviendo loco.
—Solo eran parte de una canción que escuche... y como estabas bromeando conmigo quise hacer lo mismo —confesé riendo inocentemente.
—Tienes cara de ángel, pero eres toda una diabla al final.
—Tú me pones maléfica, haciéndome actuar como una chica mala.
—Muero porque en la cama te conviertas en una.
—Pronto.
—Lo sé, y voy a esperar pacientemente... mientras no me estés provocando —afirmó mientras pasaba sus dedos por mis labios.
—Caleb...
—Alina...
—Gracias por traerme a casa —tartamudeé porque no se me ocurría que más decir después de todo lo que dijimos, hicimos.
—Un placer, bebé.
—Adiós. —Me despedí con un ligero beso en sus labios y tomando la bolsita de medicamentos.
—Adiós, cariño. Muero por escuchar la canción que me cantaste hoy —sentencio mientras me miraba—. Y por favor recupérate pronto.
Solo reí y salí de su auto. Una vez que estaba por abrir la puerta de mi casa me di vuelta.
—Será un placer. Y por la herida no te preocupes, que sé muy bien cómo cuidarla.
Caleb me sonrió y se fue dejándome ahí parada mirando mientras se alejaba.
Los dos sonábamos como dos tóxicos que solo querían disfrutar de nosotros mismos. Era normal, pero muchas veces terminaba mal y eso me asustaba, excitaba a la vez.
Por ahora era eso lo que le podía dar, tal vez más allá él y yo pudiéramos terminar con lo que empezábamos. Esta herida del cuello era un recordatorio que cuando nos poníamos intensos queríamos ver al mundo arder o nuestros cuerpos arder en el éxtasis del otro.
Multimedia:
La canción que Alina le canta a Caleb es de la cantante Argentina Cazzu: Isla Verde y Maléfica con la cantante Maria Becerra.
Nota del autor:
Espero que les haya gustado el capítulo. Hace mucho quería subir el capítulo, pero no me daba tiempito. Y nada les agradecería si comentaran y votarán.
Muchas gracias. ☺️
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top